GRANADA
La loca historia de una rotativa de museo
La máquina que permitía la impresión del diario Patria ha acabado en el .chatarrero pese a ser una joya industrial que iba a ser expuesta al público
ANTONIO MORA/GRANADA
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Destinada a ser pieza reina
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El 9 de febrero de 1935 aparece el primer número del periódico, quincenal, que después sería diario Patria, de titularidad de Prensa del Movimiento como órgano de Falange Española y de las JONS. Su cierre se produjo el día 13 de febrero de 1983, por decisión de la propiedad, entonces el organismo autónomo Medios de Comunicación Social del Estado. Comenzó editándose en los talleres de La Publicidad, otro diario granadino de la época. Su postrera edición fue posible gracias a la rotativa Ronien Hauser, que había llegado a Granada proveniente de la incautación efectuada por las tropas sublevadas del general Franco, desde las instalaciones de un periódico democrático de San Sebastián, y para sustituir a otra de uso ya obsoleto, una rotoplana de la imprenta Rosillo, sita en calle Fábrica Vieja.
Esta rotativa, sobre cuya antigüedad hay discrepancias que las sitúan, para unos, a finales del siglo XIX, y según otros, a comienzos del XX, ha sido destruida recientemente ante la pasividad y negligencia, cuanto menos, del decanato de la Facultad de Biblioteconomía y Documentación, a cuyo frente está la profesora Josefina Vílchez. Aunque llegó a Granada en agosto de 1939, el primer periódico que imprimió fue el día 12 de octubre de ese año, precisamente para conmemorar la fiesta de la Hispanidad, fecha en la pasa a periodicidad diaria.
Itinerante
A Antonio Gallego Morell, catedrático emérito y rector de la Universidad de Granada a comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo, se deben las gestiones de su puesta a buen recaudo cuando la maquinaria del rotativo tuvo que abandonar las instalaciones tras su desaparición y para ser remodeladas con miras a la creación del Museo de Arte Contemporáneo José Guerrero, hoy propiedad de la Diputación que las adquirió para ese fin.
El diario, tras peregrinar su redacción por las calles Cardenal Mendoza, Gracia y Gran Vía, ulteriormente se ubicó hasta su triste final en la calle Oficios, en el número ocho de esta céntrica, recoleta y bulliciosa vía, aunque no siempre los talleres estaban en el mismo sitio de la redacción.
Javier Solana era ministro de Cultura del primer Gobierno del socialista Felipe González. A él se dirigió Gallego Morell en demanda de ayuda para su feliz idea de crear en la ciudad de Granada, a expensas de la Universidad que dirigía, un Museo de la Ciencia, que entre sus salas más nobles tendría una dedicada exclusivamente al mundo de la Prensa, en aras no ya sólo de la brillante historia del periodismo en esta ciudad y provincia sino del valioso patrimonio industrial y documental atesorado a través de los lustros, entre los que descollaba sobremanera la maquinaria y el instrumental del diario Patria, y muy en especial su rotativa. Baste decir para corroborar su importancia que en la actualidad no son más de cuatro o cinco los ejemplares de su categoría y vetustez los existentes en toda la geografía española, se supone, porque están ilocalizables. Así lo atestiguan prestigiosos estudiosos del patrimonio industrial granadino y la penosa existencia de museos y espacios de investigación y estudio de todo lo relacionado con el mundo de la Prensa en España.
«Vete para Granada; ya tienen orden de entregarte todo lo de Patria», le dijo el ministro Solana en su despacho en Madrid al rector Gallego Morell, tras una breve consulta o curso de instrucciones por teléfono con un colaborador. Hasta su ministerio llegó el legado del periódico tras la desaparición de Medios de Comunicación Social del Estado, iniciada por los gobiernos de UCD y ultimada por el primero del PSOE. Gallego, a expensas de la Universidad porque Solana le dijo no tener disponibilidad económica para el traslado, se llevó la rotativa al Colegio Máximo de Cartuja, donde ha permanecido hasta su expolio.
Sin continuidad
Su proyecto no tuvo continuidad al sucederle José Vida Soria en el Rectorado. Hoy, según Gallego, conocemos el poco interés de su sucesor por el museo. Cuando Vida vio la maquinaria y lo allí almacenado -Gallego llevaba todo lo que encontraba y consideraba útil para su idea- exclamó: «Cosas y tonterías de Gallego Morell». Y allí quedó, arrumbada y tapiada. Permaneciendo hasta finales de agosto, se estima que el desalojo se produjo entre los días 27 y 28, de este año, cuando la decana de Biblioteconomía no encontró mejor destino que darla a la chatarra al amparo de la canícula.