El actual Plan Hidrológico como exponente de la Política hidráulica tradicional está basado casi exclusivamente en la construcción de obras destinadas a abastecer las necesidades urbanas, pero, sobre todo, los nuevos regadíos, según afirma el profesor de la Universidad de Granada José Manuel Castillo López, quien acaba de publicar en la editorial Comares el libro “El Plan hidrológico Nacional desde el Sur”.
Para el profesor de Economía Aplicada, adscrito igualmente al Instituto del Agua de la Universidad de Granada, en algunos casos, “estas obras han sido realizadas anticipándose a los requerimientos de los usuarios, es decir, induciendo y fomentando los mismos mediante la creación de expectativas. El resultado es que se han creado problemas en mayor cuantía e intensidad que los que confesadamente pretendían resolver, es decir, han sido la causa de nuevas deficiencias en los suministros y creciente degradación medioambiental de los recursos hídricos. Pero, eso sí, en este proceso se habrán generado considerables fortunas de origen inconfesable”.
En las regiones del Sur, la Nueva Cultura del Agua exige, según afirma Castillo López, “el previo reconocimiento de que las mayores manifestaciones de la escasez del agua no se producen por condicionamientos climáticos, sino más bien por causa del modelo de desarrollo económico y social seguido, por la ineficiencia y el resultante desgobierno de las instituciones competentes y, finalmente, porque los conflictos evidenciados entre los diferentes usuarios han sido resueltos únicamente con argumentos de poder político y, en definitiva, económico”.
“Desde el Sur –insiste el profesor de la Universidad de Granada- a causa de la desequilibrada e insostenible intervención del hombre, de los irracionales procesos de crecimiento económico seguidos señaladamente en los últimos tiempos, la escasez física del agua ha sido convertida en escasez social y económica limitante de su desarrollo”. De ahí las llamadas a la solidaridad de las zonas húmedas con las secas para llevar a cabo la redistribución de un recurso imprescindible para la vida que, según Castillo López, “de articularse genéricamente mediante trasvases, lejos de solucionar definitivamente el problema lo perpetuarán y amplificarán su dimensión, puesto que, en realidad, han sido las prácticas que les sirven de justificación, las que a todas luces resultan irracionales, insostenibles e, incluso, paradójicamente, insolidarias”.
Diagnósticos no inocentes
Para el profesor Castillo, “los errores en las cuentas del agua que fundamentan el diagnóstico oficial de la situación no son inocentes, en tanto que éstos justifican las irracionales medidas de política hidráulica, desde la óptica del bienestar social colectivo, que, por el contrario, resultan beneficiosas a sus fautores. Por otro lado, estos últimos evitan tener que hacer frente a la probable contestación social que se derivaría del general conocimiento de las consecuencias sociales de la actual política hidráulica. En realidad, los únicos beneficiarios de la política hidráulica actual son los que forman lo que se denomina paradigma hidráulico, es decir, políticos corruptos, grandes constructoras y propietarios de la tierra”.
El único trasvase externo previsto con destino en Andalucía es el del Ebro hasta Almería de 90 hectómetros cúbicos, que no solucionará nada, incluso, en opinión, de los regantes que ya sitúan su déficit hídrico en 940 hectómetros cúbicos o más y que la mayor parte de éste se produce en la cuenca del Guadalquivir, que no recibe ninguna transferencia. Por otro lado, como las experiencias históricas más próximas espacialmente a nosotros evidenciaban (Trasvase Tajo-Segura), este trasvase, si finalmente se lleva a cabo, no va a mejorar la situación de la cuenca receptora. Por el contrario, las expectativas de beneficios ante la llegada de agua a precio público, inferior a su coste, ha desatado en Almería un incremento espectacular del precio de la tierra y de transformación de nuevas de zonas cultivo y, con ellas, de requerimientos de agua, que ha provocado que el inadecuadamente denominado déficit hídrico se haya disparado a niveles muy superiores a los existentes antes del anuncio de la construcción del citado trasvase.
Referencia: José Manuel Castillo López.
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Universidad de Granada