HISTORIA
Los expertos denuncian que la Arqueología no es sólo Atapuerca
El yacimiento burgalés ha despertado el interés social por la Prehistoria. Aun así, los investigadores se quejan de falta de medios para desarrollar sus proyectos, a la vez que tildan de «insuficiente» la formación universitaria
ISABEL GARCÍA
Cuentan los que le dedican todo su tiempo a la Arqueología que el interés social despertado por los descubrimientos de Atapuerca les ha beneficiado, pero no tanto como puede pensarse. Saben que ahora está de moda querer ser arqueólogo de mayor. También la Prehistoria e, incluso, los científicos españoles.
Sin embargo, aún quedan muchas lagunas. «Atapuerca ha incrementado el número de vocaciones, pero no el de subvenciones», critica Francisco Contreras, catedrático de Prehistoria y Arqueología en la Universidad de Granada. Opina que el yacimiento burgalés ha favorecido a «algún proyecto aislado que puede tener interés político, pero la mayoría continúa con fondos muy bajos, ya que no es sólo el trabajo de campo sino el del laboratorio, con analíticas que cuestan mucho dinero y no se contemplan en las subvenciones».
El profesor, que estudia la evolución de la metalurgia del cobre en Sierra Morena (Jaén), echa la culpa a la situación de la investigación en Humanidades, cuyos trabajos –incluida la Arqueología– «reciben menos fondos que otros campos». Aconseja: «Habría que corregir ese sesgo».
El catedrático de Arqueología de la Universidad de Salamanca, Jesús Liz, también apuesta por un cambio de enfoque en el reparto de subvenciones: «Hay una clara diferencia en cuanto a la cantidad de arqueología visible. Esto es, se dedica más dinero a grandes monumentos por todos conocidos o fácilmente interpretables, aunque no sean sinónimo de riqueza arqueológica».
Comparte la idea Carlos Sanz, docente de la Universidad de Valladolid y director del proyecto Pintia (Valladolid), una de las escasas ciudades vacceas –pueblo de origen celtibérico anterior a la conquista romana– de la Península. Sanz ha encontrado desde pinzas de depilar hasta puntas de lanza, tumbas, fíbulas y collares. Critica que trabajos como éste se desarrollen gracias al «voluntarismo» de los participantes, que incluso buscan fondos.
En los últimos cinco años, el proyecto Pintia ha recibido una financiación privada de 300.000 euros frente a los 60.000 procendentes de la Junta de Castilla y León. «Si es tan importante el patrimonio cultural, ¿cómo es que las instituciones públicas invierten tan poco?», se cuestiona Sanz.
Respecto a la repercusión de Atapuerca, apunta dos versiones. La primera, desde un punto de vista social: «Ha representado todo un progreso en la divulgación de la Arqueología». La segunda tiene un cariz administrativo y más crítico: «El tratamiento otorgado a la generalidad de los proyectos sigue bajo patrones de escasez de recursos y falta de planificación estratégica».
FALTA DE INVERSIÓN. Le llama la atención que la Junta de Castilla y León destine una parcela de sus Presupuestos Generales a la Universidad de Burgos, para que ésta desarrolle los programas de investigación de Atapuerca. «Mientras, otras universidades como la de Valladolid, con unos tramos de investigación reconocidos por una calidad muy superior, deben sujetarse a procedimientos y cuantías comparativamente deficientes».
Raquel Casal, directora del departamento de Historia de la Universidad de Santiago, también analiza el fenómeno del equipo liderado por Juan Luis Arsuaga: «Es un ejemplo de lo duro que es el trabajo arqueológico, que después de 25 años ve recompensado su esfuerzo, pero hay otros muchos yacimientos que merecerían su misma suerte y, sin embargo, están olvidados».
MÁS MERCHANDISING. La docente lleva tres años trabajando en la fortaleza medieval de Rocha Forte, en Santiago. Se trata de las ruinas del Castillo de la Mitra compostelana, destruido durante las revueltas irmandiñas del siglo XV. Casal se atreve con la autocrítica: «Atapuerca demuestra que los arqueólogos también tenemos que aprender merchandising». Aun así, lamenta que algunas comunidades autónomas se dediquen a financiar «yacimientos estrella», en los que la mayor parte de la inversión «se destina a hacer edificios y a la divulgación virtual, olvidando el estudio del propio yacimiento». Casal también tilda de «insuficiente y generalista» la enseñanza universitaria en Arqueología que se oferta en nuestro país.
Primer motivo: la escasa financiación que recibe. Otro, la falta de especificidad. En España no existe una carrera propia donde se pueda cursar, sino que la disciplina se estudia dentro de Historia, Geografía o incluso Filosofía y Humanidades, lo que suele limitar su componente práctico, indispensable en un área como la Arqueología. Lo contrario ocurre en el resto de Europa.
«En España puedes ser dentista, abogado o periodista, pero no arqueólogo; es una discriminación rídicula», resume Pilar León, catedrática de Arqueología en la Universidad Pablo de Olavide y directora de un proyecto de investigación sobre la villa romana de Tívoli, donde vivió el emperador Adriano entre los años 121 y 133 d.C.
De él se muestra especialmente orgullosa. Es la primera vez que el Gobierno italiano permite que un equipo extranjero lleve a cabo la excavación de un Teatro Griego, «lo que es un auténtico honor para nosotros». La primera expedición se desarrolló durante el verano pasado, pero, tras su éxito, el equipo capitaneado por la docente repetirá la experiencia éste.
La de León ha sido una de las muchas voces que siempre han reivindicado «una carrera propia» para Arqueología. No ve lógico que en un país con un patrimonio cultural y artístico tan rico como España –«que no anda a la zaga de Italia o Grecia»– se le dé «tan poco apoyo institucional y ministerial» a su estudio y conservación. «Si se hacen las cosas tan buenas que se están haciendo es por el entusiasmo de profesores y alumnos», denuncia.
Lo único que se ha logrado en dos universidades –la Rovira i Virgilia tarraconense y la de Barcelona– es que se imparta un título propio. Desde hace varios años también se ofertan posgrados, doctorados y masters relacionados con la gestión del patrimonio histórico y arqueológico. Las reiteradas peticiones de que se convierta en un segundo ciclo siempre han fracasado.
OPORTUNIDAD CON LA LOU. «Poco antes de la discusión y paralización de la Ley de Universidades (LOU), se había entregado al Ministerio de Educación una propuesta para la creación de una titulación de segundo ciclo en Arqueología, propuesta que quedó paralizada con el proceso de la nueva ley», recuerda Manuel González Morales, profesor de la Universidad de Cantabria y responsable de la investigación que se está desarrollando en la Cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria, Santander).
Esta campaña arqueológica se colocó en el punto de mira internacional cuando la Universidad de Harvard publicó recientemente un estudio sobre los hallazgos del yacimiento, que muestra la ocupación humana de la zona durante el Paleolítico y la Edad del Bronce. Las excavaciones de esta temporada comenzaron el 2 de junio y se extenderán hasta el 31 de julio.
Otro de los proyectos del docente es sacar adelante el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas, que acaba de crear la Universidad de Cantabria junto al Grupo Santander. González Morales sostiene que una carrera en Arqueología permitiría luchar contra uno de sus males: el intrusismo. «Se ve la investigación arqueológica como una actividad cultural más que puede realizar cualquiera, y así también las subvenciones se dilapidan sin seguir los criterios regulares de valoración de proyectos».
SALIDAS LABORALES. Los especialistas coinciden en que la Arqueología tiene cada vez más salidas profesionales. Es la idea que apunta Francisco Contreras desde la Universidad de Granada: «Se ha convertido en una profesión cada vez más requerida en ciudades, museos, obras públicas…, por lo que sería necesaria una titulación específica para evitar el intrusismo y la poca preparación de los arqueólogos».
Estos profesionales ven en el futuro Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) –que supondrá la homologación de los estudios universitarios en toda Europa, con la consiguiente modificación y supresión de los actuales y la creación de otros nuevos– una oportunidad para reinvidicar sus derechos. Como, por ejemplo, lograr una enseñanza menos teórica y más especializada. «La Arqueología necesita un componente práctico muy fuerte que no suele tener cabida en Historia», continúa Contreras.
También critican los expertos que las prácticas de los alumnos en las excavaciones se tengan que realizar en verano, al margen de la enseñanza reglada. Docentes como Carlos Sanz creen que la formación de un arqueólogo debería profundizar en otros campos más ligados a las Ciencias como Zoología, Botánica, Geología, Sistemas de Datación, Informática, Estadística… «Sería de gran interés la transversalidad a través de la elección de asignaturas de libre configuración de otras carreras», concluye.
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UN PRESTIGIO QUE TRASPASA FRONTERAS
Han sido arqueológos españoles los que han localizado el primer retrato frontal de un faraón egipcio. La exclusiva ha corrido a cargo del investigador del CSIC, José Manuel Galán, que encontró el hallazgo en la necrópolis Dra Abu el-Naga, en Luxor. Una colega de Galán, Maribel Martínez, también ha participado en un proyecto en Rusia de viviendas-madrigueras que desvelan la forma de vida de los mineros de hace más de 6.000 años.
Son ejemplos de proyectos internacionales promovidos por investigadores españoles. Los hay en Italia, Egipto, Jordania, Tanzania, América, Antártida… «Felizmente equipos españoles están trabajando por todo el mundo, no para enriquecer los museos con piezas deslumbrantes, como ocurrió en siglos pasados de extinta arqueología colonialista, sino para aprender de otras culturas», explica el catedrático de Arqueología de la Universidad de Salamanca, Jesús Liz.
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ÚNICO EN EUROPA
La enseñanza de Arqueología en España representa una excepción dentro de Europa, donde el resto de países sí cuenta con un título específico para indagar en el patrimonio cultural. En Francia, por ejemplo, la carrera se estructura en dos ciclos, de dos años cada uno. Los alumnos pueden continuar los estudios con una tesis doctoral y una segunda tesis de tercer ciclo. Los futuros arqueólogos italianos, en cambio, deben superar un total de 21 exámenes y un trabajo de investigación posterior para hacerse con un título. En Reino Unido han optado por una carrera de tres cursos, con la posibilidad de combinar la Arqueología con otras áreas como Historia, Latín, Griego, Geografía, etcétera.
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PRÁCTICAS DE VERANO
Los futuros arqueológos se entrenan durante el verano realizando prácticas. Es el tiempo que aprovechan los docentes para las excavaciones. Los estudiantes participan en los campos de trabajo que se organizan en toda España. El de la Cueva de El Mirón (Cantabria) se desarrollará hasta el 31 de julio, mientras que el yacimiento celtibérico de Segeda (Zaragoza) ofrece prácticas por quincenas durante los meses de agosto y septiembre.
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