– Un hombre que vivió en el sanatorio de la Alfaguara reconoce a los fantasmas
Agustín Marañes, de 80 años, asegura que la mujer de blanco tiene que ser la última directora del sanatorio, Doña Elena Bickmann Durante la segunda Guerra Mundial le impidieron sacar a su hijo de Alemania y siempre le esperó en la Alfaguara, aunque nunca llegó
Agustín Marañes Morilla, tiene 80 años. Vive en Algeciras, y no ha podido evitar que las noticias sobre apariciones y fenómenos paranormales en el antiguo sanatorio antituberculoso de la Alfaguara, le hayan provocado una explosión de recuerdos. Agustín fue una de las personas internas en el sanatorio cuando aún funcionaba como tal. Tenía 17 años. Su padre le llevó a la Alfaguara para curarse de una pleuritis. Allí vivió durante varios meses. Conoció personalmente a las personas cuyas almas o energías vitales, se aparecen entre las ruinas que aún quedan del viejo centro sanitario.
«Es indiscutible, si se aparece una mujer de blanco, es la que fue la última directora del sanatorio, doña Elena Bickmann, una mujer encantadora, que siempre me trató con cariño, a mí y a todos los que estaban allí», dice Agustín, que no niega que también pueda aparecerse el alma de la fundadora, Berta Wihelmi, «pero al saber que los expertos hablan de una mujer, un niño, unos perros y un sacerdote, mi mente se ha trasladado a aquel tiempo. Todo coincide con la época en la que estuve allí», dice Agustín, que recuerda que había un sacerdote, muy alto, vestido de negro, tal y como se ha señalado por parte del profesor Rafael Reyes y otras personas que han sentido presencias extrañas en el paraje del sanatorio, y los perros.
Las imágenes en las que Rafael Reyes asegura haber captado a animales, dos perros, recuerdan a Agustín Marañes, a uno al que llamaban Esparramáo porque el perrito había nacido con una atrofia en los cuartos traseros y se movía muy bien, pero arrastrando toda la parte de atrás de su cuerpo. «Y el otro era Caricarcusa, no se de dónde sacamos ese nombre, parecía un perro labrador, aunque quizá en una imagen de fenómenos paranormales se le pueda confundir con un Dobermán por la cara fina», dice Agustín, que recuerda que la vida en el sanatorio era agradable.
Insiste en que la mujer que la mujer de blanco era Elena Bickmann y cuenta que «siempre vestía de negro, y se pasaba el día con la bata blanca puesta encima. Ella tenía una triste historia que es la que ha podido provocar que no descanse en paz». Agustín cuenta que esta mujer era alemana, amiga de la fundadora del centro, Berta Wihelmi. Al comenzar la Guerra Civil Española, volvió a Alemania, y al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, decidió volverse a España y reabrir el sanatorio, que había quedado abandonado por la contienda española. Pero al intentar salir de Alemania con su hijo, de unos 12 años, le impidieron que el chaval cruzase la frontera. «Le querían para la guerra, por lo que no pudo marcharse con él. Allí, en la frontera, quedó con su hijo que se verían en La Alfaguara, pero creo que nunca se llegó a producir el reencuentro». Agustín no sabe si el chico murió. No estuvo en las listas de muertos ni de desaparecidos, pero nunca volvió. Sobre Elena Bickmann siempre pesó el recuerdo de su hijo, y ahora, décadas después, no es posible descartar que la imagen de un niño en las apariciones del sanatorio, pueda deberse a aquel muchacho, hijo de doña Elena.
Agustín, cuando años después se caso, estuvo de viaje de novios en Granada. «Intenté ver a doña Elena, porque ella fue como una madre para mí. Me dijeron que vivía retirada en una de las primeras casitas de Sierra Nevada, ya en la carretera. Pero no la vi». Esta mujer, según el doctor granadino Fernando Girón, del Departamento de Historia de la Medicina de la Universidad de Granada y autor de un libro sobre el médico Alejandro Otero, en el que se refleja parte de la historia del sanatorio, comenta que Elena murió aquejada de un cáncer, después de que el sanatorio se cerrase de forma definitiva.
Apariciones
Para el investigador granadino, Rafael Reyes, es posible que Elena Bickmann sea una de las apariciones del sanatorio de la Alfaguara, pero mantiene que las psicofonías y las imágenes captadas por su cámara, hacen referencia expresa a la fundadora, a Berta Wihelmi. «Una de las noches que pasamos allí, y tras realizar las fotos en las que aparece una mujer vestida como enfermera, le llego a preguntar su nombre. Y la respuesta es muy clara. Dice Berta con una voz en la se aprecia que no puede pronunciar bien la erre, pero dice Berta».
Para Rafael Reyes, no se puede ver este caso como la aparición de un único espectro. Son varias las presencias, y cambian según los momentos en los que ha acudido al sanatorio. Esta misma semana Rafael Reyes conversaba con Agustín Marañes. Ambos se sorprendían al comprobar datos aportados por Rafael y que Agustín podía recordar de su paso por el sanatorio. El cura de negro, ojos de niños y los perros.
Adentrarse en las ruinas del sanatorio de la Alfaguara provoca ahora una extraña sensación. El lugar está completamente abandonado. Aún queda en pie la nave principal, junto al gran porche del sanatorio. Las ventanas derruidas han sido tapadas con somiers, posiblemente los mismos que utilizaron los enfermos. Las vigas de madera están caídas entre los escombros. Los marcos de ventanales han desaparecido. La vegetación ha cubierto lo que un día fue una explanada con magníficas vistas hacia el bosque y Sierra Nevada al fondo. Un rato en silencio, entre los cascotes, provoca sensaciones enfrentadas, paz y miedo. Desde el pinar llega una pequeña brisa que te eriza el vello.
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