Demuestran ‘efecto pinocho’ al mentir, en la punta de la nariz

Psicólogos españoles de la Universidad de Granada informaron este jueves que mediante el estudio de la temperatura corporal usando el método de la termografía, confirmaron lo que llamaron el «efecto pinocho», que se produce con cambios térmicos en la punta de la nariz, cuando las personas mienten.

«Cuando una persona miente, se produce un «efecto pinocho», gracias al cual la temperatura de la punta de su nariz aumenta o disminuye, y también aumenta su temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo», señala el informe del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada presentado el 23 de noviembre.

«Si realizamos un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en nuestra nariz, y ante un ataque de ansiedad, se produce una subida general de la temperatura facial», agrega el reporte.

Los investigadores Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, comprobaron en sus mediciones de temperatura que ante las situaciones en que un sujeto realiza un gran esfuerzo mental, como por ejemplo el enfrentarse a tareas difíciles, al ser evaluado, o al mentir, se producen notables cambios térmicos faciales.

Según Gómez y Salazar, cuando las personas mienten sobre sus sentimientos, estos cambios térmicos se producen en la nariz. Al mismo tiempo explican, se activa en el cerebro una estructura denominada ‘ínsula’.

La ínsula «forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales, llamados ‘cualias'», describen. Ésta se activaría al mentir, si estos sentimientos existen, pero no se activa cuando no los hay, aclaran los psicólogos de Granada.

En las investigaciones además observaron que a más actividad de la ínsula, correspondiente a un mayor sentimiento visceral, menor es el cambio térmico que se produce, y viceversa, destacan los investigadores.

«La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», destacan Gómez y Salazar.

Los científicos demostraron también que existe una asimetría de la temperatura corporal entre ambos lados del cuerpo y que hay diferencias en la temperatura local del cuerpo con subidas y bajadas en torno a un grado.

Las asimetrías se producen también al bailar. En el caso del flamenco, por ejemplo, en la investigación detectaron que la temperatura baja en los glúteos y sube en los brazos.

En general, los cambios observados variaron según el estado físico, el estado mental y emocional de la persona, y para la psicóloga Elvira Salazar, «en este sentido, el termograma nos da un marcador somático de estados subjetivos o mentales, y nos permite ver lo que la persona siente o piensa».

En este aspecto el estudio revelan que la termografía sirve para evaluar las emociones ya que el patrón térmico facial es diferente, en cada caso y también permite determinar el llamado ‘contagio emocional’.

«Por ejemplo, las personas con una empatía muy alta, si ven a alguien sufrir mediante descargas eléctricas en el antebrazo, se contagian y la temperatura de su antebrazo aumenta».

«Además, en determinadas enfermedades neurológicas, como la esclerosis múltiple, el organismo no regula bien la temperatura ante el calor y el frío, lo que se detecta con un termograma», agrega el informe.

Otras aplicaciones de la termografía detectadas es la de determinar el patrón corporal de grasa, que los científicos esperan que sea de gran utilidad para los programas de adelgazamiento y entrenamiento físico, así como los cambios de temperatura corporal en celíacos o personas con anorexia.

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Demuestran ‘efecto pinocho’ al mentir, en la punta de la nariz

Psicólogos españoles de la Universidad de Granada informaron este jueves que mediante el estudio de la temperatura corporal usando el método de la termografía, confirmaron lo que llamaron el «efecto pinocho», que se produce con cambios térmicos en la punta de la nariz, cuando las personas mienten.

«Cuando una persona miente, se produce un «efecto pinocho», gracias al cual la temperatura de la punta de su nariz aumenta o disminuye, y también aumenta su temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo», señala el informe del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada presentado el 23 de noviembre.

«Si realizamos un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en nuestra nariz, y ante un ataque de ansiedad, se produce una subida general de la temperatura facial», agrega el reporte.

Los investigadores Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, comprobaron en sus mediciones de temperatura que ante las situaciones en que un sujeto realiza un gran esfuerzo mental, como por ejemplo el enfrentarse a tareas difíciles, al ser evaluado, o al mentir, se producen notables cambios térmicos faciales.

Según Gómez y Salazar, cuando las personas mienten sobre sus sentimientos, estos cambios térmicos se producen en la nariz. Al mismo tiempo explican, se activa en el cerebro una estructura denominada ‘ínsula’.

La ínsula «forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales, llamados ‘cualias'», describen. Ésta se activaría al mentir, si estos sentimientos existen, pero no se activa cuando no los hay, aclaran los psicólogos de Granada.

En las investigaciones además observaron que a más actividad de la ínsula, correspondiente a un mayor sentimiento visceral, menor es el cambio térmico que se produce, y viceversa, destacan los investigadores.

«La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», destacan Gómez y Salazar.

Los científicos demostraron también que existe una asimetría de la temperatura corporal entre ambos lados del cuerpo y que hay diferencias en la temperatura local del cuerpo con subidas y bajadas en torno a un grado.

Las asimetrías se producen también al bailar. En el caso del flamenco, por ejemplo, en la investigación detectaron que la temperatura baja en los glúteos y sube en los brazos.

En general, los cambios observados variaron según el estado físico, el estado mental y emocional de la persona, y para la psicóloga Elvira Salazar, «en este sentido, el termograma nos da un marcador somático de estados subjetivos o mentales, y nos permite ver lo que la persona siente o piensa».

En este aspecto el estudio revelan que la termografía sirve para evaluar las emociones ya que el patrón térmico facial es diferente, en cada caso y también permite determinar el llamado ‘contagio emocional’.

«Por ejemplo, las personas con una empatía muy alta, si ven a alguien sufrir mediante descargas eléctricas en el antebrazo, se contagian y la temperatura de su antebrazo aumenta».

«Además, en determinadas enfermedades neurológicas, como la esclerosis múltiple, el organismo no regula bien la temperatura ante el calor y el frío, lo que se detecta con un termograma», agrega el informe.

Otras aplicaciones de la termografía detectadas es la de determinar el patrón corporal de grasa, que los científicos esperan que sea de gran utilidad para los programas de adelgazamiento y entrenamiento físico, así como los cambios de temperatura corporal en celíacos o personas con anorexia.

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Demuestran el ‘efecto Pinocho’

Científicos de la Universidad de Granada han aplicado por primera vez la termografía al ámbito de la psicología en un trabajo de investigación que ha corroborado el denominado «efecto Pinocho», según el cual cuando alguien miente cambia la temperatura de la punta de su nariz.
El estudio, llevado a cabo por Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, revela igualmente que al mentir aumenta la temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo.
La investigación, basada en la termografía y dada hoy a conocer por la Universidad de Granada, corrobora que ante un gran esfuerzo mental desciende la temperatura de la nariz y ante un ataque de ansiedad se produce una subida general de la temperatura facial.
Se trata, según sus impulsores, de una investigación pionera sobre termografía que ha descubierto nuevas aplicaciones de esta sugerente técnica.
La termografía es una técnica basada en la detección de la temperatura de los cuerpos que se aplica a multitud de áreas como la industria, la construcción o la medicina.
Las cámaras termográficas se emplean para cuestiones tan distintas como medir con exactitud la pérdida de energía de los edificios o como indicador de enfermedades respiratorias en animales bovinos o de la rabia en mapaches.
Fue en el siglo XX cuando la termografía experimentó su mayor desarrollo tras la Segunda Guerra Mundial, con el impulso de las investigaciones militares para detectar al enemigo (visión nocturna) que llevaban a cabo en el ejército de Estados Unidos.
El principal descubrimiento de este estudio es que ante situaciones en las que alguien realiza un esfuerzo mental (enfrentarse a tareas difíciles, al ser evaluado o al mentir sobre determinados hechos) se producen cambios térmicos faciales.
Así, cuando alguien miente sobre sus sentimientos, se activa en el cerebro una estructura denominada «ínsula» que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados «cualias»), pero no se activa cuando no los hay.
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Demuestran el ‘efecto Pinocho’

Científicos de la Universidad de Granada han aplicado por primera vez la termografía al ámbito de la psicología en un trabajo de investigación que ha corroborado el denominado «efecto Pinocho», según el cual cuando alguien miente cambia la temperatura de la punta de su nariz.
El estudio, llevado a cabo por Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, revela igualmente que al mentir aumenta la temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo.
La investigación, basada en la termografía y dada hoy a conocer por la Universidad de Granada, corrobora que ante un gran esfuerzo mental desciende la temperatura de la nariz y ante un ataque de ansiedad se produce una subida general de la temperatura facial.
Se trata, según sus impulsores, de una investigación pionera sobre termografía que ha descubierto nuevas aplicaciones de esta sugerente técnica.
La termografía es una técnica basada en la detección de la temperatura de los cuerpos que se aplica a multitud de áreas como la industria, la construcción o la medicina.
Las cámaras termográficas se emplean para cuestiones tan distintas como medir con exactitud la pérdida de energía de los edificios o como indicador de enfermedades respiratorias en animales bovinos o de la rabia en mapaches.
Fue en el siglo XX cuando la termografía experimentó su mayor desarrollo tras la Segunda Guerra Mundial, con el impulso de las investigaciones militares para detectar al enemigo (visión nocturna) que llevaban a cabo en el ejército de Estados Unidos.
El principal descubrimiento de este estudio es que ante situaciones en las que alguien realiza un esfuerzo mental (enfrentarse a tareas difíciles, al ser evaluado o al mentir sobre determinados hechos) se producen cambios térmicos faciales.
Así, cuando alguien miente sobre sus sentimientos, se activa en el cerebro una estructura denominada «ínsula» que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados «cualias»), pero no se activa cuando no los hay.
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Verifican el efecto Pinocho

Un estudio de la Universidad de Granada detectó que lo que en verdad ocurre es que el órgano nasal se calienta en esos casos, igual que sucede con el músculo orbital del ojo, informa «El País».

La aplicación de la termografía permitió describir el efecto Pinocho, que no se limita a los casos en que no se dice la verdad. Por ejemplo, si realizamos un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura de la nariz, y ante un ataque de ansiedad, hay una subida general de la temperatura facial.

Así que no se sabe si Carlo Collodi, el autor de «Pinocho», se lo inventó todo o describió una versión de lo que él mismo sentía en su cuerpo cuando mentía.

El ensayo, realizado por Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, confirma sensaciones descritas en el lenguaje coloquial como ponerse colorado ante ciertas situaciones. Los expertos aplicaron nueva tecnología al campo de las emociones, cuya base es similar a la de los polígrafos, que registran otros parámetros físicos (frecuencia cardíaca) cuando se contesta a preguntas.

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Verifican el efecto Pinocho

Un estudio de la Universidad de Granada detectó que lo que en verdad ocurre es que el órgano nasal se calienta en esos casos, igual que sucede con el músculo orbital del ojo, informa «El País».

La aplicación de la termografía permitió describir el efecto Pinocho, que no se limita a los casos en que no se dice la verdad. Por ejemplo, si realizamos un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura de la nariz, y ante un ataque de ansiedad, hay una subida general de la temperatura facial.

Así que no se sabe si Carlo Collodi, el autor de «Pinocho», se lo inventó todo o describió una versión de lo que él mismo sentía en su cuerpo cuando mentía.

El ensayo, realizado por Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, confirma sensaciones descritas en el lenguaje coloquial como ponerse colorado ante ciertas situaciones. Los expertos aplicaron nueva tecnología al campo de las emociones, cuya base es similar a la de los polígrafos, que registran otros parámetros físicos (frecuencia cardíaca) cuando se contesta a preguntas.

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Investigadores granadinos demuestran que, al mentir, se calienta la nariz

Mentira piadosa o cruel. Una ‘mentirijilla’ o un ‘mentirón’ calienta el cuerpo. Tenga cuidado que ahora pueden descubrirle por su frío o calor corporal. Está demostrado científicamente. Cuando una persona miente se produce un ‘efecto Pinocho’ , gracias al cual la temperatura de la punta de su nariz sube o baja, y también aumenta su temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo. Si se realiza un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en la nariz y ante un ataque de ansiedad se produce una ascenso general de la facial. Estas son algunas de las conclusiones de una investigación pionera sobre termografía realizada en el departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada (UGR), que ha descubierto nuevas aplicaciones de esta sugerente técnica.

Los autores de esta investigación pionera sobre las mentiras son Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, de la UGR, que han aplicado por primera vez esta técnica al ámbito de la Psicología, obteniendo resultados muy novedosos.

Control y descontrol

Los científicos han descubierto que, ante situaciones en las que un sujeto realiza un esfuerzo mental, se producen cambios térmicos faciales. En la subida de la temperatura el control es posible cuando se trata de las manos, «pero en la de la nariz, cuenca de ojos o frente, no», especifican los investigadores.

El estudio destaca que cuando la gente miente sobre sus sentimientos estos cambios térmicos se producen en la nariz y se activa en el cerebro una estructura denominada ínsula, que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados ‘cualias’), pero no se activa cuando no los hay. «La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», subrayan los investigadores.

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Investigadores granadinos demuestran que, al mentir, se calienta la nariz

Mentira piadosa o cruel. Una ‘mentirijilla’ o un ‘mentirón’ calienta el cuerpo. Tenga cuidado que ahora pueden descubrirle por su frío o calor corporal. Está demostrado científicamente. Cuando una persona miente se produce un ‘efecto Pinocho’ , gracias al cual la temperatura de la punta de su nariz sube o baja, y también aumenta su temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo. Si se realiza un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en la nariz y ante un ataque de ansiedad se produce una ascenso general de la facial. Estas son algunas de las conclusiones de una investigación pionera sobre termografía realizada en el departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada (UGR), que ha descubierto nuevas aplicaciones de esta sugerente técnica.

Los autores de esta investigación pionera sobre las mentiras son Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, de la UGR, que han aplicado por primera vez esta técnica al ámbito de la Psicología, obteniendo resultados muy novedosos.

Control y descontrol

Los científicos han descubierto que, ante situaciones en las que un sujeto realiza un esfuerzo mental, se producen cambios térmicos faciales. En la subida de la temperatura el control es posible cuando se trata de las manos, «pero en la de la nariz, cuenca de ojos o frente, no», especifican los investigadores.

El estudio destaca que cuando la gente miente sobre sus sentimientos estos cambios térmicos se producen en la nariz y se activa en el cerebro una estructura denominada ínsula, que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados ‘cualias’), pero no se activa cuando no los hay. «La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», subrayan los investigadores.

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Efecto Pinocho: cómo nos delata la nariz cuando mentimos

Aunque no le crezca como a Pinocho, cuando usted dice una mentira, su nariz no permanece impasible.

Según acaban de demostrar científicos de la Universidad de Granada, la temperatura de la punta de la nariz cambia cuando decimos una mentirita.

Según han observado Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López mediante termografía, del departamento de Psicología Experimental, si realizamos un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en nuestra nariz; mientras que ante un ataque de ansiedad, se produce una subida general de la temperatura facial.

Este llamado ‘efecto Pinocho’ indica que la temperatura de la punta de la nariz aumenta o disminuye según nuestro estado de ánimo, como también cambia la temperatura en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo.

Esta investigación forma parte de una tesis doctoral que se defendió ayer en la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada. Parte de los resultados de la tesis han sido publicados en revistas científicas, mientras que otros aún no.

Un patrón de temperatura

La termografía es una técnica basada en la detección de la temperatura de los cuerpos que se aplica a multitud de áreas como la industria, la construcción o la medicina. Las cámaras termográficas se emplean para cuestiones tan distintas como medir con exactitud la pérdida de energía de los edificios, o como indicador de enfermedades respiratorias en animales bovinos o de la rabia en mapaches.

En el siglo XX, la termografía experimentó su mayor desarrollo tras la Segunda Guerra Mundial, con el impulso de las investigaciones militares para detectar al enemigo (visión nocturna) que llevaban a cabo en el ejército de Estados Unidos.

Según los investigadores granadinos, gracias a la termografía es posible detectar el deseo y la excitación sexual tanto masculina como femenina, ya que se produce un aumento de la temperatura local en la zona pectoral y en la zona genital. Su trabajo ha demostrado que, a nivel fisiológico, hombres y mujeres se excitan en el mismo tiempo, aunque subjetivamente las mujeres indiquen no estarlo o estarlo menos.

Los científicos han descubierto también que, ante situaciones en las que un sujeto realiza un esfuerzo mental (enfrentarse a tareas difíciles, al ser evaluado o al mentir sobre hechos), se producen cambios térmicos faciales.

Así, cuando mentimos sobre nuestros sentimientos, estos cambios térmicos se producen en la nariz, y se activa en el cerebro una estructura denominada ínsula, que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados ‘cualias’), pero no se activa cuando no los hay.

«La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», destacan los investigadores en una nota de prensa.

La huella térmica del flamenco

También han obtenido huellas térmicas (esto es, patrones corporales de cambio de temperatura específicos) del ejercicio aeróbico y de distintos tipos de baile, como el ballet. «Cuando una persona baila flamenco -explica Elvira Salazar-, desciende la temperatura de los glúteos y aumenta la de los antebrazos. Esta es la huella térmica del flamenco, aunque cada tipo de danza tiene su propia huella».

Los científicos han demostrado que la detección de asimetrías de temperatura corporal entre ambos lados del cuerpo y de cambios locales de la temperatura (subidas y bajadas en torno a un grado) se relaciona, además de con el estado físico, con el estado mental y emocional de la persona. «En este sentido, el termograma nos da un marcador somático de estados subjetivos o mentales, y nos permite ver lo que la persona siente o piensa», señala Salazar.

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Investigadores granadinos demuestran que, al mentir, se calienta la nariz

Mentira piadosa o cruel. Una ‘mentirijilla’ o un ‘mentirón’ calienta el cuerpo. Tenga cuidado que ahora pueden descubrirle por su frío o calor corporal. Está demostrado científicamente. Cuando una persona miente se produce un ‘efecto Pinocho’ , gracias al cual la temperatura de la punta de su nariz sube o baja, y también aumenta su temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo. Si se realiza un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en la nariz y ante un ataque de ansiedad se produce una ascenso general de la facial. Estas son algunas de las conclusiones de una investigación pionera sobre termografía realizada en el departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada (UGR), que ha descubierto nuevas aplicaciones de esta sugerente técnica.

Los autores de esta investigación pionera sobre las mentiras son Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López, de la UGR, que han aplicado por primera vez esta técnica al ámbito de la Psicología, obteniendo resultados muy novedosos.

Control y descontrol

Los científicos han descubierto que, ante situaciones en las que un sujeto realiza un esfuerzo mental, se producen cambios térmicos faciales. En la subida de la temperatura el control es posible cuando se trata de las manos, «pero en la de la nariz, cuenca de ojos o frente, no», especifican los investigadores.

El estudio destaca que cuando la gente miente sobre sus sentimientos estos cambios térmicos se producen en la nariz y se activa en el cerebro una estructura denominada ínsula, que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados ‘cualias’), pero no se activa cuando no los hay. «La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», subrayan los investigadores.

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Efecto Pinocho: cómo nos delata la nariz cuando mentimos

Aunque no le crezca como a Pinocho, cuando usted dice una mentira, su nariz no permanece impasible.

Según acaban de demostrar científicos de la Universidad de Granada, la temperatura de la punta de la nariz cambia cuando decimos una mentirita.

Según han observado Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López mediante termografía, del departamento de Psicología Experimental, si realizamos un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en nuestra nariz; mientras que ante un ataque de ansiedad, se produce una subida general de la temperatura facial.

Este llamado ‘efecto Pinocho’ indica que la temperatura de la punta de la nariz aumenta o disminuye según nuestro estado de ánimo, como también cambia la temperatura en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo.

Esta investigación forma parte de una tesis doctoral que se defendió ayer en la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada. Parte de los resultados de la tesis han sido publicados en revistas científicas, mientras que otros aún no.

Un patrón de temperatura

La termografía es una técnica basada en la detección de la temperatura de los cuerpos que se aplica a multitud de áreas como la industria, la construcción o la medicina. Las cámaras termográficas se emplean para cuestiones tan distintas como medir con exactitud la pérdida de energía de los edificios, o como indicador de enfermedades respiratorias en animales bovinos o de la rabia en mapaches.

En el siglo XX, la termografía experimentó su mayor desarrollo tras la Segunda Guerra Mundial, con el impulso de las investigaciones militares para detectar al enemigo (visión nocturna) que llevaban a cabo en el ejército de Estados Unidos.

Según los investigadores granadinos, gracias a la termografía es posible detectar el deseo y la excitación sexual tanto masculina como femenina, ya que se produce un aumento de la temperatura local en la zona pectoral y en la zona genital. Su trabajo ha demostrado que, a nivel fisiológico, hombres y mujeres se excitan en el mismo tiempo, aunque subjetivamente las mujeres indiquen no estarlo o estarlo menos.

Los científicos han descubierto también que, ante situaciones en las que un sujeto realiza un esfuerzo mental (enfrentarse a tareas difíciles, al ser evaluado o al mentir sobre hechos), se producen cambios térmicos faciales.

Así, cuando mentimos sobre nuestros sentimientos, estos cambios térmicos se producen en la nariz, y se activa en el cerebro una estructura denominada ínsula, que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados ‘cualias’), pero no se activa cuando no los hay.

«La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», destacan los investigadores en una nota de prensa.

La huella térmica del flamenco

También han obtenido huellas térmicas (esto es, patrones corporales de cambio de temperatura específicos) del ejercicio aeróbico y de distintos tipos de baile, como el ballet. «Cuando una persona baila flamenco -explica Elvira Salazar-, desciende la temperatura de los glúteos y aumenta la de los antebrazos. Esta es la huella térmica del flamenco, aunque cada tipo de danza tiene su propia huella».

Los científicos han demostrado que la detección de asimetrías de temperatura corporal entre ambos lados del cuerpo y de cambios locales de la temperatura (subidas y bajadas en torno a un grado) se relaciona, además de con el estado físico, con el estado mental y emocional de la persona. «En este sentido, el termograma nos da un marcador somático de estados subjetivos o mentales, y nos permite ver lo que la persona siente o piensa», señala Salazar.

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La nariz cambia de temperatura cuando mientes, pero no crece

Un estudio realizado por científicos del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada (UGR), que han aplicado por primera vez la termografía al ámbito de la Psicología, ha revelado ahora que cuando una persona miente cambia la temperatura de la punta de su nariz, conocido como ‘efecto Pinocho’.

La UGR explica que cuando una persona miente, se produce un ‘efecto Pinocho’, por el cual la temperatura de la punta de su nariz aumenta o disminuye, a la par que también aumenta su temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo.

«Si realizamos un gran esfuerzo mental, desciende la temperatura en nuestra nariz, y ante un ataque de ansiedad, se produce una subida general de la temperatura facial», señalan los autores de este trabajo como algunas de las conclusiones a las que han llegado en su «pionera» investigación sobre termografía.

La termografía es una técnica basada en la detección de la temperatura de los cuerpos que se aplica a multitud de áreas como la industria, la construcción o la medicina. Las cámaras termográficas se emplean para cuestiones tan distintas como medir con exactitud la pérdida de energía de los edificios, o como indicador de enfermedades respiratorias en animales bovinos o de la rabia en mapaches.

La UGR ha recordado en su nota que ya en el siglo XX, la termografía experimentó su mayor desarrollo tras la Segunda Guerra Mundial, con el impulso de las investigaciones militares para detectar al enemigo (visión nocturna) que llevaban a cabo en el ejército de los EEUU.

Datos sobre deseo y excitación sexual

Los investigadores de la UGR Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López han aplicado por primera vez esta técnica al ámbito de la Psicología, obteniendo resultados muy novedosos e interesantes. Así, gracias a ella es posible detectar el deseo y la excitación sexual tanto masculina como femenina, ya que se produce un aumento de la temperatura local en la zona pectoral y en la zona genital.

Su trabajo ha demostrado que, a nivel fisiológico, hombres y mujeres se excitan en el mismo tiempo, aunque subjetivamente las mujeres indiquen no estarlo o estarlo menos.

Los científicos han descubierto además que, ante situaciones en las que un sujeto realiza un esfuerzo mental (enfrentarse a tareas difíciles, al ser evaluado o al mentir sobre hechos), se producen cambios térmicos faciales.

Así, sostienen que cuando mentimos sobre nuestros sentimientos, estos cambios térmicos se producen en la nariz, y se activa en el cerebro una estructura denominada ‘ínsula’ que forma parte del sistema de recompensa cerebral si hay sentimientos reales (llamados ‘cualias’), pero no se activa cuando no los hay.

«La ínsula interviene en la detección y regulación de la temperatura corporal, de manera que hay una gran correlación negativa entre la actividad de esta estructura y la magnitud del cambio térmico: a más actividad de la ínsula (a mayor sentimiento visceral), menor cambio térmico se produce, y viceversa», destacan los investigadores.

La huella térmica del flamenco

También han obtenido huellas térmicas, esto es, patrones corporales de cambio de temperatura específicos del ejercicio aeróbico y de distintos tipos de baile, como el ballet. «Cuando una persona baila flamenco –explica Elvira Salazar–, desciende la temperatura de los glúteos y aumenta la de los antebrazos. Esta es la huella térmica del flamenco, aunque cada tipo de danza tiene su propia huella».

Los científicos han demostrado que la detección de asimetrías de temperatura corporal entre ambos lados del cuerpo y de cambios locales de la temperatura (subidas y bajadas en torno a un grado) se relaciona, además de con el estado físico, con el estado mental y emocional de la persona. «En este sentido, el termograma nos da un marcador somático de estados subjetivos o mentales, y nos permite ver lo que la persona siente o piensa», señala Salazar.

Además, la termografía sirve para evaluar las emociones (ya que el patrón térmico facial es diferente), y para determinar el contagio emocional. «Por ejemplo, las personas con una empatía muy alta, si ven a alguien sufrir mediante descargas eléctricas en el antebrazo, se contagian y la temperatura de su antebrazo aumenta», agregan.

Además, en determinadas enfermedades neurológicas, como la esclerosis múltiple, el organismo no regula bien la temperatura ante el calor y el frío, lo que se detecta con un termograma. Otras aplicaciones de la termografía son determinar el patrón corporal de grasa, algo de gran utilidad para los programas de adelgazamiento y entrenamiento físico, así como los cambios de temperatura corporal en celíacos, personas con anorexia, etcétera.

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