8,4 créditos para el primer bloque

– 8,4 créditos para el primer bloque

8,4 cr?ditos. Esta es la acreditaci?n oficial de formaci?n continuada concedida al primer bloque del Curso on line de Comunicaci?n Farmac?utico-Paciente, correspondiente a las doce primeras unidades did?cticas (m?dulos 1, 2 y 3), que comenzaron a impartirse en www.correofarmaceutico.com el pasado 23 de abril y finalizar?n el pr?ximo 9 de julio, y en las que se est? abordando una introducci?n a la comunicaci?n y la comunicaci?n en dispensaci?n y en indicaci?n farmac?utica.

– Par?n estival antes del segundo bloque
En ese momento el curso, impulsado por CORREO FARMAC?UTICO, patrocinado por Stada y avalado por el Grupo de Comunicaci?n y Salud de la Sociedad Espa?ola de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc) y el Grupo de Investigaci?n en Atenci?n Farmac?utica de la Universidad de Granada, har? un par?n estival y se reanudar?, con el segundo bloque, el 24 de septiembre. La acreditaci?n de esta segunda parte tambi?n ha sido solicitada y en su momento se comunicar? la cifra oficial de cr?ditos que se le concedan.

– T?cnicas para sistematizar una comunicaci?n adecuada
Los objetivos generales del curso, que ya cuenta con m?s de 3.500 alumnos y cuya inscripci?n, totalmente gratuita, sigue abierta, son tres: sensibilizar sobre la conducta verbal y no verbal en la farmacia; desarrollar una t?cnica de entrevista que facilite la comprensi?n global del paciente desde la pr?ctica, y posibilitar una conducta sistematizada en las situaciones dif?ciles que disminuya el desgaste profesional que el ejercicio conlleva. Y entre los espec?ficos cabe destacar el de potenciar el desarrollo de una respuesta evaluativa frente a las opiniones del paciente, aunque estas opiniones se digan de manera agresiva o recelosa, y el de ser capaces de desarrollar t?cnicas de negociaci?n y persuasi?n, incluso en situaciones en que se crean poco justificadas las opiniones del paciente.

– Concebido por m?dicos y farmac?uticos de a pie
Y, para que el contenido est? bien pegado al terreno, el curso completo, desde los coordinadores (Emilio Garc?a, farmac?utico y responsable del Centro de Atenci?n Farmac?utica CAF Stada, y Ferm?n Quesada, de Semfyc) hasta los autores de los m?dulos, ha sido concebido conjuntamente por farmac?uticos y m?dicos de distintas provincias espa?olas que tienen contacto diario con pacientes.

– Acreditaci?n homologada para todo el SNS
La acreditaci?n del curso ha sido concedida por la Agencia de Calidad Sanitaria de Andaluc?a, siguiendo los criterios generales y m?nimos establecidos por la Comisi?n de Formaci?n Continuada del Sistema Nacional de Salud, incluida su ?ltima modificaci?n referida a la valoraci?n del componente cuantitativo y lo determinado por el Decreto 203/2003 de 8 de julio, por el que se regula el procedimiento de acreditaci?n de las actividades de formaci?n continuada de las profesiones sanitarias, por lo que los cr?ditos est?n homologados para todos los alumnos espa?oles, independientemente de su comunidad de origen.

– Un test inicial para poder evaluar al final lo aprendido
Una de las novedades m?s interesantes de este curso es que cada alumno realiza un test al acceder a la primera unidad. Los resultados se comparar?n al final con los que obtenga del examen que dar? derecho a la acreditaci?n y permitir?n analizar la progresi?n media de los alumnos entre los conocimientos que ten?an al inicio y lo aprendido en el curso.

Casos pr?cticos
A continuaci?n se reproduce un caso que cualquier profesional se puede haber encontrado alguna vez en su farmacia. El objetivo es que ponga a prueba su destreza en la comunicaci?n y sepa en qu? podr?a potenciarla. Todos los casos de este espacio se tratan a fondo en el Curso de Comunicaci?n Farmac?utico-Paciente de www.correofarmaceutico.com, cuya inscripci?n, gratuita, sigue abierta. El curso, acreditado, lo patrocina Stada y lo avalan el Grupo de Comunicaci?n en Salud de Semfyc y el de AF de la Universidad de Granada.

Caso 6. Descripci?n
Un var?n de 35 a?os, conocido ya que es vecino y espor?dicamente ha acudido solicitando alg?n analg?sico y jarabe para la tos. La farmac?utica ha hablado otras veces con ?l y hay un buen nivel de confianza. Espor?dicamente tambi?n su madre ha pedido alg?n champ? para la caspa del hijo. Hoy acude el paciente y est? solo en el mostrador. Pide una pomada con corticoide para unas manchas en la cara.

Posibles soluciones
a) La farmac?utica le explica que es ilegal dar medicamentos sin receta, y que c?mo le pide ?l que ella haga algo ilegal.

b) La farmac?utica discute sobre la conveniencia o no de usar corticoides en la cara y lo intenta asustar, pero al final se lo da con el comentario: Usted ver? lo que hace con su cara.

c) La farmac?utica indaga para qu? usa la pomada, muestra sus propios sentimientos e intenta en la negociaci?n llegar a acuerdo, teniendo claro el objetivo (mejorar el problema de la cara). Reconvierte la intenci?n del paciente y acuerdan que acuda al m?dico.

Las claves del curso
– Dos m?dulos independientes: el curso, que se inici? en abril y terminar? en diciembre con un par?n en verano, se divide en dos bloques independientes acreditables por separado (cada uno con su propio examen). En total son veinticuatro entregas.

– Inscripci?n gratuita a?n abierta: m?s de 3.500 farmac?uticos son ya alumnos del curso, que se imparte exclusivamente en www.correofarmaceutico.com, y cuya inscripci?n, gratuita, sigue abierta.

– Un contenido eminentemente pr?ctico: todas las entregas del curso han sido concebidas conjuntamente por m?dicos y farmac?uticos que trabajan a diario con pacientes, y en ellas se plantean y resuelven todo tipo de casos pr?cticos reales.

– Un aval que garantiza calidad: el curso, promovido por CF y Stada, cuenta con dos avalistas del m?ximo nivel, el Grupo de Comunicaci?n y Salud de Semfyc, y el de Investigaci?n en AF de Granada.

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Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos

– Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos.

Cada vez son más las voces que se alzan para exigir una racionalización del mapa de titulaciones universitarias. Si el pasado año fue la Consejerí­a de Innovación Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucí­a la encargada de poner el dedo en la llaga al anunciar su intención -más tarde matizada- de suprimir todas aquellas carreras que contasen con menos de quince alumnos de nuevo ingreso, recientemente ha sido la propia Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) la encargada de pedir la adaptación de la oferta de las titulaciones a la demanda real.

La asamblea de rectores, a través de la presentación a finales del pasado mes de abril de un informe sobre la futura financiación de la educación superior, no quiso entrar en fijar el número mí­nimo de alumnos que permiten que una titulación resulte rentable. Pero puso sobre la mesa datos tan contundentes como que más de un sesenta por ciento de la actual oferta de titulaciones del mapa universitario español cuenta con menos de 75 alumnos en su primer curso.

Una realidad especialmente sangrante en el caso de Andalucí­a, comunidad en la que más de 70 de las 509 titulaciones que se imparten en la actualidad en sus nueve universidades públicas cuenta con menos de cincuenta alumnos, según rezan los datos del Atlas digital de la España universitaria publicado por la Universidad de Cantabria a comienzos de año. Entre estas titulaciones minoritarias destaca la presencia de 18 carreras en las que el número de estudiantes de primer curso ni siquiera llega a la quincena.

Un análisis de la actual ordenación de la oferta académica de nuestra comunidad permite constatar el desequilibrio de una estructura en la que la oferta reiterada de titulaciones escasamente solicitadas por los jóvenes no es un hecho aislado. Sirva como ejemplo los casos de Filologí­a Clásica, que con un total de 54 alumnos de nuevo ingreso en el curso 2004-05, se imparte en cuatro universidades distintas; Humanidades, que con 89 estudiantes puede cursarse en seis universidades; la licenciatura en Matemáticas, que con 170 inscritos en primer curso se sigue dando en cinco centros; Filologí­a Árabe, que con 46 alumnos en primero puede estudiarse en tres instituciones de educación superior, la misma cantidad de universidades que oferta el tí­tulo de estadí­stica, carrera que sólo interesa a 63 jóvenes.

La CRUE se muestra firme a la hora de exigir que las autoridades universitarias procedan a ajustar la oferta de las carreras a su demanda real. Hay que señalar la presencia de una debilidad en la eficiencia del sistema universitario, ligada a que una parte de la oferta de tí­tulos desplegada ha registrado demandas muy débiles. El informe de su comisión de financiación deja claro que la continuidad de titulaciones con escasos alumnos sólo podrí­an justificarse muy excepcionalmente, si pueden ser consideradas enseñanzas estratégicas de la institución o de su entorno, como podrí­a ser el caso de los estudios técnicos navales en Cádiz o de filologí­as que sólo se imparten en una universidad, como la eslava en Granada. En el resto de los casos no valen excusas: las universidades públicas deberí­an acentuar la especialización de sus ofertas académicas.

Si finalmente se siguen las recomendaciones dictadas por los propios rectores, las universidades andaluzas deberán enfrentarse a notables modificaciones en su mapa de titulaciones, cambio que por lógica deberí­a ir en paralelo a las transformaciones de la puesta en marcha, a comienzos del curso 2008-09, de la adaptación de las universidades españolas al Espacio Europeo de Educación Superior. La desaparición de licenciaturas y diplomaturas para convertirse en Grados de cuatro años de duración tendrí­a que ser aprovechada para redibujar el mapa de las titulaciones andaluzas.

En este rediseño deberán tenerse en cuenta factores como la persistencia de una demanda de enseñanzas de ciencias de la salud superior al 270 por ciento de la oferta disponible en los centros universitarios, así­ como el excedente de oferta para el resto de enseñanzas, que va del 5 por ciento para las titulaciones de sociales al 33 por ciento para las experimentales, concluyen los rectores.
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Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos

– Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos.

Cada vez son más las voces que se alzan para exigir una racionalización del mapa de titulaciones universitarias. Si el pasado año fue la Consejerí­a de Innovación Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucí­a la encargada de poner el dedo en la llaga al anunciar su intención -más tarde matizada- de suprimir todas aquellas carreras que contasen con menos de quince alumnos de nuevo ingreso, recientemente ha sido la propia Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) la encargada de pedir la adaptación de la oferta de las titulaciones a la demanda real.

La asamblea de rectores, a través de la presentación a finales del pasado mes de abril de un informe sobre la futura financiación de la educación superior, no quiso entrar en fijar el número mí­nimo de alumnos que permiten que una titulación resulte rentable. Pero puso sobre la mesa datos tan contundentes como que más de un sesenta por ciento de la actual oferta de titulaciones del mapa universitario español cuenta con menos de 75 alumnos en su primer curso.

Una realidad especialmente sangrante en el caso de Andalucí­a, comunidad en la que más de 70 de las 509 titulaciones que se imparten en la actualidad en sus nueve universidades públicas cuenta con menos de cincuenta alumnos, según rezan los datos del Atlas digital de la España universitaria publicado por la Universidad de Cantabria a comienzos de año. Entre estas titulaciones minoritarias destaca la presencia de 18 carreras en las que el número de estudiantes de primer curso ni siquiera llega a la quincena.

Un análisis de la actual ordenación de la oferta académica de nuestra comunidad permite constatar el desequilibrio de una estructura en la que la oferta reiterada de titulaciones escasamente solicitadas por los jóvenes no es un hecho aislado. Sirva como ejemplo los casos de Filologí­a Clásica, que con un total de 54 alumnos de nuevo ingreso en el curso 2004-05, se imparte en cuatro universidades distintas; Humanidades, que con 89 estudiantes puede cursarse en seis universidades; la licenciatura en Matemáticas, que con 170 inscritos en primer curso se sigue dando en cinco centros; Filologí­a Árabe, que con 46 alumnos en primero puede estudiarse en tres instituciones de educación superior, la misma cantidad de universidades que oferta el tí­tulo de estadí­stica, carrera que sólo interesa a 63 jóvenes.

La CRUE se muestra firme a la hora de exigir que las autoridades universitarias procedan a ajustar la oferta de las carreras a su demanda real. Hay que señalar la presencia de una debilidad en la eficiencia del sistema universitario, ligada a que una parte de la oferta de tí­tulos desplegada ha registrado demandas muy débiles. El informe de su comisión de financiación deja claro que la continuidad de titulaciones con escasos alumnos sólo podrí­an justificarse muy excepcionalmente, si pueden ser consideradas enseñanzas estratégicas de la institución o de su entorno, como podrí­a ser el caso de los estudios técnicos navales en Cádiz o de filologí­as que sólo se imparten en una universidad, como la eslava en Granada. En el resto de los casos no valen excusas: las universidades públicas deberí­an acentuar la especialización de sus ofertas académicas.

Si finalmente se siguen las recomendaciones dictadas por los propios rectores, las universidades andaluzas deberán enfrentarse a notables modificaciones en su mapa de titulaciones, cambio que por lógica deberí­a ir en paralelo a las transformaciones de la puesta en marcha, a comienzos del curso 2008-09, de la adaptación de las universidades españolas al Espacio Europeo de Educación Superior. La desaparición de licenciaturas y diplomaturas para convertirse en Grados de cuatro años de duración tendrí­a que ser aprovechada para redibujar el mapa de las titulaciones andaluzas.

En este rediseño deberán tenerse en cuenta factores como la persistencia de una demanda de enseñanzas de ciencias de la salud superior al 270 por ciento de la oferta disponible en los centros universitarios, así­ como el excedente de oferta para el resto de enseñanzas, que va del 5 por ciento para las titulaciones de sociales al 33 por ciento para las experimentales, concluyen los rectores.
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Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos

– Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos.

Cada vez son más las voces que se alzan para exigir una racionalización del mapa de titulaciones universitarias. Si el pasado año fue la Consejerí­a de Innovación Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucí­a la encargada de poner el dedo en la llaga al anunciar su intención -más tarde matizada- de suprimir todas aquellas carreras que contasen con menos de quince alumnos de nuevo ingreso, recientemente ha sido la propia Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) la encargada de pedir la adaptación de la oferta de las titulaciones a la demanda real.

La asamblea de rectores, a través de la presentación a finales del pasado mes de abril de un informe sobre la futura financiación de la educación superior, no quiso entrar en fijar el número mí­nimo de alumnos que permiten que una titulación resulte rentable. Pero puso sobre la mesa datos tan contundentes como que más de un sesenta por ciento de la actual oferta de titulaciones del mapa universitario español cuenta con menos de 75 alumnos en su primer curso.

Una realidad especialmente sangrante en el caso de Andalucí­a, comunidad en la que más de 70 de las 509 titulaciones que se imparten en la actualidad en sus nueve universidades públicas cuenta con menos de cincuenta alumnos, según rezan los datos del Atlas digital de la España universitaria publicado por la Universidad de Cantabria a comienzos de año. Entre estas titulaciones minoritarias destaca la presencia de 18 carreras en las que el número de estudiantes de primer curso ni siquiera llega a la quincena.

Un análisis de la actual ordenación de la oferta académica de nuestra comunidad permite constatar el desequilibrio de una estructura en la que la oferta reiterada de titulaciones escasamente solicitadas por los jóvenes no es un hecho aislado. Sirva como ejemplo los casos de Filologí­a Clásica, que con un total de 54 alumnos de nuevo ingreso en el curso 2004-05, se imparte en cuatro universidades distintas; Humanidades, que con 89 estudiantes puede cursarse en seis universidades; la licenciatura en Matemáticas, que con 170 inscritos en primer curso se sigue dando en cinco centros; Filologí­a Árabe, que con 46 alumnos en primero puede estudiarse en tres instituciones de educación superior, la misma cantidad de universidades que oferta el tí­tulo de estadí­stica, carrera que sólo interesa a 63 jóvenes.

La CRUE se muestra firme a la hora de exigir que las autoridades universitarias procedan a ajustar la oferta de las carreras a su demanda real. Hay que señalar la presencia de una debilidad en la eficiencia del sistema universitario, ligada a que una parte de la oferta de tí­tulos desplegada ha registrado demandas muy débiles. El informe de su comisión de financiación deja claro que la continuidad de titulaciones con escasos alumnos sólo podrí­an justificarse muy excepcionalmente, si pueden ser consideradas enseñanzas estratégicas de la institución o de su entorno, como podrí­a ser el caso de los estudios técnicos navales en Cádiz o de filologí­as que sólo se imparten en una universidad, como la eslava en Granada. En el resto de los casos no valen excusas: las universidades públicas deberí­an acentuar la especialización de sus ofertas académicas.

Si finalmente se siguen las recomendaciones dictadas por los propios rectores, las universidades andaluzas deberán enfrentarse a notables modificaciones en su mapa de titulaciones, cambio que por lógica deberí­a ir en paralelo a las transformaciones de la puesta en marcha, a comienzos del curso 2008-09, de la adaptación de las universidades españolas al Espacio Europeo de Educación Superior. La desaparición de licenciaturas y diplomaturas para convertirse en Grados de cuatro años de duración tendrí­a que ser aprovechada para redibujar el mapa de las titulaciones andaluzas.

En este rediseño deberán tenerse en cuenta factores como la persistencia de una demanda de enseñanzas de ciencias de la salud superior al 270 por ciento de la oferta disponible en los centros universitarios, así­ como el excedente de oferta para el resto de enseñanzas, que va del 5 por ciento para las titulaciones de sociales al 33 por ciento para las experimentales, concluyen los rectores.
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Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos

– Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos.

Cada vez son más las voces que se alzan para exigir una racionalización del mapa de titulaciones universitarias. Si el pasado año fue la Consejerí­a de Innovación Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucí­a la encargada de poner el dedo en la llaga al anunciar su intención -más tarde matizada- de suprimir todas aquellas carreras que contasen con menos de quince alumnos de nuevo ingreso, recientemente ha sido la propia Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) la encargada de pedir la adaptación de la oferta de las titulaciones a la demanda real.

La asamblea de rectores, a través de la presentación a finales del pasado mes de abril de un informe sobre la futura financiación de la educación superior, no quiso entrar en fijar el número mí­nimo de alumnos que permiten que una titulación resulte rentable. Pero puso sobre la mesa datos tan contundentes como que más de un sesenta por ciento de la actual oferta de titulaciones del mapa universitario español cuenta con menos de 75 alumnos en su primer curso.

Una realidad especialmente sangrante en el caso de Andalucí­a, comunidad en la que más de 70 de las 509 titulaciones que se imparten en la actualidad en sus nueve universidades públicas cuenta con menos de cincuenta alumnos, según rezan los datos del Atlas digital de la España universitaria publicado por la Universidad de Cantabria a comienzos de año. Entre estas titulaciones minoritarias destaca la presencia de 18 carreras en las que el número de estudiantes de primer curso ni siquiera llega a la quincena.

Un análisis de la actual ordenación de la oferta académica de nuestra comunidad permite constatar el desequilibrio de una estructura en la que la oferta reiterada de titulaciones escasamente solicitadas por los jóvenes no es un hecho aislado. Sirva como ejemplo los casos de Filologí­a Clásica, que con un total de 54 alumnos de nuevo ingreso en el curso 2004-05, se imparte en cuatro universidades distintas; Humanidades, que con 89 estudiantes puede cursarse en seis universidades; la licenciatura en Matemáticas, que con 170 inscritos en primer curso se sigue dando en cinco centros; Filologí­a Árabe, que con 46 alumnos en primero puede estudiarse en tres instituciones de educación superior, la misma cantidad de universidades que oferta el tí­tulo de estadí­stica, carrera que sólo interesa a 63 jóvenes.

La CRUE se muestra firme a la hora de exigir que las autoridades universitarias procedan a ajustar la oferta de las carreras a su demanda real. Hay que señalar la presencia de una debilidad en la eficiencia del sistema universitario, ligada a que una parte de la oferta de tí­tulos desplegada ha registrado demandas muy débiles. El informe de su comisión de financiación deja claro que la continuidad de titulaciones con escasos alumnos sólo podrí­an justificarse muy excepcionalmente, si pueden ser consideradas enseñanzas estratégicas de la institución o de su entorno, como podrí­a ser el caso de los estudios técnicos navales en Cádiz o de filologí­as que sólo se imparten en una universidad, como la eslava en Granada. En el resto de los casos no valen excusas: las universidades públicas deberí­an acentuar la especialización de sus ofertas académicas.

Si finalmente se siguen las recomendaciones dictadas por los propios rectores, las universidades andaluzas deberán enfrentarse a notables modificaciones en su mapa de titulaciones, cambio que por lógica deberí­a ir en paralelo a las transformaciones de la puesta en marcha, a comienzos del curso 2008-09, de la adaptación de las universidades españolas al Espacio Europeo de Educación Superior. La desaparición de licenciaturas y diplomaturas para convertirse en Grados de cuatro años de duración tendrí­a que ser aprovechada para redibujar el mapa de las titulaciones andaluzas.

En este rediseño deberán tenerse en cuenta factores como la persistencia de una demanda de enseñanzas de ciencias de la salud superior al 270 por ciento de la oferta disponible en los centros universitarios, así­ como el excedente de oferta para el resto de enseñanzas, que va del 5 por ciento para las titulaciones de sociales al 33 por ciento para las experimentales, concluyen los rectores.
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Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos

– Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos.

Cada vez son más las voces que se alzan para exigir una racionalización del mapa de titulaciones universitarias. Si el pasado año fue la Consejerí­a de Innovación Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucí­a la encargada de poner el dedo en la llaga al anunciar su intención -más tarde matizada- de suprimir todas aquellas carreras que contasen con menos de quince alumnos de nuevo ingreso, recientemente ha sido la propia Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) la encargada de pedir la adaptación de la oferta de las titulaciones a la demanda real.

La asamblea de rectores, a través de la presentación a finales del pasado mes de abril de un informe sobre la futura financiación de la educación superior, no quiso entrar en fijar el número mí­nimo de alumnos que permiten que una titulación resulte rentable. Pero puso sobre la mesa datos tan contundentes como que más de un sesenta por ciento de la actual oferta de titulaciones del mapa universitario español cuenta con menos de 75 alumnos en su primer curso.

Una realidad especialmente sangrante en el caso de Andalucí­a, comunidad en la que más de 70 de las 509 titulaciones que se imparten en la actualidad en sus nueve universidades públicas cuenta con menos de cincuenta alumnos, según rezan los datos del Atlas digital de la España universitaria publicado por la Universidad de Cantabria a comienzos de año. Entre estas titulaciones minoritarias destaca la presencia de 18 carreras en las que el número de estudiantes de primer curso ni siquiera llega a la quincena.

Un análisis de la actual ordenación de la oferta académica de nuestra comunidad permite constatar el desequilibrio de una estructura en la que la oferta reiterada de titulaciones escasamente solicitadas por los jóvenes no es un hecho aislado. Sirva como ejemplo los casos de Filologí­a Clásica, que con un total de 54 alumnos de nuevo ingreso en el curso 2004-05, se imparte en cuatro universidades distintas; Humanidades, que con 89 estudiantes puede cursarse en seis universidades; la licenciatura en Matemáticas, que con 170 inscritos en primer curso se sigue dando en cinco centros; Filologí­a Árabe, que con 46 alumnos en primero puede estudiarse en tres instituciones de educación superior, la misma cantidad de universidades que oferta el tí­tulo de estadí­stica, carrera que sólo interesa a 63 jóvenes.

La CRUE se muestra firme a la hora de exigir que las autoridades universitarias procedan a ajustar la oferta de las carreras a su demanda real. Hay que señalar la presencia de una debilidad en la eficiencia del sistema universitario, ligada a que una parte de la oferta de tí­tulos desplegada ha registrado demandas muy débiles. El informe de su comisión de financiación deja claro que la continuidad de titulaciones con escasos alumnos sólo podrí­an justificarse muy excepcionalmente, si pueden ser consideradas enseñanzas estratégicas de la institución o de su entorno, como podrí­a ser el caso de los estudios técnicos navales en Cádiz o de filologí­as que sólo se imparten en una universidad, como la eslava en Granada. En el resto de los casos no valen excusas: las universidades públicas deberí­an acentuar la especialización de sus ofertas académicas.

Si finalmente se siguen las recomendaciones dictadas por los propios rectores, las universidades andaluzas deberán enfrentarse a notables modificaciones en su mapa de titulaciones, cambio que por lógica deberí­a ir en paralelo a las transformaciones de la puesta en marcha, a comienzos del curso 2008-09, de la adaptación de las universidades españolas al Espacio Europeo de Educación Superior. La desaparición de licenciaturas y diplomaturas para convertirse en Grados de cuatro años de duración tendrí­a que ser aprovechada para redibujar el mapa de las titulaciones andaluzas.

En este rediseño deberán tenerse en cuenta factores como la persistencia de una demanda de enseñanzas de ciencias de la salud superior al 270 por ciento de la oferta disponible en los centros universitarios, así­ como el excedente de oferta para el resto de enseñanzas, que va del 5 por ciento para las titulaciones de sociales al 33 por ciento para las experimentales, concluyen los rectores.
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Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos

– Más de 70 carreras universitarias tienen menos de 50 alumnos.

Cada vez son más las voces que se alzan para exigir una racionalización del mapa de titulaciones universitarias. Si el pasado año fue la Consejerí­a de Innovación Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucí­a la encargada de poner el dedo en la llaga al anunciar su intención -más tarde matizada- de suprimir todas aquellas carreras que contasen con menos de quince alumnos de nuevo ingreso, recientemente ha sido la propia Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) la encargada de pedir la adaptación de la oferta de las titulaciones a la demanda real.

La asamblea de rectores, a través de la presentación a finales del pasado mes de abril de un informe sobre la futura financiación de la educación superior, no quiso entrar en fijar el número mí­nimo de alumnos que permiten que una titulación resulte rentable. Pero puso sobre la mesa datos tan contundentes como que más de un sesenta por ciento de la actual oferta de titulaciones del mapa universitario español cuenta con menos de 75 alumnos en su primer curso.

Una realidad especialmente sangrante en el caso de Andalucí­a, comunidad en la que más de 70 de las 509 titulaciones que se imparten en la actualidad en sus nueve universidades públicas cuenta con menos de cincuenta alumnos, según rezan los datos del Atlas digital de la España universitaria publicado por la Universidad de Cantabria a comienzos de año. Entre estas titulaciones minoritarias destaca la presencia de 18 carreras en las que el número de estudiantes de primer curso ni siquiera llega a la quincena.

Un análisis de la actual ordenación de la oferta académica de nuestra comunidad permite constatar el desequilibrio de una estructura en la que la oferta reiterada de titulaciones escasamente solicitadas por los jóvenes no es un hecho aislado. Sirva como ejemplo los casos de Filologí­a Clásica, que con un total de 54 alumnos de nuevo ingreso en el curso 2004-05, se imparte en cuatro universidades distintas; Humanidades, que con 89 estudiantes puede cursarse en seis universidades; la licenciatura en Matemáticas, que con 170 inscritos en primer curso se sigue dando en cinco centros; Filologí­a Árabe, que con 46 alumnos en primero puede estudiarse en tres instituciones de educación superior, la misma cantidad de universidades que oferta el tí­tulo de estadí­stica, carrera que sólo interesa a 63 jóvenes.

La CRUE se muestra firme a la hora de exigir que las autoridades universitarias procedan a ajustar la oferta de las carreras a su demanda real. Hay que señalar la presencia de una debilidad en la eficiencia del sistema universitario, ligada a que una parte de la oferta de tí­tulos desplegada ha registrado demandas muy débiles. El informe de su comisión de financiación deja claro que la continuidad de titulaciones con escasos alumnos sólo podrí­an justificarse muy excepcionalmente, si pueden ser consideradas enseñanzas estratégicas de la institución o de su entorno, como podrí­a ser el caso de los estudios técnicos navales en Cádiz o de filologí­as que sólo se imparten en una universidad, como la eslava en Granada. En el resto de los casos no valen excusas: las universidades públicas deberí­an acentuar la especialización de sus ofertas académicas.

Si finalmente se siguen las recomendaciones dictadas por los propios rectores, las universidades andaluzas deberán enfrentarse a notables modificaciones en su mapa de titulaciones, cambio que por lógica deberí­a ir en paralelo a las transformaciones de la puesta en marcha, a comienzos del curso 2008-09, de la adaptación de las universidades españolas al Espacio Europeo de Educación Superior. La desaparición de licenciaturas y diplomaturas para convertirse en Grados de cuatro años de duración tendrí­a que ser aprovechada para redibujar el mapa de las titulaciones andaluzas.

En este rediseño deberán tenerse en cuenta factores como la persistencia de una demanda de enseñanzas de ciencias de la salud superior al 270 por ciento de la oferta disponible en los centros universitarios, así­ como el excedente de oferta para el resto de enseñanzas, que va del 5 por ciento para las titulaciones de sociales al 33 por ciento para las experimentales, concluyen los rectores.
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El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

– El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

La epilepsia es un trastorno neurológico crónico frecuente cuya prevalencia mundial oscila entre el 0,5 por ciento y el 1 por ciento. En concreto, la epilepsia afecta en nuestro paí­s a unas 400.000 personas, diagnosticándose cada año alrededor de 20.000 casos nuevos.

Hoy en dí­a, la epilepsia tiene tratamiento y se puede controlar en más del 70 por ciento de los casos. Sin embargo, según los últimos datos disponibles en España, existe un 25 por ciento de pacientes resistentes a la medicación y tienen una calidad de vida muy mermada (unos 100.000 pacientes farmacorresistentes). Aunque la neurocirugí­a puede ser una opción en algunos casos, son pocos los pacientes con epilepsia resistentes al tratamiento que se consideran candidatos quirúrgicos, explicó el doctor Antonio Gil-Nagel, neurólogo de Ruber Internacional en un seminario dedicado a esta dolencia, organizado por los laboratorios Pfizer.

A este respecto, el doctor Gil-Nagel comentó que en el tratamiento actual de la epilepsia no sólo se debe valorar el control de las crisis sino que también hay que considerar otros aspectos que influyen en la calidad de vida: el estado de ánimo, la adaptación social y los efectos adversos de los medicamentos epilépticos.

Las crisis epilépticas son la consecuencia de la descarga excesiva de neurotransmisores de las neuronas de la corteza cerebral. Estas crisis son inesperadas, sorpresivas y espontáneas. Para poder hablar de epilepsia deben haberse padecido, al menos, dos crisis epilépticas.

La epilepsia es un trastorno neurológico que puede estar causado por multitud de factores, desde causas genéticas hasta accidentes y traumatismos, crisis febriles o adicciones como el alcohol o las drogas (especialmente la cocaí­na y las anfetaminas).

Gil-Nagel explicó que no sólo el origen es variado sino también la propia enfermedad, que se puede manifestar en diferentes tipos de crisis: generalizadas (cuando se producen en todo el cerebro) o focales (sólo se dan en uno de los hemisferios).

Precisamente esa diversidad es lo que hace más difí­cil detectar la enfermedad, que se manifiesta desde pérdidas breves del estado de consciencia (de unos segundos de duración casi imperceptibles para el paciente y la familia) a temblores, pérdidas de memoria o crisis más graves con convulsiones. Todo ello unido a que no hay ninguna prueba concreta que sirva para diagnosticar la enfermedad y a que los propios pacientes tienden a ocultarla, lo que hace que los neurólogos tengan grandes problemas para realizar un diagnóstico, manifestó Gil -Nagel.

Gil Nagel explicó que hay que tener en cuenta que las crisis epilépticas representan (en la mayor parte de los casos) aproximadamente el uno por ciento de la vida de una persona pero los trastornos de aprendizaje y las alteraciones emocionales que causa esta enfermedad reducen mucho la calidad de vida de estas personas.

Sobre los casos más graves, Marí­a Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicologí­a Experimental y Fisiologí­a del Comportamiento de la Universidad de Granada, declaró que tienen problemas de memoria, atención, razonamiento, planificación, es decir, toda una baterí­a de herramientas necesarias para cualquiera que quiera o intente llevar una vida normal. Para Espinosa, lo más recomendable es hacer una evaluación en profundidad del paciente e intentar buscar un tratamiento que se adecue a sus carencias y necesidades y que esté realizado no sólo por neurólogos, sino también por psicólogos y psiquiatras.

Es indispensable que los equipos multidisciplinares que asisten al paciente trabajen con sus familiares para conseguir un mejor ajuste de éstos a la enfermedad y prevenir la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. Así­ se consigue una mejora en la calidad de vida del paciente y de las personas que le rodean, afirmó Espinosa.

Por su parte, la presidenta de la Federación Española de Epilepsia, Francisca Lozano, comentó que desde la federación se está apoyando y colaborando con todas las asociaciones para conseguir que el estigma social que hay entorno a la epilepsia desaparezca, mejorando la calidad de vida de los afectados, facilitando su acceso al mundo laboral y apoyando para que puedan ejercer sus derechos con absoluta libertad.

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El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

– El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

La epilepsia es un trastorno neurológico crónico frecuente cuya prevalencia mundial oscila entre el 0,5 por ciento y el 1 por ciento. En concreto, la epilepsia afecta en nuestro paí­s a unas 400.000 personas, diagnosticándose cada año alrededor de 20.000 casos nuevos.

Hoy en dí­a, la epilepsia tiene tratamiento y se puede controlar en más del 70 por ciento de los casos. Sin embargo, según los últimos datos disponibles en España, existe un 25 por ciento de pacientes resistentes a la medicación y tienen una calidad de vida muy mermada (unos 100.000 pacientes farmacorresistentes). Aunque la neurocirugí­a puede ser una opción en algunos casos, son pocos los pacientes con epilepsia resistentes al tratamiento que se consideran candidatos quirúrgicos, explicó el doctor Antonio Gil-Nagel, neurólogo de Ruber Internacional en un seminario dedicado a esta dolencia, organizado por los laboratorios Pfizer.

A este respecto, el doctor Gil-Nagel comentó que en el tratamiento actual de la epilepsia no sólo se debe valorar el control de las crisis sino que también hay que considerar otros aspectos que influyen en la calidad de vida: el estado de ánimo, la adaptación social y los efectos adversos de los medicamentos epilépticos.

Las crisis epilépticas son la consecuencia de la descarga excesiva de neurotransmisores de las neuronas de la corteza cerebral. Estas crisis son inesperadas, sorpresivas y espontáneas. Para poder hablar de epilepsia deben haberse padecido, al menos, dos crisis epilépticas.

La epilepsia es un trastorno neurológico que puede estar causado por multitud de factores, desde causas genéticas hasta accidentes y traumatismos, crisis febriles o adicciones como el alcohol o las drogas (especialmente la cocaí­na y las anfetaminas).

Gil-Nagel explicó que no sólo el origen es variado sino también la propia enfermedad, que se puede manifestar en diferentes tipos de crisis: generalizadas (cuando se producen en todo el cerebro) o focales (sólo se dan en uno de los hemisferios).

Precisamente esa diversidad es lo que hace más difí­cil detectar la enfermedad, que se manifiesta desde pérdidas breves del estado de consciencia (de unos segundos de duración casi imperceptibles para el paciente y la familia) a temblores, pérdidas de memoria o crisis más graves con convulsiones. Todo ello unido a que no hay ninguna prueba concreta que sirva para diagnosticar la enfermedad y a que los propios pacientes tienden a ocultarla, lo que hace que los neurólogos tengan grandes problemas para realizar un diagnóstico, manifestó Gil -Nagel.

Gil Nagel explicó que hay que tener en cuenta que las crisis epilépticas representan (en la mayor parte de los casos) aproximadamente el uno por ciento de la vida de una persona pero los trastornos de aprendizaje y las alteraciones emocionales que causa esta enfermedad reducen mucho la calidad de vida de estas personas.

Sobre los casos más graves, Marí­a Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicologí­a Experimental y Fisiologí­a del Comportamiento de la Universidad de Granada, declaró que tienen problemas de memoria, atención, razonamiento, planificación, es decir, toda una baterí­a de herramientas necesarias para cualquiera que quiera o intente llevar una vida normal. Para Espinosa, lo más recomendable es hacer una evaluación en profundidad del paciente e intentar buscar un tratamiento que se adecue a sus carencias y necesidades y que esté realizado no sólo por neurólogos, sino también por psicólogos y psiquiatras.

Es indispensable que los equipos multidisciplinares que asisten al paciente trabajen con sus familiares para conseguir un mejor ajuste de éstos a la enfermedad y prevenir la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. Así­ se consigue una mejora en la calidad de vida del paciente y de las personas que le rodean, afirmó Espinosa.

Por su parte, la presidenta de la Federación Española de Epilepsia, Francisca Lozano, comentó que desde la federación se está apoyando y colaborando con todas las asociaciones para conseguir que el estigma social que hay entorno a la epilepsia desaparezca, mejorando la calidad de vida de los afectados, facilitando su acceso al mundo laboral y apoyando para que puedan ejercer sus derechos con absoluta libertad.

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El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

– El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

La epilepsia es un trastorno neurológico crónico frecuente cuya prevalencia mundial oscila entre el 0,5 por ciento y el 1 por ciento. En concreto, la epilepsia afecta en nuestro paí­s a unas 400.000 personas, diagnosticándose cada año alrededor de 20.000 casos nuevos.

Hoy en dí­a, la epilepsia tiene tratamiento y se puede controlar en más del 70 por ciento de los casos. Sin embargo, según los últimos datos disponibles en España, existe un 25 por ciento de pacientes resistentes a la medicación y tienen una calidad de vida muy mermada (unos 100.000 pacientes farmacorresistentes). Aunque la neurocirugí­a puede ser una opción en algunos casos, son pocos los pacientes con epilepsia resistentes al tratamiento que se consideran candidatos quirúrgicos, explicó el doctor Antonio Gil-Nagel, neurólogo de Ruber Internacional en un seminario dedicado a esta dolencia, organizado por los laboratorios Pfizer.

A este respecto, el doctor Gil-Nagel comentó que en el tratamiento actual de la epilepsia no sólo se debe valorar el control de las crisis sino que también hay que considerar otros aspectos que influyen en la calidad de vida: el estado de ánimo, la adaptación social y los efectos adversos de los medicamentos epilépticos.

Las crisis epilépticas son la consecuencia de la descarga excesiva de neurotransmisores de las neuronas de la corteza cerebral. Estas crisis son inesperadas, sorpresivas y espontáneas. Para poder hablar de epilepsia deben haberse padecido, al menos, dos crisis epilépticas.

La epilepsia es un trastorno neurológico que puede estar causado por multitud de factores, desde causas genéticas hasta accidentes y traumatismos, crisis febriles o adicciones como el alcohol o las drogas (especialmente la cocaí­na y las anfetaminas).

Gil-Nagel explicó que no sólo el origen es variado sino también la propia enfermedad, que se puede manifestar en diferentes tipos de crisis: generalizadas (cuando se producen en todo el cerebro) o focales (sólo se dan en uno de los hemisferios).

Precisamente esa diversidad es lo que hace más difí­cil detectar la enfermedad, que se manifiesta desde pérdidas breves del estado de consciencia (de unos segundos de duración casi imperceptibles para el paciente y la familia) a temblores, pérdidas de memoria o crisis más graves con convulsiones. Todo ello unido a que no hay ninguna prueba concreta que sirva para diagnosticar la enfermedad y a que los propios pacientes tienden a ocultarla, lo que hace que los neurólogos tengan grandes problemas para realizar un diagnóstico, manifestó Gil -Nagel.

Gil Nagel explicó que hay que tener en cuenta que las crisis epilépticas representan (en la mayor parte de los casos) aproximadamente el uno por ciento de la vida de una persona pero los trastornos de aprendizaje y las alteraciones emocionales que causa esta enfermedad reducen mucho la calidad de vida de estas personas.

Sobre los casos más graves, Marí­a Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicologí­a Experimental y Fisiologí­a del Comportamiento de la Universidad de Granada, declaró que tienen problemas de memoria, atención, razonamiento, planificación, es decir, toda una baterí­a de herramientas necesarias para cualquiera que quiera o intente llevar una vida normal. Para Espinosa, lo más recomendable es hacer una evaluación en profundidad del paciente e intentar buscar un tratamiento que se adecue a sus carencias y necesidades y que esté realizado no sólo por neurólogos, sino también por psicólogos y psiquiatras.

Es indispensable que los equipos multidisciplinares que asisten al paciente trabajen con sus familiares para conseguir un mejor ajuste de éstos a la enfermedad y prevenir la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. Así­ se consigue una mejora en la calidad de vida del paciente y de las personas que le rodean, afirmó Espinosa.

Por su parte, la presidenta de la Federación Española de Epilepsia, Francisca Lozano, comentó que desde la federación se está apoyando y colaborando con todas las asociaciones para conseguir que el estigma social que hay entorno a la epilepsia desaparezca, mejorando la calidad de vida de los afectados, facilitando su acceso al mundo laboral y apoyando para que puedan ejercer sus derechos con absoluta libertad.

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El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

– El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

La epilepsia es un trastorno neurológico crónico frecuente cuya prevalencia mundial oscila entre el 0,5 por ciento y el 1 por ciento. En concreto, la epilepsia afecta en nuestro paí­s a unas 400.000 personas, diagnosticándose cada año alrededor de 20.000 casos nuevos.

Hoy en dí­a, la epilepsia tiene tratamiento y se puede controlar en más del 70 por ciento de los casos. Sin embargo, según los últimos datos disponibles en España, existe un 25 por ciento de pacientes resistentes a la medicación y tienen una calidad de vida muy mermada (unos 100.000 pacientes farmacorresistentes). Aunque la neurocirugí­a puede ser una opción en algunos casos, son pocos los pacientes con epilepsia resistentes al tratamiento que se consideran candidatos quirúrgicos, explicó el doctor Antonio Gil-Nagel, neurólogo de Ruber Internacional en un seminario dedicado a esta dolencia, organizado por los laboratorios Pfizer.

A este respecto, el doctor Gil-Nagel comentó que en el tratamiento actual de la epilepsia no sólo se debe valorar el control de las crisis sino que también hay que considerar otros aspectos que influyen en la calidad de vida: el estado de ánimo, la adaptación social y los efectos adversos de los medicamentos epilépticos.

Las crisis epilépticas son la consecuencia de la descarga excesiva de neurotransmisores de las neuronas de la corteza cerebral. Estas crisis son inesperadas, sorpresivas y espontáneas. Para poder hablar de epilepsia deben haberse padecido, al menos, dos crisis epilépticas.

La epilepsia es un trastorno neurológico que puede estar causado por multitud de factores, desde causas genéticas hasta accidentes y traumatismos, crisis febriles o adicciones como el alcohol o las drogas (especialmente la cocaí­na y las anfetaminas).

Gil-Nagel explicó que no sólo el origen es variado sino también la propia enfermedad, que se puede manifestar en diferentes tipos de crisis: generalizadas (cuando se producen en todo el cerebro) o focales (sólo se dan en uno de los hemisferios).

Precisamente esa diversidad es lo que hace más difí­cil detectar la enfermedad, que se manifiesta desde pérdidas breves del estado de consciencia (de unos segundos de duración casi imperceptibles para el paciente y la familia) a temblores, pérdidas de memoria o crisis más graves con convulsiones. Todo ello unido a que no hay ninguna prueba concreta que sirva para diagnosticar la enfermedad y a que los propios pacientes tienden a ocultarla, lo que hace que los neurólogos tengan grandes problemas para realizar un diagnóstico, manifestó Gil -Nagel.

Gil Nagel explicó que hay que tener en cuenta que las crisis epilépticas representan (en la mayor parte de los casos) aproximadamente el uno por ciento de la vida de una persona pero los trastornos de aprendizaje y las alteraciones emocionales que causa esta enfermedad reducen mucho la calidad de vida de estas personas.

Sobre los casos más graves, Marí­a Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicologí­a Experimental y Fisiologí­a del Comportamiento de la Universidad de Granada, declaró que tienen problemas de memoria, atención, razonamiento, planificación, es decir, toda una baterí­a de herramientas necesarias para cualquiera que quiera o intente llevar una vida normal. Para Espinosa, lo más recomendable es hacer una evaluación en profundidad del paciente e intentar buscar un tratamiento que se adecue a sus carencias y necesidades y que esté realizado no sólo por neurólogos, sino también por psicólogos y psiquiatras.

Es indispensable que los equipos multidisciplinares que asisten al paciente trabajen con sus familiares para conseguir un mejor ajuste de éstos a la enfermedad y prevenir la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. Así­ se consigue una mejora en la calidad de vida del paciente y de las personas que le rodean, afirmó Espinosa.

Por su parte, la presidenta de la Federación Española de Epilepsia, Francisca Lozano, comentó que desde la federación se está apoyando y colaborando con todas las asociaciones para conseguir que el estigma social que hay entorno a la epilepsia desaparezca, mejorando la calidad de vida de los afectados, facilitando su acceso al mundo laboral y apoyando para que puedan ejercer sus derechos con absoluta libertad.

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El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

– El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento

La epilepsia es un trastorno neurológico crónico frecuente cuya prevalencia mundial oscila entre el 0,5 por ciento y el 1 por ciento. En concreto, la epilepsia afecta en nuestro paí­s a unas 400.000 personas, diagnosticándose cada año alrededor de 20.000 casos nuevos.

Hoy en dí­a, la epilepsia tiene tratamiento y se puede controlar en más del 70 por ciento de los casos. Sin embargo, según los últimos datos disponibles en España, existe un 25 por ciento de pacientes resistentes a la medicación y tienen una calidad de vida muy mermada (unos 100.000 pacientes farmacorresistentes). Aunque la neurocirugí­a puede ser una opción en algunos casos, son pocos los pacientes con epilepsia resistentes al tratamiento que se consideran candidatos quirúrgicos, explicó el doctor Antonio Gil-Nagel, neurólogo de Ruber Internacional en un seminario dedicado a esta dolencia, organizado por los laboratorios Pfizer.

A este respecto, el doctor Gil-Nagel comentó que en el tratamiento actual de la epilepsia no sólo se debe valorar el control de las crisis sino que también hay que considerar otros aspectos que influyen en la calidad de vida: el estado de ánimo, la adaptación social y los efectos adversos de los medicamentos epilépticos.

Las crisis epilépticas son la consecuencia de la descarga excesiva de neurotransmisores de las neuronas de la corteza cerebral. Estas crisis son inesperadas, sorpresivas y espontáneas. Para poder hablar de epilepsia deben haberse padecido, al menos, dos crisis epilépticas.

La epilepsia es un trastorno neurológico que puede estar causado por multitud de factores, desde causas genéticas hasta accidentes y traumatismos, crisis febriles o adicciones como el alcohol o las drogas (especialmente la cocaí­na y las anfetaminas).

Gil-Nagel explicó que no sólo el origen es variado sino también la propia enfermedad, que se puede manifestar en diferentes tipos de crisis: generalizadas (cuando se producen en todo el cerebro) o focales (sólo se dan en uno de los hemisferios).

Precisamente esa diversidad es lo que hace más difí­cil detectar la enfermedad, que se manifiesta desde pérdidas breves del estado de consciencia (de unos segundos de duración casi imperceptibles para el paciente y la familia) a temblores, pérdidas de memoria o crisis más graves con convulsiones. Todo ello unido a que no hay ninguna prueba concreta que sirva para diagnosticar la enfermedad y a que los propios pacientes tienden a ocultarla, lo que hace que los neurólogos tengan grandes problemas para realizar un diagnóstico, manifestó Gil -Nagel.

Gil Nagel explicó que hay que tener en cuenta que las crisis epilépticas representan (en la mayor parte de los casos) aproximadamente el uno por ciento de la vida de una persona pero los trastornos de aprendizaje y las alteraciones emocionales que causa esta enfermedad reducen mucho la calidad de vida de estas personas.

Sobre los casos más graves, Marí­a Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicologí­a Experimental y Fisiologí­a del Comportamiento de la Universidad de Granada, declaró que tienen problemas de memoria, atención, razonamiento, planificación, es decir, toda una baterí­a de herramientas necesarias para cualquiera que quiera o intente llevar una vida normal. Para Espinosa, lo más recomendable es hacer una evaluación en profundidad del paciente e intentar buscar un tratamiento que se adecue a sus carencias y necesidades y que esté realizado no sólo por neurólogos, sino también por psicólogos y psiquiatras.

Es indispensable que los equipos multidisciplinares que asisten al paciente trabajen con sus familiares para conseguir un mejor ajuste de éstos a la enfermedad y prevenir la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. Así­ se consigue una mejora en la calidad de vida del paciente y de las personas que le rodean, afirmó Espinosa.

Por su parte, la presidenta de la Federación Española de Epilepsia, Francisca Lozano, comentó que desde la federación se está apoyando y colaborando con todas las asociaciones para conseguir que el estigma social que hay entorno a la epilepsia desaparezca, mejorando la calidad de vida de los afectados, facilitando su acceso al mundo laboral y apoyando para que puedan ejercer sus derechos con absoluta libertad.

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