Entrevista
Rafael Payá , de la Universidad de Granada
La I+D público-privada debe ser más ambiciosa
El secretario ejecutivo de la Comisión Sectorial de I+D de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas explica que habría que apostar de forma más decidida por la colaboración a largo plazo entre la investigación pública y la empresa privada. En su opinión, aunque se están dando pasos en la dirección correcta, aún hay que invertir más en la realización de proyectos conjuntos de mayor envergadura.
· C.C./L.G. – 27/04/2006
La colaboración entre universidad y empresa en el terreno de la investigación en España no es la que sería deseable, aunque se están dando pasos para mejorarla. Así lo afirma a Websalud Rafael Payá, vicerrector de Investigación de la Universidad de Granada y secretario ejecutivo de la Comisión Sectorial de I+D de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE). Según explica, la colaboración en I+D entre ambos ámbitos empezó a ser asumida institucionalmente a finales de los años ochenta, cuando las universidades españolas crearon las primeras oficinas de transferencia de los resultados de investigación (OTRI) con el fin de gestionar e impulsar los contratos que la legislación universitaria empezaba a posibilitar.
Inicialmente, a través de estos contratos se prestaba a las empresas principalmente servicios de asesoramiento y consultoría, pero las OTRI empezaron a asumir la explotación de la propiedad industrial de la universidad, patentes y licencia de las mismas, al tiempo que comenzaron a desarrollarse proyectos de investigación conjunta entre universidad y empresa, financiados sobre todo por los programas Profit (Programa de Fomento de la Investigación Tecnológica). En la actualidad, la gestión de las OTRI cada día se hace más eficiente, según Payá . De hecho, aportan por término medio la mitad de la financiación de la que dispone la investigación universitaria.
Sin embargo, apunta que es necesario ser más ambiciosos y apostar por la colaboración a largo plazo entre la investigación pública y la empresa privada en proyectos conjuntos de mayor envergadura, tal y como hacen los países más avanzados. A su parecer, a partir de la superación de la relación proveedor-cliente, universidades y empresas deben verse como socios implicados en proyectos innovadores de interés común y con mutuo beneficio. A su modo de ver, éste es el principal objetivo de las iniciativas que el Gobierno estatal está impulsando, con los centros Cénit (en Industria), Ciber (en Sanidad), y Consolider (en Educación), que deben mejorar sustancialmente la coordinación en I+D entre universidades y empresas.
Payá considera que, aunque el objetivo principal de la investigación en el ámbito público y en el privado, es decir, la creación de conocimiento, es común, los planteamientos y métodos de trabajo difieren bastante. Es lógico que los empresarios se interesen principalmente por una investigación aplicada, con resultados a corto plazo que se traduzcan de forma directa en innovación y competitividad de la empresa, mientras que la universidad debe atender también a la investigación fundamental, que en principio sólo persigue el avance del conocimiento, con resultados a más largo plazo, señala. No obstante, considera que ambos puntos de vista deben ser complementarios, de forma que la empresa sea capaz de rentabilizar el conocimiento que la universidad genera y de orientar la investigación universitaria hacia líneas de trabajo con mayor potencial innovador.
Las compañías que han surgido a raíz de acuerdos con la universidad (denominadas spins-off ) son un ejemplo de esta colaboración público-privada. El vicerrector de Investigación de la Universidad de Granada reconoce que el potencial de las universidades para generar empresas basadas en el conocimiento, capaces de poner en valor nueva tecnología y con gran capacidad innovadora, aún no está suficientemente explotado en nuestro país. Sin embargo, las iniciativas que se han puesto en marcha, como el proyecto Uniemprendia impulsado por la Red OTRI-Universidades, están dando resultados satisfactorios y muy esperanzadores. En Andalucía, el programa Campus, lanzado por la agencia regional de innovación, está teniendo un éxito notable, pues apenas en dos años ha contribuido a crear una veintena de spins-off universitarios y ha sido identificado como ejemplo de buena práctica en el ámbito europeo, afirma, para añadir que iniciativas similares que tienen como objeto involucrar a las universidades en la creación de tejido empresarial innovador se están poniendo en práctica en muchas regiones europeas.
En cuanto a las ayudas comunitarias para el desarrollo de proyectos de investigación, apuntó que habría que esperar que las financiaciones que propone el VII Programa Marco no se reduzcan drásticamente, como por desgracia parece que va a ocurrir. En su opinión, la propuesta de la Comisión Europea había despertado grandes expectativas que en cierta medida se van a ver defraudadas. No obstante, señala que la financiación del Programa Marco supone un porcentaje importante, alrededor de un 25 por ciento, de los fondos concursables a los que pueden acceder los investigadores españoles. Lo importante es aprovechar el impulso europeo para consolidar y desarrollar el sistema de Ciencia y Tecnología español, subraya. Con este fin, cree que las plataformas tecnológicas europeas deben aprovecharse para impulsar la colaboración público-privada en sectores estratégicos. En cuanto a investigación básica, considera que la competencia en el ámbito europeo que va a propiciar el Consejo Europeo de Investigación debe servir para la mejora de la proyección internacional de los mejores grupos de investigación españoles. Si me permite el símil futbolístico -apunta-, los mejores grupos españoles deben aspirar a ganar la liga de campeones europea y no sólo a mantenerse en la primera división nacional.
Fuga de cerebros
Para este experto, es lógico que los investigadores más competitivos busquen las mejores condiciones laborales y económicas, así como los entornos más productivos que les ofrecen mejores oportunidades para desarrollar su carrera científica. Mientras la carrera investigadora en España sea un auténtico calvario y la profesión de investigador no esté mejor valorada socialmente, será inevitable que nuestros jóvenes más brillantes prefieran labrarse un porvenir más halagüeño en otros países, sentenció.
En su opinión, las soluciones para evitar la fuga de cerebros pasan por la mejora la carrera investigadora, a través de la eliminación de la precariedad y proporcionando un horizonte bien definido, para que los jóvenes se sientan atraídos por la investigación. También sería preciso prestigiar socialmente la actividad investigadora, empezando por retribuirla adecuadamente, así como generar entornos de trabajo atractivos que favorezcan la competitividad y el afán de superación, sobre todo en las universidades. Por último, considera que, para no dejar escapar a los buenos investigadores, habría que disponer de un tejido productivo más innovador. Las empresas deben ser conscientes de que desarrollar auténticos departamentos de I+D e incorporar a los mejores investigadores puede ser costoso a corto plazo pero es la única vía para mantener e incrementar su competitividad en el futuro, concluyó.
Sin embargo, Payá considera que iniciativas españolas como el Programa Ramón y Cajal o el Icrea, en Cataluña, han demostrado que, con soluciones imaginativas y un razonable esfuerzo presupuestario, podemos recuperar a buenos investigadores y también atraer científicos extranjeros brillantes, aunque falta ofrecer un horizonte más claro de estabilidad profesional.
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