Cleopatra, Haëndel, Julio César, Lope de Vega, Cervantes, Paganini, Calderón de la Barca, Isabel II, Alonso Cano, Nietzsche, Alicia de Larrocha, Van Gogh… Son miles los casos, pero ante la imposibilidad de plasmar todos, Blas Gil Extremera, catedrático de la Universidad de Granada, se ha decidido por 100 personajes -o genios- y los ha recopilado en un libro (de 426 páginas) que refleja claramente que las enfermedades (más o menos graves) no son un obstáculo, y que incluso gracias a ellas podemos disfrutar de grandes obras maestras: «y no es a pesar de su estado de salud, sino gracias al mismo», confirma Blas Gil.
Mediante Enfermos Ilustres, que cuenta con el prólogo del escritor peruano Mario Vargas Llosa, el autor pretende dar otro enfoque sobre los trastornos y las afecciones, a la vez que llenar de esperanza a los que actualmente sufren cualquier padecimiento, desterrando la idea de que «una persona enferma ya no puede hacer nada». Resulta paradójico que ante la extendida visión pesimista de cualquier enfermedad, se encuentre otra menos popular, que es precisamente la que refleja este libro: el dolor puede acentuar la capacidad creadora de la persona hasta el punto de llegar a convertirla en un genio. La semilla de este volumen la sembró «hace ya muchos años Gregorio Marañón al escribir sobre el Conde Duque de Olivares» en la misma línea que en el nuevo volumen, afirma Blas Gil.
El ejemplar se presentó ayer en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, e intenta mostrar «la interrelación existente entre enfermedad, obra y persona». Y es precisamente este hecho el que determina la enorme complejidad surgida a la hora de elaborar esta nuevo libro. «No existe un diagnóstico de la inmensa mayoría de estos personajes ya que la medicina no estaba muy avanzada y las referencias son poco precisas», por lo que el autor ha tenido que realizar una interpración de todo ello y dar él mismo una evaluación. «La relación entre este dictamen y la obra del personaje también ha resultado muy difícil», destacó Blas Gil.
Ciertamente, en la antigüedad la esperanza de vida era bajísima, pero estos personajes fueron capaces de sobreponerse y elaborar sus obras. George Friedrich Haëndel escribía operas para su teatro de Londres y dirigía a la orquesta, «lo que unido a los problemas económicos le provocaron un ictus cerebral del que se recuperó insólitamente y por completo». La milagrosa curación hizo que su música cambiara. «De ahí que como agradecimiento a Dios elaborará el Aleluya y su obra derivase hacía la religión», comenta Gil.
«La gente no se suele dar cuenta de los avances médicos que hemos experimentado» y gracias a ellos se pueden controlar las dolencias que antes suponían la muerte, como la diabetes.