La venganza: ‘Fat pride’ o el orgullo de ser gordo

Las reacciones son conocidas. Aparece Adele, con su voz increíble, y no hay que excavar mucho en internet para encontrarse con cientos de chistes sobre su peso. En el colegio, quién no vio cómo todos los compañeros se ponían de acuerdo para saltar de sus asientos cuando el gordo del curso se sentaba. Y «anda a comerte los postres, gorda lechona», parece ser hoy un insulto que no puede ser rebatido por quien lo recibe. Es como si sentenciara: «Eres gorda, así que cállate».

Cansados de años de burlas, de no encontrar tallas para ellos en las tiendas, pero sobre todo, hartos de lo que llaman la «multimillonaria industria para la pérdida de peso», cientos de personas con varios kilos se han unido al «fat pride», la lucha por sus derechos y por erradicar la idea de que ser gordo está mal.

«Los gordos se merecen los mismos derechos y dignidad que la gente que no lo es», dijo en julio pasado la doctora Cat Pause, a propósito de la primera conferencia que se realizó en Nueva Zelanda sobre «estudios de gordura», en el marco del orgullo gordo. La idea era dar a conocer información y discutir cómo se ha estigmatizado a las personas con tallas grandes, viéndolas como culpables de una epidemia que solo en 2008 ya tenía a mil 400 millones de adultos con sobrepeso, según la Organización Mundial de la Salud.

Entre los documentos que se repartieron en la junta, existían unos que llevaban por título «El odio a la gordura» y «El rol del diagnóstico en la marginación de la corpulencia». Por su parte, Pause, presente entonces, explicó a los medios neozelandeses que la intención de los defensores de la gordura es reapropiarse del adjetivo gordo, como palabra que los describe y no como un insulto, y ojalá, dejar de utilizar «sobrepeso» -como término que indica que no se está en un peso correcto- y más aún «obeso», utilizado por médicos como una manera de patologizar la gordura.

«Así que cuando la gente ve un cuerpo gordo como el mío, cree que no soy sana y que tengo un cuerpo enfermo; que nunca hago ejercicio y que solo como comida chatarra», señaló, esperando que las personas puedan comprender que existen formas corporales más grandes que otras y que, por ende, no se debe obligar a alguien a bajar sus kilos, solo por no encajar con el estereotipo de belleza.

De hecho, esta semana, el European Heart Journal publicó un revolucionario estudio que asegura que las personas pueden ser obesas pero metabólicamente saludables. O sea, no tienen por qué sufrir de resistencia a la insulina, colesterol alto, hipertensión o diabetes, por tener kilos de más. Al contrario, según la investigación de la Universidad de Granada, se puede ser físicamente sano.

«Ser obeso no parece tener un efecto perjudicial sobre su salud y, lo más importante, los médicos deberían tener esto en cuenta cuando atienden a una persona obesa», dijo Francisco Ortega, quien dirigió el estudio.

Antes, en la conferencia de Nueva Zelanda, el profesor de la Massey University, Andrew Dickson ya había comentado esta idea, señalando que nunca se había sentido tan estresado como cuando bajó de 130 kilos a 86, a punta de dietas, medicamentos recetados y trote. Hoy, con 100 kilos, se autodenomina «el atleta gordo», ya que sigue trotando 60 km a la semana, pero está feliz.

Soy gorda, ¿y qué?

El «fat pride» lleva años intentando emerger como una fuerza contra las diferencias y burlas hacia los gordos. Ya en 1999, Marilyn Wann (escritora estadounidense), alegaba con furia contra un gimnasio que usó como propaganda el lema de que si los extraterrestres invadieran la Tierra, se comerían primero a los gordos.

«Represento a los 97 millones de estadounidenses que son gordos. Somos el 55% de la población», alegaba entonces la autora de «Fat? So!» («¿Gorda? ¡Y qué!»), un libro que la catapultó como la activista pro gordos más conocida de EE.UU.

Wann llevaba desde 1994 escribiendo sobre la discriminación hacia las personas con tallas grandes. De hecho, su «Fat! So?» había comenzado como una revista luego de que le negaran un plan de salud debido a su peso, y que se enterara de que el hombre con el que salía se avergonzaba de presentarla a sus amigos.

«Soy una mujer saludable de 113 kilos, que no fuma y que es linda como una flor. Pero también soy gorda (…) Estaba tan enojada por esos dos incidentes, que sentía que mi silencio sería una manera de decir que estaba de acuerdo con la forma en que estaba siendo tratada (…) Una ‘fatso’ había nacido», explicó entonces la mujer para referirse a cómo ella llama a los luchadores por los derechos de los gordos, que no se avergüenzan ni piden disculpas por su peso».

Su trabajo también ha estado ligado a organizaciones que velan por los derechos y la no discriminación de la gente con varios kilos, como la National Association to Advance Fat Acceptance de EE.UU. La razón es simple: la realidad para una persona gorda, como explica Wann, es «una vida no vivida, llena de odio a sí mismo», escondiéndose de las burlas y, peor aún, del desprecio de aquellos que ven su condición física como propia de alguien flojo, sin voluntad, glotón y hasta tonto, como dice la autora.

«Esto suena familiar. Son los atributos negativos con que a todas las personas oprimidas las han etiquetado», ha dicho, con respecto a los pueblos y minorías que han sufrido tratos diferentes en la historia. «Y la gente gorda es el último objeto aceptable de discriminación», agregó.

El tema sigue siendo motivo de lucha. Por eso en la convención de estudios de la gordura, en Nueva Zelanda -país con un cuarto de su población calificada de obesa-, se le pidió al gobierno que legisle, así como se ha hecho con temas raciales y de diversidad sexual, para que se termine el trato peyorativo a los gordos.

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La obesidad no siempre está peleada con la salud

Las personas pueden ser obesas, pero metabólicamente saludables y estar en forma, sin que ello suponga tener un mayor riesgo de desarrollar o morir por enfermedad cardiovascular o cáncer que aquellas personas con un peso normal. Eso es lo que dice el estudio más grande realizado hasta ahora sobre este tema, que se publica en European Heart Journal, y que ha coordinado Francisco Ortega, del Departamento de la Actividad Física y el Deporte de la Universidad de Granada y del Departamento de Biociencias y Nutrición del Instituto Karolinska (Suecia).

Los resultados, explica a ABC Ortega, demuestran que hay un subgrupo de personas obesas que son metabólicamente saludables, es decir, que no sufren patologías como resistencia a la insulina, diabetes y colesterol alto o hipertensión arterial, y que además tienen una buena condición física. Y es un número nada despreciable, dice este investigador: «el 46% de las 43,265 personas analizadas en este trabajo eran metabólicamente sanos». Es decir, subraya Ortega, «ser obeso no parece tener un efecto perjudicial sobre su salud y, lo más importante, los médicos deberían tener esto en cuenta cuando atienden a una persona obesa».»»»

Es cierto que la obesidad está ligada a un gran número de enfermedades crónicas, como la enfermedad cardiovascular o el cáncer. Sin embargo, explica Ortega, de alguna manera este subgrupo de pacientes parecen estar protegidos de las complicaciones metabólicas relacionadas con la obesidad. «Tienen una mayor capacidad cardiorrespiratoria que otros individuos obesos, pero, hasta ahora, no se sabía hasta qué punto estas personas metabólicamente sanas, pero obesas, tenían un menor riesgo de enfermedad o de muerte prematura».

Forma física
Ortega, que durante la investigación trabajaba en la Universidad de Carolina del Sur (EE.UU.) bajo la dirección de Steven Blair, subraya que el hecho diferencial de este análisis es que no sólo se ha tenido en cuenta la obesidad, «que sí es factor de riesgo cardiovascular», sino otros parámetros fundamentales: la forma física y el estado metabólico. Y, asegura, si se contemplan todos estos factores en conjunto, vemos que una grande parte de los obesos, casi la mitad, «están sanos».

El estudio se inició en 1979 y los investigadores siguieron a los pacientes hasta 2003. Según Ortega, todos completaron un cuestionario detallado, con información de sus antecedentes médicos y su estilo de vida; además, se les realizaba un examen físico que incluía una prueba de esfuerzo para evaluar su aptitud cardiorrespiratoria y se valoró su Índice de Masa Corporal (IMC) y su porcentaje de grasa corporal.

Los resultados mostraron que las personas metabólicamente sanas, pero obesas, tenían un riesgo de un 38% menor de mortalidad por cualquier causa que las personas obesas metabólicamente poco saludables, mientras que no se observaron diferencias significativas entre los obesos y metabólicamente sanos y las personas con un peso normal y sanos desde un punto de vista metabólico. Y además, el riesgo de desarrollar o morir por enfermedad cardiovascular o cáncer se redujo entre un 30-50% en las personas obesas, pero metabólicamente sanas.

Ortega subraya que hay dos conclusiones principales que se derivan del estudio. En primer lugar, se debe considerar una mejor condición física como una característica de este subgrupo de obesos metabólicamente sanos. Además, «nuestro estudio muestra por primera vez que los individuos obesos, pero metabólicamente sanos, tienen un pronóstico similar al de las personas con peso normal y metabólicamente sanas»

Los resultados, a juicio de Ortega, sugieren que los médicos deben tener en cuenta que «no todas las personas obesas tienen el mismo pronóstico». Se deben valorar, resalta, marcadores de la condición física y del estado metabólico para hacer una mejor estimación del riesgo de enfermedad cardiovascular y de cáncer en estos pacientes obesos.

La «paradoja de la obesidad»
El otro estudio, realizado en la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), ha analizado datos de más de 64,000 pacientes del Registro sueco de angiografía coronaria y angioplastia, y parece confirmar lo que se denomina la «paradoja de la obesidad», que sugiere que una vez que una persona ha desarrollado una enfermedad cardiaca parece tener un menor riesgo de morir si tiene sobrepeso o es obeso, que si su peso es normal o bajo.

Los investigadores estudiaron a 64,436 pacientes que habían desarrollado un síndrome coronario agudo -angina inestable o infarto de miocardio- y que se habían sometido a una angiografía coronaria entre mayo de 2005 y diciembre de 2008. Según explicó Oskar Angerås, coordinador de la investigación, los pacientes con el riesgo más bajo eran, paradójicamente, los que tenían con sobrepeso u obesidad, con un IMC que va de 26.5 a 35 kg/m2. «El riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular más alto se encontró en los pacientes con un peso muy bajo y en aquellos con obesidad mórbida».

Sin evidencias
Se sabe que mantener un peso saludable es una de las vías para evitar el desarrollo de problemas de corazón. Sin embargo, los investigadores advierten que los consejos para reducir el peso se han extendido a los pacientes con sobrepeso y obesos que ya han desarrollado problemas de corazón, a pesar de que apenas hay evidencias científicas de que sea una medida eficaz. «Creemos -señalan los investigadores suecos- que no hay evidencias que demuestren que la reducción de peso por sí misma tenga un valor predictivo positivo después de haber sufrido un síndrome coronario. En realidad, algunas evidencias sugieren que la pérdida de peso puede, de hecho, tener un efecto negativo».

En un editorial que acompaña a ambos informes, se señala que los datos de estos y de otros estudios disponibles permiten concluir que la pérdida de peso en pacientes con enfermedades crónicas y un IMC <40 kg/m2 siempre es malo; «de hecho no existe un solo estudio que demuestre que la pérdida de peso en la enfermedad crónica prolongue la supervivencia de los pacientes». Y añade que, en este contexto, el tejido graso tiene distintos efectos beneficiosos, «y se debe reconocer que la obesidad no está necesariamente asociada con la función metabólica anómala».

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Las personas pueden ser obesas, pero metabólicamente saludables y estar en forma, sin que ello suponga tener un mayor riesgo de desarrollar o morir por enfermedad cardiovascular o cáncer que aquellas personas con un peso normal. Eso es lo que dice el estudio más grande realizado hasta ahora sobre este tema, que se publica en European Heart Journal, y que ha coordinado Francisco Ortega, del Departamento de la Actividad Física y el Deporte de la Universidad de Granada y del Departamento de Biociencias y Nutrición del Instituto Karolinska (Suecia).

Los resultados, explica a ABC Ortega, demuestran que hay un subgrupo de personas obesas que son metabólicamente saludables, es decir, que no sufren patologías como resistencia a la insulina, diabetes y colesterol alto o hipertensión arterial, y que además tienen una buena condición física. Y es un número nada despreciable, dice este investigador: «el 46% de las 43,265 personas analizadas en este trabajo eran metabólicamente sanos». Es decir, subraya Ortega, «ser obeso no parece tener un efecto perjudicial sobre su salud y, lo más importante, los médicos deberían tener esto en cuenta cuando atienden a una persona obesa».»»»

Es cierto que la obesidad está ligada a un gran número de enfermedades crónicas, como la enfermedad cardiovascular o el cáncer. Sin embargo, explica Ortega, de alguna manera este subgrupo de pacientes parecen estar protegidos de las complicaciones metabólicas relacionadas con la obesidad. «Tienen una mayor capacidad cardiorrespiratoria que otros individuos obesos, pero, hasta ahora, no se sabía hasta qué punto estas personas metabólicamente sanas, pero obesas, tenían un menor riesgo de enfermedad o de muerte prematura».

Forma física
Ortega, que durante la investigación trabajaba en la Universidad de Carolina del Sur (EE.UU.) bajo la dirección de Steven Blair, subraya que el hecho diferencial de este análisis es que no sólo se ha tenido en cuenta la obesidad, «que sí es factor de riesgo cardiovascular», sino otros parámetros fundamentales: la forma física y el estado metabólico. Y, asegura, si se contemplan todos estos factores en conjunto, vemos que una grande parte de los obesos, casi la mitad, «están sanos».

El estudio se inició en 1979 y los investigadores siguieron a los pacientes hasta 2003. Según Ortega, todos completaron un cuestionario detallado, con información de sus antecedentes médicos y su estilo de vida; además, se les realizaba un examen físico que incluía una prueba de esfuerzo para evaluar su aptitud cardiorrespiratoria y se valoró su Índice de Masa Corporal (IMC) y su porcentaje de grasa corporal.

Los resultados mostraron que las personas metabólicamente sanas, pero obesas, tenían un riesgo de un 38% menor de mortalidad por cualquier causa que las personas obesas metabólicamente poco saludables, mientras que no se observaron diferencias significativas entre los obesos y metabólicamente sanos y las personas con un peso normal y sanos desde un punto de vista metabólico. Y además, el riesgo de desarrollar o morir por enfermedad cardiovascular o cáncer se redujo entre un 30-50% en las personas obesas, pero metabólicamente sanas.

Ortega subraya que hay dos conclusiones principales que se derivan del estudio. En primer lugar, se debe considerar una mejor condición física como una característica de este subgrupo de obesos metabólicamente sanos. Además, «nuestro estudio muestra por primera vez que los individuos obesos, pero metabólicamente sanos, tienen un pronóstico similar al de las personas con peso normal y metabólicamente sanas»

Los resultados, a juicio de Ortega, sugieren que los médicos deben tener en cuenta que «no todas las personas obesas tienen el mismo pronóstico». Se deben valorar, resalta, marcadores de la condición física y del estado metabólico para hacer una mejor estimación del riesgo de enfermedad cardiovascular y de cáncer en estos pacientes obesos.

La «paradoja de la obesidad»
El otro estudio, realizado en la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), ha analizado datos de más de 64,000 pacientes del Registro sueco de angiografía coronaria y angioplastia, y parece confirmar lo que se denomina la «paradoja de la obesidad», que sugiere que una vez que una persona ha desarrollado una enfermedad cardiaca parece tener un menor riesgo de morir si tiene sobrepeso o es obeso, que si su peso es normal o bajo.

Los investigadores estudiaron a 64,436 pacientes que habían desarrollado un síndrome coronario agudo -angina inestable o infarto de miocardio- y que se habían sometido a una angiografía coronaria entre mayo de 2005 y diciembre de 2008. Según explicó Oskar Angerås, coordinador de la investigación, los pacientes con el riesgo más bajo eran, paradójicamente, los que tenían con sobrepeso u obesidad, con un IMC que va de 26.5 a 35 kg/m2. «El riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular más alto se encontró en los pacientes con un peso muy bajo y en aquellos con obesidad mórbida».

Sin evidencias
Se sabe que mantener un peso saludable es una de las vías para evitar el desarrollo de problemas de corazón. Sin embargo, los investigadores advierten que los consejos para reducir el peso se han extendido a los pacientes con sobrepeso y obesos que ya han desarrollado problemas de corazón, a pesar de que apenas hay evidencias científicas de que sea una medida eficaz. «Creemos -señalan los investigadores suecos- que no hay evidencias que demuestren que la reducción de peso por sí misma tenga un valor predictivo positivo después de haber sufrido un síndrome coronario. En realidad, algunas evidencias sugieren que la pérdida de peso puede, de hecho, tener un efecto negativo».

En un editorial que acompaña a ambos informes, se señala que los datos de estos y de otros estudios disponibles permiten concluir que la pérdida de peso en pacientes con enfermedades crónicas y un IMC <40 kg/m2 siempre es malo; «de hecho no existe un solo estudio que demuestre que la pérdida de peso en la enfermedad crónica prolongue la supervivencia de los pacientes». Y añade que, en este contexto, el tejido graso tiene distintos efectos beneficiosos, «y se debe reconocer que la obesidad no está necesariamente asociada con la función metabólica anómala».

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La obesidad no siempre está peleada con la salud

Las personas pueden ser obesas, pero metabólicamente saludables y estar en forma, sin que ello suponga tener un mayor riesgo de desarrollar o morir por enfermedad cardiovascular o cáncer que aquellas personas con un peso normal. Eso es lo que dice el estudio más grande realizado hasta ahora sobre este tema, que se publica en European Heart Journal, y que ha coordinado Francisco Ortega, del Departamento de la Actividad Física y el Deporte de la Universidad de Granada y del Departamento de Biociencias y Nutrición del Instituto Karolinska (Suecia).

Los resultados, explica a ABC Ortega, demuestran que hay un subgrupo de personas obesas que son metabólicamente saludables, es decir, que no sufren patologías como resistencia a la insulina, diabetes y colesterol alto o hipertensión arterial, y que además tienen una buena condición física. Y es un número nada despreciable, dice este investigador: «el 46% de las 43,265 personas analizadas en este trabajo eran metabólicamente sanos». Es decir, subraya Ortega, «ser obeso no parece tener un efecto perjudicial sobre su salud y, lo más importante, los médicos deberían tener esto en cuenta cuando atienden a una persona obesa».»»»

Es cierto que la obesidad está ligada a un gran número de enfermedades crónicas, como la enfermedad cardiovascular o el cáncer. Sin embargo, explica Ortega, de alguna manera este subgrupo de pacientes parecen estar protegidos de las complicaciones metabólicas relacionadas con la obesidad. «Tienen una mayor capacidad cardiorrespiratoria que otros individuos obesos, pero, hasta ahora, no se sabía hasta qué punto estas personas metabólicamente sanas, pero obesas, tenían un menor riesgo de enfermedad o de muerte prematura».

Forma física
Ortega, que durante la investigación trabajaba en la Universidad de Carolina del Sur (EE.UU.) bajo la dirección de Steven Blair, subraya que el hecho diferencial de este análisis es que no sólo se ha tenido en cuenta la obesidad, «que sí es factor de riesgo cardiovascular», sino otros parámetros fundamentales: la forma física y el estado metabólico. Y, asegura, si se contemplan todos estos factores en conjunto, vemos que una grande parte de los obesos, casi la mitad, «están sanos».

El estudio se inició en 1979 y los investigadores siguieron a los pacientes hasta 2003. Según Ortega, todos completaron un cuestionario detallado, con información de sus antecedentes médicos y su estilo de vida; además, se les realizaba un examen físico que incluía una prueba de esfuerzo para evaluar su aptitud cardiorrespiratoria y se valoró su Índice de Masa Corporal (IMC) y su porcentaje de grasa corporal.

Los resultados mostraron que las personas metabólicamente sanas, pero obesas, tenían un riesgo de un 38% menor de mortalidad por cualquier causa que las personas obesas metabólicamente poco saludables, mientras que no se observaron diferencias significativas entre los obesos y metabólicamente sanos y las personas con un peso normal y sanos desde un punto de vista metabólico. Y además, el riesgo de desarrollar o morir por enfermedad cardiovascular o cáncer se redujo entre un 30-50% en las personas obesas, pero metabólicamente sanas.

Ortega subraya que hay dos conclusiones principales que se derivan del estudio. En primer lugar, se debe considerar una mejor condición física como una característica de este subgrupo de obesos metabólicamente sanos. Además, «nuestro estudio muestra por primera vez que los individuos obesos, pero metabólicamente sanos, tienen un pronóstico similar al de las personas con peso normal y metabólicamente sanas»

Los resultados, a juicio de Ortega, sugieren que los médicos deben tener en cuenta que «no todas las personas obesas tienen el mismo pronóstico». Se deben valorar, resalta, marcadores de la condición física y del estado metabólico para hacer una mejor estimación del riesgo de enfermedad cardiovascular y de cáncer en estos pacientes obesos.

La «paradoja de la obesidad»
El otro estudio, realizado en la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), ha analizado datos de más de 64,000 pacientes del Registro sueco de angiografía coronaria y angioplastia, y parece confirmar lo que se denomina la «paradoja de la obesidad», que sugiere que una vez que una persona ha desarrollado una enfermedad cardiaca parece tener un menor riesgo de morir si tiene sobrepeso o es obeso, que si su peso es normal o bajo.

Los investigadores estudiaron a 64,436 pacientes que habían desarrollado un síndrome coronario agudo -angina inestable o infarto de miocardio- y que se habían sometido a una angiografía coronaria entre mayo de 2005 y diciembre de 2008. Según explicó Oskar Angerås, coordinador de la investigación, los pacientes con el riesgo más bajo eran, paradójicamente, los que tenían con sobrepeso u obesidad, con un IMC que va de 26.5 a 35 kg/m2. «El riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular más alto se encontró en los pacientes con un peso muy bajo y en aquellos con obesidad mórbida».

Sin evidencias
Se sabe que mantener un peso saludable es una de las vías para evitar el desarrollo de problemas de corazón. Sin embargo, los investigadores advierten que los consejos para reducir el peso se han extendido a los pacientes con sobrepeso y obesos que ya han desarrollado problemas de corazón, a pesar de que apenas hay evidencias científicas de que sea una medida eficaz. «Creemos -señalan los investigadores suecos- que no hay evidencias que demuestren que la reducción de peso por sí misma tenga un valor predictivo positivo después de haber sufrido un síndrome coronario. En realidad, algunas evidencias sugieren que la pérdida de peso puede, de hecho, tener un efecto negativo».

En un editorial que acompaña a ambos informes, se señala que los datos de estos y de otros estudios disponibles permiten concluir que la pérdida de peso en pacientes con enfermedades crónicas y un IMC <40 kg/m2 siempre es malo; «de hecho no existe un solo estudio que demuestre que la pérdida de peso en la enfermedad crónica prolongue la supervivencia de los pacientes». Y añade que, en este contexto, el tejido graso tiene distintos efectos beneficiosos, «y se debe reconocer que la obesidad no está necesariamente asociada con la función metabólica anómala».

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Ideal

Pág. 7: Cuenca denuncia que el alcalde ‘deja morir’ la Universiada

Pág. 12: La UGR incrementa el número de alumnos Erasmus que viajarán fuera

Ideas para una nueva Europa

Investigadores granadinos construyen un sensor cuántico único en el mundo

Pág. 13: GREGORIO JIMÉNEZ. PRESIDENTE DEL CONSEJO SOCIAL DE LA UGR. ‘Desde que supe leer no me pierdo las páginas de deportes, sobre todo el fútbol’

Pág. 31 – Opinión: OUGR

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Granada Hoy

Pág. 10: El proyecto del Palacio de Hielo se queda oficialmente desierto

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El ojo puede ver millones de colores de día y solo en blanco y negro de noche

El ojo humano es capaz de distinguir varios millones de colores, en función de las condiciones de observación, pero sólo ve en blanco y negro de noche, durante la que se pueden tener sueños en color.
Éstas son algunas de las curiosidades que ofrece un libro presentado en la X Reunión Nacional de Óptica celebrada esta semana en Zaragoza por uno de sus autores, Manuel Melgosa, catedrático en la Universidad de Granada, quien ha explicado en una entrevista con Efe que el color es una percepción y como tal es algo único, muy personal.
Se podría decir que cada persona ve un color de manera diferente, aunque dentro de los que tienen una visión normal hay una cierta unanimidad, ha agregado Melgosa, al tiempo que ha dicho que el hecho de que la retina, los fotoreceptores y los mecanismos que llegan hasta al cerebro sean personales hace que no se vea exactamente el mismo.
Este catedrático de Óptica de la Universidad de Granada, autor junto a Mark D. Fairchild, del Rochester Institute of Technology, de EE.UU., del libro «La tienda de las curiosidades del color», ha agregado que cada persona puede ver «muchísimos colores, millones».
En el texto, publicado por la Editorial Universidad de Granada, con la colaboración del Parque de las Ciencias de Granada, los dos científicos responden a 56 preguntas relacionadas con el color y formuladas a partir de la curiosidad natural que se siente por el mundo de alrededor.
¿Cuál es el mejor color para unas gafas de sol? o ¿Por qué no podemos ver los colores de noche? son algunas de las interrogaciones a las que se responde.
Así, según ha señalado Melgosa, el mejor color para el cristal de unas gafas de sol depende de la finalidad que se persiga. Si no se quiere alterar el color de los objetos que se ven el gris podría ser una buena opción, pero no la única, ha dicho.
Y en cuanto a la visión del color por la noche, ha explicado que los fotoreceptores de la retina que permiten ver los colores, los conos, sólo se activan cuanto hay cierta cantidad de luz, es decir, lo que denominan visión fotópica.
Por ello, los conos dejan de funcionar de noche, momento en el que inician su trabajo otros fotoreceptores, los bastones, que al ser de un único tipo producen una visión en blanco y negro, lo que en realidad implica percibir una amplia gama de estímulos que llaman grises, ha continuado.
De ahí viene el dicho popular de que «de noche todos los gatos son pardos», ha señalado el científico, para el que esa dualidad entre conos y bastones hace que se pueda percibir tanto de día como de noche, lo que ha permitido en su opinión la evolución y el progreso del ser humano.
«Podemos movernos en la noche y no ser capturados por animales y, a su vez, durante el día realizar tareas altamente sofisticadas de elección de la mejor fruta, el mejor alimento o el mejor compañero. Todo ello tiene que ver con la visión del color», ha manifestado Melgosa, presidente del Comité del Color de la Sociedad Española de Óptica.
«La tienda de las curiosidades sobre el color», que también responde a interrogantes como ¿Por qué se produce el arco iris?, ¿por qué la ropa de los quirófanos es verde? o ¿por qué los de las vidrieras son tan atractivas para el espectador?, consta de 64 módulos, ordenados en torno a ocho disciplinas científicas, con ocho niveles dentro de cada una de ellas.
Y dada su finalidad divulgativa, las distintas disciplinas consideradas (óptica, química, biología o matemáticas) se han designado con nombres sencillos, como luz, objetos, ojos, números, viendo, fotografía, desafío y exploraciones.
En cada módulo hay una foto principal y una auxiliar (la mayoría originales de los autores), y se responde a una determinada pregunta sobre el color, que han sido seleccionadas a partir de unas 300 sugerencias realizadas por un amplio número de estudiantes y profesores.
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El ojo puede ver millones de colores de día y solo en blanco y negro de noche

El ojo humano es capaz de distinguir varios millones de colores, en función de las condiciones de observación, pero sólo ve en blanco y negro de noche, durante la que se pueden tener sueños en color.
Éstas son algunas de las curiosidades que ofrece un libro presentado en la X Reunión Nacional de Óptica celebrada esta semana en Zaragoza por uno de sus autores, Manuel Melgosa, catedrático en la Universidad de Granada, quien ha explicado en una entrevista con Efe que el color es una percepción y como tal es algo único, muy personal.
Se podría decir que cada persona ve un color de manera diferente, aunque dentro de los que tienen una visión normal hay una cierta unanimidad, ha agregado Melgosa, al tiempo que ha dicho que el hecho de que la retina, los fotoreceptores y los mecanismos que llegan hasta al cerebro sean personales hace que no se vea exactamente el mismo.
Este catedrático de Óptica de la Universidad de Granada, autor junto a Mark D. Fairchild, del Rochester Institute of Technology, de EE.UU., del libro «La tienda de las curiosidades del color», ha agregado que cada persona puede ver «muchísimos colores, millones».
En el texto, publicado por la Editorial Universidad de Granada, con la colaboración del Parque de las Ciencias de Granada, los dos científicos responden a 56 preguntas relacionadas con el color y formuladas a partir de la curiosidad natural que se siente por el mundo de alrededor.
¿Cuál es el mejor color para unas gafas de sol? o ¿Por qué no podemos ver los colores de noche? son algunas de las interrogaciones a las que se responde.
Así, según ha señalado Melgosa, el mejor color para el cristal de unas gafas de sol depende de la finalidad que se persiga. Si no se quiere alterar el color de los objetos que se ven el gris podría ser una buena opción, pero no la única, ha dicho.
Y en cuanto a la visión del color por la noche, ha explicado que los fotoreceptores de la retina que permiten ver los colores, los conos, sólo se activan cuanto hay cierta cantidad de luz, es decir, lo que denominan visión fotópica.
Por ello, los conos dejan de funcionar de noche, momento en el que inician su trabajo otros fotoreceptores, los bastones, que al ser de un único tipo producen una visión en blanco y negro, lo que en realidad implica percibir una amplia gama de estímulos que llaman grises, ha continuado.
De ahí viene el dicho popular de que «de noche todos los gatos son pardos», ha señalado el científico, para el que esa dualidad entre conos y bastones hace que se pueda percibir tanto de día como de noche, lo que ha permitido en su opinión la evolución y el progreso del ser humano.
«Podemos movernos en la noche y no ser capturados por animales y, a su vez, durante el día realizar tareas altamente sofisticadas de elección de la mejor fruta, el mejor alimento o el mejor compañero. Todo ello tiene que ver con la visión del color», ha manifestado Melgosa, presidente del Comité del Color de la Sociedad Española de Óptica.
«La tienda de las curiosidades sobre el color», que también responde a interrogantes como ¿Por qué se produce el arco iris?, ¿por qué la ropa de los quirófanos es verde? o ¿por qué los de las vidrieras son tan atractivas para el espectador?, consta de 64 módulos, ordenados en torno a ocho disciplinas científicas, con ocho niveles dentro de cada una de ellas.
Y dada su finalidad divulgativa, las distintas disciplinas consideradas (óptica, química, biología o matemáticas) se han designado con nombres sencillos, como luz, objetos, ojos, números, viendo, fotografía, desafío y exploraciones.
En cada módulo hay una foto principal y una auxiliar (la mayoría originales de los autores), y se responde a una determinada pregunta sobre el color, que han sido seleccionadas a partir de unas 300 sugerencias realizadas por un amplio número de estudiantes y profesores.
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Se podría decir que cada persona ve un color de manera diferente, aunque dentro de los que tienen una visión normal hay una cierta unanimidad, ha agregado Melgosa, al tiempo que ha dicho que el hecho de que la retina, los fotoreceptores y los mecanismos que llegan hasta al cerebro sean personales hace que no se vea exactamente el mismo.
Este catedrático de Óptica de la Universidad de Granada, autor junto a Mark D. Fairchild, del Rochester Institute of Technology, de EE.UU., del libro «La tienda de las curiosidades del color», ha agregado que cada persona puede ver «muchísimos colores, millones».
En el texto, publicado por la Editorial Universidad de Granada, con la colaboración del Parque de las Ciencias de Granada, los dos científicos responden a 56 preguntas relacionadas con el color y formuladas a partir de la curiosidad natural que se siente por el mundo de alrededor.
¿Cuál es el mejor color para unas gafas de sol? o ¿Por qué no podemos ver los colores de noche? son algunas de las interrogaciones a las que se responde.
Así, según ha señalado Melgosa, el mejor color para el cristal de unas gafas de sol depende de la finalidad que se persiga. Si no se quiere alterar el color de los objetos que se ven el gris podría ser una buena opción, pero no la única, ha dicho.
Y en cuanto a la visión del color por la noche, ha explicado que los fotoreceptores de la retina que permiten ver los colores, los conos, sólo se activan cuanto hay cierta cantidad de luz, es decir, lo que denominan visión fotópica.
Por ello, los conos dejan de funcionar de noche, momento en el que inician su trabajo otros fotoreceptores, los bastones, que al ser de un único tipo producen una visión en blanco y negro, lo que en realidad implica percibir una amplia gama de estímulos que llaman grises, ha continuado.
De ahí viene el dicho popular de que «de noche todos los gatos son pardos», ha señalado el científico, para el que esa dualidad entre conos y bastones hace que se pueda percibir tanto de día como de noche, lo que ha permitido en su opinión la evolución y el progreso del ser humano.
«Podemos movernos en la noche y no ser capturados por animales y, a su vez, durante el día realizar tareas altamente sofisticadas de elección de la mejor fruta, el mejor alimento o el mejor compañero. Todo ello tiene que ver con la visión del color», ha manifestado Melgosa, presidente del Comité del Color de la Sociedad Española de Óptica.
«La tienda de las curiosidades sobre el color», que también responde a interrogantes como ¿Por qué se produce el arco iris?, ¿por qué la ropa de los quirófanos es verde? o ¿por qué los de las vidrieras son tan atractivas para el espectador?, consta de 64 módulos, ordenados en torno a ocho disciplinas científicas, con ocho niveles dentro de cada una de ellas.
Y dada su finalidad divulgativa, las distintas disciplinas consideradas (óptica, química, biología o matemáticas) se han designado con nombres sencillos, como luz, objetos, ojos, números, viendo, fotografía, desafío y exploraciones.
En cada módulo hay una foto principal y una auxiliar (la mayoría originales de los autores), y se responde a una determinada pregunta sobre el color, que han sido seleccionadas a partir de unas 300 sugerencias realizadas por un amplio número de estudiantes y profesores.
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