COOPERACIÓN
Las universidades dan lecciones de solidaridad
Un 60% de los centros con oficinas de voluntariado y cooperación también da clases para formar en valores y compromiso a sus alumnos
JUANJO BECERRA
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Los responsables de cooperación de las universidades acuerdan coordinar su acción
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Como ya ocurriera tras el hundimiento del Prestige y los atentados del 11-M, la Universidad ha demostrado que, en medio de su trajín docente e investigador, sabe y quiere volcarse en la solidaridad. Recoger chapapote de la Costa da Morte, colaborar con los países en vías de desarrollo, recaudar fondos… cualquier tarea es buena para atender masivamente los SOS de la sociedad.
Aunque su labor nunca sale a la luz pública, tras muchas de estas demostraciones de compromiso están las oficinas universitarias de cooperación y voluntariado. Según el informe Las estructuras solidarias de las universidades españolas, editado por la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación de la Universidad Autónoma de Madrid y la Fundación Telefónica, existen 70 instancias de este tipo diseminadas por nuestros campus.
Una más, 71, si se cuenta el Servicio de Gestión Social de la Universidad de Zaragoza, creado en los últimos meses, cuando ya se había concluido el mencionado informe. Frente a esta última incorporación, la más antigua es el Secretariado de Asuntos Sociales de la Universidad de Valladolid, creado en 1984.
Una de las realidades más novedosas que se constatan en el estudio tiene que ver con el creciente interés de las universidades por formar a los alumnos, no sólo en contenidos o aptitudes profesionales, sino también en valores como el altruísmo, la cooperación, el compromiso social…
Un 60% de las 54 que disponen de una estructura solidaria imparte clases sobre estos temas, aunque desde diversas plataformas. De las 235 actividades formativas que se desarrollan, 125 son asignaturas (53% del total), 65 consisten en cursos de experto (27,6%), 33 son másteres (14%) y 12 son doctorados (5%).
Además, el 38,6% de las estructuras realiza labores de investigación en este campo, siendo los más prolijos las cátedras (el 100% de ellas investiga) y los institutos o centros universitarios (71%).En cuanto a los temas, los más investigados tienen que ver con el voluntariado (20%), la Paz y los Derechos Humanos (13,8%), la Salud (13,8%) y la Cooperación (10,8%).
Los autores del estudio, Silvia Arias y Alfonso Simón, partieron de la definición de estructura solidaria de las universidades como «aquélla que, sea cual sea su origen o forma legal u organizativa, tiene como objetivos el estudio, la promoción, la formación, la investigación, la sensibilización y la organización de actividades englobadas dentro de lo que podría denominarse el campo solidario y ejecutadas siempre desde el ámbito universitario».
No obstante, Arias reconoció que para este estudio se había optado por una definición tan amplia por tratarse del primero sobre estas estructuras, pero adelantó que «en futuras publicaciones será necesario restringirla».
El marco utilizado para este primer estudio da cabida desde a aquéllas que han optado por la institucionalización absoluta de sus actividades (68,6% del total) hasta las acciones puntuales en situaciones de crisis como la del Prestige (2,9%), pasando por los institutos y centros universitarios (10%), las asociaciones (8,6%), las fundaciones (4,3%) y, por último, las cátedras (4,3%)
VALORES. Entre las estructuras institucionales destacan las que cuentan con un vicerrectorado específico para temas relacionados con la cooperación, el voluntariado, la discapacidad…. Esto se da en las universidades de Granada, Autónoma de Madrid, Jaume I de Castellón, Castilla-La Mancha, Cádiz y Complutense. Durante la presentación del estudio en Madrid, Silvia Arias, directora de la Oficina de Acción Solidaria y Voluntariado de la UAM, constató una realidad cada vez más patente en las universidades españolas. «En los últimos años han comprendido que deben asumir el reto de formar en valores además de formar profesionales», dijo.
Las cifras avalan este planteamiento, ya que en tan sólo cinco años, los que van desde 1997 a 2001, el número de estas estructuras pasó de 24 a 36 con motivo del Año Internacional del Voluntariado y al amparo de dos documentos publicados por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE): Estrategia de cooperación universitaria al desarrollo y Compromiso social y voluntariado.
MODERACIÓN. Según el rector de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y vicepresidente de la CRUE, Ángel Gabilondo, «la solidaridad y la cooperación deben estar vinculadas a todas las actividades de la Universidad, porque su función es formar ciudadanos más libres y no sólo prepararlos para su actividad profesional».
Pese a la evolución positiva de las cifras en este sentido durante los últimos años, Gabilondo resalta el mucho trabajo que queda por hacer. «No hemos llegado a ningún lugar donde podamos reposar», plantea Gabilondo, «este estudio es inquietante, precisamente, porque nos pone manos a la obra».
Una radiografía más profunda de las 71 iniciativas que ya están en marcha desvela que el 79,7% de ellas obtiene financiación de su universidad para el desarrollo de sus actividades, aunque también constituyen una amplia mayoría las que también reciben financiación externa. En concreto, un 61,4%.
Curiosamente, hay dos tipos de estructura que dependen especialmente del apoyo externo: Las tres cátedras y las tres fundaciones que existen en la Universidad española con fines solidarios se financian de ese modo en un 100%. En el extremo opuesto están las asociaciones y las acciones puntuales.
AVANCES. El análisis de José Antonio Alonso, director de su Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI), coincide con el optimismo moderado al que dan pie las cifras del estudio. «Como persona comprometida en este ámbito, me gustaría que hubiera más y mejores estructuras», expone, «pero sería injusto no reconocer los avances que han producido en la Universidad española en los últimos 10 años». Uno de los retos de las estructuras solidarias que han ido apareciendo en ese periodo es, según él, «decidir cuál debe ser el perfil concreto desde el que quieren integrarse en el mundo de la cooperación», por que muchas de ellas «se han identificado con la labor de las ONG en lugar de buscar su propia especificidad».
Catedrático de Economía Aplicada y estudioso de la cooperación al desarrollo, Alonso ve tres poderosas razones para que la Universidad se implique en estos temas: «Porque tiene un enorme capital experto en temas como desarrollo rural, salud.. que es de gran utilidad en cooperación; porque tiene la responsabilidad de formar en valores y el de la solidaridad es fundamental; y porque es imposible que se modernice una sociedad sin una Universidad institucionalizada y con los recursos suficientes, para lo cual es necesaria la cooperación interuniversitaria norte-sur». Como profesora de Cooperación al Desarrollo de la Politécnica de Valencia, Alejandra Boni dedica gran parte de sus esfuerzos a instruir a futuros ingenieros sobre las vertientes solidarias de su futura profesión: desarrollo agrícola, crear canalizaciones para el abastecimiento de agua, construcción de viviendas… «Aunque en España este campo ofrece menos salidas profesionales, son muchos los alumnos de ingenierías que se interesan por la cooperación y por las causas de la desigualdad», celebra Boni.
A su juicio, en la Universidad española la solidaridad se centra más en la extensión universitaria, mientras que se trabajan poco la formación en el grado y el posgrado y la investigación. «Hay un potencial estupendo en el profesorado pero hace falta más formación específica», diagnostica.
Boni Coincide con Alonso en la necesidad de que las universidades encuentren su propio perfil solidario. «No se trata de organizar viajes sin más, como hacen las ONG, sino de darles un enfoque más científico y riguroso».
RECONOCIMIENTO. Por ejemplo, Boni propone los proyectos de fin de carrera de los estudiantes como forma de familiarizarles con el campo solidario. Pese a los matices, reconoce que «se ha mejorado mucho».
Para Amparo Ferrer, directora del Centro de Iniciativas de Cooperación al Desarrollo (CICODE) de la Universidad de Granada, el mejor indicador de esa mejora es que la «Agencia Española de Cooperación Internacional acaba de incluir a la Universidad como agente social en temas de cooperación junto a las ONG, los sindicatos, las empresas…». Según ella, este logro es el fruto de una clara evolución en las universidades. «En tres o cuatro años hemos pasado de estar muy vinculados a las relaciones internacionales de las universidades a que casi todas tengan su propia estructura solidaria», plantea Ferrer.
Reconoce que el modelo Intercampus, puestas en marcha por la AECI, han fomentado la imagen de que las actividades de cooperación son una forma de hacer viajes. «Ese modelo de estancias de un mes en Latinoamérica puede servir para la sensibilización, pero no para cooperar realmente», asevera.
Sin embargo, advierte de la existencia de proyectos realmente fructíferos. «En Granada tenemos muchos alumnos que están realizando su proyecto de fin de carrera en universidades africanas o sudamericanas en vías de desarrollo», expone Ferrer. «En el CICODE, además de proyectos y sensibilización, nos ocupamos de realizar estudios», concluye.
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LA ‘COMISIÓN TSUNAMI’ BUSCA FONDOS
La Comisión de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) que se ocupa de los temas de cooperación y voluntariado decidió ayer poner en marcha un proyecto conjunto a las zonas del sureste asiático afectadas por el ‘tsunami’. «Vamos a poner en marcha un plan de financiación para que todas las universidades que quieran adherirse aporten fondos, y después buscaremos financiación externe», anunciaba ayer Ana María Fuertes, vicerrectora de Cooperación Internacional de la Jaume I y anfitriona de la reunión. «No será un proyecto de hoy para mañana, pero hemos decidido que tendrá que ver, preferentemente, con becas y con reconstrucción».
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PREDOMINAN LAS ACTIVIDADES DE COOPERACIÓN
La cooperación centra las actividades de la mayoría de las estructuras solidarias de la Universidad española. En concreto, un 27,1% de las estructuras están dedicadas a este ámbito en exclusiva. A continuación, predominan las oficinas que se ocupan de todos los temas solidarios a la vez (24,3%), las referidas al tándem cooperación-voluntariado (17,1%) y, finalmente, las vinculadas sólo con la discapacidad (4,3%). No obstante, las estadísticas de creación de estas estructuras reflejan que cada vez se tiende más a crear a unir todas los temas en una misma oficina excepto los de discapacidad, que se desvinculan del resto.
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PERFIL DEL RESPONSABLE DE LAS ESTRUCTURAS SOLIDARIAS
El responsable de estas estructuras solidarias es un hombre (51,5%) con el cargo de director (47,1%) del servicio en cuestión que está en posesión del título de doctor (55,2%) en una disciplina del área de ciencias sociales y jurídicas (50,8%). Además, tiene un contrato docente (64,2%) y se dedica a la solidaridad a tiempo parcial ( 67,2%). El 36,8% de las estructuras no cuentan con ninguna otra persona contratada pero, entre las que las tienen, el número medio es 4,19 personas, con un máximo de 23 en el Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada. El contrato más habitual es el laboral temporal (30%), pero también hay becarios en un 53,6% de los casos.
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