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Pág. 57: Garmendia acusa a los anti-Bolonia de \»desenfocar el debate\» y llama a dejar la violencia
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Campus – Portada: El Gobierno acelera la convergencia mientras crecen los obstáculos
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Pág. 12: La Universidad transformará tres residencias en colegios mayores|Una propia web
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Pág. 49: Las células madre a fondo
Pág. 55: Santa Fe acoge la exposición \’Pintura del Natural\’
Pág. 59: La UGR edita \’Afinidades\’, una nueva revista de literatura y pensamiento
Pág. 60: Lectura comentada de los romances de Lorca
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El rector Francisco González Lodeiro presenta «Afinidades» editada por la UGR

Mañana, miércoles, día 4 de marzo, las 11h., el rector Francisco González Lodeiro presentará en rueda de prensa la nueva publicación “Afinidades”, revista de Literatura y Pensamiento editada por la Universidad de Granada.

En el acto de presentación se contará con la participación de Sultana Wahnón, directora de la revista “Afinidades”, y Miguel Gómez Oliver, vicerrector de Extensión Universitaria y Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Granada.

La revista, según explica su directora Sultana Wahnón, profesora del Departamento de Lingüística General y Teoría de la Literatura, “nace con una vocación netamente europeísta y contemporánea”.
El Consejo Asesor está formado por Pedro Cerezo Galán, Miguel Gómez Oliver, Rafael G. Peinado Santaella, Iris Zavala, Darío Villanueva, Ignacio Henares Cuéllar, María Dolores Valencia Mirón, José García Leal, Remedios Ávila Crespo, Julián Jimenéz Heffernan, Mercedes Monmany  y Juan Calatrava.

El Consejo de Redacción está compuesto por Juan Manuel Barrios, Óscar Barroso, María Dolores Caparrós, Milena Rodríguez y Francisco Sánchez Montalbán.
En el primer número de “Afinidades” destaca el Dossier sobre Paul Celan, y los artículos “La labor de civilizar en la cultura contemporánea”, de Iris Zavala, y “Parece que los tiempos han cambiado pero permanecen los dioses. Los cien años de Simone de Beauvoir”, de Jesús Nebreda.

CONVOCATORIA
DÍA: miércoles, 4 de marzo.
HORA: 11 horas.


Presentación del nuevo edificio del Centro «Mente, Cerebro y Comportamiento» en la Facultad de Psicología

El rector de la Universidad de Granada, Francisco González Lodeiro, asistirá mañana miércoles, 4 de marzo, a las 12:30 horas en el Aula Magna de la Facultad de Psicología al acto de presentación del nuevo Edificio del Centro “Mente, Cerebro y Comportamiento”. Al acto asistirán también el decano de la Facultad de Psicología de la UGR, Antonio Maldonado López, y el arquitecto del edificio Rafael Soler Márquez.

El Centro “Mente, Cerebro y Comportamiento”, firmemente impulsado por el actual equipo rectoral, estará dedicado íntegramente a la investigación psicológica, y supone un reconocimiento a la labor científica realizada por los investigadores de la Facultad de Psicología a lo largo de sus 25 años de existencia.

Este centro contribuirá definitivamente a potenciar la posición preponderante de la Psicología granadina en el panorama nacional, y a potenciar su actualmente buena posición internacional. El centro acogerá tecnología punta que permitirá contribuciones de alto impacto internacional en el ámbito de las relaciones entre mente, cerebro y comportamiento.

CONVOCATORIA:A
DÍA: Miércoles, 4 de marzo
HORA: 12:30 h.
LUGAR: Aula Magna de la Facultad de Psicología (Campus de Cartuja)


La biógrafa de Alejandro Sawa evoca la miseria en que murió el escritor sevillano hace cien años

La biógrafa de Alejandro Sawa evoca la miseria en que murió el escritor sevillano hace cien años

La biógrafa de Alejandro Sawa, la profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa, ha evoca las trágicas circunstancias en que murió este escritor sevillano, asediado por la pobreza, hambriento y enfermo, mañana hará cien años.

Su biografía se titula «Alejandro Sawa. Luces de bohemia» porque, según asegura en una entrevista con Efe, «en su muerte está la génesis de \’Luces de bohemia\’, el esperpento que Valle-Inclán escribió en 1920 impresionado por las dramáticas circunstancias de su triste final, a causa de una encefalitis acompañada de hambre, insomnio y locura».

«\’Santa Juana\’, como llamaron a su abnegada esposa desde el propio Sawa hasta sus amigos más cercanos, cortó -recuerda Correa- un mechón del cabello de su difunto esposo, que todavía hoy se conserva en el legado del escritor».

La noticia llegó a tiempo a las redacciones de los principales periódicos de la capital, que se apresuraron a dedicarle, ese mismo día, sentidas necrológicas, ya que, desde su regreso a Madrid y tras sus años dorados en París, su prestigio literario no había hecho sino acrecentarse.

«Su pluma seguía luchando en la denuncia de los males de España, en una actitud desolada y amarga, como su admirado Larra», según su biógrafa, quien ha presentado su libro en casi todas las capitales andaluzas y Madrid y estudia hacerlo en París, ciudad tan vinculada al «poeta ciego».

Ese sentimiento de impotencia y frustración resultó generalizado entre los intelectuales de la época, «y uno de los factores que influyeron fue el fracaso del modelo republicano, ante el que Alejandro Sawa reflexionaría con frecuencia en sus artículos periodísticos.»

Según Correa, Sawa fue insobornable y «señaló en voz alta la corrupción de los políticos y la ineptitud de los gobernantes; de él llegaron a decir que si su pluma tuviera dientes mordería y que si escribiera sobre política su domicilio sería la cárcel».

No en vano su firma apareció en la señera revista «Germinal», de clara orientación socialista republicana, y en la progresista «Don Quijote», entre otras que lucharon por la renovación del país.

Sawa, explica Correa, pese a sufrir «ese mal tan común a ciertos intelectuales del fin de siglo, que era la falta de voluntad, se convirtió en un prolífico articulista desde su regreso a España, cuando frecuentó a Manuel Machado y Valle-Inclán, a quien acompañó a sus tertulias con Jacinto Benavente, con jóvenes como Martínez Sierra, Santiago Rusiñol o su todavía buen amigo Rubén Darío.»

Correa añade que «el bohemio químicamente puro, a quien todos recuerdan en sus últimos años de vida acompañado de perros lazarillo y fumando alguna de sus muchas pipas, tuvo, en efecto, una estrecha relación con Darío desde que fuese su anfitrión en París y le presentase al gran Verlaine, de cuyos versos fue Sawa el introductor en Madrid».

La controversia entre ambos autores se debió al encargo del nicaragüense a Sawa de una serie de ocho artículos, que se publicarían con el nombre de Rubén en el periódico «La Nación» de Buenos Aires, y por los que, según Sawa, nunca le fueron abonadas las cantidades acordadas.

Este episodio no hizo sino acentuar aún más el calvario de un hombre que, a pesar de las dificultades, mantuvo casi hasta su muerte «la apostura de un césar», según dejó escrito el también sevillano Rafael Cansinos Assens, que lo conoció en su última morada, envuelto en una sábana, al haber tenido que empeñar toda su ropa. Por Alfredo Valenzuela
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Biógrafa evoca la miseria en que murió el escritor sevillano hace cien años

Biógrafa evoca la miseria en que murió el escritor sevillano hace cien años

La biógrafa de Alejandro Sawa, la profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa, ha evocado las trágicas circunstancias en que murió este escritor sevillano, asediado por la pobreza, hambriento y enfermo, mañana hará cien años.

Su biografía se titula «Alejandro Sawa. Luces de bohemia» porque, según asegura en una entrevista con Efe, «en su muerte está la génesis de ´Luces de bohemia´, el esperpento que Valle-Inclán escribió en 1920 impresionado por las dramáticas circunstancias de su triste final, a causa de una encefalitis acompañada de hambre, insomnio y locura».

«´Santa Juana´, como llamaron a su abnegada esposa desde el propio Sawa hasta sus amigos más cercanos, cortó -recuerda Correa- un mechón del cabello de su difunto esposo, que todavía hoy se conserva en el legado del escritor».

La noticia llegó a tiempo a las redacciones de los principales periódicos de la capital, que se apresuraron a dedicarle, ese mismo día, sentidas necrológicas, ya que, desde su regreso a Madrid y tras sus años dorados en París, su prestigio literario no había hecho sino acrecentarse.

«Su pluma seguía luchando en la denuncia de los males de España, en una actitud desolada y amarga, como su admirado Larra», según su biógrafa, quien ha presentado su libro en casi todas las capitales andaluzas y Madrid y estudia hacerlo en París, ciudad tan vinculada al «poeta ciego».

Ese sentimiento de impotencia y frustración resultó generalizado entre los intelectuales de la época, «y uno de los factores que influyeron fue el fracaso del modelo republicano, ante el que Alejandro Sawa reflexionaría con frecuencia en sus artículos periodísticos.» Según Correa, Sawa fue insobornable y «señaló en voz alta la corrupción de los políticos y la ineptitud de los gobernantes; de él llegaron a decir que si su pluma tuviera dientes mordería, y que si escribiera sobre política su domicilio sería la cárcel».

No en vano su firma apareció en la señera revista «Germinal», de clara orientación socialista republicana, y en la progresista «Don Quijote», entre otras que lucharon por la renovación del país.

Sawa, explica Correa, pese a sufrir «ese mal tan común a ciertos intelectuales del fin de siglo, que era la falta de voluntad, se convirtió en un prolífico articulista desde su regreso a España, cuando frecuentó a Manuel Machado y Valle-Inclán, a quien acompañó a sus tertulias con Jacinto Benavente, con jóvenes como Martínez Sierra, Santiago Rusiñol o su todavía buen amigo Rubén Darío».

Correa añade que «el bohemio químicamente puro, a quien todos recuerdan en sus últimos años de vida acompañado de perros lazarillo y fumando alguna de sus muchas pipas, tuvo, en efecto, una estrecha relación con Darío desde que fuese su anfitrión en París y le presentase al gran Verlaine, de cuyos versos fue Sawa el introductor en Madrid».

La controversia entre ambos autores se debió al encargo del nicaragüense a Sawa de una serie de ocho artículos, que se publicarían con el nombre de Rubén en el periódico «La Nación» de Buenos Aires, y por los que, según Sawa, nunca le fueron abonadas las cantidades acordadas.

Este episodio no hizo sino acentuar aún más el calvario de un hombre que, a pesar de las dificultades, mantuvo casi hasta su muerte «la apostura de un césar», según dejó escrito el también sevillano Rafael Cansinos Assens, que lo conoció en su última morada, envuelto en una sábana, al haber tenido que empeñar toda su ropa.
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La biógrafa de Alejandro Sawa evoca la miseria en que murió el escritor sevillano hace cien años

La biógrafa de Alejandro Sawa evoca la miseria en que murió el escritor sevillano hace cien años

La biógrafa de Alejandro Sawa, la profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa, ha evoca las trágicas circunstancias en que murió este escritor sevillano, asediado por la pobreza, hambriento y enfermo, mañana hará cien años.

Su biografía se titula «Alejandro Sawa. Luces de bohemia» porque, según asegura en una entrevista con Efe, «en su muerte está la génesis de \’Luces de bohemia\’, el esperpento que Valle-Inclán escribió en 1920 impresionado por las dramáticas circunstancias de su triste final, a causa de una encefalitis acompañada de hambre, insomnio y locura».

«\’Santa Juana\’, como llamaron a su abnegada esposa desde el propio Sawa hasta sus amigos más cercanos, cortó -recuerda Correa- un mechón del cabello de su difunto esposo, que todavía hoy se conserva en el legado del escritor».

La noticia llegó a tiempo a las redacciones de los principales periódicos de la capital, que se apresuraron a dedicarle, ese mismo día, sentidas necrológicas, ya que, desde su regreso a Madrid y tras sus años dorados en París, su prestigio literario no había hecho sino acrecentarse.

«Su pluma seguía luchando en la denuncia de los males de España, en una actitud desolada y amarga, como su admirado Larra», según su biógrafa, quien ha presentado su libro en casi todas las capitales andaluzas y Madrid y estudia hacerlo en París, ciudad tan vinculada al «poeta ciego».

Ese sentimiento de impotencia y frustración resultó generalizado entre los intelectuales de la época, «y uno de los factores que influyeron fue el fracaso del modelo republicano, ante el que Alejandro Sawa reflexionaría con frecuencia en sus artículos periodísticos.»

Según Correa, Sawa fue insobornable y «señaló en voz alta la corrupción de los políticos y la ineptitud de los gobernantes; de él llegaron a decir que si su pluma tuviera dientes mordería y que si escribiera sobre política su domicilio sería la cárcel».

No en vano su firma apareció en la señera revista «Germinal», de clara orientación socialista republicana, y en la progresista «Don Quijote», entre otras que lucharon por la renovación del país.

Sawa, explica Correa, pese a sufrir «ese mal tan común a ciertos intelectuales del fin de siglo, que era la falta de voluntad, se convirtió en un prolífico articulista desde su regreso a España, cuando frecuentó a Manuel Machado y Valle-Inclán, a quien acompañó a sus tertulias con Jacinto Benavente, con jóvenes como Martínez Sierra, Santiago Rusiñol o su todavía buen amigo Rubén Darío.»

Correa añade que «el bohemio químicamente puro, a quien todos recuerdan en sus últimos años de vida acompañado de perros lazarillo y fumando alguna de sus muchas pipas, tuvo, en efecto, una estrecha relación con Darío desde que fuese su anfitrión en París y le presentase al gran Verlaine, de cuyos versos fue Sawa el introductor en Madrid».

La controversia entre ambos autores se debió al encargo del nicaragüense a Sawa de una serie de ocho artículos, que se publicarían con el nombre de Rubén en el periódico «La Nación» de Buenos Aires, y por los que, según Sawa, nunca le fueron abonadas las cantidades acordadas.

Este episodio no hizo sino acentuar aún más el calvario de un hombre que, a pesar de las dificultades, mantuvo casi hasta su muerte «la apostura de un césar», según dejó escrito el también sevillano Rafael Cansinos Assens, que lo conoció en su última morada, envuelto en una sábana, al haber tenido que empeñar toda su ropa. Por Alfredo Valenzuela
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