VIVIR
Monstruos que son pasado
Los avances en medicina han aportado remedios efectivos a enfermedades congénitas como la hidrocefalia o el gigantismo, que hasta hace cincuenta años eran mortales
COMPARACIÓN. Miguel Botella muestra varios cráneos, destacando el de El niño de Gabia, situado en la esquina superior izquierda.
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HACE cinco décadas, la mayoría de las deformaciones con las que nacían los bebés suponía un problema insalvable. Sin embargo, en los últimos años la medicina ha experimentado tal avance en este campo que imágenes como el famoso Manuel García Baena, un granadino deforme más conocido como cabezón de Gabia, pertenecen ya del pasado. Miguel Botella, director del Laboratorio de Antropología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, señala que ese personaje de finales del siglo XIX -muy famoso entre los granadinos de la época- tenía un cerebro de 2.760 centímetros cúbicos, mientras que la media en humanos ronda los 1.400.
Esta disfunción se denomina hidrocefalia, una enfermedad que hoy en día tiene solución extrayendo el líquido que sobra en el mismo momento en que nace el bebé. En el caso de El Niño de Gabia, que nació el 7 de julio de 1868, la hidrocefalia se presentó muy precozmente, poco tiempo después del parto; llamó poderosamente la atención de la gente de los pueblos cercanos a su lugar de nacimiento -Gabia Grande- y de Granada, donde pedía limosnas a las puertas del Hotel Victoria.
Entre el claustro médico granadino de aquella época, su enfermedad llegó a ser considerada como un caso clínico de supervivencia, ya que pocas veces estos enfermos vivían más de un año.
Célebre
Era tan célebre que en 1888, cuando contaba con 20 años de edad, el escultor anatómico de la Facultad de Medicina, Antonio Marín, le hizo un busto en barro cocido; además fue retratado por Ruiz Morales, dibujante anatómico de la misma facultad. Tanto el busto como el retrato se conservan hoy junto al cráneo en el laboratorio de Antropología de dicho centro.
Su estatura rondaba el metro y 55 centímetros, era de aspecto infantil y padecía cierto retraso mental, aunque de grado no muy intenso, puesto que habitualmente se le veía vendiendo lotería por el centro de Granada. El niño de Gabia murió soltero en Granada, el 19 de febrero de 1917, a los 48 años de edad, a consecuencia de la hidrocefalia.
Desde el punto de vista clínico, dada la larga supervivencia del enfermo, podría discutirse la causa de su muerte y algunas hipótesis señalan que se podría haber producido una detención espontánea de su enfermedad.
Juan Antonio Molina Font, catedrático de Ginecología de la Universidad de Granada, explica que las enfermedades congénitas, que son aquellas con las que el niño nace, se producen por dos aspectos. El primero de ellos es el hereditario, que se genera por una alteración que se transmite por parte de los antecesores. Estos males aparecen con cierta reiteración y frecuencia. El índice negativo de este tipo de patologías ha bajado considerablemente gracias a la biología molecular, que ha aportado soluciones eficaces en cuanto a su curación.
La otra vertiente, son las malformaciones derivadas de la gestación y el embarazo. En este caso, el bote salvavidas procede de un seguimiento selectivo por parte del ginecólogo a la paciente, detectando la enfermedad y actuando frente a ella de manera prenatal. La ley contempla que en casos extremos los padres pueden solicitar la interrupción del embarazo de manera voluntaria.
Extremidad
Dentro de las malformaciones congénitas, el doctor Molina Font destaca la hidrocefalia, el gigantismo, niños que nacen sin brazos u otra extremidad y zonas del cuerpo abiertas como la espalda o el abdomen.
Las patologías que se producen en la gestación y el embarazo se pueden salvar si la madre lleva en ese momento un estilo de vida adecuado y una dieta equilibrada, erradicando malos hábitos como el tabaco o el consumo excesivo de alcohol.
Molina Font añade que la cura en cualquiera de los casos es el diagnóstico precoz, que puede salvar muchas vidas y evitar problemas que marquen la vida de una persona. Una de las enfermedades llamadas hereditarias, el gigantismo, se manifiesta por un crecimiento precoz del cuerpo humano que puede ser total o parcial.
En el caso del gigantismo total, todas las partes del organismo crecen de forma acelerada, lo que lleva consigo un envejecimiento muy rápido que puede acabar con la vida de la persona en pocos años. Uno de los casos actuales de gigantismo más conocidos es el que padece Roberto Dueñas, jugador del equipo de baloncesto del F. C. Barcelona. Es un claro ejemplo de superación, ya que triunfa en un mundo tan competitivo como el deporte de élite.
Actualmente, gracias a la biología molecular puede regularse y disminuir los efectos. De hecho, el problema actual con el que se encuentran los ginecólogos es el factor inverso, es decir, hay múltiples casos de niños que crecen muy lentamente. En este sentido, los tratamientos para el crecimiento están dando buenos resultados. Según Molina Font, el principal problema con el que se encuentran actualmente es el de evitarlos. Aún así, los más frecuentes son los que se vinculan al desarrollo psicomotor del organismo humano, así como enfermedades infecciosas virales, sobre todo de tipo intestinal.
Sociedad
Una de las patologías que crece entre los niños de corta edad es la obesidad infantil, que es la consecuencia que deriva de sustituir en la sociedad actual la dieta mediterránea por la comida rápida procedente de la cultura anglosajona. El mundo de las hamburguesas, los perritos calientes y la bollería industrial, atiborradas de grasas animales que disparan el colesterol malo, ha desbancado fulminantemente un tipo de gastronomía que cuidaba el organismo. Si se suma el cada vez más escaso tiempo que se dedica a hacer deporte o, simplemente a caminar, el efecto destructor crece. Según los ginecólogos, la solución tiene que venir de la educación, formándose desde muy pequeños en las ventajas de una alimentación sana y del ejercicio físico. Estos son, sin duda, los mejores remedios para prevenir la obesidad infantil.
Tendencia
Estas soluciones anticipatorias acabarían con la tendencia, cada vez más frecuente, de encontrarse con niños que desarrollan diabetes tipo dos, arteriosclerosis o hipertensión.
En contraposición a esta patología se encuentra la anorexia nerviosa y la bulimia, dos males que se están expandiendo al mismo ritmo que la obesidad.
En estos casos se confirma que los polos opuestos se atraen, ya que el foco de crecimiento de ambos extremos es el mismo: la mala educación alimentaria que se inculca en la sociedad.
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