Muere Pita Andrade, uno de los pilares más sólidos de la cultura del siglo XX
Los caminos de la Fe son otros. Pero si atendemos a la sola realidad «ninguna muerte es noble, ni inocente,/ ni digna…». Lo afirma la extrañeza que nos provoca, la humillación, y el rito de dolor que lleva aparejado, sin que la experiencia de su cotidianidad haya aminorado en nada el trance más difícil de nuestra existencia.
Vivir muchos años conlleva una dificultad añadida: la pérdida de personas que por designio del destino han configurado tu vida. Por esto, cuando te dejan no es sólo que has perdido su amable presencia, sino que tu vida se empobrece de manera insospechada; te han quitado algo de ti y, así, a lo largo de los años, no sólo el cuerpo se arruina, también el alma ¿Acaso la vida no es la suma de encuentros?
La noche del pasado lunes nos dejaba don José Manuel Pita Andrade, uno de los pilares más sólidos de la cultura de nuestro tiempo, maestro y amigo en igual medida fue parte de mi saber y sentir desde su llegada a Granada en 1961. Fue parte, muy esencial, de aquella Facultad de Letras en Puentezuelas, donde por una conjunción de azares benéficos fue referente de sabiduría en los distintas especialidades, con un plantel de catedráticos que por si solos hacen Historia: Pita, Alvar, Orozco, Soria, Gallego, Domínguez Ortiz, Cabanelas, Bosch…
Con don José Manuel Pita Andrade, hoy, se clausura la lista.
Difícil se me hace esta escritura por mor de la emoción, más aún, porque su amplia trayectoria no es tarea fácil de sintetizar en un artículo.
De manera deslavazada, me referiré a aquellos hitos que considero indispensables en la historia de Granada, pues aunque gallego de nacimiento o madrileño de educación y ejercicio (director del Museo del Prado, académico de San Fernando, de la Academia de la Historia, miembro de la Fundación Universitaria…) el profesor Pita es granadino de adopción, no sólo por vivir en Granada desde 1961, sino ante todo por su amor a Granada, sin duda, el fruto primero fue el Departamento de Arte, en el que la mayoría de sus miembros, hoy, han sido alumnos de don José Manuel. Profesor excepcional no sólo enseñó Historia del Arte, enseñó además, una ética de trabajo serio, entregado, incansable, con personalidad atrayente, con sencillez ejemplar, pues este librepensador, agnóstico, representaba un canon de valores humanos que muchos cristianos hemos deseado tener en el mismo grado: responsabilidad, fraternidad, respeto hacia los demás, austeridad en grado sumo, honradez rayana en obsesión. He tenido el privilegio de ser testigo de estas realidades, también ejercidas por Elena, su esposa,( amiga recordada) que se adelantó en la marcha. Me decía, en días pasados: «Mi vida está llena de renuncias». Renuncias que siempre han tenido como causa el no poder afrontarlas por entrar en oposición manifiesta con su tabla de valores.
Deseo recordar que siendo delegado de Bellas Artes en Granada dejó el cargo por no estar de acuerdo con la política urbanística que aprobó el proyecto de unos apartamentos en el carril de San Miguel junto a la muralla. Dejó, igualmente, la dirección del Prado porque la normativa vigente entorpecía el desarrollo de una actuación concorde con lo que él deseaba para el Prado. Renunció, últimamente, a recibir el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Granada…
Ha sido persona con especial carisma que se hacía querer, respetar, por cuantos le trataron. En Granada, además, su trabajo tiene frutos de calidad suprema, miembro del Patronato de la Alhambra, creó, en 1965, y dirigió la prestigiosa revista Cuadernos de la Alhambra, entre el 65 y 78 y que, vigente 40 años, sigue su consolidada andadura. En Granada, el flamante Hospital Real, sede del rectorado de nuestra Universidad, cuando era un abandonado hospital de locos, don José Manuel Pita se hace cargo de la restauración e incita a un estudio del monumento que quedará plasmado en tesis doctorales.
Sí, don José Manuel Pita ha sido un preclaro granadino. Por supuesto, una personalidad indiscutible en el panorama artístico español. Su sabiduría, su energía vital le han mantenido lúcido y trabajando hasta hace unos días. No me siento capacitada en estos momentos para hacer un exhaustivo recuento de sus últimas actividades, de ese ir y venir constante al Prado (era director honorífico y patrono) a las academias madrileñas, con ponencias, lecciones magistrales. De las dedicadas el curso pasado a Goya tuve referencia por él mismo. Así como del libro sobre los frescos de San Antonio de la Florida que él dirigió y fue Premio Nacional de la Edición 2008.
Conocida su enfermedad, en poco cambió su ritmo de trabajo, su talante fue el de la aceptación natural, sin aspavientos, con paz, serenidad.
Pena que algunas instituciones granadinas olviden a sus mejores valedores. Cuando dijo a su maestro, don Manuel Gómez Moreno, que venía de catedrático a su ciudad, don Manuel dijo aquella frase, ya bien conocida: «Hijo, en Granada es precioso el cielo, el suelo, lo malo es el entresuelo».
Por tan ejemplar magisterio, por vida tan ejemplar, por haber escogido a Granada como morada para vivir, para morir, gracias, José Manuel.
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