– Orce y la responsabilidad de la Universidad de Granada
SIENTO que debería haber escrito este texto hace una década, con ocasión del Congreso Internacional que, sobre los yacimientos de su entorno, se celebró en Orce, y que recibió un impresionante vacío por parte de nuestra Universidad. Hoy, después de que las cenizas de José Gibert se hayan esparcido sobre el yacimiento de Venta-Micena, creo que estas ideas vuelven a tener sentido.
Orce, Venta-Micena, es un debate entre la verdad y la mentira, entre lo cierto y lo que no lo es. No sólo en el ámbito de la Ciencia pura. No pretendo que estas líneas sean ninguna verdad, entre el blanco y el negro hay grises. También en la Ciencia. Sí intento exponer lo que creo que ha sido una actitud, en el mejor de los casos, errónea y, aunque ya sea sin Gibert (seguro que lo agradecería) es para procurar contribuir a una mejora de la relación de la Universidad de Granada con los importantísimos yacimientos de Orce.
Por ejemplo, desde la publicación, en la década de los 60, de la tesis doctoral del profesor Vera sobre la geología de la depresión Guadix-Baza, era de esperar que en sus bordes, que son mucho más que Orce y su entorno, apareciesen yacimientos de vertebrados fósiles. D. Emiliano Aguirre, el padre de los yacimientos de Atapuerca, ya hizo una visita a la comarca por aquellos entonces describiendo los restos de un elephas primigenius, un mamut. Sin embargo, para nuestro departamento de Paleontología esas potencialidades no constituyeron una prioridad y, durante las siguientes décadas, ha continuado centrando su trabajo investigador en ámbitos distintos pese a que es ampliamente reconocido y aceptado que la Depresión contiene algunos de los mejores yacimientos del mundo del pliocuaternario.
Creo que el rechazo a Gibert en el ambiente universitario granadino empezó el mismo día de la presentación pública, hace ya más de 25 años, de sus hallazgos. Gibert se dirigió primero a los medios de comunicación y a la sociedad y ya por la tarde a la Comunidad Universitaria. Tuve la satisfacción de asistir a ambos actos. Y creo que es posible que se equivocase de auditorios y en cada ámbito hiciese el discurso que correspondía al otro. En la Diputación, ante un público en general poco especializado, creo que hizo una exposición muy científica explicando, por ejemplo, la datación del yacimiento sobre 1.300.000 años por la presencia del roedor Allophayomis. En la Facultad de Ciencias, en un ambiente de gran expectación, dio una conferencia divulgativa, que a muchos presentes les pareció impropia del lugar, de la importancia del tema y poco convincente. Quizás si se hubiesen intercambiado el orden y la profundidad de la exposición los acontecimientos hubiesen sido diferentes.
He oído varias veces a Gibert, en años sucesivos, valorar los hallazgos de Orce en el contexto de los paradigmas preexistentes, cuando, él, en si mismo, rompía muchos cánones preestablecidos. Gibert era catedrático de instituto, no un investigador universitario y era alguien ajeno a nuestra Universidad que exponía uno de los mayores acontecimientos de interés científico de Granada. En la gran parafernalia informativa de los siguientes días nuestra Universidad apenas existió. Lo expuesto no era producto de sus investigaciones, ni ella controlaba los yacimientos.
Ni siquiera en la época en que no existió controversia sobre «hombre o burro» hubo un interés especial. Tuve la ocasión de acompañar a Gibert y su equipo en alguna ocasión. Por ejemplo el día que se descubrió el yacimiento de Barranco-León. Observar, como ocurrió ese día, una enorme defensa de mamut hincada en la roca es una satisfacción indescriptible. Ver el auténtico cementerio de grandes vertebrados fósiles que constituye el yacimiento de Venta Micena, un privilegio del que pocos granadinos hemos podido disfrutar. Pero cuando, como miembro del Consejo Social de nuestra Universidad por aquellos entonces, charlaba del tema con personas de distintos ámbitos que podían estar relacionados con Orce casi siempre encontraba reticencias.
Y cuando se negó la «humanidad» del resto craneal se percibió como la mera ratificación de lo que «a priori» ya se pensaba. No soy quien para opinar sobre el tema. Pero si algo hay que reconocerle a José Gibert, además de su enorme perseverancia, es su lucha por abrir nuevas líneas de investigación científica que colaborasen a aclarar la controversia. Líneas pioneras, que independientemente de la validez de todas ellas, deberían haber incitado a nuestra participación, porque es prácticamente inherente a la mera función de la propia Universidad. No fue así, a excepción del departamento de bioquímica de la facultad de Medicina que defendía la presencia de proteínas humanas en los restos hallados, cuya difusión, junto a otras líneas investigativas y la descripción de nuevos yacimientos, figuraban en un libro presentado en diferentes universidades españolas (Autónoma de Barcelona o Murcia por ejemplo) con las que existían colaboraciones, además de contar con la presencia de investigadores de diferentes universidades europeas. Exponerlo en Granada fue difícil. En cierta medida por no desairar a este representante de CC OO en su Consejo Social. El acto, en el Palacio de la Madraza, fue presidido por el Vicerrector de Extensión Universitaria, en parte por mutuo conocimiento personal. Quiero recordar que, junto al citado equipo de Medicina, fue el único profesor de nuestra Universidad que asistió.
Posteriormente, con ocasión del Congreso Internacional, con gran presencia de medios de comunicación, se repitió la misma escena. Especialistas de talla mundial conocieron los distintos yacimientos: Venta Micena, Barranco León, Fuentenueva, y debatieron sobre las diferentes líneas de investigación desarrolladas. El propio D. Emiliano Aguirre, en charla con quien suscribe, reconocía su importancia excepcional y centraba sus dudas en la antigüedad de los yacimientos, aunque estimada siempre por encima del millón de años (superior a Atapuerca). El acto de clausura, en el que algunas voces reclamaron que se gestionase la declaración de Patrimonio de la Humanidad, contó con la única presencia representativa de nuestra Universidad del Presidente de su Consejo Social, D. José María Quintana quien, convencido de las potencialidades científicas del tema, personalmente decidió estar presente en dicho acto. Días después, el propio Quintana convocaba a los distintos departamentos de nuestra Universidad que podían estar involucrados de distinta forma en las investigaciones sobre Orce, sin que la reunión finalizase con éxito al no llegar ningún acuerdo concreto.
Desde entonces se han producido avances. Personalmente opino que cuando la Junta de Andalucía ha considerado que «controlaba suficientemente» los yacimientos. Por citar sólo algunos aspectos se puede dudar de la «humanidad» de los restos, pero no de la «presencia humana» en Orce. No están en cuestión las herramientas líticas, lo que hace probable tener nuevos hallazgos humanos. Se ha puesto en valor la investigación sobre las proteínas en restos fósiles. Se acepta que la presencia humana en Europa es anterior a lo que se pensaba hasta hace poco. Nuevos argumentos suponen que no sea un sacrilegio creer que el poblamiento europeo se produjo también a través de Gibraltar
Y se excava habitualmente en los yacimientos de Orce a excepción de Venta Micena, donde existe trabajo para muchísimos años. Pero ya no existen los conflictos personales. José Gibert se ha marchado. Pienso que con la íntima satisfacción de un cierto reconocimiento desde el equipo de Atapuerca y con la amargura del vacío de nuestra Universidad y algunos ámbitos de la propia Junta de Andalucía. Es hora de reconsiderar la situación. De implicar más a nuestros investigadores en las líneas relacionadas con Orce. De rectificar y desarrollar todas sus potencialidades. También las de Venta Micena. Seguro que Gibert se sentiría con ello satisfecho.
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