Optimizan la gestión del embalse de El Gergal

Optimizan la gestión del embalse de El Gergal

La investigación andaluza no sólo se produce de las puertas de las universidades hacia dentro, sino que tiene un amplio rango de aplicaciones en el exterior. Del mismo modo, el mundo empresarial fomenta intensamente la investigación científica y sus resultados. Un ejemplo de ello está en la colaboración que el grupo de Ecología Acuática del Instituto del Agua de la Universidad de Granada mantiene con la Empresa Metropolitana de Aguas de Sevilla (EMASESA). Ambas entidades trabajan desde hace más de diez años para mejorar el conocimiento científico para la gestión del embalse de El Gergal, que abastece a toda el área metropolitana de Sevilla.

EMASESA se encarga de gestionar el abastecimiento de agua potable de la ciudad de Sevilla y su región metropolitana. Tiene una amplia experiencia en la gestión de embalses, apoyada en más de veinticinco años asegurando la mejor calidad del agua en origen. Éste es el caso de la gestión que realiza en el embalse de El Gergal, con el que abastece a Sevilla, donde esta empresa pública municipal utiliza la tecnología existente más puntera en muestreo y toma de datos.

Boya en el embalse de El Gergal para la medición exacta y continua de los parámetros de las aguas

En concreto, la empresa trabaja con una estación de muestreo y una sonda que son capaces de recoger datos de diferentes parámetros en un espacio de tiempo tan corto como se requiera (hasta de un minuto). Esta intensa dedicación a garantizar la mejor calidad en el agua, se complementa con la investigación desarrollada por el departamento de Ecología y Gestión Ambiental de la propia empresa, que colabora con diferentes universidades y organismos de investigación, como la Universidad de Sevilla, la Complutense de Madrid o la Estación Biológica de Doñana (CSIC).

Uno de los organismos con los que activamente trabaja EMASESA es el grupo de Ecología Acuática de la Universidad de Granada. Este grupo es puntero en la investigación de ecosistemas de aguas dulces y en el desarrollo y utilización de modelos hidrodinámicos. Ambos investigan de forma conjunta sobre el embalse de El Gergal, lo que permite al grupo avanzar en su conocimiento sobre sistemas acuáticos, y a la empresa, mejorar en la gestión de los embalses con los que trabaja. Para ello, EMASESA facilita la información obtenida por su eficiente sistema de muestreo a los investigadores granadinos, para que éstos tengan modelos reales y amplíen el conocimiento de aquellas características que influyen en la dinámica de los embalses.

“La unión entre los investigadores y los gestores ha permitido que se hable el mismo lenguaje para avanzar en la gestión de embalses y ha aportado un valor añadido muy importante a la investigación”, indica Luis Cruz Pizarro, responsable del grupo de investigación de la UGR. Dicho grupo centra su investigación en embalses, ya que éstos tienen unos usos muy definidos y la gestión de los mismos demanda un control, seguimiento y mantenimiento constantes. Por ello, también trabajan con los embalses próximos a Granada, como Quéntar, Cubillas, Bermejales o Canales, para conocer sus características físicas y químicas y estudiar las comunidades que viven allí o su estructura.

El principal problema, la eutrofización

La eutrofización es una de las más serias amenazas de los sistemas acuáticos, especialmente en regiones como la andaluza y en ecosistemas artificiales como los embalses. Es la manifestación de un problema derivado del incremento de la carga de nutrientes (principalmente de nitrógeno y fósforo de origen antrópico) a una masa de agua. Este fenómeno acarrea en el agua un incremento de la turbidez, así como el aumento en la presencia de algas y la emisión de malos olores e implica una tensión en el sistema hídrico que se expresa mediante un desequilibrio en el normal funcionamiento del embalse, en el que los ciclos bioquímicos se aceleran o incluso llegan a romperse. La principal consecuencia de todo el proceso de eutrofización, es que el sistema acuático deja de funcionar adecuadamente. Se produce una pérdida en la calidad de las aguas, una pérdida en la biodiversidad de especies en el mismo y, si la situación es grave, supone hasta problemas de salud para las personas.

Por todo ello, el trabajo desarrollado conjuntamente entre el Instituto del Agua y EMASESA adquiere un papel imprescindible, que hasta ahora ha demostrado ser muy efectivo. De ahí que su investigación esté centrada en los procesos físicos que influyen en la eutrofización, ya que los campos de la química o la biología de dichos sistemas están más estudiados. Para ello miden la influencia de variables como la hidrodinámica del sistema, la meteorología de la zona, la forma de las sustancias en disolución o el transporte de los sedimentos, que son parámetros físicos del sistema poco conocidos en la actualidad y cuya mejor definición amplía la capacidad científica para la gestión hídrica.

El investigador del Instituto del Agua Luis Cruz Pizarro

El trabajo que desarrollan estos investigadores se basa en modelos predictivos, en los que introducen los datos sobre esas nuevas variables consideradas y obtienen una información más fidedigna del estado del sistema. Estos modelos permiten realizar el trabajo a la inversa, esto es, introduciendo datos simulados, para conocer el comportamiento del sistema ante posibles escenarios de cambio. Hasta ahora se le había dado más importancia en estos modelos a variables como la concentración de sustancias o la presencia y actividad de organismos vivos. La integración de las variables relacionadas con la física del sistema garantiza una mejor representación del ecosistema.

Investigación polivalente

Parte del trabajo que este grupo realiza está orientado a la recuperación de ecosistemas contaminados. Ante episodios de eutrofización de masas de agua, se conoce bastante sobre los procesos a modificar para restaurar la tensión generada sobre el ecosistema. Por ello, manejan y mejoran técnicas como la aireación de la parte inferior del lago mediante sistemas de tuberías que introducen aire, para que el agua inferior se oxigene y desaparezcan las condiciones de anaerobiosis. Otra técnica muy importante para recuperar un embalse eutrofizado es el control de la llegada de nutrientes, lo que se hace depurando los efluentes de agua que llegan al embalse o al río del embalse.

Los embalses también se estudian como sensor de cambio global, pues manifiestan de una forma muy directa cualquier cambio que se produzca o afecte a su cuenca de captación. Esto es debido a que son sumideros de toda su cuenca, tanto su cuenca de captación de aguas como de aire, y sus propiedades reflejan los procesos de la región. “El embalse es un trocito de una unidad más amplia y equilibrada, que es su cuenca de captación”, afirma Luis Cruz. En este sentido, la investigación derivada del seguimiento de estos ecosistemas es muy importante, ya que no sólo aporta datos de sus características intrínsecas, sino información directa sobre la salud de su cuenca.
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Medio Ambiente censó en 2008 un total de 1.950 especies marinas en el litoral andaluz

Medio Ambiente censó en 2008 un total de 1.950 especies marinas en el litoral andaluz

La Consejería de Medio Ambiente censó en 2008 un total de 1.950 especies en los ecosistemas litorales de Andalucía, la mayor cifra registrada en cuanto a biodiversidad marina de toda Europa. Este número provisional corresponde a los datos reflejados en el Inventario de Biocenosis y Especies Bentónicas Marinas de Andalucía, cuyas labores de seguimiento se desarrollan desde 2004. El censo, que forma parte del programa de Gestión Sostenible del Medio Marino Andaluz, tiene como objetivo principal alcanzar un mayor conocimiento y garantizar una mejor protección de esta biodiversidad.

El seguimiento, realizado por el equipo de apoyo técnico a la gestión sostenible del medio marino, se ha basado, entre otros sistemas, en inmersiones con equipo autónomo de buceo, para determinar fundamentalmente la presencia de especies invertebradas en los ecosistemas litorales andaluces, especialmente aquellas amenazadas o protegidas por la legislación. No obstante, el inventario que se realiza incluye también otros grupos, como peces, tortugas, aves y mamíferos marinos.

Por otro lado, también se estudia dentro del proyecto la inmensa variedad de especies de algas de la costa andaluza. Los trabajos realizados por Medio Ambiente han permitido confirmar, igualmente, la existencia de 81 biocenosis o comunidades bióticas distintas con presencia en las provincias andaluzas. De ellas, es Málaga la que posee una mayor diversidad, con 61, seguida de Granada y Almería (58 y 52, respectivamente), Cádiz (46) y, finalmente, Huelva (29) cuya menor presencia de biocenosis se debe al predominio de fondos blandos marinos.

Invertebrados amenazados

Este estudio ha permitido elaborar una propuesta de especies marinas amenazadas mediante su publicación en el Libro Rojo de los Invertebrados de Andalucía de 2008. En este catálogo se incluyen 87 especies marinas amenazadas: 7 esponjas, 22 corales y afines, 1 sipuncúlido, 1 anélido poliqueto, 33 moluscos, 11 crustáceos, 7 equinodermos (2 erizos y 5 estrellas de mar), 2 briozoos y 3 ascidias. De estas 87 especies, 70 se han encontrado en Almería, 59 en Granada, 60 en Málaga, 58 en Cádiz y 32 en Huelva.

La cifra apuntada en el Libro Rojo supera de forma importante el número incluido en los Catálogos Español (Ley 42/2007) y Andaluz (Ley 8/2003) de Especies Amenazadas, en los que tan sólo se recogían siete especies de invertebrados marinos.

La necesidad de incrementar la protección de estas especies y sus hábitats, tradicionalmente escasa en relación a lo desarrollado en los ecosistemas terrestres, llevó a la Consejería de Medio Ambiente a iniciar en 2004 exhaustivos trabajos de seguimiento, con el objetivo de profundizar en su conocimiento, diseñar medidas de protección más eficaces y fomentar la divulgación sobre su importancia.

Desde que en 2004 se puso en marcha el Programa de Gestión Sostenible del Medio Marino Andaluz, Medio Ambiente desarrolla diversos estudios de cada uno de los siete invertebrados previamente catalogados en Andalucía.

Entre estas especies destaca la lapa ferrugínea Patella ferruginea como la más amenazada en el litoral andaluz y en todo el Mediterráneo. Gracias a los nuevos trabajos, la presencia de esta especie, catalogada como \’en peligro de extinción\’, ha sido censada en unos 1.000 individuos repartidos por los sustratos rocosos mesolitorales de todas las provincias costeras andaluzas, a excepción de Huelva.

Esto ha demostrado que, pese a su viabilidad comprometida, la especie posee un número de ejemplares y una distribución mayores de lo que se pensaba.

Por otra parte, el Programa de Gestión Sostenible del Medio Marino de la Consejería de Medio Ambiente dio lugar en 2005 a la puesta en marcha de un proyecto llamado \’Estudio de la Flora Ficológica Andaluza\’, realizado en colaboración con la Universidad de Granada.

Dado el importante papel que desempeñan las algas como bioindicadores o sensores ambientales, el objetivo de este estudio es afianzar el conocimiento de estas comunidades y su estado de conservación, ayudar a catalogarlas y establecer un importante punto de referencia para detectar cambios que puedan producirse en los ecosistemas acuáticos.
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Artesanos del mar artificial

Artesanos del mar artificial

Iván Hevia y Jaime Sánchez-Cámara tenían en mente una idea: crear una empresa que les permitiera dedicarse a su gran pasión. Una pasión en la que se entremezclan peces, corales, acuarios y animales marinos, que para estos dos licenciados en Ciencias del Mar conforman su modo de vida. Así nació en 2002 Aquadec, una compañía instalada en Motril pero con capacidad para trabajar en cualquier parte del país. Jaime dirige desde Cataluña e Iván hace lo propio desde Granada, “pero tanto el origen de la empresa como el capital o la sede son puramente motrileños”.

Aquadec se dedica a la instalación y decoración de acuarios de grandes dimensiones, “aunque también trabajamos para particulares si así nos lo piden”, explica Iván. En su currículum aparecen importantes trabajos realizados durante estos años para recintos de referencia, como L’Aquàrium de Barcelona –donde han redecorado nueve peceras–, el Sealife de Benalmádena o el Zooaquarium de la Casa de Campo de Madrid. Otro de sus grandes proyectos se ha quedado en casa, concretamente en Almuñécar, donde Aquadec se ha encargado de la ejecución de los proyectos de decoración y tematización del nuevo Aquarium de Fauna Mediterránea del municipio sexitano.

“Trabajamos generalmente para grandes acuarios abiertos al público y nos encargamos de todo: desde la redacción del proyecto inicial hasta el suministro de peces o la decoración interna”, asegura Iván. En esa decoración tiene mucho peso la especialidad de Aquadec: la creación de invertebrados artificiales. Todo tipo de corales, esponjas o algas mediterráneos y atlánticos fabricados de forma artesanal y con siliconas de alta calidad, que les hace ser únicos en el mercado.

Tanto que sus corales ya han viajado a países como Inglaterra, donde una compañía del sector ha mostrado su interés por Aquadec, pero también a instituciones importantes como la Universidad de Granada. Una empresa que realiza una labor especializada en un mercado con mucha demanda. “Los apasionados de los acuarios no tienen problema en gastar grandes sumas de dinero para conseguir algo único”, señala Iván, que ha sabido darle eso a sus clientes. Los grandes recintos marinos del país ya tienen en su interior materiales de Aquadec, pero estos dos socios tienen claro que la expansión de su empresa no ha hecho más que empezar.
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Ciudadanos de Granada: Navidad en el fin del mundo

Ciudadanos de Granada: Navidad en el fin del mundo

José B. Martín y José J. Redondo, dos científicos del Instituto Andaluz de Geofísica de la UGR, dan la bienvenida al nuevo año en la Antártida. “Lo más duro, más que el frío y el viento, es no poder ver a la familia”.

Los granadinos José Benito Martín y José Juan Redondo acaban de dar la bienvenida al nuevo año a miles de kilómetros de la tierra que les vio nacer y en la que viven actualmente, excepto en momentos puntuales, claro está. Mientras los miembros de sus familias brindaban y tomaban las respectivas uvas a las doce de la noche del día 31 en Huétor Santillán y Cozvíjar, ellos hacían lo propio al otro lado del mundo.

El 2009 les llegó en el interior de una base científicomilitar con vientos mantenidos de más de 100 kilómetros hora, con temperaturas bajo cero y entre grandes placas de hielo. También a plena luz del día. En la Antártida, donde nunca oscurece en esta época del año, las Navidades unen dos conceptos –verano y blanco– que raramente aparecen juntos fuera de la imaginación humana o de la ciencia ficción. José Benito y José Juan toman el pulso a la tierra sobre la que late el volcán de Isla Decepción, en el archipiélago de las Shetland del Sur.

Forman parte de un proyecto del Instituto Andaluz de Geofísica –Universidad de Granada– sobre el seguimiento de la actividad sísmica en un territorio de notable interés tectónico. En estos momentos, llevan más de un mes fuera de casa. Aunque coyuntural, la existencia en el continente antártico no es fácil. El que, además, haya que atravesar unas fiestas tan señaladas en el calendario hace que la historia sea aún más particular; pero, en palabras de los investigadores, “sólo el que viene aquí, al fin del mundo, y lo vive en primera persona, es capaz de entenderlo”.

Asumen la distancia con los suyos, que se hace más patente en momentos como el actual, pero la entienden como “parte del precio que debemos pagar por el privilegio de trabajar en un sitio así”. Viaje al fin del mundo. Como miembros del equipo que lleva a cabo un estudio dirigido por la profesora Inmaculada Serrano, también investigadora del Instituto, los esfuerzos de Benito y Redondo, que salieron de Granada el pasado 23 de noviembre, se encaminan a la recopilación de datos para controlar la actividad sísmica local.

A ello se dedican desde que arribaron a la Isla en los primeros días de diciembre, después de un viaje que tuvo sus más y sus menos. De Madrid a Buenos Aires, en avión. Después se trasladaron a El Calafate, para luego desplazarse a Ushuaia, donde ultimaron los preparativos antes de la partida en el buque de investigación oceanográfica ‘Las Palmas’, de la Armada Española, que habría de conducirlos hasta su destino. El tramo final les reservaba más de una sorpresa: “La travesía del Estrecho de Drake fue dura. Un fuerte oleaje dificultaba el camino hasta Isla Decepción.

El viaje duró tres jornadas. Nos tuvimos que quedar en la nave y no pudimos desembarcar hasta dos días más tarde, debido a un fuerte temporal de viento”. Su misión en el extremo del planeta comenzó en el mismo instante de alcanzar la costa: “Al tratarse de un volcán en activo, hubo que hacer un primer reconocimiento visual desde el buque para detectar cualquier anomalía. Más tarde, tras el desembarco, procedimos a instalar un primer sensor junto a la base ‘Gabriel de Castilla’ –donde residen y trabajan–, gestionada por el Ejército de Tierra, para registrar posibles incidencias sísmicas.

Tras cuatro horas recibiendo y comprobando datos, comenzó el desplazamiento del resto del personal, de los víveres y de los equipos, tarea en la que empleamos otros dos días”. La fase inicial del proyecto es, sin duda, la más sacrificada y compleja. Conlleva la instalación de dispositivos técnicos –sismómetros– para la recogida de información. Los científicos tuvieron que emplearse a fondo para concluir con éxito una labor de campo que realizaron en condiciones extremas.

Desde la base y en declaraciones a La Opinión explican que la climatología está siendo especialmente adversa durante esta temporada: “El trabajo al aire libre está resultando muy difícil por las duras condiciones climáticas, con vientos mantenidos de más de 100 km/h y puntas de hasta 150, casi siempre acompañados de nieve”. Benito, que lleva 16 años en el Instituto Andaluz de Geofísica y acumula la experiencia de varias campañas antárticas, cuenta que, salvo por el mal tiempo, la situación en Decepción no es mala. “Cuando la ventisca de aguanieve arrecia, nos vemos obligados a volver a la base.

Los elementos ponen a prueba los aparatos. En ocasiones no funcionan igual de bien que en circunstancias favorables. Debemos solucionar los problemas con los medios disponibles sobre la marcha, con mucho ingenio y esfuerzo”, añade. Los datos que recogen los equipos –estaciones telemétricas, de largo período y un array o antena sísmica– son transferidos a las computadoras de ‘Gabriel de Castilla’, donde son procesados. Están atentos a cualquier incidencia, pues de su vigilante intervención depende, en parte, la seguridad de todos los que trabajan en este recóndito y, en principio poco tranquilo, rincón del globo.

El grupo consta de veintiocho componentes, entre los que se cuentan catorce científicos –cinco mujeres y nueve hombres– y catorce militares del ejército de Tierra –una mujer y trece hombres–. Civiles y militares deben compaginar sus estudios con la realización de tareas diarias de limpieza y mantenimiento de comedor, dormitorio, baños, etc. El transporte de personas y material, así como las comunicaciones, sanidad, alimentación y gestión ambiental, depende de los miembros de las Fuerzas Armadas. No esconden que lo que en España resulta fácil, allí lo complica el extremo ambiente de Decepción, pero afirman que “podría ser peor sin el apoyo mutuo que nos damos.

Lo asumimos como parte del precio que hay que pagar por el privilegio de poder estar aquí”.

–¿Qué es lo que más se echa de menos?
–Lo más duro, más que el frío y el viento, es no poder ver a la familia. Es un sentimiento en el que coincidimos todos. Procuramos estar en contacto por teléfono satélite y por correo electrónico, pero conforme pasan las semanas, notamos más la distancia, aumentan las ganas de abrazar a tu gente.

El reencuentro tendrá lugar en poco más de dos semanas. Está previsto que regresen el 19 de enero, aunque las incidencias de última hora serán un factor a tener en cuenta, pues no se hallan precisamente en un crucero por el Rhin. Cuando concluya la expedición, habrán pasado dos meses fuera de casa. Rosa Martín y Antonio Villaseñor, también de la UGR, les darán el relevo.
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Los fármacos ganan a la psicoterapia

Los fármacos ganan a la psicoterapia

El psicoanálisis en el sentido clásico -tres sesiones a la semana durante un número indeterminado de años- pierde fuelle, sobre todo en EE UU, según datos de los Archives of General Psychiatry. Las terapias de diván representan hoy en ese país el 29% del total de la atención psicológica, frente al 44% que suponían hace diez años. Su elevado coste hace de ellas un bien de lujo reservado a una élite, pero en la deserción también influye el sistema de reembolso de los seguros médicos estadounidenses, más proclives a sufragar gastos farmacéuticos. «La económica es una barrera, es cierto. Es injusto que no pueda acceder más gente a estos tratamientos», reconoce la psicoanalista Victoria Queipo, quien no obstante subraya que «en época de crisis aumentan las consultas. Una mala racha económica es un disparadero de trastornos psicológicos». El tiempo necesario para que la terapia surja efecto -«cuestión de meses, como mínimo»- echa también a los pacientes del diván. «Prima la inmediatez, la urgencia de los sujetos por desterrar los conflictos y superar rápidamente todo aquello que les aflige», añade Queipo. Si en la atención privada hay que pagar precios que pueden ser prohibitivos en época de crisis -en España, una sesión de psicoterapia cuesta de 70 a 150 euros-, y la pública es deficitaria («ven al paciente una vez al mes, como mucho», dice la psicoanalista), resulta más comprensible la opción farmacológica. «Vivimos en una época en que se prima la eficacia. Hay poca tolerancia a los reveses, al conflicto y al dolor. Por eso recurrimos a la pastilla, aunque sea una solución momentánea, un dopaje», explica Queipo. En 2007 se recetaron en España 41.203.879 envases de ansiolíticos y 23.990.412 de antidepresivos, según datos del Ministerio de Sanidad; algo menos que en 2006, con 43.856.219 y 24.682.891 envases expedidos, respectivamente. Fueron recetados por médicos de atención primaria, neurólogos, psiquiatras o geriatras, entre otros especialistas, pues los psicólogos, como en otros muchos países de la UE, no pueden prescribir fármacos. A favor del consumo de pastillas juega «una variabilidad farmacológica tremenda», así como la banalización de su uso y del riesgo de adicción que implican, según Vicente Prieto Cabra, especialista en psicología clínica y vocal del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. «Hay tendencia a consumir el fármaco al mínimo síntoma, y también a la automedicación. El uso de psicofármacos ya está incorporado a la normalidad y, ya que en la farmacia no los venden sin receta, siempre hay un compañero o un amigo que te los dan», señala. Como una pescadilla que se muerde la cola, el uso gratuito, injustificado de psicofármacos implica menor capacidad a la hora de tolerar conflictos o frustraciones. «Hay una relación directa entre la inmediatez que imponen los tiempos y la incapacidad de enfrentarse a situaciones cotidianas normales. El Prozac marcó un antes y un después: con el mínimo esfuerzo de ingerir una pastilla se obtienen resultados gratificantes y rápidos. Estamos viendo generaciones enteras de personas no entrenadas en desarrollar recursos personales para gestionar malestares cotidianos. No hay que utilizar fármacos para aliviar un duelo, una ruptura o un problema de trabajo», aconseja. La edad de quienes acuden a una consulta de atención primaria en demanda de psicofármacos llama la atención a Elvira Díaz de Tuesta, médico de familia en un centro de salud madrileño. «La gente llega pidiendo pastillas, quiere solucionarlo todo con ellas: una depresión, problemas de sueño, una ruptura sentimental, la mala relación con los hijos. Y el perfil es cada vez más joven, chicos que acuden a consulta porque han discutido con su pareja. Muy pocos vienen pidiendo atención psicológica». Díaz de Tuesta recuerda el caso de una paciente de veintitantos años, con un buen trabajo, a la que atendió durante un buen rato. «Intenté averiguar qué le causaba el malestar que decía estar viviendo. Le hice preguntas, indagué en sus condiciones de vida, y a los cinco minutos, me espetó: \’Pero bueno, ¿es que no me va a recetar ninguna pastilla?\’ El paciente lo que quiere es la receta», sentencia esta médico. Como quien aprieta el botón del mando a distancia, el sujeto hace presión para obtener la pastilla-milagro que acabará, de un plumazo, con una insatisfacción, un malestar poco específico o una contrariedad con nombre y apellido. Es un gesto cotidiano que va camino de convertirse en acto reflejo gracias a la creciente medicalización de los estilos de vida. «La industria farmacéutica presiona desde los años cincuenta para que se medicalicen situaciones cotidianas», señala Nuria Romo, antropóloga de la Universidad de Granada, en referencia a una tendencia que se inició con la medicación de las disfunciones sexuales. «Son las llamadas \’medicinas de los estilos de vida\'», añade. Otro antropólogo, Ángel Martínez Hernáez, profesor de la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona, habla de una «mercantilización de los estados de ánimo». Pero ambos se refieren a lo mismo, a malestares y trastornos menores propios de un estilo de vida que imprime vértigo, inmediatez y perentoria efectividad y que se cobra, en forma de dificultades del sueño, depresión leve, ansiedad o estrés, el desajuste existente entre la realidad, las expectativas y las exigencias. Como otras dolencias, éstas también tienen una clara marca de género: las mujeres son diagnosticadas tres veces más que los hombres. No es de extrañar, recuerda Nuria Romo, que «sean más prevalentes en psicopatologías menores, porque se las ve más débiles y quejosas, y por tanto más necesitadas de medicación. Pero el malestar de la vida cotidiana es mayor porque las mujeres viven en desigualdad, hay un desequilibrio de género también en lo cotidiano: no sólo nos ocupamos de la vida privada, también estamos en la pública, y hasta en la del medio». En España, sólo el coste de la depresión gira en torno a los 745 millones de euros anuales, el 53,5% en costes directos. Las multinacionales farmacéuticas hacen el agosto, apuntan varios de los profesionales consultados, y como muestra vale un dato: del total de tranquilizantes recetados en España hasta octubre de 2008, el 89,29% eran marcas comerciales, y el resto (10,71%), genéricos, según la consultora IMS Health. «El porcentaje de psicotrópicos genéricos en la factura farmacéutica es aún pequeñísimo», asegura Ángel Luis Rodríguez de la Cuerda, presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Sustancias y Especialidades Farmacéuticas Genéricas. «No obstante, están más extendidos en el tratamiento de patologías menores. Es el caso por ejemplo de la fluoxetina, el principio activo del Prozac, o la paroxetina. Pero un uso generalizado de genéricos podría suponer un ahorro enorme en el gasto farmacéutico». Cuotas de mercado al margen, hay un enésimo factor que explica el abuso de psicofármacos, o, en palabras de la psicoanalista Victoria Queipo, «la ingesta de Lexatín como si se tratara de un caramelo». Según la antropóloga Nuria Romo, frente a los psicofármacos «hay permisividad social. La gente no los considera medicamentos, se ha banalizado la percepción de sus efectos a medio y largo plazo». Romo señala la última encuesta del Plan Nacional sobre Drogas referida a adolescentes, que refleja realidades como que «las chicas consumen tres veces más que los chicos. Las madres trasladan el ejemplo de normalidad y legalidad a sus hijas, y eso es muy preocupante por la falsa percepción que acarrean. Hay una frontera muy porosa entre drogas y medicamentos». Orfidal, Tranquimazin, Lexatín, Diazepam, Tranxilium y Alprazolam -el cuarto y el sexto son genéricos; el resto, marcas comerciales- son los «tranquilizantes» más recetados en España, según datos de IMS Health correspondientes a septiembre de 2008. Todos los especialistas consultados coinciden en que su prescripción y consumo resulta indispensable cuando «la vida del paciente se ve afectada, en situaciones limitantes o incapacitantes». Pero todos están también de acuerdo en que el fármaco solo, sin ayuda de una terapia, no resuelve nada. «La medicación establece las condiciones básicas necesarias para acometer una terapia personalizada», dice Queipo. Terapias que, en España y en casos como el del psicoanálisis, no están cubiertas por la Seguridad Social, a diferencia de lo que ocurre en Alemania, donde el sistema de salud público cubre el tratamiento de psicoanálisis con un tope de 300 sesiones. La masificación de la sanidad pública a la hora de atender psicopatologías es otro de los factores a que los especialistas atribuyen el masivo recurso a las pastillas. «El sistema público es deficiente. Los servicios de salud mental están saturados, con periodos de tres y cuatro meses de demora. Cuando el paciente recibe atención, es visto una vez cada tres o cuatro semanas. Eso explica también el recurso generalizado al fármaco», explica la psicóloga clínica Mónica Martín Gil, de la mutua Fraternidad Muprespa. «En el caso de trastornos menores, se recurre al psicofármaco porque aplaca el síntoma, pero no debemos olvidar que los ansiolíticos, que son fármacos que a diferencia de los antidepresivos no producen cambios en la estructura interna del cerebro, apagan el fuego pero dejan las ascuas», añade. Para trabajar más a fondo la estructura de la personalidad, es decir, para solucionar definitivamente el problema -no es lo mismo sufrir un episodio de estrés que responder siempre con estrés a cualquier situación, sea estresante o no-, Martín Gil recomienda atreverse con la psicoterapia, aunque ello suponga «abrir una caja de Pandora interior, o incluso experimentar cierto dolor». «Para evitar el sufrimiento como estado, o para extirpar pensamientos insanos, es inevitable hacer una psicoterapia profunda. Es un proceso que conlleva miedo y a veces implica dolor, pero tiene efectos duraderos y permanentes. «No hay marcha atrás», explica. Eso sí, las terapias analíticas precisan de un año -como mínimo, de seis meses- para obrar efecto. La prolongada duración del tratamiento, así como la dureza del mismo, son igualmente factores que empujan a los pacientes hacia el sucedáneo de las pastillas. Condiciones de trabajo cada vez más precarias -y agravadas además por la crisis-, generaciones que han desterrado de su vocabulario las palabras frustración, sufrimiento o fracaso -«frustrar es poner límites y crear mecanismos de defensa, y en esto los padres no están enseñando a los hijos», recuerda Martín Gil-, y «un mejor nivel de vida que no ha venido acompañado de mayor calidad de vida», en definición de Romo, constituyen un fermento para la insatisfacción. ¿Pueden contribuir a ello también las etiquetas, los titulares más o menos afortunados, los felices hallazgos de los síndromes? La psicoanalista Victoria Queipo cree que se abusa, «con frivolidad», de síndromes psicológicos de nuevo cuño, y pone un ejemplo, el del posvacacional. «Hay un exceso de etiquetas. Algo que es naturalmente fastidioso, como volver al trabajo tras las vacaciones, se está medicalizando, o convirtiendo en carne de cañón psicológica. ¡Pero si sólo es un fastidio, no un trastorno…!». Más Platón y menos Prozac, recomendaba hace años desde el título de uno de sus libros el terapeuta estadounidense Lou Marinoff, y con gran éxito de ventas: el libro en cuestión fue todo un best seller. Lejos de la consolatio philosophiae que ya habían prescrito autores anteriores en varios siglos a Marinoff, Internet abunda también en reclamos que parecen sacados de un almanaque ilustrado: «Psicología moderna en poco tiempo y a bajo coste». Sin diván, mal que les pese a célebres asiduos como Woody Allen, pero con otro fetichismo añadido, el de la pastilla mágica que proporciona una vida casi perfecta.
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La Opinión

Portada: Dos científicos de la UGR celebran las fiestas en la Antártida
Pág. 14 y 15: Navidad en el fin del mundo
Pág. 23: Opinión – Mentalidaddes
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Granada Hoy

Pág. 8: Los Reyes Magos ya están en camino
Pág. 14: La cocina de Ferrán Adriá, a escala industrial y para todos
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La Consejería de Medio Ambiente censa un total de 1.950 especies marinas en el litoral de Andalucía

La Consejería de Medio Ambiente censa un total de 1.950 especies marinas en el litoral de Andalucía

La Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía ha censado en 2008 un total de 1.950 especies en los ecosistemas litorales de Andalucía, la mayor cifra registrada en cuanto a biodiversidad marina de toda Europa.

Según informó en un comunicado la consejería del ramo, este número provisional corresponde a los datos reflejados en el Inventario de Biocenosis y Especies Bentónicas Marinas de Andalucía, cuyas labores de seguimiento se desarrollan desde 2004. El censo, que forma parte del programa de Gestión Sostenible del Medio Marino Andaluz, tiene como objetivo principal alcanzar un mayor conocimiento y garantizar una mejor protección de esta biodiversidad.

El seguimiento, realizado por el equipo de apoyo técnico a la gestión sostenible del medio marino, se ha basado, entre otros sistemas, en inmersiones con equipo autónomo de buceo, para determinar fundamentalmente la presencia de especies invertebradas en los ecosistemas litorales andaluces, especialmente aquellas amenazadas o protegidas por la legislación.

No obstante, el inventario que se realiza incluye también otros grupos faunísticos, tales como peces, tortugas, aves y mamíferos marinos. Por otro lado, también se estudia dentro del proyecto la inmensa variedad de especies de algas de la costa andaluza.

Los trabajos realizados por Medio Ambiente también han permitido confirmar la existencia de 81 biocenosis o comunidades bióticas distintas con presencia en las provincias andaluzas. De ellas es Málaga la que posee una mayor diversidad de estas biocenosis, con 61, seguida de Granada y Almería (58 y 52, respectivamente), Cádiz (46) y, finalmente, Huelva (29) cuya menor presencia de biocenosis se debe a la predominancia de fondos blandos marinos.

INVERTEBRADOS AMENAZADOS

Este estudio ha permitido elaborar una propuesta de especies marinas amenazadas mediante su publicación en el Libro Rojo de los Invertebrados de Andalucía de 2008. En este catálogo se incluyen 87 especies marinas amenazadas: 7 esponjas, 22 corales y afines, 1 sipuncúlido, 1 anélido poliqueto, 33 moluscos, 11 crustáceos, 7 equinodermos (2 erizos y 5 estrellas de mar), 2 briozoos y 3 ascidias. De estas 87 especies, 70 se han encontrado en Almería, 59 en Granada, 60 en Málaga, 58 en Cádiz y 32 en Huelva.

La cifra apuntada en el Libro Rojo supera con mucho el número incluido en los Catálogos Español (Ley 42/2007) y Andaluz (Ley 8/2003) de Especies Amenazadas, en los que tan solo se recogían siete especies de invertebrados marinos. La necesidad de incrementar la protección de éstos y sus hábitats, tradicionalmente escasa en relación a lo desarrollado en los ecosistemas terrestres, llevó a la Consejería de Medio Ambiente a iniciar en 2004 exhaustivos trabajos de seguimiento a fin de profundizar en su conocimiento, diseñar medidas de protección más eficaces y fomentar la divulgación sobre su importancia.

Desde 2004 la puesta en marcha ese mismo año del Programa de Gestión Sostenible del Medio Marino Andaluz, Medio Ambiente desarrolla diversos estudios de cada uno de los siete invertebrados previamente catalogados en Andalucía. Entre dichas especies destaca la lapa ferrugínea Patella ferruginea como la más amenazada en el litoral andaluz y en todo el Mediterráneo.

Gracias a los nuevos trabajos, la presencia de esta especie, catalogada como «en peligro de extinción», ha sido censada en unos 1.000 individuos repartidos por los sustratos rocosos mesolitorales de todas las provincias costeras andaluzas, a excepción de Huelva. Esto ha demostrado que, pese a su viabilidad comprometida, la especie posee un número de ejemplares y una distribución mayores de lo que se pensaba.

Por otra parte, el mencionado Programa de Gestión Sostenible del Medio Marino de la Consejería de Medio Ambiente dio pie en 2005 a la puesta en marcha de un proyecto llamado \’Estudio de la Flora Ficológica Andaluza\’, realizado en colaboración con la Universidad de Granada.

Dado el importante papel que desempeñan las algas como bioindicadores o sensores ambientales, el objetivo de este estudio es afianzar el conocimiento de estas comunidades y su estado de conservación, ayudar a catalogarlas y establecer un importante punto de referencia para detectar cambios que puedan producirse en los ecosistemas acuáticos.
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