PUERTA REAL
Haciendo camino
REMEDIOS SÁNCHEZ/
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HUBO una época, no demasiado lejana, en la que las mujeres eran tratadas como seres inferiores: no podían acudir a diversos sitios si no era acompañadas de su marido o un familiar varón (o bien de una acompañante-sinapismo), no podían hacerse una cuenta corriente, no podían controlar sus propiedades -si las tenían-, no podían tener determinados empleos, no podían usar pantalones… En resumidas cuentas, la sociedad machista de esa época se ocupaba de invisibilizarlas por tener voz propia en todos los terrenos. De ahí la necesidad de que, ahora que los tiempos han cambiado, se les de el lugar que les corresponde en la Historia, por ejemplo de esta ciudad a la que ellas contribuyeron poderosamente a modernizar. Uno de los lugares donde más dificultades tuvieron para acceder fue la Universidad; las profesoras Joaquina Eguaras, Luisa Pueo, Carmina Villanueva, Jacinta García Hernández; Elena Martín Vivaldi (la mejor poeta que ha dado Granada), las hermanas archiveras María y María Angustias Pardo son pioneras, trasgresoras silenciosas de muros intangibles cuya labor inestimable hay que poner de relieve de una vez por todas para comprender mejor el devenir de una universidad en la que ahora la mayoría somos mujeres pero en la que, en aquellos tiempos, era casi milagroso encontrar una.
En ese papel de recuperación de la memoria (lamentablemente, este es un país de desmemoriados) lleva años trabajando la Federación de Mujeres María Lejárraga con sus Hermanamientos por la Libertad, los dos últimos homenajeando a mujeres que han sido símbolos indiscutibles de la Universidad de Granada en la primera mitad del siglo XX; si el año pasado el hermanamiento se hizo con Luisa Pueo y Costa, mujer de formación interdisciplinar educada en las ideas de la Educación Libre de Enseñanza, profesora de la Escuela Normal de Magisterio durante más de cuarenta años y Co-Directora de la Escuela de Señoritas Normalistas (junto a Jacinta García), este año, aprovechando el vigésimo quinto aniversario de su muerte, la Federación ha homenajeado a la prestigiosa arabista y arqueóloga Joaquina Eguaras.
Mucha gente sabe bien poco de Joaquina Eguaras más allá de que da nombre a una avenida; de ahí la importancia de que Francisca Rodríguez (actual Presidenta de la Federación, que ha seguido la línea de trabajo bien hecho de sus antecesoras) y su equipo hayan vuelto a poner su nombre de actualidad.
Mucho abría que decir de Joaquina Eguaras para hacerle justicia, pero en el espacio limitado de esta columna tan sólo diremos que fue la segunda mujer que estudió en nuestra universidad -tenía que sentarse en la mesa del profesor e ir acompañada de una carabina para evitar que, supuestamente, los antropoides de sus compañeros infamasen los oídos de tan delicada fémina (tan delicada y a la vez tan valiente como para acudir al temible comandante Valdés durante la Guerra Civil para solicitar y conseguir misericordia por muchos condenados a muerte)-; que fue la única profesora de la Universidad hasta 1935 -titular de Árabe y Hebreo-, que dirigió el Museo Arqueológico de Granada, que dio clases en la Escuela de Estudios Árabes y que logró ser miembro por su gran capacidad -la mujer siempre tiene que demostrar más que el varón- de algunas de las más prestigiosas instituciones nacionales e internacionales. Esfuerzo y tesón, sin olvidar la bondad innata que la hacía estar siempre dispuesta a ayudar al prójimo.
Luisa, Joaquina, Elena, Jacinta son mujeres con bandera; la suya es la bandera del esfuerzo, de la inteligencia y del tesón para lograr la igualdad que los hombres durante tanto tiempo han tendido a silenciar.