Granada Hoy

Pág. 4 – Opinión: Rectores en la encrucijada

Pág. 14 – Publicidad: Exposición V Centenario Hospital Real. 30 años sede del Rectorado

Pág. 17: Universidad. Inauguración de Universitour (Pistas para hoy)

Pág. 18: Vivir en Granada

– ‘Rumanía siglo XXI’, un repaso a su filmografía

– Antonio Carvajal desde la poesía y el arte, en La Madraza

Descarga por URL: http://sl.ugr.es/030D

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Granada Hoy

Pág. 4 – Opinión: Rectores en la encrucijada

Pág. 14 – Publicidad: Exposición V Centenario Hospital Real. 30 años sede del Rectorado

Pág. 17: Universidad. Inauguración de Universitour (Pistas para hoy)

Pág. 18: Vivir en Granada

– ‘Rumanía siglo XXI’, un repaso a su filmografía

– Antonio Carvajal desde la poesía y el arte, en La Madraza

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Antonio Carvajal desde la poesía y el arte, exposición de fotografías de Francisco Fernández

  • Se inaugura el jueves, 13 de diciembre de 2012, a las 20.30 horas, en la Sala de Exposiciones del Palacio de La Madraza, organizada por el Centro de Cultura Contemporánea del Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte de la UGR

Antonio Carvajal desde la poesía y el arte, es el título que da nombre a la exposición de fotografías del profesor de la UGR Francisco Fernández, que se inaugura el jueves, 13 de diciembre de 2012, a las 20.30 horas, en la Sala de Exposiciones del Palacio de La Madraza, organizada por el Centro de Cultura Contemporánea del Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte de la UGR (Fondos de la colección de Arte Contemporáneo), con la colaboración de la Fundación “Jorge Guillén” y Centro de Arte Contemporáneo “Francisco Fernández”.

La exposición podrá visitarse del 13 de diciembre de 2012 al 31 de enero de 2013, de lunes a viernes de 11.00 a 14.00 horas y de 17.30 a 20.30 horas. Sábados, domingos y festivos permanecerá cerrada.

Actividad

  • Exposición: Antonio Carvajal desde la poesía y el arte.
  • Fotógrafo: Francisco Fernández.
  • Lugar: Sala de Exposiciones del Palacio de La Madraza (Oficios, 14).
  • Inauguración: Jueves, 13 de diciembre de 2012.
  • Hora: 20.30 horas.
  • Fechas de exhibición: Del 13 de diciembre de 2012 al 31 de enero de 2013.
  • Días y horarios de visita: De lunes a viernes, de 11.00 a 14.00 horas y de 17.30 a 20.30 horas. Sábados, domingos y festivos, cerrado.
  • Organiza y produce: Centro de Cultura Contemporánea del Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte de la UGR.

Contacto: Profesor Francisco J. Sánchez Montalbán. Director de la Colección de Arte Contemporáneo de la UGR. Correo electrónico: fjsanche@ugr.es


Antonio Carvajal desde la poesía y el arte, exposición de fotografías de Francisco Fernández

  • Se inaugura el jueves, 13 de diciembre de 2012, a las 20.30 horas, en la Sala de Exposiciones del Palacio de La Madraza, organizada por el Centro de Cultura Contemporánea del Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte de la UGR

Antonio Carvajal desde la poesía y el arte, es el título que da nombre a la exposición de fotografías del profesor de la UGR Francisco Fernández, que se inaugura el jueves, 13 de diciembre de 2012, a las 20.30 horas, en la Sala de Exposiciones del Palacio de La Madraza, organizada por el Centro de Cultura Contemporánea del Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte de la UGR (Fondos de la colección de Arte Contemporáneo), con la colaboración de la Fundación “Jorge Guillén” y Centro de Arte Contemporáneo “Francisco Fernández”.

La exposición podrá visitarse del 13 de diciembre de 2012 al 31 de enero de 2013, de lunes a viernes de 11.00 a 14.00 horas y de 17.30 a 20.30 horas. Sábados, domingos y festivos permanecerá cerrada.

Actividad

  • Exposición: Antonio Carvajal desde la poesía y el arte.
  • Fotógrafo: Francisco Fernández.
  • Lugar: Sala de Exposiciones del Palacio de La Madraza (Oficios, 14).
  • Inauguración: Jueves, 13 de diciembre de 2012.
  • Hora: 20.30 horas.
  • Fechas de exhibición: Del 13 de diciembre de 2012 al 31 de enero de 2013.
  • Días y horarios de visita: De lunes a viernes, de 11.00 a 14.00 horas y de 17.30 a 20.30 horas. Sábados, domingos y festivos, cerrado.
  • Organiza y produce: Centro de Cultura Contemporánea del Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte de la UGR.

Contacto: Profesor Francisco J. Sánchez Montalbán. Director de la Colección de Arte Contemporáneo de la UGR. Correo electrónico: fjsanche@ugr.es


Células madre de pacientes con osteoartritis son capaces de regenerar un cartílago dañado

Científicos de las universidades de Granada y Jaén, pertenecientes al grupo de investigación «Terapias avanzadas: diferenciación, regeneración y cáncer (CTS-963)», han demostrado por primera vez que extractos celulares obtenidos a partir de muestras de cartílago de pacientes con osteoartritis promueven la diferenciación de células madre obtenidas de grasa de la articulación de la rodilla del propio paciente hacia condrocitos (células de cartílago).

La osteoartritis es una enfermedad frecuente en las personas de mediana edad, que provoca la pérdida del cartílago que recubre las superficies articulares y cuya función es proteger y amortiguar el contacto de los huesos. Una posible manera de ayudar a estos pacientes, afirman los investigadores, sería recuperar ese tejido mediante la terapia celular, es decir, mediante la implantación de células regeneradoras de cartílago.

Los investigadores andaluces, coordinados por el profesor Juan Antonio Marchal Corrales, miembro del Instituto de Biopatología y Biomedicina Regenerativa (IBIMER) de la Universidad de Granada a través del proyecto de excelencia BIOMER CONDROSTEM 3D, llevan a cabo la investigación con células madre para reparar el cartílago dañado en pacientes con osteoartritis.

GRASA PROCEDENTE DE LA ARTICULACIÓN

Para ello, los científicos, en colaboración con el Hospital Clínico Universitario de Granada y el Banco Sectorial de Tejidos de Málaga, han aislado las células madre de la grasa localizada en la articulación de la rodilla de pacientes sometidos a intervención quirúrgica para la implantación de prótesis de rodilla. A su vez, del mismo paciente también se obtuvo una muestra de cartílago, del cual se aislaron los condrocitos (células de cartílago).

Las células madre adultas tienen la asombrosa capacidad de diferenciarse en células de cartílago, hueso y músculo. Utilizando esta capacidad, los investigadores consiguieron la conversión de las células madre hacia condrocitos basándose en el proceso de la transdiferenciación, según el cual una célula madre genera células en otro camino que no corresponde a la ruta de diferenciación celular de origen. La técnica usada consistió en la apertura de poros en las células madre y su exposición al extracto celular realizado con los condrocitos de las rodillas afectadas.

Para regenerar un tejido son necesarias las células que lo conforman, pero éstas no se pueden distribuir con un orden aleatorio; se disponen con una determinada forma, que no es plana, sino en 3D. Por tanto, los investigadores fueron más allá y cultivaron estas células diferenciadas en soportes 3D, llamados «andamios», con el fin de actuar de soporte para el mantenimiento y la formación de tejido cartilaginoso.

Dichos soportes están hechos de materiales biodegradables y actualmente son comercializados para su implantación en lesiones del cartílago de la rodilla. El crecimiento de estas células diferenciadas en los soportes supone un gran avance, ya que con la incorporación de las células se espera un incremento de la integración de dichos soportes en el tejido del paciente.

La gran ventaja del método consiste en que se trataría de un implante o transplante autólogo, ya que se trabaja con las células del propio paciente tomadas de su propia grasa, se expanden en cultivo, se diferencian y se vuelven a inocular en las articulaciones del mismo paciente, sin posibilidades de rechazo.

Este trabajo ha sido publicado recientemente en la prestigiosa revista Osteoarthritis and Cartilage, número uno a nivel mundial en el campo de la Ortopedia y la Traumatología.

El estudio ha sido realizado «in vitro» y, por tanto, el siguiente paso será comprobar la capacidad de regeneración «in vivo», en animales grandes como cabras, ovejas o caballos, requisito indispensable para poder realizar los primeros ensayos con pacientes.

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Células madre de pacientes con osteoartritis son capaces de regenerar un cartílago dañado

Científicos de las universidades de Granada y Jaén, pertenecientes al grupo de investigación «Terapias avanzadas: diferenciación, regeneración y cáncer (CTS-963)», han demostrado por primera vez que extractos celulares obtenidos a partir de muestras de cartílago de pacientes con osteoartritis promueven la diferenciación de células madre obtenidas de grasa de la articulación de la rodilla del propio paciente hacia condrocitos (células de cartílago).

La osteoartritis es una enfermedad frecuente en las personas de mediana edad, que provoca la pérdida del cartílago que recubre las superficies articulares y cuya función es proteger y amortiguar el contacto de los huesos. Una posible manera de ayudar a estos pacientes, afirman los investigadores, sería recuperar ese tejido mediante la terapia celular, es decir, mediante la implantación de células regeneradoras de cartílago.

Los investigadores andaluces, coordinados por el profesor Juan Antonio Marchal Corrales, miembro del Instituto de Biopatología y Biomedicina Regenerativa (IBIMER) de la Universidad de Granada a través del proyecto de excelencia BIOMER CONDROSTEM 3D, llevan a cabo la investigación con células madre para reparar el cartílago dañado en pacientes con osteoartritis.

GRASA PROCEDENTE DE LA ARTICULACIÓN

Para ello, los científicos, en colaboración con el Hospital Clínico Universitario de Granada y el Banco Sectorial de Tejidos de Málaga, han aislado las células madre de la grasa localizada en la articulación de la rodilla de pacientes sometidos a intervención quirúrgica para la implantación de prótesis de rodilla. A su vez, del mismo paciente también se obtuvo una muestra de cartílago, del cual se aislaron los condrocitos (células de cartílago).

Las células madre adultas tienen la asombrosa capacidad de diferenciarse en células de cartílago, hueso y músculo. Utilizando esta capacidad, los investigadores consiguieron la conversión de las células madre hacia condrocitos basándose en el proceso de la transdiferenciación, según el cual una célula madre genera células en otro camino que no corresponde a la ruta de diferenciación celular de origen. La técnica usada consistió en la apertura de poros en las células madre y su exposición al extracto celular realizado con los condrocitos de las rodillas afectadas.

Para regenerar un tejido son necesarias las células que lo conforman, pero éstas no se pueden distribuir con un orden aleatorio; se disponen con una determinada forma, que no es plana, sino en 3D. Por tanto, los investigadores fueron más allá y cultivaron estas células diferenciadas en soportes 3D, llamados «andamios», con el fin de actuar de soporte para el mantenimiento y la formación de tejido cartilaginoso.

Dichos soportes están hechos de materiales biodegradables y actualmente son comercializados para su implantación en lesiones del cartílago de la rodilla. El crecimiento de estas células diferenciadas en los soportes supone un gran avance, ya que con la incorporación de las células se espera un incremento de la integración de dichos soportes en el tejido del paciente.

La gran ventaja del método consiste en que se trataría de un implante o transplante autólogo, ya que se trabaja con las células del propio paciente tomadas de su propia grasa, se expanden en cultivo, se diferencian y se vuelven a inocular en las articulaciones del mismo paciente, sin posibilidades de rechazo.

Este trabajo ha sido publicado recientemente en la prestigiosa revista Osteoarthritis and Cartilage, número uno a nivel mundial en el campo de la Ortopedia y la Traumatología.

El estudio ha sido realizado «in vitro» y, por tanto, el siguiente paso será comprobar la capacidad de regeneración «in vivo», en animales grandes como cabras, ovejas o caballos, requisito indispensable para poder realizar los primeros ensayos con pacientes.

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Células madre de pacientes con osteoartritis son capaces de regenerar un cartílago dañado

Científicos de las universidades de Granada y Jaén, pertenecientes al grupo de investigación «Terapias avanzadas: diferenciación, regeneración y cáncer (CTS-963)», han demostrado por primera vez que extractos celulares obtenidos a partir de muestras de cartílago de pacientes con osteoartritis promueven la diferenciación de células madre obtenidas de grasa de la articulación de la rodilla del propio paciente hacia condrocitos (células de cartílago).

La osteoartritis es una enfermedad frecuente en las personas de mediana edad, que provoca la pérdida del cartílago que recubre las superficies articulares y cuya función es proteger y amortiguar el contacto de los huesos. Una posible manera de ayudar a estos pacientes, afirman los investigadores, sería recuperar ese tejido mediante la terapia celular, es decir, mediante la implantación de células regeneradoras de cartílago.

Los investigadores andaluces, coordinados por el profesor Juan Antonio Marchal Corrales, miembro del Instituto de Biopatología y Biomedicina Regenerativa (IBIMER) de la Universidad de Granada a través del proyecto de excelencia BIOMER CONDROSTEM 3D, llevan a cabo la investigación con células madre para reparar el cartílago dañado en pacientes con osteoartritis.

GRASA PROCEDENTE DE LA ARTICULACIÓN

Para ello, los científicos, en colaboración con el Hospital Clínico Universitario de Granada y el Banco Sectorial de Tejidos de Málaga, han aislado las células madre de la grasa localizada en la articulación de la rodilla de pacientes sometidos a intervención quirúrgica para la implantación de prótesis de rodilla. A su vez, del mismo paciente también se obtuvo una muestra de cartílago, del cual se aislaron los condrocitos (células de cartílago).

Las células madre adultas tienen la asombrosa capacidad de diferenciarse en células de cartílago, hueso y músculo. Utilizando esta capacidad, los investigadores consiguieron la conversión de las células madre hacia condrocitos basándose en el proceso de la transdiferenciación, según el cual una célula madre genera células en otro camino que no corresponde a la ruta de diferenciación celular de origen. La técnica usada consistió en la apertura de poros en las células madre y su exposición al extracto celular realizado con los condrocitos de las rodillas afectadas.

Para regenerar un tejido son necesarias las células que lo conforman, pero éstas no se pueden distribuir con un orden aleatorio; se disponen con una determinada forma, que no es plana, sino en 3D. Por tanto, los investigadores fueron más allá y cultivaron estas células diferenciadas en soportes 3D, llamados «andamios», con el fin de actuar de soporte para el mantenimiento y la formación de tejido cartilaginoso.

Dichos soportes están hechos de materiales biodegradables y actualmente son comercializados para su implantación en lesiones del cartílago de la rodilla. El crecimiento de estas células diferenciadas en los soportes supone un gran avance, ya que con la incorporación de las células se espera un incremento de la integración de dichos soportes en el tejido del paciente.

La gran ventaja del método consiste en que se trataría de un implante o transplante autólogo, ya que se trabaja con las células del propio paciente tomadas de su propia grasa, se expanden en cultivo, se diferencian y se vuelven a inocular en las articulaciones del mismo paciente, sin posibilidades de rechazo.

Este trabajo ha sido publicado recientemente en la prestigiosa revista Osteoarthritis and Cartilage, número uno a nivel mundial en el campo de la Ortopedia y la Traumatología.

El estudio ha sido realizado «in vitro» y, por tanto, el siguiente paso será comprobar la capacidad de regeneración «in vivo», en animales grandes como cabras, ovejas o caballos, requisito indispensable para poder realizar los primeros ensayos con pacientes.

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El efecto Pinocho

El sólo hecho de pensar en escribir sobre el cambio de color que experimenta la nariz de una persona cuando miente, me ha proporcionado unos momentos de distensión evasiva (vamos, que me hizo mucha gracia), que no vienen nada mal en estos tiempos, al imaginar tal reacción cutánea en las comparecencias de personajes públicos en televisión, en mítines políticos, en entrevistas de trabajo o, simplemente, en nuestras relaciones personales.

Tengo que empezar por aclararles que el título que he empleado en este artículo no es correcto en un sentido estricto, ya que aunque en el fondo el cuento de Pinocho se hace realidad, no lo es en la forma, es decir, que se descubre al mentiroso no porque le crezca la nariz, sino porque se le pondrá roja la punta, debido a un descenso de la temperatura de su apéndice nasal cuando esté mintiendo.

Este fenómeno es una de las conclusiones de un estudio realizado por dos científicos de la Universidad de Granada, donde por primera vez se ha aplicado la psicología al ámbito de la ‘termografía’, técnica que se basa en la detección de temperatura de los cuerpos para ver si una persona miente o dice la verdad. Así, el citado estudio demuestra que según el estado emocional de las personas, la temperatura del cuerpo varía, ya que, por ejemplo, cuando se presentan brotes de ansiedad, se produce un aumento de la temperatura de la cara y, sin embargo, si mentimos, estos cambios térmicos se producen solamente en la nariz y justo en ella.

La mentira distorsiona o niega la plena conciencia la realidad por razones que van desde la necesidad personal de procurarse una valía que no se tiene, sin tener que pasar por esfuerzos, sacrificios y penurias, hasta la miseria que representa el expandir falsos rumores para disminuir el valor de las personas que envidia. Tanto por una u otra razón, ha de ser destacable que, en nuestra sociedad, el hecho de no decir la verdad no sea considerado ni ético ni moral, o que en algunas religiones como la católica sea considerado como pecado, prohibiendo expresamente el acto de levantar falso testimonio o de mentir.

Lo paradójico del asunto es que, dando por bueno la consideración del párrafo anterior, la mentira está a la orden del día y es benévolamente aceptada, llegando a considerarse alguna de ellas como «piadosa», término que dulcifica sus efectos nocivos, justificándose en el irremediable hecho de que, a veces, no tenemos más remedio que mentir dadas las circunstancias y, por supuesto, en evitación del mal mayor que significaría decir la verdad. En consonancia con esta ineludible obligación, se reconoce cierta habilidad al mentiroso que no es cogido en un renuncio, porque sabido es que la mentira tiene las patas muy cortas y «Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo».
No obstante, como he empezado este artículo de buen rollo, quiero terminarlo de la misma forma y, en consecuencia, no quisiera yo que nadie se quedará preocupado por miedo a sentirse pillados in fraganti cuando su napia parezca una luz de freno, por lo que les voy a tratar de consolar diciéndoles que esta técnica termográfíca no es tan novedosa, ya que hace tiempo que la utilizan los soldados de EE: UU. en sus interrogatorios, aunque, dicha sea la verdad, no está científicamente probado que el cambio de color en la cara de los presos se debiera únicamente a su práctica y no a otras más manuales, nunca mejor dicho.

Además, siempre existe la táctica de negar la mayor, achacando el fenómeno cromático a una congestión en la nariz, a un problema de vasos capilares o a que viene disfrazado de payaso para alegrar al personal, aunque creo que, para los especialistas impenitentes del engaño, es preferible pensar que ahora se utiliza el polígrafo, y cuando dicho artefacto (O artefacta) dictamina que el sujeto interrogado es un mentiroso compulsivo, no sólo no le convierte en objeto de público escarnio, sino que, por el contrario, le proporciona una fuente de pingües ingresos. Vamos que el «Efecto Pinocho» les importa un ocho. Perdón, quiero decir un bledo.

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El efecto Pinocho

El sólo hecho de pensar en escribir sobre el cambio de color que experimenta la nariz de una persona cuando miente, me ha proporcionado unos momentos de distensión evasiva (vamos, que me hizo mucha gracia), que no vienen nada mal en estos tiempos, al imaginar tal reacción cutánea en las comparecencias de personajes públicos en televisión, en mítines políticos, en entrevistas de trabajo o, simplemente, en nuestras relaciones personales.

Tengo que empezar por aclararles que el título que he empleado en este artículo no es correcto en un sentido estricto, ya que aunque en el fondo el cuento de Pinocho se hace realidad, no lo es en la forma, es decir, que se descubre al mentiroso no porque le crezca la nariz, sino porque se le pondrá roja la punta, debido a un descenso de la temperatura de su apéndice nasal cuando esté mintiendo.

Este fenómeno es una de las conclusiones de un estudio realizado por dos científicos de la Universidad de Granada, donde por primera vez se ha aplicado la psicología al ámbito de la ‘termografía’, técnica que se basa en la detección de temperatura de los cuerpos para ver si una persona miente o dice la verdad. Así, el citado estudio demuestra que según el estado emocional de las personas, la temperatura del cuerpo varía, ya que, por ejemplo, cuando se presentan brotes de ansiedad, se produce un aumento de la temperatura de la cara y, sin embargo, si mentimos, estos cambios térmicos se producen solamente en la nariz y justo en ella.

La mentira distorsiona o niega la plena conciencia la realidad por razones que van desde la necesidad personal de procurarse una valía que no se tiene, sin tener que pasar por esfuerzos, sacrificios y penurias, hasta la miseria que representa el expandir falsos rumores para disminuir el valor de las personas que envidia. Tanto por una u otra razón, ha de ser destacable que, en nuestra sociedad, el hecho de no decir la verdad no sea considerado ni ético ni moral, o que en algunas religiones como la católica sea considerado como pecado, prohibiendo expresamente el acto de levantar falso testimonio o de mentir.

Lo paradójico del asunto es que, dando por bueno la consideración del párrafo anterior, la mentira está a la orden del día y es benévolamente aceptada, llegando a considerarse alguna de ellas como «piadosa», término que dulcifica sus efectos nocivos, justificándose en el irremediable hecho de que, a veces, no tenemos más remedio que mentir dadas las circunstancias y, por supuesto, en evitación del mal mayor que significaría decir la verdad. En consonancia con esta ineludible obligación, se reconoce cierta habilidad al mentiroso que no es cogido en un renuncio, porque sabido es que la mentira tiene las patas muy cortas y «Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo».
No obstante, como he empezado este artículo de buen rollo, quiero terminarlo de la misma forma y, en consecuencia, no quisiera yo que nadie se quedará preocupado por miedo a sentirse pillados in fraganti cuando su napia parezca una luz de freno, por lo que les voy a tratar de consolar diciéndoles que esta técnica termográfíca no es tan novedosa, ya que hace tiempo que la utilizan los soldados de EE: UU. en sus interrogatorios, aunque, dicha sea la verdad, no está científicamente probado que el cambio de color en la cara de los presos se debiera únicamente a su práctica y no a otras más manuales, nunca mejor dicho.

Además, siempre existe la táctica de negar la mayor, achacando el fenómeno cromático a una congestión en la nariz, a un problema de vasos capilares o a que viene disfrazado de payaso para alegrar al personal, aunque creo que, para los especialistas impenitentes del engaño, es preferible pensar que ahora se utiliza el polígrafo, y cuando dicho artefacto (O artefacta) dictamina que el sujeto interrogado es un mentiroso compulsivo, no sólo no le convierte en objeto de público escarnio, sino que, por el contrario, le proporciona una fuente de pingües ingresos. Vamos que el «Efecto Pinocho» les importa un ocho. Perdón, quiero decir un bledo.

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El efecto Pinocho

El sólo hecho de pensar en escribir sobre el cambio de color que experimenta la nariz de una persona cuando miente, me ha proporcionado unos momentos de distensión evasiva (vamos, que me hizo mucha gracia), que no vienen nada mal en estos tiempos, al imaginar tal reacción cutánea en las comparecencias de personajes públicos en televisión, en mítines políticos, en entrevistas de trabajo o, simplemente, en nuestras relaciones personales.

Tengo que empezar por aclararles que el título que he empleado en este artículo no es correcto en un sentido estricto, ya que aunque en el fondo el cuento de Pinocho se hace realidad, no lo es en la forma, es decir, que se descubre al mentiroso no porque le crezca la nariz, sino porque se le pondrá roja la punta, debido a un descenso de la temperatura de su apéndice nasal cuando esté mintiendo.

Este fenómeno es una de las conclusiones de un estudio realizado por dos científicos de la Universidad de Granada, donde por primera vez se ha aplicado la psicología al ámbito de la ‘termografía’, técnica que se basa en la detección de temperatura de los cuerpos para ver si una persona miente o dice la verdad. Así, el citado estudio demuestra que según el estado emocional de las personas, la temperatura del cuerpo varía, ya que, por ejemplo, cuando se presentan brotes de ansiedad, se produce un aumento de la temperatura de la cara y, sin embargo, si mentimos, estos cambios térmicos se producen solamente en la nariz y justo en ella.

La mentira distorsiona o niega la plena conciencia la realidad por razones que van desde la necesidad personal de procurarse una valía que no se tiene, sin tener que pasar por esfuerzos, sacrificios y penurias, hasta la miseria que representa el expandir falsos rumores para disminuir el valor de las personas que envidia. Tanto por una u otra razón, ha de ser destacable que, en nuestra sociedad, el hecho de no decir la verdad no sea considerado ni ético ni moral, o que en algunas religiones como la católica sea considerado como pecado, prohibiendo expresamente el acto de levantar falso testimonio o de mentir.

Lo paradójico del asunto es que, dando por bueno la consideración del párrafo anterior, la mentira está a la orden del día y es benévolamente aceptada, llegando a considerarse alguna de ellas como «piadosa», término que dulcifica sus efectos nocivos, justificándose en el irremediable hecho de que, a veces, no tenemos más remedio que mentir dadas las circunstancias y, por supuesto, en evitación del mal mayor que significaría decir la verdad. En consonancia con esta ineludible obligación, se reconoce cierta habilidad al mentiroso que no es cogido en un renuncio, porque sabido es que la mentira tiene las patas muy cortas y «Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo».
No obstante, como he empezado este artículo de buen rollo, quiero terminarlo de la misma forma y, en consecuencia, no quisiera yo que nadie se quedará preocupado por miedo a sentirse pillados in fraganti cuando su napia parezca una luz de freno, por lo que les voy a tratar de consolar diciéndoles que esta técnica termográfíca no es tan novedosa, ya que hace tiempo que la utilizan los soldados de EE: UU. en sus interrogatorios, aunque, dicha sea la verdad, no está científicamente probado que el cambio de color en la cara de los presos se debiera únicamente a su práctica y no a otras más manuales, nunca mejor dicho.

Además, siempre existe la táctica de negar la mayor, achacando el fenómeno cromático a una congestión en la nariz, a un problema de vasos capilares o a que viene disfrazado de payaso para alegrar al personal, aunque creo que, para los especialistas impenitentes del engaño, es preferible pensar que ahora se utiliza el polígrafo, y cuando dicho artefacto (O artefacta) dictamina que el sujeto interrogado es un mentiroso compulsivo, no sólo no le convierte en objeto de público escarnio, sino que, por el contrario, le proporciona una fuente de pingües ingresos. Vamos que el «Efecto Pinocho» les importa un ocho. Perdón, quiero decir un bledo.

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Células madre obtenidas de rodilla pueden regenerar cartílagos

Científicos de las universidades de Granada y Jaén han demostrado por primera vez que las células madre obtenidas de la rodilla de pacientes con osteoartritis son capaces de regenerar el cartílago dañado.

La osteoartritis es una enfermedad frecuente en las personas de mediana edad que provoca la pérdida del cartílago que recubre las superficies articulares y cuya función es proteger y amortiguar el contacto de los huesos.

Una posible manera de ayudar a estos pacientes, afirman los investigadores, sería recuperar ese tejido mediante la terapia celular, es decir con la implantación de células regeneradoras de cartílago, según ha informado la Universidad de Granada en un comunicado.

Los investigadores andaluces, coordinados por el profesor Juan Antonio Marchal Corrales y a través de un proyecto de excelencia, llevan a cabo la investigación con células madre para reparar el cartílago dañado en pacientes con osteoartritis.

Para ello, los científicos, en colaboración con el Hospital Clínico Universitario de Granada y el Banco Sectorial de Tejidos de Málaga, han aislado las células madre de la grasa localizada en la articulación de la rodilla de pacientes sometidos a intervención quirúrgica para la implantación de prótesis de rodilla.

Del mismo paciente también se obtuvo una muestra de cartílago, del cual se aislaron los condrocitos (células de cartílago).

Las células madre adultas tienen la capacidad de diferenciarse en células de cartílago, hueso y músculo y, con el uso de esta capacidad, los investigadores consiguieron la conversión de las células madre hacia condrocitos.

La técnica usada consistió en la apertura de poros en las células madre y su exposición al extracto celular realizado con los condrocitos de las rodillas afectadas.

Para regenerar un tejido son necesarias las células que lo conforman, pero éstas no se pueden distribuir con un orden aleatorio, sino que se disponen con una determinada forma, que no es plana, sino en 3D.

Por tanto, los investigadores fueron más allá y cultivaron estas células diferenciadas en soportes 3D, llamados «andamios», con el fin de actuar de soporte para el mantenimiento y la formación de tejido cartilaginoso.

El crecimiento de estas células diferenciadas en los soportes supone «un gran avance», según sus promotores, ya que con la incorporación de las células se espera un incremento de la integración de dichos soportes en el tejido del paciente.

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Células madre obtenidas de rodilla pueden regenerar cartílagos

Científicos de las universidades de Granada y Jaén han demostrado por primera vez que las células madre obtenidas de la rodilla de pacientes con osteoartritis son capaces de regenerar el cartílago dañado.

La osteoartritis es una enfermedad frecuente en las personas de mediana edad que provoca la pérdida del cartílago que recubre las superficies articulares y cuya función es proteger y amortiguar el contacto de los huesos.

Una posible manera de ayudar a estos pacientes, afirman los investigadores, sería recuperar ese tejido mediante la terapia celular, es decir con la implantación de células regeneradoras de cartílago, según ha informado la Universidad de Granada en un comunicado.

Los investigadores andaluces, coordinados por el profesor Juan Antonio Marchal Corrales y a través de un proyecto de excelencia, llevan a cabo la investigación con células madre para reparar el cartílago dañado en pacientes con osteoartritis.

Para ello, los científicos, en colaboración con el Hospital Clínico Universitario de Granada y el Banco Sectorial de Tejidos de Málaga, han aislado las células madre de la grasa localizada en la articulación de la rodilla de pacientes sometidos a intervención quirúrgica para la implantación de prótesis de rodilla.

Del mismo paciente también se obtuvo una muestra de cartílago, del cual se aislaron los condrocitos (células de cartílago).

Las células madre adultas tienen la capacidad de diferenciarse en células de cartílago, hueso y músculo y, con el uso de esta capacidad, los investigadores consiguieron la conversión de las células madre hacia condrocitos.

La técnica usada consistió en la apertura de poros en las células madre y su exposición al extracto celular realizado con los condrocitos de las rodillas afectadas.

Para regenerar un tejido son necesarias las células que lo conforman, pero éstas no se pueden distribuir con un orden aleatorio, sino que se disponen con una determinada forma, que no es plana, sino en 3D.

Por tanto, los investigadores fueron más allá y cultivaron estas células diferenciadas en soportes 3D, llamados «andamios», con el fin de actuar de soporte para el mantenimiento y la formación de tejido cartilaginoso.

El crecimiento de estas células diferenciadas en los soportes supone «un gran avance», según sus promotores, ya que con la incorporación de las células se espera un incremento de la integración de dichos soportes en el tejido del paciente.

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