Una investigación realizada en el departamento de Antropología de la Universidad de Granada ha estudiado las claves de la feminización del consumo de cigarrillos, tanto a nivel cuantitativo como a nivel cualitativo, que ha experimentado nuestra sociedad en los últimos 50 años. Una de las principales conclusiones de este trabajo es que el consumo de cigarrillos ha adquirido importantes funciones para las mujeres como herramienta de afrontamiento del estrés y la ansiedad, de control del apetito y el peso corporal y en la interacción social como facilitador de las relaciones sociales y en la interacción sentimental-sexual como herramienta de acercamiento y contacto con el sexo opuesto y metáfora erótica. Además, el consumo de cigarrillos opera como un símbolo de poder y resistencia frente a situaciones asimétricas entre los sexos y de dominación masculina.
El trabajo de María Luisa Jiménez Rodrigo, que en la actualidad trabaja en la Universidad de Sevilla, ha sido dirigido por el profesor Juan Francisco Gamella Mora, y para su realización se llevó a cabo un trabajo de campo de carácter cualitativo aplicando como técnicas de investigación entrevistas en profundidad, grupos de discusión, entrevistas estructuradas, observación participante y análisis de la publicidad de tabaco. Este estudio ha revelado que el consumo de cigarrillos ha adquirido para las mujeres fumadoras significados nuevos y específicos en el contexto de sus vidas cotidianas. Así, para las mujeres fumar presenta una serie de ventajas relativas que se estructuran en torno a cuatro dimensiones: emocional, corporal, social y simbólica y como expresión de poder y resistencia.
Un acto normalizado
Encuestas e indicadores muestran cómo cada vez más mujeres fuman. Sin embargo, “la feminización del consumo de cigarrillos presenta una dimensión cualitativa sin la cual no puede entenderse el ciclo de adopción del consumo de tabaco por parte las mujeres”, afirma la autora de este trabajo. A lo largo de los últimos 50 años se ha producido una transformación de los elementos simbólicos–culturales que configuran la representación social de la práctica de fumar y de la imagen de la mujer fumadora. “El consumo de cigarrillos ha pasado de ser un comportamiento “propio de varones” y socialmente censurado a las mujeres a un acto normalizado, aceptable y compatible con los modelos de feminidad”.
Jiménez Rodrigo explica que la adopción del tabaco por parte de las mujeres “ha ocurrido con un producto muy concreto: el cigarrillo industrial y elaborado con tabaco rubio”. Este producto, a diferencia respecto a las pipas, puros o tabaco negro, es percibido como compatible –tanto a nivel farmacológico como a nivel social y simbólico– con la feminidad. Y en este proceso, han desempeñado un papel crucial las empresas tabaqueras.
Compatible con las exigencias de la feminidad
Fumar se ha convertido en una práctica compatible con las exigencias sociales de “ser mujer”. “Para las mujeres fumadoras, el cigarrillo es un instrumento central para relajarse, no engordar, y mostrarse atractivas, maduras y femeninas, e incluso, las ayuda a ligar”.
Uno de los sentidos ligados con mayor fuerza al consumo femenino de cigarrillos son los relacionados con el estrés y la ansiedad. Las mujeres se enfrentan cotidianamente a situaciones potencialmente estresantes, como consecuencia de dobles jornadas, conflictos de roles familiares y laborales, condiciones precarias y discriminantes o situaciones de violencia y aislamiento social. “En general, fumar constituye una de las pocas válvulas de escape de las que disponen las mujeres para afrontar el estrés. Además, es concebido como un relajante de cualidades únicas tanto por sus efectos como por su disponibilidad y accesibilidad”.
Por otro lado, fumar para controlar el peso se ha configurado como uno de los sentidos del consumo de tabaco más relevantes para las mujeres, especialmente para las más jóvenes. La utilización del cigarrillo como instrumento regulador del apetito está ligada al modelo corporal femenino imperante en Occidente asentado en la delgadez. Jiménez Rodrigo señala que el consumo de cigarrillos presenta una importante dimensión social y colectiva, “ya que se encuentra integrado en las vidas cotidianas de las mujeres y presente en distintos contextos, pero principalmente, en los estudiantiles, laborales y de ocio, donde las mujeres han entrado masivamente”. Además, éste desempeña valiosas funciones sociales como instrumento facilitador de las relaciones sociales, al incrementar la seguridad en sí mismas y las oportunidades de relación social e integración grupal.
Otro sentido relevante tiene que ver con la atracción sexual y la seducción, si bien éste es más importante durante la adolescencia y la juventud. Fumar es una manera de establecer contacto con el sexo opuesto y mostrar una determinada imagen que se considera “atractiva” de cara a los varones. El cigarrillo es un instrumento de exhibición de la sexualidad femenina, lo cual encaja en los parámetros culturales que enfatizan el valor del éxito sentimental–sexual como elemento central del éxito femenino.
Parte de los resultados de esta investigación fueron presentados en el IX Congreso Español de Sociología, celebrado este año, y han sido publicados en la revista Liberaddictus.
Referencia: María Luisa Jiménez Rodrigo. Departamento de Antropología Social de la Universidad de Granada. Tfno: 958 240 694. Móvil: 675 319608 Correo e-: mljimenez@us.es