Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los sí­ntomas de las mujeres con cáncer de mama

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una baterí­a de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tení­an un buen pronóstico de supervivencia y no habí­a evidencia de metástasis.
La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así­ como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.
Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.
En concreto, la investigadora encontró que la mayorí­a de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan í­ndices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrí­an niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clí­nico.
En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).
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Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los síntomas de las mujeres con cáncer de mama

Una investigación realizada en la Universidad de Granada ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.

En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, «se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida».

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Una investigación evalúa la calidad de vida de pacientes con cáncer de mama

Una investigación de la Universidad de Granada ha demostrado que la calidad de vida de las mujeres con cáncer de mama que no presentan signos de depresión es prácticamente idéntica a la de pacientes con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos.

Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, según ha informado hoy la institución académica, su autora llevó a cabo un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia).

A todas ellas, que tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis, les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84%) sufrían altos niveles de depresión.

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora, Carmen Martínez Valero, considera que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado.

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Nazis: esos malos sin dobleces

El Cine Club Universitario comienza un ciclo de proyecciones y un curso sobre la II Guerra Mundial que contará con títulos emblemáticos como ‘Comando en el mar de China’

Nunca habrá malos más malos que los nazis. Son malvados integrales, sin fisuras. Dieron origen a la II Guerra Mundial y a toda una serie de películas ambientadas en este marco histórico que protagonizan (Re) Descubrir el cine de género: el cine bélico que organiza el Cine Club Universitario. El ciclo incluye la proyección de clásicos como Comando en el mar de China o La Cruz de hierro. «De alguna manera ahí está todo, a partir de este cine se han tratado después otros conflictos como la Guerra de Corea, Vietnam o incluso Iraq», explica Juan de Dios Salas, director del Cine Club de la UGR. «En las películas que se hicieron sobre la II Guerra Mundial quedó trazado el dibujo de los personajes, situaciones, escenas que van mucho más allá de tíos pegando tiros con reflexiones sobre la condición humana», continúa.

Hay que diferenciar entre las películas de ambiente bélico y las de guerra, que son las que muestran el conflicto, el hombre en combate y las consecuencias de la guerra. Son películas que raramente ensalzan la violencia y que tienen el mensaje de que la guerra «es algo que ocurre desgraciadamente y hay que sobrevivir a ella». Pero hay cintas que son una pura comedia como Operación Pacífico (Blake Edwards, 1959), en la que se desmiente el tópico del bromuro en las comidas de la tripulación con unos marinos capitaneados por Cary Grant ‘revolucionados’ con la llegada de un grupo de mujeres de la Marina. Otro caso es el de Los violentos de Kelly (Brian G. Hutton, 1970), con un Clint Eastwood en busca del tesoro de los alemanes. «Es más bien una película de aventuras y de robos perfectos que tiene como trasfondo la II Guerra Mundial, pero que no sería una película bélica sino una película de aventuras en un contexto bélico, que es una diferencia importante», matiza Salas.

Pero las películas que ha escogido para el ciclo tienen en común el pacifismo, mostrar qué es una guerra con sus momentos de tensión y aventura. «Al verlas no te dan ganas de que haya una guerra y embarcarte en ella». Y si la gran película sobre la Gran Guerra es Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, más difícil es tomar una decisión sobre la obra cumbre de la II Guerra Mundial. Para Juan de Dios Salas, una de las que mejor resume este conflicto es Uno rojo, división de choque (Samuel Fuller, 1980) «porque es un compendio de todas las experiencias que tuvo el director como cronista bélico, ya que estuvo por ejemplo en el Desembarco de Normandía». En la cinta, cuatro jóvenes soldados de infantería recorren los campos de batalla de media Europa a las órdenes de su sargento con una conclusión final: la guerra es absurda.

Objetivo Birmania es otro t rabajo que muestra una constante en este tipo de cine hecho en Hollywood: o bien aparecen norteamericanos en misiones en las que no estuvieron o bien se les otorga una importancia que no tuvieron. Como en La gran evasión (John Sturges, 1962) donde no participó ningún norteamericano aunque en las versión cinematográfica llevara la voz cantante Steve McQueen encarnando a un oficial del país de las barras y las estrellas. «Es el problema de este cine, parece que es un cine conservador aunque la mayoría de las películas están hechas por gente progresista que no quiere enmascarar el conflicto para mostrarlo en toda su crudeza pero al mismo tiempo con toda su carga de aventura, acción, estrategia…». Y como fan incondicional de Steven Spielberg Salas no se olvida de Salvar al soldado Ryan (1998), «donde enseña que el soldado alemán es una cosa y el nazi es otra, que hasta los alemanes tienen madre». «En la cinta de Spielberg se ve como el francotirador alemán y el norteamericano son muy parecidos, hacen su trabajo y ninguno es mejor que otro», profundiza. Pero, ¿por qué se dejó de hacer este tipo de cine en la década de los ochenta? Según Salas, «hay un vacío entre Uno rojo, división de choque y Salvar al soldado Ryan, cinta que enlaza con lo mejor del cine bélico antibelicista y repite muchos de los esquemas». Películas recientes como Valkirya (Bryan Singer, 2008) han demostrado que la esvástica y el saludo con el brazo en alto siguen cautivando y aterrorizando al espectador, además de conseguir relanzar la carrera del alicaído Tom Cruise. «Quizás en los ochenta ya no era el momento de pensar en el pasado y coincidió con la irrupción del cine fantástico, que es lo que el espectador comenzó a demandar».

El ciclo comienza esta noche con Almas en la hoguera (Henry King, 1949), «una de las mejores cintas sobre la aviación en la guerra». La película huye de la propaganda y cuenta los problemas de los soldados en combate, el ambiente de tensión continua… «De hecho se ve muy poca acción y el dramatismo está en la gente que queda en tierra, en los oficiales que tienen que mandar a sus pilotos a una muerte casi segura…». El siguiente filme del ciclo, Fuego en la nieve (William A. Wellman, 1949), reconstruye uno de los episodios más famosos con el sitio que los alemanes hicieron a los aliados en Bastogne (Francia). Es el día a día del soldado, el hambre, el aislamiento, tensión continua… Pero no habla de grandes operaciones bélicas, no hay grandes hazañas… «Es la capacidad para jugar con el sentido del humor y el drama para narrar la vida del soldado, de la infantería».

Pero Salas también pretende mostrar el choque entre el nazi y el soldado alemán con la proyección de El Puente (Bernhard Wicki, 1959), una película antibelicista en la que un grupo de niños reciben la orden de proteger un pequeño puente. Enardecidos por la posibilidad de defender a su país, y entusiasmados por la ideología nazi de «sangre y honor», los chicos se disponen a plantar cara…

Comando en el mar de China (Robert Aldrich, 1970) adentrará a los espectadores en la guerra del Pacífico, donde un comando debe afrontar una misión casi suicida con Michael Caine a la cabeza. «Aquí se muestra el enfrentamiento entre los propios aliados, entre un soldado británico y uno norteamericano, las tensiones entre ellos, la valentía y la cobardía… Tiene además una memorable escena final que es una lección de cine», ilustra el director del Aula de Cine de la Universidad.

Después llegará La cruz de hierro (Sam Peckinpah, 1977), donde el director de Grupo salvaje traslada los conflictos del western a la II Guerra Mundial. «Se ilustra de nuevo la diferencia entre el nazi y el soldado profesional alemán que solo hace su trabajo». Y tras la imprescindible Uno rojo, división de choque (Samuel Fuller, 1980), cuyo papel protagonista estaba destinado en principio a John Wayne pero que acabó interpretando Lee Marvin, llega el colofón del ciclo con Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946), que se centra en la vuelta a casa de los soldados, hombres que intentan reintegrarse a sus vidas «pero que se encuentran marcados por el conflicto».

Y de los actores que han cogido un fusil en la pantalla, Juan de Dios Salas destaca a James Whitmore, uno de los eternos secundarios de Hollywood. Withmore, que estuvo destinado al Cuerpo de Marines en la zona del Canal de Panamá durante la Segunda Guerra Mundial, bordó el papel de sargento y participó en filmes como Tora! Tora! Tora! (Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, 1970), para muchos la gran película sobre el ataque japonés a Pearl Harbor. Aquí aparece la subdivisión dentro del género dependiendo de si los enemigos son alemanes o japoneses y si el la guerra tiene lugar en Europa o en Asia. «En el caso de los japoneses se ve sobre todo un choque de culturas y un mutuo desprecio», explica

Por último, (Re) Descubrir el cine de género: el cine bélico concluirá con la proyección en blue-ray de Hermanos de sangre en el décimo aniversario de su llegada a la pequeña pantalla. Una aclamada serie con la factura de Salvar al soldado Ryan. No en vano sus creadores son Steven Spielberg y el últimamente recauchutado Tom Hanks. Son miles las películas que tratan el conflicto y miles las historias sobre los nazis, esos malos sin dobleces. Para combatirlos, todos los grandes actores de la época dorada de Hollywood se pusieron el uniforme, como Kirk Douglas, Gregory Peck o Robert Mitchum.

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Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los síntomas de las mujeres con cáncer de mama

Una investigación realizada en la Universidad de Granada ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.

En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, «se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida».

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Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los síntomas de las mujeres con cáncer de mama

Una investigación realizada en la Universidad de Granada ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.

En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, ‘se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida’.

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Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los síntomas de las mujeres con cáncer de mama

Una investigación realizada en la Universidad de Granada ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.

En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, «se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida».

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Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los síntomas de las mujeres con cáncer de mama

Una investigación realizada en la Universidad de Granada ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.

En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, «se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida».

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Investigadores de la UGR evalúan la calidad de vida de pacientes con cáncer de mama

Una investigación de la Universidad de Granada ha demostrado que la calidad de vida de las mujeres con cáncer de mama que no presentan signos de depresión es prácticamente idéntica a la de pacientes con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos.

Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, según ha informado la institución académica, su autora llevó a cabo un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia).

A todas ellas, que tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis, les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84%) sufrían altos niveles de depresión.

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora, Carmen Martínez Valero, considera que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado.

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Cáncer de mama: Universidad demuestra que la depresión complica la calidad de vida de las pacientes

Una investigación realizada en la Universidad de Granada ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis, refleja la agencia Europa Press.
La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.
Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.
En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.
En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).
Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.
Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.
La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.
La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, «se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida».

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Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los síntomas de las mujeres con cáncer de mama

Una investigación realizada en la Universidad de Granada (UGR) ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

   Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis.

   La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.

   Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

   En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.

   En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).

   Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

   Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

   La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

   La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, «se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida».

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Demuestran que la depresión altera la calidad de vida y los síntomas de las mujeres con cáncer de mama

Una investigación realizada en la Universidad de Granada (UGR) ha demostrado que cuando las pacientes con cáncer de mama no presentan signos de depresión su calidad de vida es prácticamente idéntica a la de una paciente con gripe y no tienen ningún tipo de síntomas emocionales o cognitivos. Por el contrario, cuando se incrementa el nivel de depresión, no sólo se altera la calidad de vida funcional de las pacientes sino incluso la sintomatología consecuente.

Para llevar a cabo este trabajo, su autora realizó un estudio de campo en pacientes con cáncer de mama, con enfermedad común (gripe) y con una enfermedad grave y crónica (fibromialgia). A todas ellas les administró una batería de cuestionarios para medir el estado de depresión y ansiedad, el estilo cognitivo y la calidad de vida. Todas las pacientes con cáncer de mama tenían un buen pronóstico de supervivencia y no había evidencia de metástasis.

La investigación ha demostrado que no es la enfermedad del cáncer, sino la reacción consecuente y las habilidades de afrontamiento de la enferma, así como muy probablemente su entorno social, lo que va a determinar su calidad de vida, según ha informado en un comunicado la Universidad de Granada.

Por otra parte, uno de los resultados más novedosos y significativos de este trabajo resultó de la comparación de las pacientes con cáncer de mama y las pacientes con fibromialgia.

En concreto, la investigadora encontró que la mayoría de las pacientes con cáncer presentaba un nivel de depresión bastante bajo (sólo un 20 por ciento presentan índices de depresión elevados), mientras que en las pacientes con fibromialgia el nivel medio de depresión era indicativo de un estado alterado y casi todas las pacientes (84 por ciento) sufrían niveles de depresión que indicaban la necesidad de tratamiento clínico.

En las pacientes con fibromialgia esto se asocia a una percepción de deterioro de su calidad de vida muy importante (mayor del 60 por ciento), a un claro deterioro de su nivel de funcionamiento (mayor del 50 por ciento).

Este conjunto de resultados parece mostrar, en primer lugar, que una enfermedad como la fibromialgia, que genera síntomas más duraderos y de carácter más psicológico, induce mayores niveles de depresión que una enfermedad como el cáncer, en la que la amenaza vital es mayor pero el componente físico de la enfermedad es también sensiblemente mayor.

Por otra parte, sugiere de nuevo que una gran parte de la pérdida de la calidad de vida se debe a la inducción de estados depresivos consecuentes a la aparición de la enfermedad, más que a la propia enfermedad o a sus consecuencias físicas.

La autora de este trabajo es Carmen Martínez Valero, y lo ha realizado en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

La investigadora afirma que, si se utilizaran medidas de evaluación tan sencillas como contestar a un cuestionario estandarizado de depresión, «se podrían detectar a las personas con cáncer más vulnerables a desarrollar alteraciones psicológicas y derivarlas a un tratamiento psicológico especializado, donde pudieran aprender estrategias que les permitan afrontar de una manera más adaptativa su nueva situación de enfermedad y de esta manera mejorar su calidad de vida».

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