Un plan pionero previene conductas antisociales en niños recién escolarizados

– Un plan pionero previene conductas antisociales en niños recién escolarizados

Un programa de intervención pionero desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada permite prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados, que son dotados de unas competencias y habilidades básicas para desenvolverse ante posibles situaciones conflictivas.
EFE El instrumento principal de este estudio, en cuyo desarrollo han participado 105 alumnos de Educación Infantil pertenecientes a dos centros de Granada, pasa por reducir el comportamiento antisocial en menores de 3, 4 y 5 años, para lo cual se les aplicó el programa que denominan Aprender a Convivir.

En este programa, que aspira a incorporar al currículum de Educación Infantil sus contenidos y que se desarrolló a lo largo de varios meses, dos horas por semana, se trabajó a través de cuatro bloques: normas y cumplimiento, sentimientos y emociones, habilidades de comunicación y ayuda y cooperación.

El responsable de la investigación, Fernando Justicia, ha explicado a Efe que las actividades del programa se llevaron a cabo con el uso de una serie de marionetas, que hacían llegar de manera más cercana y eficaz a los menores los conocimientos que debían adquirir y las actitudes que habían de asimilar.

De esta forma, los niños, en los que se constataron cambios y mejoras de conducta, podían aprender a través de juegos, canciones o dibujos, en definitiva, divirtiéndose.

Para conseguir con mayor eficacia las metas establecidas fue necesario trabajar conjuntamente con los padres, que debían estar involucrados en la mayor medida posible en el programa y reforzar así en sus casas los comportamientos aprendidos en la escuela.

Antes de poner en práctica el programa de intervención Aprender a convivir se comprobó que entre el grupo experimental y el grupo control utilizados no existían diferencias significativas en ninguna de las variables analizadas, tanto de competencia social como de problemas de comportamiento.

A la luz de los resultados obtenidos tras analizar los datos de varios cuestionarios -usados como instrumentos de evaluación- se comprobó que los niños que participaron en el programa eran más cooperativos, sabían compartir, escuchaban y respetaban a los adultos.

A su vez, sabían pedir ayuda cuando la necesitaban, pedían perdón, reconocían cómo se sienten los demás, se adaptaban bien socialmente con sus compañeros de clase o eran más independientes en la realización de sus actividades, todo esto tras su participación.

En cambio, las puntuaciones de las variables que se referían a conductas antisociales disminuían significativamente tras la intervención.

Asimismo, eran más reflexivos antes de actuar, agredían en menor medida o nada a los demás, no necesitaban llamar la atención a menudo, no mentían tanto, ni eran tan caprichosos y, por otro, no tenían problemas a la hora de hacer amigos, no se aislaban y actuaban como niños de su edad.

Entre otros aspectos, los niños reaccionaban sin poner mala cara ante lo que no les gustaba, se quejaban menos, no se mostraban tensos, ni nerviosos, ansiosos o tristes sin justificación aparente, demostraban interés y afecto por los demás, sin tener miedo al ridículo y fueron capaces de estarse quietos si la situación lo exigía.

Todas estas mejoras en los niños tras haber participado en el programa justifican, según sus investigadores, la importancia del programa Aprender a Convivir, al estar centrado en el segundo ciclo de Educación Infantil, puesto que su objetivo principal es la prevención.

Se pretende así establecer las bases necesarias para que no tengan lugar comportamientos inadecuados en el futuro, dotando a los niños de un amplio repertorio de habilidades sociales para propiciar un adecuado ajuste social en su vida futura.
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Un programa de intervención pionero desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada permite prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados, que son dotados de unas competencias y habilidades básicas para desenvolverse ante posibles situaciones conflictivas.
EFE El instrumento principal de este estudio, en cuyo desarrollo han participado 105 alumnos de Educación Infantil pertenecientes a dos centros de Granada, pasa por reducir el comportamiento antisocial en menores de 3, 4 y 5 años, para lo cual se les aplicó el programa que denominan Aprender a Convivir.

En este programa, que aspira a incorporar al currículum de Educación Infantil sus contenidos y que se desarrolló a lo largo de varios meses, dos horas por semana, se trabajó a través de cuatro bloques: normas y cumplimiento, sentimientos y emociones, habilidades de comunicación y ayuda y cooperación.

El responsable de la investigación, Fernando Justicia, ha explicado a Efe que las actividades del programa se llevaron a cabo con el uso de una serie de marionetas, que hacían llegar de manera más cercana y eficaz a los menores los conocimientos que debían adquirir y las actitudes que habían de asimilar.

De esta forma, los niños, en los que se constataron cambios y mejoras de conducta, podían aprender a través de juegos, canciones o dibujos, en definitiva, divirtiéndose.

Para conseguir con mayor eficacia las metas establecidas fue necesario trabajar conjuntamente con los padres, que debían estar involucrados en la mayor medida posible en el programa y reforzar así en sus casas los comportamientos aprendidos en la escuela.

Antes de poner en práctica el programa de intervención Aprender a convivir se comprobó que entre el grupo experimental y el grupo control utilizados no existían diferencias significativas en ninguna de las variables analizadas, tanto de competencia social como de problemas de comportamiento.

A la luz de los resultados obtenidos tras analizar los datos de varios cuestionarios -usados como instrumentos de evaluación- se comprobó que los niños que participaron en el programa eran más cooperativos, sabían compartir, escuchaban y respetaban a los adultos.

A su vez, sabían pedir ayuda cuando la necesitaban, pedían perdón, reconocían cómo se sienten los demás, se adaptaban bien socialmente con sus compañeros de clase o eran más independientes en la realización de sus actividades, todo esto tras su participación.

En cambio, las puntuaciones de las variables que se referían a conductas antisociales disminuían significativamente tras la intervención.

Asimismo, eran más reflexivos antes de actuar, agredían en menor medida o nada a los demás, no necesitaban llamar la atención a menudo, no mentían tanto, ni eran tan caprichosos y, por otro, no tenían problemas a la hora de hacer amigos, no se aislaban y actuaban como niños de su edad.

Entre otros aspectos, los niños reaccionaban sin poner mala cara ante lo que no les gustaba, se quejaban menos, no se mostraban tensos, ni nerviosos, ansiosos o tristes sin justificación aparente, demostraban interés y afecto por los demás, sin tener miedo al ridículo y fueron capaces de estarse quietos si la situación lo exigía.

Todas estas mejoras en los niños tras haber participado en el programa justifican, según sus investigadores, la importancia del programa Aprender a Convivir, al estar centrado en el segundo ciclo de Educación Infantil, puesto que su objetivo principal es la prevención.

Se pretende así establecer las bases necesarias para que no tengan lugar comportamientos inadecuados en el futuro, dotando a los niños de un amplio repertorio de habilidades sociales para propiciar un adecuado ajuste social en su vida futura.
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Un plan pionero previene conductas antisociales en niños recién escolarizados

– Un plan pionero previene conductas antisociales en niños recién escolarizados

Un programa de intervención pionero desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada permite prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados, que son dotados de unas competencias y habilidades básicas para desenvolverse ante posibles situaciones conflictivas.
EFE El instrumento principal de este estudio, en cuyo desarrollo han participado 105 alumnos de Educación Infantil pertenecientes a dos centros de Granada, pasa por reducir el comportamiento antisocial en menores de 3, 4 y 5 años, para lo cual se les aplicó el programa que denominan Aprender a Convivir.

En este programa, que aspira a incorporar al currículum de Educación Infantil sus contenidos y que se desarrolló a lo largo de varios meses, dos horas por semana, se trabajó a través de cuatro bloques: normas y cumplimiento, sentimientos y emociones, habilidades de comunicación y ayuda y cooperación.

El responsable de la investigación, Fernando Justicia, ha explicado a Efe que las actividades del programa se llevaron a cabo con el uso de una serie de marionetas, que hacían llegar de manera más cercana y eficaz a los menores los conocimientos que debían adquirir y las actitudes que habían de asimilar.

De esta forma, los niños, en los que se constataron cambios y mejoras de conducta, podían aprender a través de juegos, canciones o dibujos, en definitiva, divirtiéndose.

Para conseguir con mayor eficacia las metas establecidas fue necesario trabajar conjuntamente con los padres, que debían estar involucrados en la mayor medida posible en el programa y reforzar así en sus casas los comportamientos aprendidos en la escuela.

Antes de poner en práctica el programa de intervención Aprender a convivir se comprobó que entre el grupo experimental y el grupo control utilizados no existían diferencias significativas en ninguna de las variables analizadas, tanto de competencia social como de problemas de comportamiento.

A la luz de los resultados obtenidos tras analizar los datos de varios cuestionarios -usados como instrumentos de evaluación- se comprobó que los niños que participaron en el programa eran más cooperativos, sabían compartir, escuchaban y respetaban a los adultos.

A su vez, sabían pedir ayuda cuando la necesitaban, pedían perdón, reconocían cómo se sienten los demás, se adaptaban bien socialmente con sus compañeros de clase o eran más independientes en la realización de sus actividades, todo esto tras su participación.

En cambio, las puntuaciones de las variables que se referían a conductas antisociales disminuían significativamente tras la intervención.

Asimismo, eran más reflexivos antes de actuar, agredían en menor medida o nada a los demás, no necesitaban llamar la atención a menudo, no mentían tanto, ni eran tan caprichosos y, por otro, no tenían problemas a la hora de hacer amigos, no se aislaban y actuaban como niños de su edad.

Entre otros aspectos, los niños reaccionaban sin poner mala cara ante lo que no les gustaba, se quejaban menos, no se mostraban tensos, ni nerviosos, ansiosos o tristes sin justificación aparente, demostraban interés y afecto por los demás, sin tener miedo al ridículo y fueron capaces de estarse quietos si la situación lo exigía.

Todas estas mejoras en los niños tras haber participado en el programa justifican, según sus investigadores, la importancia del programa Aprender a Convivir, al estar centrado en el segundo ciclo de Educación Infantil, puesto que su objetivo principal es la prevención.

Se pretende así establecer las bases necesarias para que no tengan lugar comportamientos inadecuados en el futuro, dotando a los niños de un amplio repertorio de habilidades sociales para propiciar un adecuado ajuste social en su vida futura.
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Un plan pionero previene conductas antisociales en niños recién escolarizados

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Un programa de intervención pionero desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada permite prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados, que son dotados de unas competencias y habilidades básicas para desenvolverse ante posibles situaciones conflictivas.
EFE El instrumento principal de este estudio, en cuyo desarrollo han participado 105 alumnos de Educación Infantil pertenecientes a dos centros de Granada, pasa por reducir el comportamiento antisocial en menores de 3, 4 y 5 años, para lo cual se les aplicó el programa que denominan Aprender a Convivir.

En este programa, que aspira a incorporar al currículum de Educación Infantil sus contenidos y que se desarrolló a lo largo de varios meses, dos horas por semana, se trabajó a través de cuatro bloques: normas y cumplimiento, sentimientos y emociones, habilidades de comunicación y ayuda y cooperación.

El responsable de la investigación, Fernando Justicia, ha explicado a Efe que las actividades del programa se llevaron a cabo con el uso de una serie de marionetas, que hacían llegar de manera más cercana y eficaz a los menores los conocimientos que debían adquirir y las actitudes que habían de asimilar.

De esta forma, los niños, en los que se constataron cambios y mejoras de conducta, podían aprender a través de juegos, canciones o dibujos, en definitiva, divirtiéndose.

Para conseguir con mayor eficacia las metas establecidas fue necesario trabajar conjuntamente con los padres, que debían estar involucrados en la mayor medida posible en el programa y reforzar así en sus casas los comportamientos aprendidos en la escuela.

Antes de poner en práctica el programa de intervención Aprender a convivir se comprobó que entre el grupo experimental y el grupo control utilizados no existían diferencias significativas en ninguna de las variables analizadas, tanto de competencia social como de problemas de comportamiento.

A la luz de los resultados obtenidos tras analizar los datos de varios cuestionarios -usados como instrumentos de evaluación- se comprobó que los niños que participaron en el programa eran más cooperativos, sabían compartir, escuchaban y respetaban a los adultos.

A su vez, sabían pedir ayuda cuando la necesitaban, pedían perdón, reconocían cómo se sienten los demás, se adaptaban bien socialmente con sus compañeros de clase o eran más independientes en la realización de sus actividades, todo esto tras su participación.

En cambio, las puntuaciones de las variables que se referían a conductas antisociales disminuían significativamente tras la intervención.

Asimismo, eran más reflexivos antes de actuar, agredían en menor medida o nada a los demás, no necesitaban llamar la atención a menudo, no mentían tanto, ni eran tan caprichosos y, por otro, no tenían problemas a la hora de hacer amigos, no se aislaban y actuaban como niños de su edad.

Entre otros aspectos, los niños reaccionaban sin poner mala cara ante lo que no les gustaba, se quejaban menos, no se mostraban tensos, ni nerviosos, ansiosos o tristes sin justificación aparente, demostraban interés y afecto por los demás, sin tener miedo al ridículo y fueron capaces de estarse quietos si la situación lo exigía.

Todas estas mejoras en los niños tras haber participado en el programa justifican, según sus investigadores, la importancia del programa Aprender a Convivir, al estar centrado en el segundo ciclo de Educación Infantil, puesto que su objetivo principal es la prevención.

Se pretende así establecer las bases necesarias para que no tengan lugar comportamientos inadecuados en el futuro, dotando a los niños de un amplio repertorio de habilidades sociales para propiciar un adecuado ajuste social en su vida futura.
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Investigadores de la UGR desarrollan un programa para prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados

– Investigadores de la UGR desarrollan un programa para prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados

Un programa de intervención pionero desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada permite prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados, que son dotados de unas competencias y habilidades básicas para desenvolverse ante posibles situaciones conflictivas.

El instrumento principal de este estudio, en cuyo desarrollo han participado 105 alumnos de Educación Infantil pertenecientes a dos centros de Granada, pasa por reducir el comportamiento antisocial en menores de 3, 4 y 5 años, para lo cual se les aplicó el programa que denominan Aprender a Convivir.

En este programa, que aspira a incorporar al currículum de Educación Infantil sus contenidos y que se desarrolló a lo largo de varios meses, dos horas por semana, se trabajó a través de cuatro bloques: normas y cumplimiento, sentimientos y emociones, habilidades de comunicación y ayuda y cooperación.

El responsable de la investigación, Fernando Justicia, ha explicado a Efe que las actividades del programa se llevaron a cabo con el uso de una serie de marionetas, que hacían llegar de manera más cercana y eficaz a los menores los conocimientos que debían adquirir y las actitudes que habían de asimilar.

De esta forma, los niños, en los que se constataron cambios y mejoras de conducta, podían aprender a través de juegos, canciones o dibujos, en definitiva, divirtiéndose.

Para conseguir con mayor eficacia las metas establecidas fue necesario trabajar conjuntamente con los padres, que debían estar involucrados en la mayor medida posible en el programa y reforzar así en sus casas los comportamientos aprendidos en la escuela.

Antes de poner en práctica el programa de intervención Aprender a convivir se comprobó que entre el grupo experimental y el grupo control utilizados no existían diferencias significativas en ninguna de las variables analizadas, tanto de competencia social como de problemas de comportamiento.

A la luz de los resultados obtenidos tras analizar los datos de varios cuestionarios -usados como instrumentos de evaluación- se comprobó que los niños que participaron en el programa eran más cooperativos, sabían compartir, escuchaban y respetaban a los adultos.

A su vez, sabían pedir ayuda cuando la necesitaban, pedían perdón, reconocían cómo se sienten los demás, se adaptaban bien socialmente con sus compañeros de clase o eran más independientes en la realización de sus actividades, todo esto tras su participación.

En cambio, las puntuaciones de las variables que se referían a conductas antisociales disminuían significativamente tras la intervención.

Asimismo, eran más reflexivos antes de actuar, agredían en menor medida o nada a los demás, no necesitaban llamar la atención a menudo, no mentían tanto, ni eran tan caprichosos y, por otro, no tenían problemas a la hora de hacer amigos, no se aislaban y actuaban como niños de su edad.

Entre otros aspectos, los niños reaccionaban sin poner mala cara ante lo que no les gustaba, se quejaban menos, no se mostraban tensos, ni nerviosos, ansiosos o tristes sin justificación aparente, demostraban interés y afecto por los demás, sin tener miedo al ridículo y fueron capaces de estarse quietos si la situación lo exigía.

Todas estas mejoras en los niños tras haber participado en el programa justifican, según sus investigadores, la importancia del programa Aprender a Convivir, al estar centrado en el segundo ciclo de Educación Infantil, puesto que su objetivo principal es la prevención.

Se pretende así establecer las bases necesarias para que no tengan lugar comportamientos inadecuados en el futuro, dotando a los niños de un amplio repertorio de habilidades sociales para propiciar un adecuado ajuste social en su vida futura.
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El cerebro humano no está diseñado para alcanzar la felicidad, según un experto en Fisiología

– El cerebro humano no está diseñado para alcanzar la felicidad, según un experto en Fisiología

El cerebro humano, producto de 700 millones de años de evolución, no está diseñado para alcanzar la felicidad, según el profesor Francisco Mora, director del Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y participante del ciclo En tierra de nadie, organizado por la Fundación de Ciencias de la Salud y la Residencia de Estudiantes.

Según informó en un comunicado la fundación, la principal causa de la infelicidad del ser humano estaría en el sistema límbico, o cerebro emocional, una estructura que gestiona respuestas emocionales ante estímulos sensoriales.

Es en el cerebro emocional donde toda la información que recibimos del mundo externo a través de los sentidos se impregna de matices emocionales, de placer o dolor, lo que realmente nos impide ser felices, explica el experto, para quien, en definitiva, el cerebro está diseñado para luchar por la supervivencia.

No obstante, a diferencia de los animales, el ser humano, cuyo cerebro pesa aproximadamente un kilo y medio y posee una complejísima organización funcional, ha atisbado la conciencia de si mismo.

Esta circunstancia que le lleva a plantearse dos vías para lograr felicidad, una de ellas consiste en mantener el equilibrio entre el placer y el dolor, pues ambos extremos producen infelicidad, y la otra, más drástica y quizás más auténtica, en aislarse del mundo, evitando interaccionar con él y que la información sensorial alcance el sistema emocional del cerebro.

AISLARSE DEL MUNDO PARA SER FELIZ

Esta segunda vía se alcanzaría por la idea de Dios y el rezo o la meditación. Quien en medio del placer no siente deseo (…) Quien ha abandonado todo impulso, temor o cólera (…) Quien ni odia ni se entristece (…) Ése está en plena posesión de la felicidad o la sabiduría, destacó el profesor Mora, con una cita del Mahabarata, un libro Indio sobre religión, filosofía y mitología.

Por su parte, el escritor Luis Muñoz, licenciado en Filología Española y en Filología Románica por la Universidad de Granada, destacó que, desde el punto de vista de la literatura, es más fácil escribir sobre la infelicidad porque este estado lleva aparejada la necesidad de aliviar el dolor que produce, algo que puede hacerse fácilmente a través del lenguaje poético. La felicidad no necesita de ningún tipo de escritura por su condición irreflexiva, acotó.

El lenguaje de la poesía expresa la infelicidad mejor que la felicidad, pues cuenta con más recursos verbales para la primera y atrae especialmente los momentos desgraciados, añadió. Esto explicaría, entre otras cosas, que este tema haya impregnado tantos poemas desde los orígenes del género, que no es más que el testimonio de una sensibilidad o de una inteligencia, concluyó.
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Un plan pionero previene conductas antisociales en niños recién escolarizados

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Un programa de intervención pionero desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada permite prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados, que son dotados de unas competencias y habilidades básicas para desenvolverse ante posibles situaciones conflictivas.

El instrumento principal de este estudio, en cuyo desarrollo han participado 105 alumnos de Educación Infantil pertenecientes a dos centros de Granada, pasa por reducir el comportamiento antisocial en menores de 3, 4 y 5 años, para lo cual se les aplicó el programa que denominan Aprender a Convivir.

En este programa, que aspira a incorporar al currículum de Educación Infantil sus contenidos y que se desarrolló a lo largo de varios meses, dos horas por semana, se trabajó a través de cuatro bloques: normas y cumplimiento, sentimientos y emociones, habilidades de comunicación y ayuda y cooperación.

El responsable de la investigación, Fernando Justicia, ha explicado a Efe que las actividades del programa se llevaron a cabo con el uso de una serie de marionetas, que hacían llegar de manera más cercana y eficaz a los menores los conocimientos que debían adquirir y las actitudes que habían de asimilar.

De esta forma, los niños, en los que se constataron cambios y mejoras de conducta, podían aprender a través de juegos, canciones o dibujos, en definitiva, divirtiéndose.

Para conseguir con mayor eficacia las metas establecidas fue necesario trabajar conjuntamente con los padres, que debían estar involucrados en la mayor medida posible en el programa y reforzar así en sus casas los comportamientos aprendidos en la escuela.

Antes de poner en práctica el programa de intervención Aprender a convivir se comprobó que entre el grupo experimental y el grupo control utilizados no existían diferencias significativas en ninguna de las variables analizadas, tanto de competencia social como de problemas de comportamiento.

A la luz de los resultados obtenidos tras analizar los datos de varios cuestionarios -usados como instrumentos de evaluación- se comprobó que los niños que participaron en el programa eran más cooperativos, sabían compartir, escuchaban y respetaban a los adultos.

A su vez, sabían pedir ayuda cuando la necesitaban, pedían perdón, reconocían cómo se sienten los demás, se adaptaban bien socialmente con sus compañeros de clase o eran más independientes en la realización de sus actividades, todo esto tras su participación.

En cambio, las puntuaciones de las variables que se referían a conductas antisociales disminuían significativamente tras la intervención.

Asimismo, eran más reflexivos antes de actuar, agredían en menor medida o nada a los demás, no necesitaban llamar la atención a menudo, no mentían tanto, ni eran tan caprichosos y, por otro, no tenían problemas a la hora de hacer amigos, no se aislaban y actuaban como niños de su edad.

Entre otros aspectos, los niños reaccionaban sin poner mala cara ante lo que no les gustaba, se quejaban menos, no se mostraban tensos, ni nerviosos, ansiosos o tristes sin justificación aparente, demostraban interés y afecto por los demás, sin tener miedo al ridículo y fueron capaces de estarse quietos si la situación lo exigía.

Todas estas mejoras en los niños tras haber participado en el programa justifican, según sus investigadores, la importancia del programa Aprender a Convivir, al estar centrado en el segundo ciclo de Educación Infantil, puesto que su objetivo principal es la prevención.

Se pretende así establecer las bases necesarias para que no tengan lugar comportamientos inadecuados en el futuro, dotando a los niños de un amplio repertorio de habilidades sociales para propiciar un adecuado ajuste social en su vida futura.
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Tenemos un cerebro que no está diseñado para alcanzar la felicidad

– Tenemos un cerebro que no está diseñado para alcanzar la felicidad

El cerebro humano, producto de 700 millones de años de evolución, no está diseñado para alcanzar la felicidad, según el profesor Francisco Mora, director del Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y participante del ciclo En tierra de nadie, organizado por la Fundación de Ciencias de la Salud y la Residencia de Estudiantes.

Según informó hoy en un comunicado la fundación, la principal causa de la infelicidad del ser humano estaría en el sistema límbico, o cerebro emocional, una estructura que gestiona respuestas emocionales ante estímulos sensoriales.

Es en el cerebro emocional donde toda la información que recibimos del mundo externo a través de los sentidos se impregna de matices emocionales, de placer o dolor, lo que realmente nos impide ser felices, explica el experto, para quien, en definitiva, el cerebro está diseñado para luchar por la supervivencia.

No obstante, a diferencia de los animales, el ser humano, cuyo cerebro pesa aproximadamente un kilo y medio y posee una complejísima organización funcional, ha atisbado la conciencia de si mismo.

Esta circunstancia que le lleva a plantearse dos vías para lograr felicidad, una de ellas consiste en mantener el equilibrio entre el placer y el dolor, pues ambos extremos producen infelicidad, y la otra, más drástica y quizás más auténtica, en aislarse del mundo, evitando interaccionar con él y que la información sensorial alcance el sistema emocional del cerebro.

AISLARSE DEL MUNDO PARA SER FELIZ

Esta segunda vía se alcanzaría por la idea de Dios y el rezo o la meditación. Quien en medio del placer no siente deseo (…) Quien ha abandonado todo impulso, temor o cólera (…) Quien ni odia ni se entristece (…) Ése está en plena posesión de la felicidad o la sabiduría, destacó el profesor Mora, con una cita del Mahabarata, un libro Indio sobre religión, filosofía y mitología.

Por su parte, el escritor Luis Muñoz, licenciado en Filología Española y en Filología Románica por la Universidad de Granada, destacó que, desde el punto de vista de la literatura, es más fácil escribir sobre la infelicidad porque este estado lleva aparejada la necesidad de aliviar el dolor que produce, algo que puede hacerse fácilmente a través del lenguaje poético. La felicidad no necesita de ningún tipo de escritura por su condición irreflexiva, acotó.

El lenguaje de la poesía expresa la infelicidad mejor que la felicidad, pues cuenta con más recursos verbales para la primera y atrae especialmente los momentos desgraciados, añadió. Esto explicaría, entre otras cosas, que este tema haya impregnado tantos poemas desde los orígenes del género, que no es más que el testimonio de una sensibilidad o de una inteligencia, concluyó.

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Un plan previene conductas antisociales

– Un plan previene conductas antisociales

Un programa de intervención pionero desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada permite prevenir conductas antisociales en niños recién escolarizados, que son dotados de unas competencias y habilidades básicas para desenvolverse ante posibles situaciones conflictivas. El instrumento principal de este estudio, en cuyo desarrollo han participado 105 alumnos de Educación Infantil pertenecientes a dos centros de Granada, pasa por reducir el comportamiento antisocial en menores de 3, 4 y 5 años, para lo cual se les aplicó el programa que denominan Aprender a Convivir. En este programa, que aspira a incorporar al currí­culum de Educación Infantil sus contenidos, se trabajó cuatro meses a través de cuatro bloques: normas y cumplimiento, sentimientos y emociones, habilidades de comunicación y ayuda y cooperación.
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Francisco González Lodeiro: «Vivas y yo coincidimos en que lo más prioritario es cerrar la integración de Enfermería»

– Deu: “La paciencia de la Ciudad con el MEC sobre el campus llegará a junio”

La consejera de Educación sigue sin una respuesta del Ministerio respecto a este asunto y esperó que “en positivo o en negativo” se nos conteste si existe interés

El proyecto de campus universitario del Gobierno de la Ciudad se ha topado con dos procesos electorales (UGR y Ejecutivo nacional) que no han venido nada bien para relanzar una actuación prioritaria para Ceuta. De esta forma, la consejera de Educación, Mabel Deu, recordó al Ministerio de Educación que sigue sin noticias desde que hace ya meses se les hiciera llegar el borrador de convenio.

La representante del gobierno ceutí explicó que la última comunicación se remitió al director general de Universidades y al secretario general de Educación antes de las elecciones.

“El Gobierno de la Ciudad ha sido paciente y va a esperar hasta junio”, espetó Deu en una clara indirecta al Ministerio. Será entonces cuando finalice el curso lectivo y el nuevo gobierno de la nación esté más estable.

Deu no entendió como el MEC no contesta ni positiva ni negativamente a la propuesta de convenio. Todo el tiempo transcurrido invita a la Ciudad a pensar que la contestación será negativa: “Nosotros no esperamos en positivo pero por lo menos que nos digan que no”.

Haya respuesta o no la Ciudad emprenderá acciones de restauración del acuartelamiento Teniente Ruiz aunque los usos variarán si no se cuenta con el apoyo del MEC. Tras la pertinente rehabilitación, la finalidad del edificio podría estar encaminada a las áreas de Juventud y Mujer, según apuntó Deu.

El otro de los frentes abiertos es el relativo a la integración de la Escuela de Enfermería en la Universidad de Granada. La última comunicación de la Ciudad fue en el sentido de urgir al MEC a firmar el convenio de traspaso puesto que el Gobierno local no podría asumir el coste de la integración cuando se produzca si hasta entonces tiene que hacer paulatinos dispendios económicos.

Deu confirmó que la integración se hará por lo que esperó que la firma del convenio sea de las primeras cosas que aborde el o la nueva titular de la cartera de Educación.

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Imbroda asegura que a Melilla “no la va a conocer ni la madre que la parió”

– Imbroda asegura que a Melilla “no la va a conocer ni la madre que la parió”

El presidente de la Ciudad manifestó que “son muchas las cosas en las que estamos trabajando y que son los grandes compromisos electorales que estamos cumpliendo. Ya está inaugurada la calle de la Universidad de Granada porque va a descongestionar mucho el tráfico cuando se inicie el proyecto de soterramiento de la Carretera de Alfonso XIII para que por fín se acabe el nudo y los atascos de la zona.
El proyecto del soterramiento hasta casi los pabellones militares está muy avanzado. Asímismo, también manifiestó que “se está estudiando en estos momentos el anteproyecto de una gran piscina olímpica”.

En el ámbito del tráfico rodado, habló el presidente de la Ciudad “de una nueva ronda de circulación que va desde la carretera que va al cementerio municipal pasando por la incineradora y llegue hasta Cabrerizas sin necesidad de pasar por el barrio del Polígono ni por la calle México que evita el atasco de tráfico que se produce a diario en el nudo del Polígono. Es una especie de circunvalación por el camino del Polvorín”. En otro orden de coasas, también habló el mandatario de “una renovación integral del barrio de la Constitución, en materia de Urbanismo, y del barrio de La Libertad”.

Afirmó el presidente que también están en marcha “otros proyectos como el pabellón deportivo dirigido principalmente para la práctica del baloncesto en el barrio del Real”.

En materia de agua, aseguró Imbroda que “ya se están adjudicando cosas como la gestión del agua, captación y control de aguas con una inversión de cuatro millones de euros que ya se han adjudicado en Mesa de Contratación”.
“Es un programa muy ambicioso de más de 150 millones de euros de inversión en estos cuatro años de legislatura” según manifestó el presidente Imbroda.
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Al borde de la proeza

– Al borde de la proeza

desde La Red Por Daniel López Paz Jugador De Voleibol Del CDU

NUNCA pude imaginar, desde que empecé a jugar a este deporte hace ya 16 años, que se podían vivir unas sensaciones dentro de una cancha de voleibol como las que viví ayer en el pabellón de Fuentenueva.

La victoria estaba al alcance de nuestras manos, llegamos a rozarla, pero finalmente se escapó. Una victoria, que es lo único que faltó en una jornada que tuvo todo lo que un deportista puede pedir en la vida. Era un partido inédito e histórico en la trayectoria del CDU Granada de voleibol masculino, la imagen del viejo pabellón de Fuentenueva, escenario de tantas competiciones en sus más de 30 años de vida, lleno hasta la bandera, un público entregado que se ha volcado con nosotros en una cita tan importante y en una situación tan difícil, como la que estamos atravesando para la supervivencia del deporte de alto rendimiento en la Universidad de Granada, etcétera. Todo conformaba el caldo de cultivo perfecto para vivir, como así ha sido, un día que jamás podré olvidar.

Ya en el primer partido de semifinales en Almería, las sensaciones que se experimentaron fueron únicas, pero lo de hoy supera con creces cualquier otra cosa vivida anteriormente. El partido fue de tal igualdad, intensidad y dramatismo que en muchos momentos se te llega a poner literalmente el vello de punta. Como espectador viví algunos partidos de este calibre durante la época dorada del equipo femenino, como una final la Copa de la Reina o play off por el título de liga, pero ahora, sobre la pista, es algo tan grande que es difícil expresarlo con palabras. A veces hay instantes durante el partido en los que te paras a pensar durante unos segundos mirando a tu alrededor, y te dices: es verdad, no lo estás soñando, disfruta al máximo.

Hoy tenemos otra oportunidad de seguir disfrutando, y vamos a morir para mantener vivo este sueño. Si Unicaja Almería quiere ganar tendrá que, como ayer, jugar al 200 por ciento, porque con un público como el nuestro al lado somos capaces de todo.
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