Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró ‘Luces de bohemia’

Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán «Luces de Bohemia» y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada «Alejandro Sawa. Luces de Bohemia» (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, «de la que apenas se conoce nada», según destacó la autora, porque su figura ha quedado «eclipsada» por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. «Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo», según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que «fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir».

El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio «definitivo» para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra «Luces de bohemia».

«Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón», según recordó Correa, quien subrayó que fue «su amigo» Valle-Inclán quien hizo «todo lo necesario» para que se publicara «Iluminaciones en la sombra», título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como «su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas».

En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un «naturalismo radical» que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. «Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo», según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, «hace ya 20 años».

«El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa», comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra «accesible» al gran público y que no está dirigido a una audiencia «académica o erudita», sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, «o simplemente que tenga curiosidad por la literatura».

En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, «que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas», desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo «la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer», según destacó.

Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron «una amistad fraternal» que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, «Sawa le sirvió de negro» a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.

DISPUTA CON RUBÉN DARÍO
Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas «que una y otra vez» le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. «Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba», según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, «tal vez porque tenía remordimiento de conciencia», accedió a elaborar el prólogo de «Iluminaciones en la sombra».

Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años «en la indigencia» y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– «fue lo más convencional posible». De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.

Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró ‘Luces de bohemia’

Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán \’Luces de Bohemia\’ y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada \’Alejandro Sawa. Luces de Bohemia\’ (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, «de la que apenas se conoce nada», según destacó la autora, porque su figura ha quedado «eclipsada» por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. «Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo», según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que «fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir».
El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio «definitivo» para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra \’Luces de bohemia\’.
«Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón», según recordó Correa, quien subrayó que fue «su amigo» Valle-Inclán quien hizo «todo lo necesario» para que se publicara \’Iluminaciones en la sombra\’, título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como «su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas».
En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un «naturalismo radical» que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. «Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo», según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, «hace ya 20 años».
«El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa», comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra «accesible» al gran público y que no está dirigido a una audiencia «académica o erudita», sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, «o simplemente que tenga curiosidad por la literatura».
En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, «que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas», desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo «la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer», según destacó.
Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron «una amistad fraternal» que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, «Sawa le sirvió de negro» a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.
DISPUTA CON RUBEN DARIO
Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas «que una y otra vez» le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. «Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba», según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, «tal vez porque tenía remordimiento de conciencia», accedió a elaborar el prólogo de \’Iluminaciones en la sombra\’.
Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años «en la indigencia» y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– «fue lo más convencional posible». De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.
Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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La Facultad de Educación celebra el Día del Maestro

La Facultad de Educación celebra el Día del Maestro

La Facultad de Educación de la Universidad de Cantabria celebrará mañana, jueves, la festividad anual del Día del Maestro, coincidiendo con su patrón, San José de Calasanz. El acto tendrá lugar a partir de las 12.30 horas en el aula magna del edificio Interfacultativo y contará con la presencia de la consejera de Educación del Gobierno de Cantabria, Rosa Eva Díaz Tezanos, el director general de Universidades e Investigación, Andrés Hoyo, y el vicerrector de Planificación y Organización la UC, Gonzalo Capellán, que acude en representación del rector. También estarán los vicerrectores Concepción López (Ordenación Académica) y Fernando Cañizal (Profesorado), entre otras autoridades académicas y regionales.

El decano del centro, Javier Argos, abrirá la sesión, que incluirá la conferencia “Educación para la Ciudadanía. Algo más que una asignatura”, a cargo del catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Granada Antonio Bolívar Botía. Seguidamente se realizará un homenaje a los profesores de la Facultad jubilados durante el último curso y se entregarán varios premios: los diplomas a los alumnos con mejores expedientes del año académico 2007-2008 y los premios del IV Certamen Día del Maestro, que ha incluido competiciones de fotografía digital, álbumes, marcapáginas…
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Amelina Correa desmonta el mito de Alejandro Sawa

Amelina Correa desmonta el mito de Alejandro Sawa

La ganadora del Premio Domínguez Ortiz de Biografías profundiza en la personalidad de un \’mártir\’ de la bohemia

Cuentan los testimonios sobre Alejandro Sawa que éste poseía una figura «tan singularmente hermosa» que habría dado al autor el derecho «de no tener otros méritos para merecer ya la admiración». Pero el sevillano acompañó esta prestancia de una actitud y una biografía fascinantes: fue apóstol del simbolismo, partícipe de un París donde nacía la literatura moderna, amigo de Verlaine y de Darío. Encarnó la bohemia hasta convertirse en un mártir de la causa: murió en la miseria, ciego y con la razón perdida, víctima de una encefalitis, e inspiró a Valle-Inclán, conmovido con su «final de un rey de tragedia», el personaje de Max Estrella.

La profesora Amelina Correa, especialista en el rescate de voces malditas de la literatura, se propone en Alejandro Sawa. Luces de bohemia (Fundación José Manuel Lara) «despojar al mito de su gabán bohemio». La investigadora, que ganó el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías con este libro, ha intentado «ser rigurosa» -una meta para la que se ha servido de una documentación exhaustiva- pero también ha escrito «desde la pasión» que siente por Sawa, en el que lleva trabajando «desde 1989».

En su obra, Correa desmonta algunas leyendas que se vinculan a Sawa, como ese episodio que circuló sobre el autor de Declaración de un vencido que aseguraba que había dejado de lavarse la cara tras haber recibido un beso de su admirado Victor Hugo. «Le fastidiaba mucho que se dijera eso, porque incluso en la indigencia, Sawa cuidó siempre mucho su aspecto», señala la autora, quien también corrige «esa impresión de vago que se tiene sobre él, algo que no es cierto pues escribió más de cien artículos».

Pese a que Correa nunca expresa ninguna valoración moral sobre los personajes que retrata, las conclusiones que saca el lector sobre Rubén Darío no son precisamente positivas. El autor de Prosas profanas nunca responderá a las estremecedoras peticiones de ayuda que le enviará un enfermo Sawa, a quien, para colmo, Darío debe un dinero que no parece dispuesto a pagar. «El remordimiento hará que, tras la muerte de éste, Darío escriba un prólogo a Iluminaciones en la sombra. Pero también hay que decir a su favor que si Darío no lo visitó, o no fue al velatorio, es porque tenía pánico a la muerte», apunta la especialista. Valle-Inclán, en cambio, «demostró un afecto inmenso por Sawa. Trató de ayudarlo en todo lo que pudo, impulsó la publicación de su libro póstumo y se sabe por sus cartas que se preocupó por la viuda de su amigo», desvela la profesora de la Universidad de Granada.

Sobre el personaje que inspiró este «andaluz hiperbólico», Max Estrella, cuya trascendencia acabó difuminando el verdadero perfil de Sawa, Correa cree que «las representaciones que se hacen de la obra de Valle-Inclán nos muestran a un Max Estrella envejecido , mal vestido, algo que no concuerda con la realidad». El modelo original «murió a los 47 años y siempre cuidaba su vestuario», matiza la investigadora. Sawa, como describe la biografía, siempre mantuvo una rara elegancia: cuando lo visita Rafael Cansinos Assens, en los últimos días en que la enfermedad hace presagiar el fatídico desenlace, lo encuentra envuelto en unas sábanas porque ha empeñado su ropa en el Monte de Piedad. Y sin embargo, sostiene Cansinos, «mostraba el gesto arrogante de un césar. Sus rasgos de estatua clásica contribuían a la impresión».
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Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró ‘Luces de bohemia’

Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán \’Luces de Bohemia\’ y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada \’Alejandro Sawa. Luces de Bohemia\’ (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, \’de la que apenas se conoce nada\’, según destacó la autora, porque su figura ha quedado \’eclipsada\’ por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. \’Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo\’, según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que \’fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir\’.

El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio \’definitivo\’ para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra \’Luces de bohemia\’.

\’Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón\’, según recordó Correa, quien subrayó que fue \’su amigo\’ Valle-Inclán quien hizo \’todo lo necesario\’ para que se publicara \’Iluminaciones en la sombra\’, título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como \’su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas\’.

En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un \’naturalismo radical\’ que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. \’Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo\’, según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, \’hace ya 20 años\’.

\’El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa\’, comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra \’accesible\’ al gran público y que no está dirigido a una audiencia \’académica o erudita\’, sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, \’o simplemente que tenga curiosidad por la literatura\’.

En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, \’que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas\’, desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo \’la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer\’, según destacó.

Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron \’una amistad fraternal\’ que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, \’Sawa le sirvió de negro\’ a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.

DISPUTA CON RUBÉN DARÍO

Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas \’que una y otra vez\’ le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. \’Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba\’, según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, \’tal vez porque tenía remordimiento de conciencia\’, accedió a elaborar el prólogo de \’Iluminaciones en la sombra\’.

Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años \’en la indigencia\’ y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– \’fue lo más convencional posible\’. De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.

Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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Sawa, el bohemio irreductible

Sawa, el bohemio irreductible

Amelina Correa presenta \’Alejandro Sawa. Luces de bohemia\’, Premio Domínguez Ortiz de Biografías, donde rescata la figura del escritor en el que se inspiró Valle-Inclán para su personaje de Max Estrella

Eran ángeles caídos, nobles fracasados, Ícaros zarrapastrosos. El tránsito del siglo XIX al XX fue un semillero de autores \’raros\’ y condenados al olvido. De ahí ha rescatado a Alejandro Sawa la profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa. «Una de las constantes de mi vida como escritora ha sido la recuperación de autores considerados fuera de la norma, algo que he hecho siempre desde la pasión por el personaje biografiado», explica la autora de Alejandro Sawa. Luces de bohemia (Fundación Lara), premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2008.

Sawa pasó a la historia de manera transversal, como el hombre en el que se inspiró Valle-Inclán para crear el personaje de Max Estrella de Luces de Bohemia. «Siempre ha sido considerado como el representante típico de la bohemia heroica, esa bohemia químicamente pura que luchará contra todas las adversidades confiando siempre en la divisa azul del arte», resalta Correa.

Sawa nació en Sevilla y se \’enganchó\’ al mundo de las letras en Málaga, antes de aventurarse en el Madrid «finisecular de la Gente Nueva» y con una trascendental escapada al París del cambio de siglo. De allí regresó «a ese mismo Madrid mísero y hambriento para ser conocido en los cenáculos de la \’Santa Bohemia\’ como un afrancesado, a comentarse su parecido físico con Alphonse Daudet, al que adaptaría y traduciría, y a glosarse en las \’misas poéticas\’ en torno a la figura del desaparecido Paul Verlaine por los cafetines y tertulias del foro madrileño tal y como lo recreó Manuel Machado». Y como personaje de sí mismo, Don Latino de Hispalis exclama en Luces de Bohemia que Max Estrella es «el Víctor Hugo de España». Según Correa, «otra característica que le acompañó desde sus inicios en el mundo de la literatura fue su veneración por el autor de Los Miserables». De ahí el homenaje de Valle-Inclán.

Y ahora que se acerca el centenario de la muerte de Alejandro Sawa -el 3 de marzo de 2009, Amelina Correa opina que su principal aportación es que «ahora podemos afirmar sin lugar a dudas que queda mucho por decir de él». «Por lo pronto», continúa la investigadora, «acerca de la perpetuación de una serie de leyendas en torno a él, desmentidas en su momento, pero que se han ido reiterando para conformar su propio universo existencial en torno a una sola palabra: bohemia».

En este sentido, Alejandro Sawa. Luces de bohemia pretende ser el punto de arranque para el rastreo en profundidad de su vida novelesca, pero no la novelada. «Se necesita una perspectiva diferente y más enriquecedora sobre el autor y más cercana a esta etapa crucial en la historia de los movimientos políticos, las opiniones y juicios sobre España y las publicaciones periódicas de distinto signo que le tocó vivir», profundiza Correa para resumir a continuación el origen último de su libro: «Nace por la necesidad terapéutica de despojar al mito de su gabán bohemio». Y lo hace el propio Sawa, «descubriéndose ante los demás, ante sí mismo, ante un público aficionado a la historia literaria y ante los estudiosos en la materia, que no son precisamente pocos, descartando de una vez las informaciones caducadas sobre él», señala la autora.

En cuanto a su \’flechazo\’ literario, Amelina Correa destaca entre sus hallazgos el profundo amor que el escritor profesó a su mujer, Jeanne Poirier, «la Santa Juana de sus días postreros», y a su hija Helena. «Alejandro se muestra en todo momento extremadamente dulce con su pareja, la llamará \’mi amor inmortal\’, y llevará siempre las fotografías de ambas como si fueran reliquias». De hecho, antes de morir, se casó con su \’santa\’. «Sawa parecía encarnar ese personaje lleno de grandeza y de dolor que expía su delito sometido a un destino trágico. Inteligente y brillante, no consintió nunca en taparse con cera los oídos, ni aún cuando presentía su nave próxima a encallarse en las rocas», continúa con admiración su última biógrafa.

Así, este «cultivador de lo bello», el hombre de las deudas perpetuas, de los casinos, fue «apasionado hasta la extenuación, con un fuerte espíritu de denuncia social con una actitud insobornable». Lo reconoció él mismo: «Los periódicos se asustan de algo que hay en mis escritos y que yo no quiero tachar». Y no se emborronó.
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Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró ‘Luces de bohemia’

Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán \’Luces de Bohemia\’ y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada \’Alejandro Sawa. Luces de Bohemia\’ (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, «de la que apenas se conoce nada», según destacó la autora, porque su figura ha quedado «eclipsada» por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. «Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo», según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que «fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir».

El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio «definitivo» para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra \’Luces de bohemia\’.

«Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón», según recordó Correa, quien subrayó que fue «su amigo» Valle-Inclán quien hizo «todo lo necesario» para que se publicara \’Iluminaciones en la sombra\’, título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como «su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas».

En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un «naturalismo radical» que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. «Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo», según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, «hace ya 20 años».

«El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa», comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra «accesible» al gran público y que no está dirigido a una audiencia «académica o erudita», sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, «o simplemente que tenga curiosidad por la literatura».

En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, «que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas», desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo «la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer», según destacó.

Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron «una amistad fraternal» que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, «Sawa le sirvió de negro» a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.

DISPUTA CON RUBÉN DARÍO

Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas «que una y otra vez» le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. «Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba», según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, «tal vez porque tenía remordimiento de conciencia», accedió a elaborar el prólogo de \’Iluminaciones en la sombra\’.

Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años «en la indigencia» y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– «fue lo más convencional posible». De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.

Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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ESPAÑOLES DISEÑAN TÉCNICA PARA DETECTAR COPIAS ILEGALES DE CD

ESPAÑOLES DISEÑAN TÉCNICA PARA DETECTAR COPIAS ILEGALES DE CD

Permite apreciar si la grabación del disco fue realizada mediante estampación, como los originales, o bien con el láser de una grabador de CD casero. Eso determina si el formato es original o no.

Un equipo de científicos españoles diseñó una técnica pionera que permite identificar discos compactos que hayan sido grabados con métodos distintos a los utilizados en los procesos industriales, detectando así las copias ilegales.

El descubrimiento se basa en el empleo del fenómeno de la difracción de la luz sobre la superficie de los discos compactos, para apreciar de esta forma las diferencias entre las unidades originales y las copiadas y, según la Universidad de Granada, se trata de «una nueva técnica económica, rápida y eficaz».

Los discos compactos originales se elaboran mediante estampación a través de un proceso que resulta rentable para grandes cantidades. Los copiados, sin embargo, se crean mediante unas marcas que el láser de las grabadoras comerciales que queman su superficie.

Además de discos compactos, el descubrimiento de los científicos también fue comprobado en DVD y en el futuro se espera que pueda ser desarrollado en dispositivos de última generación como el Blu-Ray.
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Tomo partido

Tomo partido

Pido la palabra. Llegó mi turno. He esperado unas semanas para opinar con propiedad sobre el affaire Fortes-García Montero, leyendo las diversas reacciones, los manifiestos de uno u otro signo, los artículos apresurados de fulano o mengano, las sesudas reflexiones de los menos. Fue Álvaro Salvador, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Granada, compañero generacional y amigo íntimo de Luis García Montero, el que soltó la liebre. El pasado 11 de noviembre, tras conocer la sentencia que condenaba al poeta por el delito de injurias graves con publicidad sobre la persona de José Antonio Fortes, Salvador declaró lo siguiente a un reportero del diario Ideal: «Luis es la primera víctima en la guerra por el poder cultural en Granada. Esperemos que la próxima sea del otro bando.»

Esta reacción me sorprendió, porque fue la única del entorno de García Montero que mencionó lo que a mi juicio es una de las cuestiones centrales de este enredo, el poder cultural en la ciudad de Granada. Sin quererlo, Álvaro Salvador destapó la caja de los truenos.

Siguiendo su argumentación, en nuestra tierra se libra una guerra sin cuartel entre dos ejércitos anónimos, una contienda cuya meta es la conquista del poder cultural granadino. Según la versión de Salvador, Luis García Montero era un destacado oficial de una de las facciones enfrentadas, que se ha visto obligado a abandonar la Universidad, partiendo a Madrid, después de la condena. Tirando de este hilo, se deduce que el profesor Fortes forma parte de la otra facción, que ha ganado una batalla con la sentencia.

Ahora bien, me vienen a la cabeza cientos de interrogantes. El primero, ¿El poder cultural está en mano de alguno de estos dos sectores en disputa, o permanece a la deriva, a la espera de ser tomado por las armas de unos o de otros? El segundo, ¿En qué consiste esto del poder cultural? Tercero, ¿Quienes son los miembros de las dos banderías, y cuáles son sus propósitos?

Animo, desde esta tribuna mía, al señor Salvador a que responda estas preguntas, para que los granadinos sepamos los porqués de este conflicto, hasta ahora desconocido para el hombre de la calle. Solicíto asimismo al señor Fortes que conteste también estas cuestiones, a través de la prensa alternativa, donde no encontrará censuras ni mordazas.

Se ha hablado poco del origen de esta controversia jurídico-literaria. Se nos ha dicho que todo comenzó en una reunión del Consejo Ordinario del Departamento de Literatura Española, el 26 de septiembre de 2006. Pero, ¿Cual era el tema a tratar en aquella reunión?

Acudamos a la sentencia sentencia 446/08, dictada por el magistrado Miguel Ángel Torres. En la misma, Torres explica que allí «se trataban temas polémicos como el candidato propuesto al premio Lorca o el representante del Consejo en el jurado del premio». «Temas polémicos», afirma el titular del Juzgado de lo Penal número 5 de Granada, dando en el clavo, apuntando a lo más hondo de este episodio.

El Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada/Federico García Lorca, convocado anualmente desde 2004 por el Ayuntamiento garnatí, es una iniciativa de dos personas: Luis García Montero (a partir de ahora LGM) y su hermano Juan , concejal de cultura de la localidad, destacado militante del PP. Cómo concejal del ramo, Juan García Montero es miembro nato del jurado del galardón, al igual que su primo, el también poeta Luis Muñoz Montero (LMM).

En la última edición, a la que se presentaba LGM, Juan se ausentó de la sala donde se deliberaba, dejando dentro, entre otros, al alcalde José Torres Hurtado, a LMM y a un conocido de muchos de ustedes, Álvaro Salvador. El García Lorca fue a parar finalmente a las manos del poeta mexicano-español Tomás Segovia.

El primer galardonado fue Ángel Gónzalez, al que dediqué unas letras con motivo de su fallecimiento en enero de este 2008. La amistad entre LGM y el desaparecido González es de sobras conocida.

Así pues, el premio Lorca fue el motivo por el que LGM insultó a José Antonio Fortes en aquel Consejo de Departamento. Más concretamente, las alusiones humorísticas de Fortes y de otro docente a posibles destinatarios del Lorca (la tonadillera Isabel Pantoja y el cantaor y bailaor Curro Albaicín).

Va cayendo el velo del misterio, va desvelándose una de las verdades del affaire: el poder cultural. Un mandarinato absoluto y omnímodo, detentado por LGM desde hace más de una década, al amparo de las instituciones, y al calor de las subvenciones. Existe entonces el poder cultural en esta ciudad de provincias.

«Quién no tiene padrinos, no se bautiza», dice la sabiduría popular. LGM ha reunido, a lo largo de su carrera literaria, una colección de padrinos de variado pelaje. El más famoso de todos ellos, es sin duda, Rafael Alberti.

Cuando el poeta gaditano volvió a España en 1977, tras el aciago paréntesis del exilio, encontró en Granada a una generación de literatos mozos que le acogió como un maestro. Alberti vivió junto a ellos una segunda juventud, quemando la noche, al filo de los ochenta años. Tres de aquellos chavales eran LGM, Álvaro Salvador y Javier Egea.

Sin que esto suponga una negación del talento natural de LGM para la poesía, sería imbécil no tener en cuenta que entrar en el mundillo literario de la mano de Rafael Alberti no es moco de pavo. Se le abrieron muchas puertas de par en par, y él supo y pudo atravesarlas.

LGM escribe regularmente en el periódico de mayor tirada a nivel estatal, El País. Su esposa, la novelista Almudena Grandes, escribe en el suplemento dominical del diario, EPS. Además, Almudena publica sus libros en la editorial Alfaguara. El propietario de El País y de Alfaguara es el grupo Prisa, ligado a los intereses empresariales de la familia Polanco y a los intereses electorales del PSOE.

A su vez, LGM está afiliado a IU, siendo próximos sus planteamientos a los del dimitido coordinador general Gaspar Llamazares, apareciendo incluso en las listas de la coalición en las elecciones europeas de 2004.

Luisito tiene las espaldas bien cubiertas, maneja una red de intereses impresionante, que le ha ayudado a capear el temporal actual. Lazos fraternales con el PP, amistad y militancia en IU, buenos contactos en el PSOE.

Si LGM dijera, parafraseando a su tocayo francés, «la Cultura en Granada soy yo», no estaría mintiendo, ni mucho menos. Hablando en términos de industria cultural, entiéndanme.

Queda identificado uno de los bandos de esta guerra por el control del negocio de la cultura en Granada, el liderado por LGM, del que forman parte sus amistades, las amistades de sus amistades, su propia familia, sectores del PP, del PSOE y de IU. Comprueben los nombres de los firmantes del manifiesto en apoyo a LGM, es la mejor prueba del capital humano que ha amasado el paisano, con tesón y con paciencia de orfebre.

¿Y los otros? ¿Además de Fortes, quienes intentan arrebatar el poderío a LGM y compañía? José Antonio Fortes es marxista, incluso presume de ello en sus clases (craso error, a mi parecer), aplica en sus teorías literarias el análisis metodológico marxista, sostiene posiciones de extrema izquierda, posiciones que un servidor no comparte, pero que respeta. Entonces, ¿Donde están sus aliados, sus correligionarios?

Sería lógico que a Fortes le apoyasen los grupúsculos que se mueven a la izquierda del PCE. Pero, ¿Están en condiciones estas organizaciones, a menudo escasas de personal y trufadas de policías, de guerrear con LGM en pos de la codiciada Cultura granaína? Echen unas carcajadas a mi salud, por favor. A lo mejor ha estallado esta tarde la revolución en los paseíllos universitarios, están ardiendo la casa consistorial, la catedral y la sede del Ideal, y no me he enterado.

Antonio Romero, parlamentario andaluz y diputado nacional por IU durante muchas legislaturas, sostiene en una carta abierta lamentable que «El profesor denunciante (en referencia a Fortes), haciendo gala de su mediocridad y jaleado por los sectores más reaccionarios de la Universidad acudió a refugiarse bajo las togas de los juzgados.» Me gustaría saber cual es la fuente de información de Antonio Romero, de donde ha sacado esos datos sobre Fortes y sobre esos sectores reaccionarios que le han jaleado.

No hay que ser un lince para descubrir que la Universidad de Granada es un nido de fachas, tal y como lo son el resto de las universidades españolas. Lo cual no es óbice para calificar como reacionario y revisionista a todo aquel que ose atacar a un poeta de los nuestros (ya se llame LGM o Federico García Lorca). No confundamos una vez más la realidad y el deseo.

Si esta situación hubiera ocurrido cinco años atrás, yo mismo hubiera firmado gustosamente el manifiesto y hubiera lanzado improperios y maldiciones contra José Antonio Fortes. Pero, las cosas cambian, el tiempo se consume en los relojes de arena de la memoria, y no se puede ser ajeno a ello.

No conozco a Fortes, pero sí conozco a LGM. Charlamos en una ocasión, allá por 2003. Yo tenía 17 años y medio, y encajaba a la perfección en la definición de progre, lo confieso. Luisito era un símbolo, un mito viviente, un ejemplo de lo que debía de ser un intelectual de izquierdas, comprometido con la búsqueda de un mundo mejor…

Ahora, a los 23 años y dos meses, ya no soy ese niño de la plaza de Mariana Pineda, estimado LGM. Ahora, en un año fundamental para la definitiva formación de mi personalidad, tomo partido contra la progresía, contra Prisa, tomo partido contra ti.

Tomo partido, partido hasta mancharme, por José Antonio Fortes.
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Los pasados y sus trucos

Los pasados y sus trucos

Sr. Mayor Zaragoza: reconozca las decenas de detenidos durante su etapa en Granada, los torturados, su silencio durante los estados de excepción, las brutales intervenciones policiales dentro de las facultades. Pida perdón por el dolor ajeno.

Un fantasma recorre Europa. En Alemania, la Stasi. En Rumanía, en auténtico vendaval, los Dosar, de entre todos cuantos colaboraron con la Securitate. En los países del Este hacen frente a su pasado: el colaboracionismo o la dirección al frente de los servicios secretos del comunismo. La asimetría Grass ha sentado un precedente que al llegar a España ha sido archivado.

El Gobierno, los nacionalistas, el PSOE, el PCE, IU, los entes subvencionados «Memoria Histórica» y la contracultura frentista que organiza congresos «oficiales» hacia la Cultura Única, Progresista y de la Superioridad Moral, reinventaron la II República y condenaron el Franquismo. La criminal dictadura finalizó con Franco; así se constata. Pero la otra memoria, instrumento para la historia oral y fuente muy compleja para la Historia, continúa y continuará.

Uno de los temas, para mí muy importante, es el papel de los colaboradores e infiltrados del franquismo, en distintos grados. No las estructuras del sistema publicadas en el BOE, sino los portadores de la traición, los que sobrevivieron por la denuncia, los siniestros bifrontes de la amistad fingida. Aquellos cuyos nombres jamás aparecieron en interminables listas; los que por no creer, ni creyeron en el franquismo: sicarios e indignos. Conozco a algunos que con el dinero de la infamia costearon su carrera universitaria. Otros se limitaban a llamar a la policía, si en sus noches insomnes, tras los visillos, contemplaban a un coche tirando panfletos.

¿Qué ha sido de ellos? He mantenido, con reiteración, que esta masiva desaparición de papeles y nombres fue el más inaceptable olvido de la Transición. En el gran Acuerdo del Olvido, ejemplo histórico, las dos partes cedieron, frente a frente, ideología por ideología. Pero, ¿y los servidores de la izquierda, transmutados en fuentes policiales y mercaderes sin piedad? ¿Qué ha sido de ellos? La oficial y gubernamental Memoria Histórica, ni se lo plantea. ¿Pueden imaginarse el escándalo? Ha pasado en Alemania, en los países del Este. ¿Y en España?

La cuestión: si fue brutal y sangriento el régimen, ¿cómo catalogar a quienes vivieron intensamente con él, gobernaron e infringieron las normas elementales de la libertad, ajenos al pensamiento o el compromiso?

Para mí el proceso está cerrado. No busqué a los policías que me detuvieron, torturaron y abofetearon. Viven algunos, todos estaban en 1978-1979. Andan por la Audiencia Nacional o jubilados: el fiscal del Tribunal de Orden Público y el juez instructor que me «juzgaron» remitiéndome, felizmente, a la cárcel; los guardias civiles, entonces jóvenes; los funcionarios de prisiones y los militares.

Mas, haciendo honor a la Batalla de la Memoria, contribuyo con modestas aportaciones. Creí que el caso Grass, espectacular montaje, iba a remover alguna conciencia oculta; provocar alguna voluntaria manifestación; y enervar nuestra tradición judeo-cristiana de la culpa. Pero nada. Parapetados en los memorialistas ilotas y sus murallas aparentemente sólidas, en las bondades de los desinformados, en la natural generosidad de los pueblos de parcial conciencia, brillan en las estelares constelaciones de la superioridad moral, distribuyen perdones y pecados. Oírles hablar es una bendición. Ni el Santo de Asís pondría gesto-máscara de tan mística finura adornada. Son multitudes.

Sin embargo, ha querido el destino que en mi trabajo de historiador me encontrase con Federico Mayor Zaragoza, personaje brillante. En internet pueden admirar su historia y brillantísimas actividades.

Le preguntaba El Mundo el 10 de septiembre de 2001: «¿Qué hacía usted en el franquismo?»:

Vivía en España puesto que nací en el año 1934 e hice cuanto pude, de acuerdo con mi conciencia, para contribuir a la transición a un sistema de libertades públicas. El Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad Infantil y el desempeño del rectorado de la Universidad de Granada en momentos muy difíciles, expresan mi vida en aquellos años.

He buceado en sus hagiografías, tratando de saber qué pensaba sobre sí mismo en aquellos terribles y difíciles años de su rectorado en Granada (entre octubre de 1968 y verano de 1972) y qué habían indagado las reatas de aduladores sobre periodo tan excepcional de la historia de España. ¿Cualquiera podía ser nombrado rector por el régimen en el momento más critico de la Universidad española?

Debo hacerle dos preguntas, una al rector y otra al político actual, sobre su etapa de rector y, si me es permitido, algunas reclamaciones. Lo haré exactamente como lo he publicado.

¿Conocía Mayor Zaragoza la Organización Contrasubversiva Nacional, después CESED, CESID, actual CNI, en el momento de su organización? Así lo escribí:

No sé qué informaciones tenía Mayor Zaragoza. El 13 de enero de 1969, Villar Palasí y Carrero ya habían puesto en funcionamiento el gran proyecto antisubversivo, que iba a dirigir el entonces comandante San Martín. ¿Conocía esta situación Federico Mayor Zaragoza? Si así fuese y parece relativamente razonable que su estrecha relación con Villar Palasí generara un alto grado de confidencialidad y confianza, habría supuesto un monumental engaño, una falsificada escenografía de rector dialogante y una mancha denigrante. Aunque las rendiciones de cuentas con el pasado no forman parte de este trabajo, existe una duda que sólo el Sr. Mayor Zaragoza puede aclarar o, en su caso, desmentir o afirmar. Y no es un asunto irrelevante.

Y otra cuestión de mayor calado para el político, propuesto para Premio Nóbel de la Paz, copresidente de la Alianza de Civilizaciones. Se trata de una pregunta ingenua, ya que de su compromiso con la verdad no espero más que el desconocimiento absoluto del hecho y de sus ramificaciones.

¿Conocía Mayor Zaragoza que al menos entre 1968 a 1973, el Mossad israelí realizó una labor intensa en la Universidad de Granada, investigando y controlando a la OLP y a otros grupos palestinos como el FPL? ¿Conocía el rector estas actividades, realizadas en lugares de su competencia? Seguro que los archivos policiales aclararán este extremo, pues el Mossad colaboró, en parte, con la Policía española y con la Jefatura Superior de Granada. Yo tengo mis certezas. Poseo confidencias y no precisamente menores.
Unas breves reclamaciones: pida disculpas. Reconozca las decenas de detenidos durante su etapa en Granada, los torturados, su silencio durante los estados de excepción, las brutales intervenciones policiales dentro de las facultades. Pida perdón por el dolor ajeno, por no marcharse entonces, ahora que vive en El Olimpo recuérdelo ante la disparidad de sus palabras y sus actitudes. No se perdone. Ninguno tenemos derecho a concedernos la absolución. Una súplica no prevista: no perdone la vida a la humanidad cuando hable. Es insufrible.
Antonio Nadal es catedrático de Historia Contemporanea en la Universidad de Málaga.
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No hace falta posar en ‘Interviú’

No hace falta posar en \’Interviú\’

Para ser actriz no hace falta enseñar los pechos previamente en Interviú, como algunas creen. Lo han demostrado los jóvenes que han participado en el I Festival Internacional de Teatro Universitario, que concluye esta noche en el Teatro del Zaidín con Antígona, a cargo de los \’chicos\’ de la Universidad de Granada dirigidos por Rafael Ruiz. «En líneas generales estamos muy satisfechos por la calidad de los grupos que han venido, que yo diría que rozan el nivel profesional», explica Ruiz en referencia a los grupos universitarios de El Cairo (Egipto), Puebla (México), Berlín (Alemania), Covilha (Portugal), Ourense y Madrid.

«Ya no se hacen \’teatricos\’, sino que se reflexiona de verdad con propuestas muy arriesgadas, pasando de obras con muchos personajes y temas comprometidos a la contención en el trabajo de los actores alemanes, con monólogos de cerca de cuarenta minutos que llenan el escenario con un solo personaje», afirma el director del aula de teatro de la UGR. Y el público parece que ha respondido a estas propuestas. «El teatro se ha llenado con los grupos españoles y se ha superado la media entrada con los grupos de fuera».

En la actualidad, el Festival de Teatro Universitario es el único que queda en Granada, «sobre todo con esta dimensión internacional». Respecto a las diferencias entre una compañía profesional y una universitaria, a priori parece que \’no profesional\’ es tener menos medios técnicos y artísticos, sin grandes presupuestos y con un proceso lento y pobre. «Pero hay una gran libertad para buscar textos, montar autores determinados y hacer propuestas arriesgadas que parece que en el contexto universitario se permiten», resalta Ruiz. «Aquí está lo asombroso, ¿cómo es posible que con estos medios y sin una gran formación se consigan estos resultados?». Un ejemplo ha sido el grupo de Orense, «con 16 personas en el escenario y una coordinación en todo momento que muchos profesionales no tienen».

Y en una edición que ha juntado a grupos de México, Alemania, Portugal o Egipto, ¿qué diferencias observa entre continentes? «Muchas», responde Ruiz, «porque los propuestas son distintas en el orden temático aunque parece que hay una corriente hacia el teatro comprometido, porque la gente está sensibilizada con el tema de la guerra, con el sufrimiento y la tortura…».

Pero cada forma de abordar el texto, el autor y la puesta en escena varía de un país a otro. «Hay como algo más colorista según el país». Un ejemplo es el caso de la Universidad de Puebla, «donde con tan solo ver el escenario se sabe que es un grupo mexicano sin necesidad de conocer más». Pero la obra tiene un trasfondo de denuncia de la opresión, de denuncia del colonialismo. Además, el director teatral destaca al grupo de Berlín, «un taller de teatro puro y duro, muy trabajado, esmerado, donde se sigue al dedillo todas las enseñanzas de los grandes.

En definitiva, el teatro universitario se mueve entre la épica y la lírica. «Épica porque somos casi personajes medievales como Roldán, y lírica porque no deja de ser un canto muy poético y a veces son propuestas de una estética exquisita, caso de la obra Paraíso infernal, un gran trabajo de expresión corporal sin apenas diálogos».
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