Un viaje al interior del cerebro, por primera vez en Europa

Granada acoge por primera vez en Europa la muestra ‘Cerebro. Viaje al interior’, una coproducción internacional del American Natural History Museum (Nueva York), el Science Center de Guandong (China) y el Parque de las Ciencias granadino, donde se verá hasta agosto de 2013.

Este gran montaje expositivo de más de 2.000 metros cuadrados, que ya han visitado en Nueva York y China más de 900.000 personas, propone un viaje sin precedentes al cerebro humano, a través de todas las perspectivas: el arte, la ciencia, la tecnología y la historia. Se trata de uno de los proyectos internacionales más ambiciosos de los que ha emprendido el Parque de las Ciencias de Granada y es la gran apuesta expositiva para 2012-2013 con la que se celebra el Año Internacional de las Neurociencias, declarado en 2012.

La muestra acerca a los visitantes al órgano que dirige la vida del ser humano con obras de los artistas Daniel Canogar y Deborah Sperber, con 31 módulos, cerebros humanos plastinados, modelos en tres dimensiones, audiovisuales y una veintena de elementos y objetos originales de Santiago Ramón y Cajal.

La exposición en Granada se completa con un espacio dedicado al Premio Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal donde se repasa su vida y su aportación científica. En la producción de este área han colaborado algunas de las instituciones científicas más importantes del país como la Real Academia Nacional de Medicina y la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental, la Universidad de Granada, el Instituto Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, las Sociedades Españolas de Neurología y de Histología e Ingeniería Tinsular y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, entre otras.

El recorrido expositivo comienza con una comparativa entre la estructura más simple de conexiones nerviosas propias de las medusas, animales sin cerebro, y la más compleja como el cerebro humano, en este caso el cerebro plastinado de una mujer granadina de 78 años. Este primer espacio da paso a la instalación ‘Manojo de nervios’ del artista español Daniel Canogar y a las siguientes áreas en las que se estructura la muestra: ‘Tu cerebro detector’, ‘Tu cerebro emocional’, ‘Tu cerebro pensante’, ‘Tu cerebro cambiante’, ‘El cerebro del siglo XXI’, ‘Cajal y las neuronas’, ‘Taller didáctico’ y ‘Para saber más’.

Cada uno de estos espacios distribuidos en 2.000 metros cuadrados ofrece al público experiencias en las que podrá leer palabras en braille con sus manos; aprenderá que el cerebro humano combina partes más antiguas relacionadas con cerebros de lagarto, mamíferos, primates y homínidos; se sorprenderá al saber que el cerebro está siempre abierto al cambio o sabrá que la fidelidad de una pareja depende del nivel de oxitocina o que el deseo lo determina la dopamina, entre otras.

La muestra se completará con un amplio programa de actividades como conferencias, cursos y charlas que se desarrollarán a lo largo del año y que abordarán temas de actualidad como el alzhéimer o los retos futuros de la neurociencia.

A la inauguración de este viernes han asistido, la consejera de Educación, María del Mar Moreno, el rector de la Universidad de Granada, Francisco González Lodeiro, la directora general adjunta de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, Cecilia Cabello, el vicedirector de Exposiciones Itinerantes del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, Ricardo Mutuberria, el comisario del espacio ‘Cajal y las neuronas’ y profesor de la Universidad de Granada, Antonio Campos, miembros del Consejo Rector y primeras autoridades del Consorcio.

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Pieles delicatessen

Aunque te cueste creerlo, más de la mitad de las españolas afirman tener un cutis sensible. En concreto, el 58%, según el estudio «El mapa de la piel sensible en España», encargado por L’Oréal Cosmética Activa y La Roche Posay el año pasado. La excepción se ha convertido en la regla y el problema afecta a mujeres cada vez más jóvenes. De hecho, en este informe, las encuestadas entre 15 y 54 años admiten que las rojeces son el principal síntoma. «No es extraño. Las mujeres utilizan demasiados cosméticos, muchas veces con capacidad sensibilizante y se inician en estos rituales casi en la adolescencia», admite la Dra. Bibiana Pérez, de la Academia Española de Dermatología (AEDV). Los cambios de temperatura son uno de los factores que más afecta a la sensibilidad de la piel, así que ha llegado el momento de cuidarte.

La raíz del problema

La piel sensible es un síndrome muy complejo en el que confluyen muchos factores, internos y externos, que pueden desencadenar o incluso agravar el proceso. Una vez más, la herencia es clave. «Si naces con la predisposición genética, la tienes de por vida. Pero ahí estás tú para tratar de controlarla, prestándole los cuidados que requiere tu piel y evitando los que potencian esa sensibilidad», afirma la Dra. Bibiana Pérez, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Así que, en la medida de lo posible, debes mantener tu piel al margen de agresiones externas, tales como la radiación ultravioleta y los contrastes térmicos bruscos, además de otros factores internos, propios del estilo de vida actual, como el estrés, una mala alimentación en la que se abusa de las comidas picantes o incluso el tabaco y el alcohol, que pueden agravar considerablemente el problema de estas pieles.

En el caso de las mujeres, además hay que añadir que, junto al uso y, muchas veces, abuso de cosméticos agresivos, las hormonas también juegan en nuestra contra. En concreto, en la menopausia, porque el descenso hormonal provoca cambios importantes en la piel, que se vuelve más frágil y vulnerable, e incluso puede convertirse en una piel sensible. Respecto a los hombres, es menos frecuente que tengan la piel sensible. «Utilizan muchísimos menos cosméticos que las mujeres y, en la mayoría de los casos, la sensibilidad de la piel está vinculada únicamente con el afeitado diario», afirma la Dra María Teresa Gutiérrez Salmerón, miembro de la Academia Española de Dermatología.

Materia sensible

A lo mejor estás leyendo este artículo y consideras normal lo que le ocurre a tu piel porque no la has identificado como sensible. Ponte frente al espejo, te vamos ayudar a salir de dudas. «Entre las manifestaciones más frecuentes destacan las sensaciones de calor, picor, ardor, tirantez, rugosidad e, incluso, se puede tener una o varias de estas manifestaciones», asegura Leonor Prieto, directora científica de La Roche Posay. Estas reacciones pueden aparecer simplemente al aplicarte una crema hidratante o cualquier producto cosmético; en determinados ambientes en los que la piel se somete a fuertes contrastes térmicos e, incluso, al ingerir alimentos muy calientes o especiados. Si te has sentido identificada con alguna o varias de estas situaciones, es evidente que tienes la piel sensible.

Mientras que en una piel normal la barrera cutánea es la encargada de aislarla del mundo exterior y la protege de las agresiones, una epidermis sensible es especialmente vulnerable al efecto de estas agresiones y reacciona de manera excesiva. La razón es que son pieles finas y muy frágiles, tienen mermada su capacidad para retener agua y lípidos y, como consecuencia, su película hidrolípidica no puede protegerla ni defenderla adecuadamente, por eso reacciona ante la más mínima agresión. Pude ser que la piel enrojezca o que se tenga una sensación de quemazón en la zona de las mejillas, que se muestre tirante e incluso que pique.

Estas manifestaciones son totalmente imprevisibles, pero se pueden controlar siguiendo unos cuidados específicos para reducir esta sensibilidad y, por lo tanto, para protegerlas. «Además, se deben utilizar productos de limpieza suaves, que hidraten y no resequen, como los denominados «syndet», es decir, jabones sin jabón», recomienda la Dra. María Teresa Gutiérrez Salmerón, catedrática de Dermatología de la Universidad de Granada. También aconseja que los productos tengan «el mínimo posible de ingredientes, sin perfumes ni conservantes, y sin emulsionantes». Tampoco debes usar el agua del grifo, habitualmente calcárea; opta por tónicos sin alcohol que contengan ingredientes botánicos naturales o aguas termales. Tampoco debes olvidar que el sol es uno de los factores que mayor sensibilidad provoca en la piel, así que no salgas sin aplicarte un protector.

¿Rosácea o cuperosis?

Las apariencias engañan. Y es que unas mejillas sonrosadas no siempre son síntoma de buena salud. En ocasiones, ese rubor esconde un problema de lesiones de tipo vascular, que enrojecen los pómulos, como la cuperosis y la rosácea. «Se trata de dos lesiones diferentes que a menudo se confunden porque se manifiestan de forma similar: enrojecimiento en las mejillas y la nariz», afirma el dermatólogo Fernando Ordás.

Mientras la cuperosis es más un problema estético, en el que pequeños capilares se dilatan, formando manchas rojizas, la rosácea es una inflamación de la piel, en la que el enrojecimiento se acompaña de pústulas. «Ambos problemas son crónicos y pueden empeorar con el frío», reconoce el Dr. Ordás. La cuperosis se elimina definitivamente con el láser Decolorante Pulsado. Respecto a la rosácea, «no hay soluciones definitivas, pero, tras un tratamiento tópico con tetraciclina e incluso corticoides, se consigue una mejora sustancial», admite el dermatólogo. Quien la padezca, debe armarse de paciencia. Hay periodos en que la enfermedad remite, pero también otros en los que puede reaparecer con brotes más severos. Procura llevar una vida tranquila porque el estrés es un perfecto aliado para que los brotes se agudicen.

Despeja tus dudas

Las pieles sensibles tienden, en su mayoría, a la sequedad, por eso, muchas mujeres que tienen el cutis seco consideran erróneamente que su piel es sensible. La diferencia estriba en que «la piel seca se muestra descamada y con falta de luminosidad, pero tolera todos los cosméticos, mientras que la sensible es intolerante a la mayoría de ellos», afirma la Dra. Gutiérrez Salmerón.

Lo que sí tienen en común es que ambas tienden a la formación prematura de arrugas y, por lo tanto, envejecen más rápidamente. También, a menudo, la reactividad extrema de las epidermis sensibles puede llevar al equívoco de una piel alérgica, porque sus manifestaciones pueden ser parecidas. La Dra. Bibiana Pérez aclara: «Mientras que las pieles alérgicas solo reaccionan al contacto con una sustancia que el organismo identifica como peligrosa y siempre provocará reacción, las pieles sensibles solo lo hacen de forma momentánea y no siempre se repite».

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Pieles delicatessen

Aunque te cueste creerlo, más de la mitad de las españolas afirman tener un cutis sensible. En concreto, el 58%, según el estudio «El mapa de la piel sensible en España», encargado por L’Oréal Cosmética Activa y La Roche Posay el año pasado. La excepción se ha convertido en la regla y el problema afecta a mujeres cada vez más jóvenes. De hecho, en este informe, las encuestadas entre 15 y 54 años admiten que las rojeces son el principal síntoma. «No es extraño. Las mujeres utilizan demasiados cosméticos, muchas veces con capacidad sensibilizante y se inician en estos rituales casi en la adolescencia», admite la Dra. Bibiana Pérez, de la Academia Española de Dermatología (AEDV). Los cambios de temperatura son uno de los factores que más afecta a la sensibilidad de la piel, así que ha llegado el momento de cuidarte.

La raíz del problema

La piel sensible es un síndrome muy complejo en el que confluyen muchos factores, internos y externos, que pueden desencadenar o incluso agravar el proceso. Una vez más, la herencia es clave. «Si naces con la predisposición genética, la tienes de por vida. Pero ahí estás tú para tratar de controlarla, prestándole los cuidados que requiere tu piel y evitando los que potencian esa sensibilidad», afirma la Dra. Bibiana Pérez, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Así que, en la medida de lo posible, debes mantener tu piel al margen de agresiones externas, tales como la radiación ultravioleta y los contrastes térmicos bruscos, además de otros factores internos, propios del estilo de vida actual, como el estrés, una mala alimentación en la que se abusa de las comidas picantes o incluso el tabaco y el alcohol, que pueden agravar considerablemente el problema de estas pieles.

En el caso de las mujeres, además hay que añadir que, junto al uso y, muchas veces, abuso de cosméticos agresivos, las hormonas también juegan en nuestra contra. En concreto, en la menopausia, porque el descenso hormonal provoca cambios importantes en la piel, que se vuelve más frágil y vulnerable, e incluso puede convertirse en una piel sensible. Respecto a los hombres, es menos frecuente que tengan la piel sensible. «Utilizan muchísimos menos cosméticos que las mujeres y, en la mayoría de los casos, la sensibilidad de la piel está vinculada únicamente con el afeitado diario», afirma la Dra María Teresa Gutiérrez Salmerón, miembro de la Academia Española de Dermatología.

Materia sensible

A lo mejor estás leyendo este artículo y consideras normal lo que le ocurre a tu piel porque no la has identificado como sensible. Ponte frente al espejo, te vamos ayudar a salir de dudas. «Entre las manifestaciones más frecuentes destacan las sensaciones de calor, picor, ardor, tirantez, rugosidad e, incluso, se puede tener una o varias de estas manifestaciones», asegura Leonor Prieto, directora científica de La Roche Posay. Estas reacciones pueden aparecer simplemente al aplicarte una crema hidratante o cualquier producto cosmético; en determinados ambientes en los que la piel se somete a fuertes contrastes térmicos e, incluso, al ingerir alimentos muy calientes o especiados. Si te has sentido identificada con alguna o varias de estas situaciones, es evidente que tienes la piel sensible.

Mientras que en una piel normal la barrera cutánea es la encargada de aislarla del mundo exterior y la protege de las agresiones, una epidermis sensible es especialmente vulnerable al efecto de estas agresiones y reacciona de manera excesiva. La razón es que son pieles finas y muy frágiles, tienen mermada su capacidad para retener agua y lípidos y, como consecuencia, su película hidrolípidica no puede protegerla ni defenderla adecuadamente, por eso reacciona ante la más mínima agresión. Pude ser que la piel enrojezca o que se tenga una sensación de quemazón en la zona de las mejillas, que se muestre tirante e incluso que pique.

Estas manifestaciones son totalmente imprevisibles, pero se pueden controlar siguiendo unos cuidados específicos para reducir esta sensibilidad y, por lo tanto, para protegerlas. «Además, se deben utilizar productos de limpieza suaves, que hidraten y no resequen, como los denominados «syndet», es decir, jabones sin jabón», recomienda la Dra. María Teresa Gutiérrez Salmerón, catedrática de Dermatología de la Universidad de Granada. También aconseja que los productos tengan «el mínimo posible de ingredientes, sin perfumes ni conservantes, y sin emulsionantes». Tampoco debes usar el agua del grifo, habitualmente calcárea; opta por tónicos sin alcohol que contengan ingredientes botánicos naturales o aguas termales. Tampoco debes olvidar que el sol es uno de los factores que mayor sensibilidad provoca en la piel, así que no salgas sin aplicarte un protector.

¿Rosácea o cuperosis?

Las apariencias engañan. Y es que unas mejillas sonrosadas no siempre son síntoma de buena salud. En ocasiones, ese rubor esconde un problema de lesiones de tipo vascular, que enrojecen los pómulos, como la cuperosis y la rosácea. «Se trata de dos lesiones diferentes que a menudo se confunden porque se manifiestan de forma similar: enrojecimiento en las mejillas y la nariz», afirma el dermatólogo Fernando Ordás.

Mientras la cuperosis es más un problema estético, en el que pequeños capilares se dilatan, formando manchas rojizas, la rosácea es una inflamación de la piel, en la que el enrojecimiento se acompaña de pústulas. «Ambos problemas son crónicos y pueden empeorar con el frío», reconoce el Dr. Ordás. La cuperosis se elimina definitivamente con el láser Decolorante Pulsado. Respecto a la rosácea, «no hay soluciones definitivas, pero, tras un tratamiento tópico con tetraciclina e incluso corticoides, se consigue una mejora sustancial», admite el dermatólogo. Quien la padezca, debe armarse de paciencia. Hay periodos en que la enfermedad remite, pero también otros en los que puede reaparecer con brotes más severos. Procura llevar una vida tranquila porque el estrés es un perfecto aliado para que los brotes se agudicen.

Despeja tus dudas

Las pieles sensibles tienden, en su mayoría, a la sequedad, por eso, muchas mujeres que tienen el cutis seco consideran erróneamente que su piel es sensible. La diferencia estriba en que «la piel seca se muestra descamada y con falta de luminosidad, pero tolera todos los cosméticos, mientras que la sensible es intolerante a la mayoría de ellos», afirma la Dra. Gutiérrez Salmerón.

Lo que sí tienen en común es que ambas tienden a la formación prematura de arrugas y, por lo tanto, envejecen más rápidamente. También, a menudo, la reactividad extrema de las epidermis sensibles puede llevar al equívoco de una piel alérgica, porque sus manifestaciones pueden ser parecidas. La Dra. Bibiana Pérez aclara: «Mientras que las pieles alérgicas solo reaccionan al contacto con una sustancia que el organismo identifica como peligrosa y siempre provocará reacción, las pieles sensibles solo lo hacen de forma momentánea y no siempre se repite».

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Pieles delicatessen

Aunque te cueste creerlo, más de la mitad de las españolas afirman tener un cutis sensible. En concreto, el 58%, según el estudio «El mapa de la piel sensible en España», encargado por L’Oréal Cosmética Activa y La Roche Posay el año pasado. La excepción se ha convertido en la regla y el problema afecta a mujeres cada vez más jóvenes. De hecho, en este informe, las encuestadas entre 15 y 54 años admiten que las rojeces son el principal síntoma. «No es extraño. Las mujeres utilizan demasiados cosméticos, muchas veces con capacidad sensibilizante y se inician en estos rituales casi en la adolescencia», admite la Dra. Bibiana Pérez, de la Academia Española de Dermatología (AEDV). Los cambios de temperatura son uno de los factores que más afecta a la sensibilidad de la piel, así que ha llegado el momento de cuidarte.

La raíz del problema

La piel sensible es un síndrome muy complejo en el que confluyen muchos factores, internos y externos, que pueden desencadenar o incluso agravar el proceso. Una vez más, la herencia es clave. «Si naces con la predisposición genética, la tienes de por vida. Pero ahí estás tú para tratar de controlarla, prestándole los cuidados que requiere tu piel y evitando los que potencian esa sensibilidad», afirma la Dra. Bibiana Pérez, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Así que, en la medida de lo posible, debes mantener tu piel al margen de agresiones externas, tales como la radiación ultravioleta y los contrastes térmicos bruscos, además de otros factores internos, propios del estilo de vida actual, como el estrés, una mala alimentación en la que se abusa de las comidas picantes o incluso el tabaco y el alcohol, que pueden agravar considerablemente el problema de estas pieles.

En el caso de las mujeres, además hay que añadir que, junto al uso y, muchas veces, abuso de cosméticos agresivos, las hormonas también juegan en nuestra contra. En concreto, en la menopausia, porque el descenso hormonal provoca cambios importantes en la piel, que se vuelve más frágil y vulnerable, e incluso puede convertirse en una piel sensible. Respecto a los hombres, es menos frecuente que tengan la piel sensible. «Utilizan muchísimos menos cosméticos que las mujeres y, en la mayoría de los casos, la sensibilidad de la piel está vinculada únicamente con el afeitado diario», afirma la Dra María Teresa Gutiérrez Salmerón, miembro de la Academia Española de Dermatología.

Materia sensible

A lo mejor estás leyendo este artículo y consideras normal lo que le ocurre a tu piel porque no la has identificado como sensible. Ponte frente al espejo, te vamos ayudar a salir de dudas. «Entre las manifestaciones más frecuentes destacan las sensaciones de calor, picor, ardor, tirantez, rugosidad e, incluso, se puede tener una o varias de estas manifestaciones», asegura Leonor Prieto, directora científica de La Roche Posay. Estas reacciones pueden aparecer simplemente al aplicarte una crema hidratante o cualquier producto cosmético; en determinados ambientes en los que la piel se somete a fuertes contrastes térmicos e, incluso, al ingerir alimentos muy calientes o especiados. Si te has sentido identificada con alguna o varias de estas situaciones, es evidente que tienes la piel sensible.

Mientras que en una piel normal la barrera cutánea es la encargada de aislarla del mundo exterior y la protege de las agresiones, una epidermis sensible es especialmente vulnerable al efecto de estas agresiones y reacciona de manera excesiva. La razón es que son pieles finas y muy frágiles, tienen mermada su capacidad para retener agua y lípidos y, como consecuencia, su película hidrolípidica no puede protegerla ni defenderla adecuadamente, por eso reacciona ante la más mínima agresión. Pude ser que la piel enrojezca o que se tenga una sensación de quemazón en la zona de las mejillas, que se muestre tirante e incluso que pique.

Estas manifestaciones son totalmente imprevisibles, pero se pueden controlar siguiendo unos cuidados específicos para reducir esta sensibilidad y, por lo tanto, para protegerlas. «Además, se deben utilizar productos de limpieza suaves, que hidraten y no resequen, como los denominados «syndet», es decir, jabones sin jabón», recomienda la Dra. María Teresa Gutiérrez Salmerón, catedrática de Dermatología de la Universidad de Granada. También aconseja que los productos tengan «el mínimo posible de ingredientes, sin perfumes ni conservantes, y sin emulsionantes». Tampoco debes usar el agua del grifo, habitualmente calcárea; opta por tónicos sin alcohol que contengan ingredientes botánicos naturales o aguas termales. Tampoco debes olvidar que el sol es uno de los factores que mayor sensibilidad provoca en la piel, así que no salgas sin aplicarte un protector.

¿Rosácea o cuperosis?

Las apariencias engañan. Y es que unas mejillas sonrosadas no siempre son síntoma de buena salud. En ocasiones, ese rubor esconde un problema de lesiones de tipo vascular, que enrojecen los pómulos, como la cuperosis y la rosácea. «Se trata de dos lesiones diferentes que a menudo se confunden porque se manifiestan de forma similar: enrojecimiento en las mejillas y la nariz», afirma el dermatólogo Fernando Ordás.

Mientras la cuperosis es más un problema estético, en el que pequeños capilares se dilatan, formando manchas rojizas, la rosácea es una inflamación de la piel, en la que el enrojecimiento se acompaña de pústulas. «Ambos problemas son crónicos y pueden empeorar con el frío», reconoce el Dr. Ordás. La cuperosis se elimina definitivamente con el láser Decolorante Pulsado. Respecto a la rosácea, «no hay soluciones definitivas, pero, tras un tratamiento tópico con tetraciclina e incluso corticoides, se consigue una mejora sustancial», admite el dermatólogo. Quien la padezca, debe armarse de paciencia. Hay periodos en que la enfermedad remite, pero también otros en los que puede reaparecer con brotes más severos. Procura llevar una vida tranquila porque el estrés es un perfecto aliado para que los brotes se agudicen.

Despeja tus dudas

Las pieles sensibles tienden, en su mayoría, a la sequedad, por eso, muchas mujeres que tienen el cutis seco consideran erróneamente que su piel es sensible. La diferencia estriba en que «la piel seca se muestra descamada y con falta de luminosidad, pero tolera todos los cosméticos, mientras que la sensible es intolerante a la mayoría de ellos», afirma la Dra. Gutiérrez Salmerón.

Lo que sí tienen en común es que ambas tienden a la formación prematura de arrugas y, por lo tanto, envejecen más rápidamente. También, a menudo, la reactividad extrema de las epidermis sensibles puede llevar al equívoco de una piel alérgica, porque sus manifestaciones pueden ser parecidas. La Dra. Bibiana Pérez aclara: «Mientras que las pieles alérgicas solo reaccionan al contacto con una sustancia que el organismo identifica como peligrosa y siempre provocará reacción, las pieles sensibles solo lo hacen de forma momentánea y no siempre se repite».

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CUANDO LA BELLEZA ES LA CULPABLE ANTE EL JUEZ

Desde que la ciencia se propuso analizar los efectos de la belleza en las relaciones sociales, algunos de sus resultados han dado para algo más que arquear la ceja frente al pantanoso universo del sexismo. Están los que confirman nuestras sospechas sobre la erótica del poder (las personas atractivas triunfan más y tienen más que éxito que el resto de los mortales) y los que desvelan los prejuicios que tenemos sobre nuestro propio género (ser atractivo perjudica a aquellos que estén siendo evaluados por personas de su mismo sexo). Ahora que habíamos asimilado toda la retórica que envuelve al recién acuñado «capital erótico», un equipo del departamento de Psicología Social de la Universidad de Granada ha publicado un estudio para recordarnos que, en España, la belleza no siempre es rentable o beneficiosa. Especialmente en el juzgado. Especialmente cuando hablamos de violencia de género y especialmente cuando se valora si una víctima «encaja o no» en el perfil de mujer maltratada.
La investigación, que se publicó hace unas semanas en el European Journal of Psychology Applied to Legal Context, tenía como objetivo comprobar si, tal y como desprendían investigaciones previas, «existen creencias sexistas en la valoración de determinadas situaciones que podrían ser consideradas como violencias de género». Así lo explica la directora de la investigación, Francisca Expósito, que, junto a su equipo, trató de comprobar si «sigue existiendo la tendencia generalizada a culpar a las víctimas y a exonerar a los agresores en casos de malos tratos, violaciones o acoso».
Para ello, decidieron emplear a 169 policías procedentes de diversas ciudades de España (153 hombres y 16 mujeres), con edades comprendidas entre 21 y 60 años y una media de edad de 33,3 años. Los sujetos recibían un cuestionario (anónimo y confidencial) en el que se describían escenarios ficticios sobre un proceso judicial en los que una mujer (María), acusada de matar a su marido, declara en su defensa haber sufrido una larga historia de maltrato y que, por tanto, cuando lo mató, actuó en defensa propia.
Las únicas dos variables que se introdujeron y combinaron en la historia concernían a la descripción de la acusada, en cuanto a su atractivo físico y a la «prototipicidad» de si encajaba o no en el perfil de mujer maltratada. En una historia, María estaba representada como una mujer bella (María es una mujer atractiva con labios gruesos, rasgos armoniosos, pelo rubio, delgada y elegante). Otra variante ofrecía un perfil menos atractivo (María es una mujer poco atractiva con labios delgados; rasgos severos y pelo oscuro. No es ni delgada, ni elegante). Respecto a sus capacidades, en una de las ficciones, María no seguía el patrón de maltrato (María es una consultora financiera de una compañía líder, no tiene hijos y ha estado casada durante diez años. Viste a la moda. Responde consciente, tranquila y resuelta en sus interacciones con el juez y abogados). En otra ficción, María encajaba más en el «modelo» de víctima de violencia machista (María es un ama de casa de 36 años con dos niños, casada durante 10 años. Lleva gafas de sol que ocultan su cara, tiene el aspecto descuidado y es tímida cuando contesta las preguntas de los abogados o del juez).
¿Los resultados? María la fea recibió menos responsabilidad criminal que María la guapa. Expósito asegura que la explicación de este resultado viene dada porque si presentamos a una mujer como atractiva «es contrario a la imagen estereotipada de mujer maltratada» y porque la gente «tiende a pensar que una mujer atractiva no puede haber sido víctima de malos tratos, porque no encaja en el estereotipo (la idea preconcebida de que lo bello es bueno), reduciendo así su credibilidad y aumentando el control que tiene de sus actos y por tanto de los hechos por los que se le juzga». De hecho, sólo cuando la mujer encajaba en el estereotipo de mujer maltratada («frágil», «maltrecha»), el jurado fue más condescendiente con las que eran más atractivas y le otorgaron mayor credibilidad.
Llegados a este punto, ¿nos perjudica la belleza? Expósito asegura que el atractivo en una mujer juega en su contra cuando está «en una situación que no es típicamente femenina, como la de no encajar en el perfil de mujer maltratada». En cambio, la belleza es positiva «si los roles que desempeña son los que la sociedad espera de ella, como el rol tradicional de esposa, madre o trabajos típicamente femeninos (secretaria, maestra, enfermera, etc.)».
La bofetada de realidad nos golpea si echamos un vistazo a la hemeroteca a la búsqueda de precedentes. En 2004, un juez de Barcelona absolvió a un hombre denunciado por malos tratos porque el relato de su mujer no concordaba con «el temor y la desconfianza de la típica mujer maltratada». Latifa Daghdagh perdió el juicio porque «vestía a la moda» y no encajaba con el perfil de víctima. «El aspecto físico que presentó Latifa en los tres actos del juicio, no sólo arreglada, sino vestida a la moda, con anillos, pulseras y gafas grandes, no coincide con el de una mujer que ha pasado meses de agresiones», precisó la sentencia. Pese a las denuncias de varias asociaciones, el Consejo General del Poder Judicial apoyó la sentencia y aseguró que el fallo estaba «suficientemente motivado».
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CUANDO LA BELLEZA ES LA CULPABLE ANTE EL JUEZ

Desde que la ciencia se propuso analizar los efectos de la belleza en las relaciones sociales, algunos de sus resultados han dado para algo más que arquear la ceja frente al pantanoso universo del sexismo. Están los que confirman nuestras sospechas sobre la erótica del poder (las personas atractivas triunfan más y tienen más que éxito que el resto de los mortales) y los que desvelan los prejuicios que tenemos sobre nuestro propio género (ser atractivo perjudica a aquellos que estén siendo evaluados por personas de su mismo sexo). Ahora que habíamos asimilado toda la retórica que envuelve al recién acuñado «capital erótico», un equipo del departamento de Psicología Social de la Universidad de Granada ha publicado un estudio para recordarnos que, en España, la belleza no siempre es rentable o beneficiosa. Especialmente en el juzgado. Especialmente cuando hablamos de violencia de género y especialmente cuando se valora si una víctima «encaja o no» en el perfil de mujer maltratada.
La investigación, que se publicó hace unas semanas en el European Journal of Psychology Applied to Legal Context, tenía como objetivo comprobar si, tal y como desprendían investigaciones previas, «existen creencias sexistas en la valoración de determinadas situaciones que podrían ser consideradas como violencias de género». Así lo explica la directora de la investigación, Francisca Expósito, que, junto a su equipo, trató de comprobar si «sigue existiendo la tendencia generalizada a culpar a las víctimas y a exonerar a los agresores en casos de malos tratos, violaciones o acoso».
Para ello, decidieron emplear a 169 policías procedentes de diversas ciudades de España (153 hombres y 16 mujeres), con edades comprendidas entre 21 y 60 años y una media de edad de 33,3 años. Los sujetos recibían un cuestionario (anónimo y confidencial) en el que se describían escenarios ficticios sobre un proceso judicial en los que una mujer (María), acusada de matar a su marido, declara en su defensa haber sufrido una larga historia de maltrato y que, por tanto, cuando lo mató, actuó en defensa propia.
Las únicas dos variables que se introdujeron y combinaron en la historia concernían a la descripción de la acusada, en cuanto a su atractivo físico y a la «prototipicidad» de si encajaba o no en el perfil de mujer maltratada. En una historia, María estaba representada como una mujer bella (María es una mujer atractiva con labios gruesos, rasgos armoniosos, pelo rubio, delgada y elegante). Otra variante ofrecía un perfil menos atractivo (María es una mujer poco atractiva con labios delgados; rasgos severos y pelo oscuro. No es ni delgada, ni elegante). Respecto a sus capacidades, en una de las ficciones, María no seguía el patrón de maltrato (María es una consultora financiera de una compañía líder, no tiene hijos y ha estado casada durante diez años. Viste a la moda. Responde consciente, tranquila y resuelta en sus interacciones con el juez y abogados). En otra ficción, María encajaba más en el «modelo» de víctima de violencia machista (María es un ama de casa de 36 años con dos niños, casada durante 10 años. Lleva gafas de sol que ocultan su cara, tiene el aspecto descuidado y es tímida cuando contesta las preguntas de los abogados o del juez).
¿Los resultados? María la fea recibió menos responsabilidad criminal que María la guapa. Expósito asegura que la explicación de este resultado viene dada porque si presentamos a una mujer como atractiva «es contrario a la imagen estereotipada de mujer maltratada» y porque la gente «tiende a pensar que una mujer atractiva no puede haber sido víctima de malos tratos, porque no encaja en el estereotipo (la idea preconcebida de que lo bello es bueno), reduciendo así su credibilidad y aumentando el control que tiene de sus actos y por tanto de los hechos por los que se le juzga». De hecho, sólo cuando la mujer encajaba en el estereotipo de mujer maltratada («frágil», «maltrecha»), el jurado fue más condescendiente con las que eran más atractivas y le otorgaron mayor credibilidad.
Llegados a este punto, ¿nos perjudica la belleza? Expósito asegura que el atractivo en una mujer juega en su contra cuando está «en una situación que no es típicamente femenina, como la de no encajar en el perfil de mujer maltratada». En cambio, la belleza es positiva «si los roles que desempeña son los que la sociedad espera de ella, como el rol tradicional de esposa, madre o trabajos típicamente femeninos (secretaria, maestra, enfermera, etc.)».
La bofetada de realidad nos golpea si echamos un vistazo a la hemeroteca a la búsqueda de precedentes. En 2004, un juez de Barcelona absolvió a un hombre denunciado por malos tratos porque el relato de su mujer no concordaba con «el temor y la desconfianza de la típica mujer maltratada». Latifa Daghdagh perdió el juicio porque «vestía a la moda» y no encajaba con el perfil de víctima. «El aspecto físico que presentó Latifa en los tres actos del juicio, no sólo arreglada, sino vestida a la moda, con anillos, pulseras y gafas grandes, no coincide con el de una mujer que ha pasado meses de agresiones», precisó la sentencia. Pese a las denuncias de varias asociaciones, el Consejo General del Poder Judicial apoyó la sentencia y aseguró que el fallo estaba «suficientemente motivado».
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CUANDO LA BELLEZA ES LA CULPABLE ANTE EL JUEZ

Desde que la ciencia se propuso analizar los efectos de la belleza en las relaciones sociales, algunos de sus resultados han dado para algo más que arquear la ceja frente al pantanoso universo del sexismo. Están los que confirman nuestras sospechas sobre la erótica del poder (las personas atractivas triunfan más y tienen más que éxito que el resto de los mortales) y los que desvelan los prejuicios que tenemos sobre nuestro propio género (ser atractivo perjudica a aquellos que estén siendo evaluados por personas de su mismo sexo). Ahora que habíamos asimilado toda la retórica que envuelve al recién acuñado «capital erótico», un equipo del departamento de Psicología Social de la Universidad de Granada ha publicado un estudio para recordarnos que, en España, la belleza no siempre es rentable o beneficiosa. Especialmente en el juzgado. Especialmente cuando hablamos de violencia de género y especialmente cuando se valora si una víctima «encaja o no» en el perfil de mujer maltratada.
La investigación, que se publicó hace unas semanas en el European Journal of Psychology Applied to Legal Context, tenía como objetivo comprobar si, tal y como desprendían investigaciones previas, «existen creencias sexistas en la valoración de determinadas situaciones que podrían ser consideradas como violencias de género». Así lo explica la directora de la investigación, Francisca Expósito, que, junto a su equipo, trató de comprobar si «sigue existiendo la tendencia generalizada a culpar a las víctimas y a exonerar a los agresores en casos de malos tratos, violaciones o acoso».
Para ello, decidieron emplear a 169 policías procedentes de diversas ciudades de España (153 hombres y 16 mujeres), con edades comprendidas entre 21 y 60 años y una media de edad de 33,3 años. Los sujetos recibían un cuestionario (anónimo y confidencial) en el que se describían escenarios ficticios sobre un proceso judicial en los que una mujer (María), acusada de matar a su marido, declara en su defensa haber sufrido una larga historia de maltrato y que, por tanto, cuando lo mató, actuó en defensa propia.
Las únicas dos variables que se introdujeron y combinaron en la historia concernían a la descripción de la acusada, en cuanto a su atractivo físico y a la «prototipicidad» de si encajaba o no en el perfil de mujer maltratada. En una historia, María estaba representada como una mujer bella (María es una mujer atractiva con labios gruesos, rasgos armoniosos, pelo rubio, delgada y elegante). Otra variante ofrecía un perfil menos atractivo (María es una mujer poco atractiva con labios delgados; rasgos severos y pelo oscuro. No es ni delgada, ni elegante). Respecto a sus capacidades, en una de las ficciones, María no seguía el patrón de maltrato (María es una consultora financiera de una compañía líder, no tiene hijos y ha estado casada durante diez años. Viste a la moda. Responde consciente, tranquila y resuelta en sus interacciones con el juez y abogados). En otra ficción, María encajaba más en el «modelo» de víctima de violencia machista (María es un ama de casa de 36 años con dos niños, casada durante 10 años. Lleva gafas de sol que ocultan su cara, tiene el aspecto descuidado y es tímida cuando contesta las preguntas de los abogados o del juez).
¿Los resultados? María la fea recibió menos responsabilidad criminal que María la guapa. Expósito asegura que la explicación de este resultado viene dada porque si presentamos a una mujer como atractiva «es contrario a la imagen estereotipada de mujer maltratada» y porque la gente «tiende a pensar que una mujer atractiva no puede haber sido víctima de malos tratos, porque no encaja en el estereotipo (la idea preconcebida de que lo bello es bueno), reduciendo así su credibilidad y aumentando el control que tiene de sus actos y por tanto de los hechos por los que se le juzga». De hecho, sólo cuando la mujer encajaba en el estereotipo de mujer maltratada («frágil», «maltrecha»), el jurado fue más condescendiente con las que eran más atractivas y le otorgaron mayor credibilidad.
Llegados a este punto, ¿nos perjudica la belleza? Expósito asegura que el atractivo en una mujer juega en su contra cuando está «en una situación que no es típicamente femenina, como la de no encajar en el perfil de mujer maltratada». En cambio, la belleza es positiva «si los roles que desempeña son los que la sociedad espera de ella, como el rol tradicional de esposa, madre o trabajos típicamente femeninos (secretaria, maestra, enfermera, etc.)».
La bofetada de realidad nos golpea si echamos un vistazo a la hemeroteca a la búsqueda de precedentes. En 2004, un juez de Barcelona absolvió a un hombre denunciado por malos tratos porque el relato de su mujer no concordaba con «el temor y la desconfianza de la típica mujer maltratada». Latifa Daghdagh perdió el juicio porque «vestía a la moda» y no encajaba con el perfil de víctima. «El aspecto físico que presentó Latifa en los tres actos del juicio, no sólo arreglada, sino vestida a la moda, con anillos, pulseras y gafas grandes, no coincide con el de una mujer que ha pasado meses de agresiones», precisó la sentencia. Pese a las denuncias de varias asociaciones, el Consejo General del Poder Judicial apoyó la sentencia y aseguró que el fallo estaba «suficientemente motivado».
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