Cosquillas científicas

Ha probado alguna vez a hacerse cosquillas a sí mismo? Tal vez lo haya intentado y, como le ocurre a la inmensa mayoría de las personas, habrá comprobado que le resulta completamente imposible. En el fondo, puede consolarse y pensar que incluso está de enhorabuena. Si lo hubiera logrado, quizá no tendría demasiados motivos para reírse: sería un síntoma inequívoco de que sufre esquizofrenia. Porque solo un reducido grupo de seres humanos posee la inquietante habilidad de hacerse cosquillas a sí mismos y reírse por ello. Son los esquizofrénicos con delirios de pasividad; o sea, creen que su propio pensamiento no les pertenece, sino que les ha sido insertado en su propia mente por otra persona.
Se trata de un extraño fenómeno sobre el que desde hace años trabaja un grupo de investigación del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada denominado SetShift, el único de toda España que ha analizado las cosquillas (y los mecanismos mentales que las provocan) desde un punto de vista científico.
Su responsable, el profesor Emilio Gómez Milán, considera que este inocente gesto es una de las manifestaciones de humor más primitivas de cuantas se dan en el ser humano, y su funcionamiento es tan básico que las hace comparables al acto reflejo que provoca un golpe en la rodilla. Aun así, las cosquillas no son exclusivas del hombre, «sino que se dan en todos los mamíferos, sobre todo en los primates y las ratas». También disfrutan de ellas los perros. En todos estos animales, el mecanismo que las genera es similar.
Al igual que ocurre con la risa, para que se produzcan las cosquillas «tiene que haber, necesariamente, una falsa alarma», aclara Gómez Milán. Nos reímos cuando alguien se tropieza y se cae solo si después comprobamos que no se ha hecho daño: es una respuesta fisiológica para liberar la tensión que provoca el peligro, y restablecer el equilibrio en nuestra mente. Lo mismo sucede con las cosquillas. A una fase inicial de miedo le sigue un ‘efecto rebote’ positivo, que se produce cuando el cerebro comprueba que no existe peligro, y que se traduciría en la risa. Esto explica, por ejemplo, que un extraño no pueda hacernos cosquillas. «Los desconocidos provocan en nosotros una alarma verdadera, en lugar de falsa, y por eso no sentimos sus cosquillas, ni se produce la risa», apunta el investigador. Es precisamente el mecanismo que hace que esta alarma se interprete como verdadera o falsa el que falla en las personas esquizofrénicas. Tampoco son frecuentes las cosquillas entre hombres heterosexuales, «ya que perciben al otro como una alarma real, como una amenaza». Algo que no ocurre entre mujeres, que sí pueden hacérselas entre sí. En cualquier caso, las cosquillas tienen un valor sexual: son siete veces más probables con alguien del sexo contrario.
El fetichismo de los pies
Las cosquillas, como la testosterona, disminuyen a partir de los 40 años, y conllevan, amén de familiaridad, jerarquía: el sujeto que las hace actúa como dominante, y el que las recibe, como sumiso. De ahí que, por ejemplo, un abuelo pueda hacerle cosquillas a su nieto (que lo percibe como un ser superior), pero al revés será mucho menos probable (el anciano las fingirá, o las sentirá con mucha menos intensidad que el niño).
Volviendo al sexo, los investigadores las emparentan directamente con el orgasmo. «Ambos procesos suponen un placer mental, un final feliz que sucede a un estado de alerta inicial que después se apaga». También entienden de género. Dicho de otra forma: el mapa de cosquillas de hombres y mujeres presenta algunas diferencias. Así, ellas las sienten con más intensidad y frecuencia en la planta del pie (algo que tiene un componente sexual, «porque están íntimamente asociadas al fetichismo de esta parte del cuerpo»), mientras que ellos las notan más en las zonas erógenas directas, como son los genitales o el pecho. Los costados, la planta del pie, las axilas, el cuello y el vientre son las zonas donde más se dan en ambos sexos. Todas ellas tienen algo en común: son zonas muy vulnerables. Buscarnos las cosquillas resulta más o menos fácil según el rol de la persona que nos las haga, y la indefensión que sintamos en ese momento. Por eso, cuanta más gente haya delante más cosquillas tendremos.
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Un estudio pionero en España revela que las cosquillas tienen mucho que ver con la mente y el sexo

¿Ha probado alguna vez a hacerse cosquillas a sí mismo? Tal vez lo haya intentado y, como le ocurre a la inmensa mayoría de las personas, habrá comprobado que le resulta completamente imposible. En el fondo, puede consolarse y pensar que incluso está de enhorabuena. Si lo hubiera logrado, quizá no tendría demasiados motivos para reírse: sería un síntoma inequívoco de que sufre esquizofrenia. Porque solo un reducido grupo de seres humanos posee la inquietante habilidad de hacerse cosquillas a sí mismos y reírse por ello. Son los esquizofrénicos con delirios de pasividad; o sea, creen que su propio pensamiento no les pertenece, sino que les ha sido insertado en su propia mente por otra persona.
Se trata de un extraño fenómeno sobre el que desde hace años trabaja un grupo de investigación del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada denominado SetShift, el único de toda España que ha analizado las cosquillas (y los mecanismos mentales que las provocan) desde un punto de vista científico.
Su responsable, el profesor Emilio Gómez Milán, considera que este inocente gesto es una de las manifestaciones de humor más primitivas de cuantas se dan en el ser humano, y su funcionamiento es tan básico que las hace comparables al acto reflejo que provoca un golpe en la rodilla. Aun así, las cosquillas no son exclusivas del hombre, «sino que se dan en todos los mamíferos, sobre todo en los primates y las ratas». También disfrutan de ellas los perros. En todos estos animales, el mecanismo que las genera es similar.
Al igual que ocurre con la risa, para que se produzcan las cosquillas «tiene que haber, necesariamente, una falsa alarma», aclara Gómez Milán. Nos reímos cuando alguien se tropieza y se cae solo si después comprobamos que no se ha hecho daño: es una respuesta fisiológica para liberar la tensión que provoca el peligro, y restablecer el equilibrio en nuestra mente. Lo mismo sucede con las cosquillas. A una fase inicial de miedo le sigue un ‘efecto rebote’ positivo, que se produce cuando el cerebro comprueba que no existe peligro, y que se traduciría en la risa. Esto explica, por ejemplo, que un extraño no pueda hacernos cosquillas. «Los desconocidos provocan en nosotros una alarma verdadera, en lugar de falsa, y por eso no sentimos sus cosquillas, ni se produce la risa», apunta el investigador. Es precisamente el mecanismo que hace que esta alarma se interprete como verdadera o falsa el que falla en las personas esquizofrénicas. Tampoco son frecuentes las cosquillas entre hombres heterosexuales, «ya que perciben al otro como una alarma real, como una amenaza». Algo que no ocurre entre mujeres, que sí pueden hacérselas entre sí. En cualquier caso, las cosquillas tienen un valor sexual: son siete veces más probables con alguien del sexo contrario.
El fetichismo de los pies
Las cosquillas, como la testosterona, disminuyen a partir de los 40 años, y conllevan, amén de familiaridad, jerarquía: el sujeto que las hace actúa como dominante, y el que las recibe, como sumiso. De ahí que, por ejemplo, un abuelo pueda hacerle cosquillas a su nieto (que lo percibe como un ser superior), pero al revés será mucho menos probable (el anciano las fingirá, o las sentirá con mucha menos intensidad que el niño).
Volviendo al sexo, los investigadores las emparentan directamente con el orgasmo. «Ambos procesos suponen un placer mental, un final feliz que sucede a un estado de alerta inicial que después se apaga». También entienden de género. Dicho de otra forma: el mapa de cosquillas de hombres y mujeres presenta algunas diferencias. Así, ellas las sienten con más intensidad y frecuencia en la planta del pie (algo que tiene un componente sexual, «porque están íntimamente asociadas al fetichismo de esta parte del cuerpo»), mientras que ellos las notan más en las zonas erógenas directas, como son los genitales o el pecho. Los costados, la planta del pie, las axilas, el cuello y el vientre son las zonas donde más se dan en ambos sexos. Todas ellas tienen algo en común: son zonas muy vulnerables. Buscarnos las cosquillas resulta más o menos fácil según el rol de la persona que nos las haga, y la indefensión que sintamos en ese momento. Por eso, cuanta más gente haya delante más cosquillas tendremos.
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Carcajadas eróticas

Ha probado alguna vez a hacerse cosquillas a sí mismo? Tal vez lo haya intentado y, como le ocurre a la inmensa mayoría de las personas, habrá comprobado que le resulta completamente imposible. En el fondo, puede consolarse y pensar que incluso está de enhorabuena. Si lo hubiera logrado, quizá no tendría demasiados motivos para reírse: sería un síntoma inequívoco de que sufre esquizofrenia. Porque solo un reducido grupo de seres humanos posee la inquietante habilidad de hacerse cosquillas a sí mismos y reírse por ello. Son los esquizofrénicos con delirios de pasividad; o sea, creen que su propio pensamiento no les pertenece, sino que les ha sido insertado en su propia mente por otra persona.
Se trata de un extraño fenómeno sobre el que desde hace años trabaja un grupo de investigación del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada denominado SetShift, el único de toda España que ha analizado las cosquillas (y los mecanismos mentales que las provocan) desde un punto de vista científico.
Su responsable, el profesor Emilio Gómez Milán, considera que este inocente gesto es una de las manifestaciones de humor más primitivas de cuantas se dan en el ser humano, y su funcionamiento es tan básico que las hace comparables al acto reflejo que provoca un golpe en la rodilla. Aun así, las cosquillas no son exclusivas del hombre, «sino que se dan en todos los mamíferos, sobre todo en los primates y las ratas». También disfrutan de ellas los perros. En todos estos animales, el mecanismo que las genera es similar.
Al igual que ocurre con la risa, para que se produzcan las cosquillas «tiene que haber, necesariamente, una falsa alarma», aclara Gómez Milán. Nos reímos cuando alguien se tropieza y se cae solo si después comprobamos que no se ha hecho daño: es una respuesta fisiológica para liberar la tensión que provoca el peligro, y restablecer el equilibrio en nuestra mente. Lo mismo sucede con las cosquillas. A una fase inicial de miedo le sigue un ‘efecto rebote’ positivo, que se produce cuando el cerebro comprueba que no existe peligro, y que se traduciría en la risa. Esto explica, por ejemplo, que un extraño no pueda hacernos cosquillas. «Los desconocidos provocan en nosotros una alarma verdadera, en lugar de falsa, y por eso no sentimos sus cosquillas, ni se produce la risa», apunta el investigador. Es precisamente el mecanismo que hace que esta alarma se interprete como verdadera o falsa el que falla en las personas esquizofrénicas. Tampoco son frecuentes las cosquillas entre hombres heterosexuales, «ya que perciben al otro como una alarma real, como una amenaza». Algo que no ocurre entre mujeres, que sí pueden hacérselas entre sí. En cualquier caso, las cosquillas tienen un valor sexual: son siete veces más probables con alguien del sexo contrario.
El fetichismo de los pies
Las cosquillas, como la testosterona, disminuyen a partir de los 40 años, y conllevan, amén de familiaridad, jerarquía: el sujeto que las hace actúa como dominante, y el que las recibe, como sumiso. De ahí que, por ejemplo, un abuelo pueda hacerle cosquillas a su nieto (que lo percibe como un ser superior), pero al revés será mucho menos probable (el anciano las fingirá, o las sentirá con mucha menos intensidad que el niño).
Volviendo al sexo, los investigadores las emparentan directamente con el orgasmo. «Ambos procesos suponen un placer mental, un final feliz que sucede a un estado de alerta inicial que después se apaga». También entienden de género. Dicho de otra forma: el mapa de cosquillas de hombres y mujeres presenta algunas diferencias. Así, ellas las sienten con más intensidad y frecuencia en la planta del pie (algo que tiene un componente sexual, «porque están íntimamente asociadas al fetichismo de esta parte del cuerpo»), mientras que ellos las notan más en las zonas erógenas directas, como son los genitales o el pecho. Los costados, la planta del pie, las axilas, el cuello y el vientre son las zonas donde más se dan en ambos sexos. Todas ellas tienen algo en común: son zonas muy vulnerables. Buscarnos las cosquillas resulta más o menos fácil según el rol de la persona que nos las haga, y la indefensión que sintamos en ese momento. Por eso, cuanta más gente haya delante más cosquillas tendremos.
El componente sexual que tienen las cosquillas puede llegar a convertir esta práctica en una parafilia o desviación denominada knismolagnia. Se da en aquellas personas que solo obtienen una excitación sexual cuando hacen o reciben cosquillas y también, en un grado extremo, en aquellas que se excitan con ver cómo otros sujetos las disfrutan. El fetichismo por las cosquillas está tan extendido que existe un foro en internet, Tickling Media, que funciona en seis idiomas diferentes. Más de 80.000 personas están inscritas en esta web, donde se intercambian opiniones, consejos y vídeos eróticos con las cosquillas como absolutas protagonistas.
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Carcajadas eróticas

Ha probado alguna vez a hacerse cosquillas a sí mismo? Tal vez lo haya intentado y, como le ocurre a la inmensa mayoría de las personas, habrá comprobado que le resulta completamente imposible. En el fondo, puede consolarse y pensar que incluso está de enhorabuena. Si lo hubiera logrado, quizá no tendría demasiados motivos para reírse: sería un síntoma inequívoco de que sufre esquizofrenia. Porque solo un reducido grupo de seres humanos posee la inquietante habilidad de hacerse cosquillas a sí mismos y reírse por ello. Son los esquizofrénicos con delirios de pasividad; o sea, creen que su propio pensamiento no les pertenece, sino que les ha sido insertado en su propia mente por otra persona.
Se trata de un extraño fenómeno sobre el que desde hace años trabaja un grupo de investigación del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada denominado SetShift, el único de toda España que ha analizado las cosquillas (y los mecanismos mentales que las provocan) desde un punto de vista científico.
Su responsable, el profesor Emilio Gómez Milán, considera que este inocente gesto es una de las manifestaciones de humor más primitivas de cuantas se dan en el ser humano, y su funcionamiento es tan básico que las hace comparables al acto reflejo que provoca un golpe en la rodilla. Aun así, las cosquillas no son exclusivas del hombre, «sino que se dan en todos los mamíferos, sobre todo en los primates y las ratas». También disfrutan de ellas los perros. En todos estos animales, el mecanismo que las genera es similar.
Al igual que ocurre con la risa, para que se produzcan las cosquillas «tiene que haber, necesariamente, una falsa alarma», aclara Gómez Milán. Nos reímos cuando alguien se tropieza y se cae solo si después comprobamos que no se ha hecho daño: es una respuesta fisiológica para liberar la tensión que provoca el peligro, y restablecer el equilibrio en nuestra mente. Lo mismo sucede con las cosquillas. A una fase inicial de miedo le sigue un ‘efecto rebote’ positivo, que se produce cuando el cerebro comprueba que no existe peligro, y que se traduciría en la risa. Esto explica, por ejemplo, que un extraño no pueda hacernos cosquillas. «Los desconocidos provocan en nosotros una alarma verdadera, en lugar de falsa, y por eso no sentimos sus cosquillas, ni se produce la risa», apunta el investigador. Es precisamente el mecanismo que hace que esta alarma se interprete como verdadera o falsa el que falla en las personas esquizofrénicas. Tampoco son frecuentes las cosquillas entre hombres heterosexuales, «ya que perciben al otro como una alarma real, como una amenaza». Algo que no ocurre entre mujeres, que sí pueden hacérselas entre sí. En cualquier caso, las cosquillas tienen un valor sexual: son siete veces más probables con alguien del sexo contrario.
El fetichismo de los pies
Las cosquillas, como la testosterona, disminuyen a partir de los 40 años, y conllevan, amén de familiaridad, jerarquía: el sujeto que las hace actúa como dominante, y el que las recibe, como sumiso. De ahí que, por ejemplo, un abuelo pueda hacerle cosquillas a su nieto (que lo percibe como un ser superior), pero al revés será mucho menos probable (el anciano las fingirá, o las sentirá con mucha menos intensidad que el niño).
Volviendo al sexo, los investigadores las emparentan directamente con el orgasmo. «Ambos procesos suponen un placer mental, un final feliz que sucede a un estado de alerta inicial que después se apaga». También entienden de género. Dicho de otra forma: el mapa de cosquillas de hombres y mujeres presenta algunas diferencias. Así, ellas las sienten con más intensidad y frecuencia en la planta del pie (algo que tiene un componente sexual, «porque están íntimamente asociadas al fetichismo de esta parte del cuerpo»), mientras que ellos las notan más en las zonas erógenas directas, como son los genitales o el pecho. Los costados, la planta del pie, las axilas, el cuello y el vientre son las zonas donde más se dan en ambos sexos. Todas ellas tienen algo en común: son zonas muy vulnerables. Buscarnos las cosquillas resulta más o menos fácil según el rol de la persona que nos las haga, y la indefensión que sintamos en ese momento. Por eso, cuanta más gente haya delante más cosquillas tendremos.
El componente sexual que tienen las cosquillas puede llegar a convertir esta práctica en una parafilia o desviación denominada knismolagnia. Se da en aquellas personas que solo obtienen una excitación sexual cuando hacen o reciben cosquillas y también, en un grado extremo, en aquellas que se excitan con ver cómo otros sujetos las disfrutan. El fetichismo por las cosquillas está tan extendido que existe un foro en internet, Tickling Media, que funciona en seis idiomas diferentes. Más de 80.000 personas están inscritas en esta web, donde se intercambian opiniones, consejos y vídeos eróticos con las cosquillas como absolutas protagonistas.
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La revista de la UGR «Cuadernos Geográficos» dedica su número 47 al estado de la ordenación del territorio en España

  • El coordinador, Francisco Rodríguez Martínez, destaca las dificultades objetivas a que se enfrenta su implantación, tanto en el plano político-administrativo como en el sociocultural, considerando que en España la ordenación del territorio como práctica independiente del urbanismo es tan reciente que no va más allá de la Constitución de 1978 y la proclamación del Estado de las autonomías

En territorios, como los europeos, diversos en lo físico y que acumulan históricamente organizaciones culturales múltiples y profundas, aunque acomodadas más o menos a las pautas generales de la revolución económica y tecnológica contemporánea, la idea de poner orden en el desorden, real o presunto, es tan natural que resulta relativamente sorprendente que la ordenación territorial haya surgido ya avanzado el siglo XX; un siglo, por lo demás, donde los cambios territoriales y ambientales han sido numerosos y sobre todo acelerados. Quizá por eso la reacción frente al desorden ha contado, inicialmente al menos, con apoyos tan importantes como en cierta medida utópicos. Frenar la destrucción, tratar de minimizar los impactos territoriales y ambientales, a veces irreversibles, de la acción humana, impedir el caos incluso, no es lo mismo que tratar de establecer un nuevo orden territorial, sea cual sea la escala que se considere, pero sobre todo a nivel supranacional.

Estos y otros aspectos conforman los contenidos de la revista de la UGR “Cuadernos Geográficos”, coordinada por el profesor Francisco Rodríguez Martínez y editada por la Universidad de Granada (eug), cuyo número 47 se dedica al estado de la ordenación del territorio en España.

Según Francisco Rodríguez Martínez, catedrático del Área de Análisis Geográfico Regional de la UGR, en España, donde la Ordenación del Territorio, como práctica independiente del urbanismo, es tan reciente que no va mucho mas allá de la Constitución de 1978 y la puesta en marcha del estado de las autonomías, “contamos con antecedentes remotos y cercanos que demuestran las dificultades objetivas a que se enfrenta su implantación tanto en el plano político-administrativo como sociocultural”.

Falta un plan estatal de ordenación

La persistente carencia de un plan estatal de ordenación (urbanística y territorial) o los vaivenes de las políticas territoriales autonómicas dan fe de esas dificultades de implantación, según el director de la revista. Afirma el profesor Rodríguez que “Cuando a comienzos de 2008 empezaba a reconocerse la cruda realidad de crisis financiera e inmobiliaria (¿solo financiera e inmobiliaria?) cuyo final (los brotes verdes) no parece entreverse todavía, el Consejo de Redacción de “Cuadernos Geográficos”, al considerar la conveniencia y oportunidad de mantener la programación de este número monográfico sobre el estado de la ordenación del territorio, tuvo muy en cuenta este contexto y el riesgo de reversión de la política territorial que podría acarrear la profundización del descrédito que apreciábamos de esta función pública. Descrédito asociado a estos factores pero también al exceso regulador y a la utilización inadecuada de la planificación y de algunos conceptos y/o instrumentos metodológicos básicos a ella asociados como, por ejemplo, los modelos y estrategias territoriales que, por añadidura, no acaban de entenderse o aceptarse por igual en todas partes. Y lo mismo puede decirse de la deficiente integración de las políticas territoriales y ambientales o del protagonismo excesivo, producto de la claudicación política de las autonomías, que sigue teniendo el planeamiento municipal en un momento en que parece evidente la necesidad de potenciar las emergentes dinámicas supralocales”.

Con cerca de 700 páginas, la revista cuenta con trabajos de distintos especialistas sobre las diversas autonomías españolas, así como otros trabajos relativos a la ordenación del territorio.

Contacto: Profesor Francisco Rodríguez Martínez. Director de “Cuadernos geográficos”. Universidad de Granada. Tfn: 958 244176. Correo electrónico: fcorodri@ugr.es


Cosquillas científicas

Un estudio pionero en España revela que tienen mucho que ver con la mente y el sexo. Ratas y perros también se parten de risa. Las mujeres pueden provocarse las cosquillas entre ellas, pero no pasa lo mismo con los hombres. Los investigadores que las han metido en el laboratorio las emparentan conel orgasmo

Ha probado alguna vez a hacerse cosquillas a sí mismo? Tal vez lo haya intentado y, como le ocurre a la inmensa mayoría de las personas, habrá comprobado que le resulta completamente imposible. En el fondo, puede consolarse y pensar que incluso está de enhorabuena. Si lo hubiera logrado, quizá no tendría demasiados motivos para reírse: sería un síntoma inequívoco de que sufre esquizofrenia. Porque solo un reducido grupo de seres humanos posee la inquietante habilidad de hacerse cosquillas a sí mismos y reírse por ello. Son los esquizofrénicos con delirios de pasividad; o sea, creen que su propio pensamiento no les pertenece, sino que les ha sido insertado en su propia mente por otra persona.
Se trata de un extraño fenómeno sobre el que desde hace años trabaja un grupo de investigación del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada denominado SetShift, el único de toda España que ha analizado las cosquillas (y los mecanismos mentales que las provocan) desde un punto de vista científico.
Su responsable, el profesor Emilio Gómez Milán, considera que este inocente gesto es una de las manifestaciones de humor más primitivas de cuantas se dan en el ser humano, y su funcionamiento es tan básico que las hace comparables al acto reflejo que provoca un golpe en la rodilla. Aun así, las cosquillas no son exclusivas del hombre, «sino que se dan en todos los mamíferos, sobre todo en los primates y las ratas». También disfrutan de ellas los perros. En todos estos animales, el mecanismo que las genera es similar.
Al igual que ocurre con la risa, para que se produzcan las cosquillas «tiene que haber, necesariamente, una falsa alarma», aclara Gómez Milán. Nos reímos cuando alguien se tropieza y se cae solo si después comprobamos que no se ha hecho daño: es una respuesta fisiológica para liberar la tensión que provoca el peligro, y restablecer el equilibrio en nuestra mente. Lo mismo sucede con las cosquillas. A una fase inicial de miedo le sigue un ‘efecto rebote’ positivo, que se produce cuando el cerebro comprueba que no existe peligro, y que se traduciría en la risa. Esto explica, por ejemplo, que un extraño no pueda hacernos cosquillas. «Los desconocidos provocan en nosotros una alarma verdadera, en lugar de falsa, y por eso no sentimos sus cosquillas, ni se produce la risa», apunta el investigador. Es precisamente el mecanismo que hace que esta alarma se interprete como verdadera o falsa el que falla en las personas esquizofrénicas. Tampoco son frecuentes las cosquillas entre hombres heterosexuales, «ya que perciben al otro como una alarma real, como una amenaza». Algo que no ocurre entre mujeres, que sí pueden hacérselas entre sí. En cualquier caso, las cosquillas tienen un valor sexual: son siete veces más probables con alguien del sexo contrario.
El fetichismo de los pies
Las cosquillas, como la testosterona, disminuyen a partir de los 40 años, y conllevan, amén de familiaridad, jerarquía: el sujeto que las hace actúa como dominante, y el que las recibe, como sumiso. De ahí que, por ejemplo, un abuelo pueda hacerle cosquillas a su nieto (que lo percibe como un ser superior), pero al revés será mucho menos probable (el anciano las fingirá, o las sentirá con mucha menos intensidad que el niño).
Volviendo al sexo, los investigadores las emparentan directamente con el orgasmo. «Ambos procesos suponen un placer mental, un final feliz que sucede a un estado de alerta inicial que después se apaga». También entienden de género. Dicho de otra forma: el mapa de cosquillas de hombres y mujeres presenta algunas diferencias. Así, ellas las sienten con más intensidad y frecuencia en la planta del pie (algo que tiene un componente sexual, «porque están íntimamente asociadas al fetichismo de esta parte del cuerpo»), mientras que ellos las notan más en las zonas erógenas directas, como son los genitales o el pecho. Los costados, la planta del pie, las axilas, el cuello y el vientre son las zonas donde más se dan en ambos sexos. Todas ellas tienen algo en común: son zonas muy vulnerables. Buscarnos las cosquillas resulta más o menos fácil según el rol de la persona que nos las haga, y la indefensión que sintamos en ese momento. Por eso, cuanta más gente haya delante más cosquillas tendremos.

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Arrancan los XXIII Cursos de Verano de la UGR en Ceuta, que terminarán en septiembre

– ‘Aplicación de las tecnologías web a la gestión del marketing’ se desarrollará hasta este viernes en horario de tarde en la Facultad de Educación y Humanidades

– Tras las vacaciones se completará la oferta formativa propuesta con otros tres cursos titulados ‘La autoestima y la inteligencia emocional como pilares de los valores y de un desarrollo biopsicosica’, ‘Metodología enfermera. Taxonomías NANDA NOC y NIC’ y ‘Prescripción de la actividad física para adultos y mayores en la ciudad de Ceuta’

La Consejería de Educación, Cultura y Mujer y la Universidad de Granada (UGR) estrenan este lunes la XXIII edición de sus Cursos de Verano en la ciudad autónoma con uno titulado ‘Aplicación de las tecnologías web a la gestión del marketing’ que se desarrollará hasta este viernes en horario de tarde en la Facultad de Educación y Humanidades.

El desarrollo biopsicosocial, la actividad física en adultos y mayores y la metodología enfermera son los contenidos del resto del programa, que la Ciudad, mediante la Consejería de Educación, Cultura y Mujer, financia con 40.000 euros, según ha recordado el Ejecutivo local a través de un comunicado de prensa.

El número de plazas por curso asciende a 50 y cada uno se desarrollará durante 25 horas presenciales que se impartirán en las facultades de Educación y Humanidades y Ciencias de la Salud. Hay cinco bolsas de viaje y tres matrículas gratuitas por curso para alumnos que residan fuera y en Ceuta, respectivamente.

Entre el 19 y el 23 de septiembre se celebrarán los otros tres cursos programados por la UGR en Ceuta y la Consejería de Educación, Cultura y Mujer. Uno es ‘La autoestima y la inteligencia emocional como pilares de los valores y de un desarrollo biopsicosical: enseñando y aprendiendo a ser personas’, que impartirán profesores de las universidades de Cádiz y Granada en horario matutino en la Facultad de Ciencias de la Salud. En el mismo lugar aunque en horario vespertino, de 16.30 a 21.30 horas, serán las clases de ‘Metodología enfermera. Taxonomías NANDA NOC y NIC’.

‘Prescripción de la actividad física para adultos y mayores en la ciudad de Ceuta’ completa el programa de la XXIII Edición de los Cursos de Verano de la UGR y se impartirá en la Facultad de Educación y Humanidades por las tardes también del 19 al 23 de septiembre.

Preinscripciones y matrículas

Las preinscripciones y matrículas deben formalizarse en la sede de la Consejería de Educación, Cultura y Mujer, ubicada en la segunda planta del Palacio de la Asamblea. El importe de matriculación de cada curso asciende a 48 euros, dato que permanece invariable desde la implantación de esta moneda. Los solicitantes de becas han de dirigirse al Servicio de Becas de la UGR. Los plazos son los siguientes: hasta el 21 de junio para inscribirse en el curso que se desarrollará en julio y hasta el 9 de septiembre para los que se impartirán ese mes.

Las personas interesadas podrán obtener información complementaria en las webs de la Ciudad Autónoma y la UGR.

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Ocho de cada diez firmas públicas carecen de estrategias responsables

Los datos preliminares de un estudio que elabora Forética muestran que sólo el 19% de las compañías que dependen de las administraciones tiene un proyecto formalizado.

Sólo el 19% de las empresas públicas en España cuenta con una estrategia definida de responsabilidad social (RSE), según los datos preliminares de un estudio de Forética, Adif y Garrigues Medioambiente, que se presentará en septiembre, elaborado con la colaboración de la Universidad de Granada a partir de una encuesta a la que han respondido entidades estatales (las más implicadas en este proceso), autonómicas y locales. La encuesta señala que otro 21% de ellas está en proceso de formalizar una estrategia y que otro 26% cuenta con ella, pero no formalmente. A pesar de este avance, otro 18% afirma que no la tiene, ni está prevista.

Barreras
Entre las barreras que frenan el desarrollo de la RSE en las empresas públicas destaca la existencia de recursos limitados. La responsabilidad social requiere una inversión en sus primeras etapas, lo que se podría ver como un gasto, sobre todo en un momento de austeridad económica como el actual. Otras barreras son la ausencia de una visión estratégica de la responsabilidad social y la baja concienciación de los empleados públicos.

El objetivo del proyecto, apoyado por el Ministerio de Trabajo, CSR Europe, es impulsar la RSE en las empresas públicas. La Ley de Economía Sostenible (LES) establece la obligación de que las empresas estatales presenten una memoria de sostenibilidad. Los promotores de este estudio consideran que las administraciones tienen que mejorar su gestión en este campo, lo que pasa por aplicar estrategias de responsabilidad. Según Juan Pedro Galiano, presidente de Forética y director de Reputación Corporativa y Marca de la empresa estatal Adif, la LES puede ser un punto de partida, contribuyendo a que la RSE se incorpore a las compañías, pero también existe el efecto perverso de una regulación, ya que la organización puede salir al paso cumpliendo la ley mínimamente, en lugar de avanzar en estas cuestiones.

El estudio también servirá de base para elaborar una guía de gestión de la RSE en las empresas públicas, una hoja de ruta de qué pasos dar y cómo hacerlos. Asimismo, se plantea crear una plataforma de compañías públicas, que cuentan con problemáticas comunes como la contratación.

El avance de este estudio fue presentado en el marco del curso de verano de Forética, organizado en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona. El curso, en su séptima edición, hizo un repaso del contexto actual de la RSE en Europa y en España, con especial incidencia en las políticas legislativas, la importancia de la transparencia y el buen gobierno en las organizaciones, sin olvidar otro de los grandes retos: la incorporación de las pymes a este proceso. Junto a ellos, ejemplos de empresas que ponen el foco en la innovación y se replantean su estrategia para vincular aún más la sostenibilidad con el negocio, implicando a empleados, proveedores y clientes.

En la clausura, el director general de Economía Social, del Trabajo Autónomo y de la RSE del Ministerio de Trabajo e Inmigración, Juan José Barrera, anunció que en el último trimestre del año se espera tener un documento de propuestas sobre las condiciones que deben reunir las empresas que voluntariamente quieran ser reconocidas como socialmente responsables, como recoge la Ley de Economía Sostenible.

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El 60% de los españoles no se protege del sol de forma adecuada

El mal uso de protectores, tomar el sol a deshoras y los rayos uva desarrollan el cáncer de piel

Con la llegada del verano y las vacaciones incrementamos nuestra actividad al aire libre, y con ello una mayor exposición al sol. A pesar de los riesgos que los rayos ultravioletas pueden causar en la piel, 6 de cada 10 españoles no se protege adecuadamente de los rayos solares. La mala utilización de fotoprotectores unido a las malas practicas como tomar el sol en las horas centrarles del día, o broncearse con métodos artificiales como los rayos UVA, incrementa el riesgo de desarrollar cáncer de piel. Una de las consideraciones que deben tenerse en cuenta sobre los fotoprotectores es que no deben tomarse como único método de defensa ante los rayos UVA, sino que debe ser una protección más, que complemente la defensa ante los rayos del sol. La utilización de ropa, sombreros o gorros que tapen la cabeza, utilización de la sombra son los verdaderos protectores del sol. Otro de los factores que deben de conocerse es la elección adecuada de los protectores así como su correcta aplicación. Según explica el profesor titular de Dermatología de la Universidad de Granada y coordinador del Grupo Español de Epidemiología y Promoción de la Salud en Dermatología de la Academia Española de Dermatología, Agustin Buendía Eisman, «no debemos de fijarnos únicamente en el número de protección sino que debemos fijarnos en la radiación de la que protege y de su forma de utilización». Para Buendía la protección adecuada ante los rayos solares debe ser superior a 50, considerando las cremas de baja protección con valores inferiores a 15 ineficientes para como método defensivo. Actualmente se tiene la consideración social de que el bronceado de la piel es sinónimo de salud, y un símbolo de belleza. Sin embargo es una respuesta a la agresión solar, es una forma de protección de la piel sobre un daño externo. Por ello el profesor Buendía ha advertido que, «el bronceado no es sinónimo de salud y no debe considerarse como un síntoma de belleza. En línea con la tendencia de exposición masiva del sol, son las mujeres en edades adultas las que más se protegen con la utilización de fotoprotectores, ya que buscan un bronceado de la piel más intenso que los hombres. Estos apenas se aplican cremas solares, pero tampoco buscan broncearse. Esta tendencia esta igualándose en la población mas joven, dado que ambos sexos buscan por igual el bronceado.

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El Faro de Ceuta

Pág.6.Opinión: Capital humano

Pág.11. Hoy se inician los cursos de verano 2011 de la UGR en nuestra ciudad

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Ideal

Pág.6. Expectativas: Caja Rural de Granada ay el Grupo Cogesa crean una cooperativa de viviendas

Pág.7.Expectativas: «Para tener una plantilla ocupada todo el año hemos diversificado la oferta»

Pág.69.Culturas: Curso de gastronomía, enología y nutrición

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Granada Hoy

Pág.28.Vivir Verano: Escudos contra el sol

Pág.30.Vivir Verano: Arte joven en la sala Rey Chico

Pág.45.Andalucía: Estrategias biológicas para luchar contra la leishmaniasis

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