Palas y excavadoras, en el 73 homenaje de la muerte de Lorca
Cada noche del 18 de agosto, desde 1974, un grupo de gitanos comandados por el cantaor y bailaor Curro Albayzín, protagoniza una romería -o como si lo fuera- a la fosa de García Lorca. Esa hondonada, esa quebrada, en la carretera de Víznar a Alfacar, esa tumba con el cuerpo insepulto del poeta granadino -y presumiblemente de un cien, de mil republicanos asesinados por los franquistas- sirve de escenario al duende y la pasión flamenca, con la madrugada transformada en un ir y venir de versos lorquianos.
Velas y nardos comparecen sobre el parque, y con ellos cientos de políticos y ciudadanos que se aprestan a brindar por la palabra, por la libertad, por la república. Este año: la sombra de las excavadoras que removerán la tierra y la memoria ya estaban allí.
Es el 73 aniversario del asesinato de Lorca, y probablemente el último. La inminente apertura de la fosa, que tendrá lugar en otoño -seguramente a mediados de octubre-, se convertirá sin duda en un acontecimiento mediático mundial, pero la probabilidad de dar con los restos del poeta es, por lo que parece, mínima. ¿Y si se encuentran los huesos? ¿Se seguirá con la romería sin los restos?
La Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía está promoviendo un convenio en el que participa, además de la Administración andaluza, la Diputación, la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica y el Ayuntamiento de Alfacar, término municipal en el que los historiadores han ubicado la fosa. La consejera de Justicia y Administraciones Públicas de la Junta de Andalucía, Begoña Álvarez apuntó que «cuando lo firmemos estaremos en condiciones de hacer lo que en el convenio se refleje», aunque no quiso dar ninguna fecha.
El pasado 17 de julio ya aclaró que su departamento ya cuenta con los permisos de la Diputación y del Ayuntamiento de Alfacar para realizar las excavaciones. Según Álvarez, «se podrán compatibilizar los deseos de todos los familiares». Preguntada por la imposibilidad científica de analizar los restos del maestro y los dos banderilleros sin hacer lo propio con los de Lorca, aseguró que «tanto la ley como la ciencia apuntan que puede hacerse», de modo que se podrán conjugar los deseos de la familia Lorca -contraria al proceso de exhumación- con los de los familiares de Galindo y Galadí, dado que los restos de Arcollas no han sido reclamados.
Aunque una tercera familia ha entrado en juego. El inspector municipal de tributos Fermín Roldán García ha visto unido su nombre a la trágica lista de asesinados junto al poeta. La petición familiar de exhumar los restos de esta víctima de la Guerra Civil refuerza la tesis que habla de seis asesinados en aquella trágica madrugada.
«Me sorprende que la familia no haya hablando antes de esta víctima y es la primera vez que lo oigo», opina, sin embargo, Ian Gibson, aunque el hispanista entiende que la aparición de un nuevo asesinado junto a García Lorca constituye «una razón más para abrir la fosa y buscar los cadáveres». Según Gibson: «Deben empezar donde me indicó Manuel \’El Comunista\’, donde está el olivo».
Receloso secreto
Porque esa es otra cuestión. Porque la «tumba» de Lorca está llena de incógnitas. La existencia de la fosa es indudable, en principio, según los testimonios contemporáneos. Sin embargo, su ubicación baila según hablen unos y otros. En 1986 la Diputación de Granada inauguró en Alfacar el Parque Federico García Lorca, el mismo que sirve de escenario a la romería de cada 18 de agosto.
El terreno, que adquirió la institución para evitar presiones inmobiliarias, fue señalado por investigadores -sobre todo, por el propio Gibson- y testigos como el lugar más probable en el que había sido enterrado el poeta.
Para llegar a esa conclusión seis años antes la Diputación creó una Comisión de Encuestas para entrevistarse con «cuantas personas puedan aportar algún dato o informe en relación al lugar de enterramiento de Federico García Lorca». El 22 de julio de 1980, la Comisión concluyó: «Nosotros entendemos que, tras estos testimonios y con las dudas razonables, el terreno en que puedan estar los restos de García Lorca, deben situarse en el paraje que se viene repitiendo en los testimonios y que se ubica próximo a los olivos y peñascos reiteradamente citados». En ese punto, cerca de la llamada Fuente Grande, se erigió un monolito.
Bibliografía
El periodista Antonio Ramos Espejo, que había investigado reiteradamente la situación de la fosa, dijo entonces que era «prácticamente imposible fijar con exactitud» el lugar donde se encuentran los restos, pero apostó por las investigaciones de Gibson. El hispanista ratificó la información publicada en su obra El asesinato de Federico García Lorca e incluida en su biografía posterior de acuerdo con la descripción que el enterrador, Manuel Castilla, le facilitó a él y a Agustín Penón. Aportó también la declaración de dos testigos que dijeron haber visto a Lorca detenido «el 20 de agosto de 1936 a un lado de la carretera de Víznar».
¿Pero donde se enterró? En principio, entre Víznar y Alfacar hay, presumiblemente, cientos de fosas. Durante más de tres meses se fusiló y enterró en fosas comunes a cientos de represaliados. La cifra nunca se sabrá. La cuestión es identificar entre ellas la que cobija los huesos de Lorca, en principio con cuatro cuerpos. Porque investigadores como Víctor Fernández descartan la presencia del cadáver de Fermín Roldán enterrado junto a Lorca, sino que al menos éste fue enterrado y asesinado una semana después.
Fernández ha localizado al hijo del hombre que enterró a Roldán. Es Antonio Mendoza García y su padre, Antonio Mendoza Lafuente, presidente de una logia masónica de Granada, que salvó la vida enterrando a los condenados a muerte en Víznar una semana después del asesinato de Lorca.
Entre los 17 que enterró ese primer día estaba Fermín Roldán, algo que, además, le confesaría, según Víctor Fernández, el propio Mendoza Lafuente en 1969 al periodista granadino Eduardo Molina Fajardo, lo que éste dejó escrito en su libro Los últimos días de García Lorca.
Porque otra cuestión son quiénes están en la fosa común. Hasta el momento, parece que cuatro. La presidenta de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Granada, Maribel Brenes, explica que «documentalmente» no se puede confirmar la existencia de ese quinto cuerpo, ya que existe la posibilidad de que «no esté o de que haya incluso más cadáveres», algo que sólo se podrá constatar «cuando se abra la fosa», en otoño.
Las autoridades granadinas sublevadas asesinaron en Granada a miles de personas, algunas fuentes señalan que tres mil son las enterradas entre Víznar y Alfacar, sobre todo a pie del barranco. Los verdugos eran en su mayoría miembros de la llamada Escuadra Negra, un grupo militar al servicio de José Valdés Guzmán, gobernador civil de Granada, que en muchos casos, según el periodista Víctor Fernández, ?mataba por placer?. Uno de los criminales, Manuel Luna hablaría de los hechos en una carta: «Algunos días después cogimos al gran canalla de García Lorca -el peor de todos- y lo fusilamos en la Vega, junto a una acequia. ¡Qué cara ponía! Alzaba los brazos al cielo. Pedía clemencia. ¡Cómo nos reíamos viendo sus gestos y sus muecas!».
Franco también buscó
El músico Ángel Barrios, gran amigo de Lorca, al enterarse del bárbaro crimen fue hasta Alfacar dos días después de los hechos. Con horror comprobó que se había arrojado cal viva donde reposaba Lorca. Los asesinos no querían dejar huella y, tras la guerra, muchas fosas fueron disimuladas con pinos. Hasta el propio Franco buscó los restos de Lorca, o al menos, ese fue el ofrecimiento que hizo a la familia García Lorca. Resucitados ante la «idea» retomada por el investigador Miguel Caballero de trasladar los restos del poeta a, ni más ni menos, que el Valle de los Caídos.
Para la sobrina de Federico y presidenta de su Fundación, Laura García-Lorca, esto es «absolutamente disparatado, tanto como cuando se ha dicho que se trasladó el cuerpo a la Huerta de San Vicente o que está oculto en mi casa de veraneo en Nerja. Es totalmente improbable».
Ya cuando las autoridades franquistas preparaban el futuro mausoleo del dictador, pidieron a los herederos del poeta trasladar sus restos de la fosa de Alfacar hasta Cuelgamuros. Entonces se rechazó el ofrecimiento, ahora también. Los sobrinos de Federico García Lorca se siguen manteniendo fiel al comunicado que hicieron público en 2005.
Los firmantes, los hermanos Vicenta, Concepción y Manuel Fernández-Montesinos García -cuyo padre, alcalde de Granada, fue también fusilado en agosto de 1936-, y Gloria, Isabel y Laura García-Lorca de los Ríos, se declararon contrarios a desenterrar al poeta, pese a que «es perfectamente legítima cualquier iniciativa de exhumación cuando vaya a enriquecer lagunas que pueda haber en la memoria pública».
«Estamos convencidos, y en ello basamos nuestras opiniones, de que las circunstancias de la muerte de Federico García Lorca, por lo que se refiere a la constatación de la memoria histórica, son lo suficientemente conocidas como para que en su caso particular no haya que remover sus huesos», decía.
En cualquier caso, Laura García Lorca, más recientemente, se ha ratificado en la idea de que los restos del poeta deben permanecer donde están porque, como decía el comunicado, «la existencia de una fosa común es parte de la verdad histórica». En cualquier caso, los Lorca reniegan de que la búsqueda de los restos se convierta en un acontecimiento -que lo será- mediático sin parangón.
Misterio obsesivo
La reconstrucción de los acontecimientos de la noche del 18 al 19 de Agosto de 1936 sigue obsesionando a historiadores, escritores, cineastas y a la sociedad española en general. Por el momento el rompecabezas se resuelve con un relato que lleva al poeta desde la casa de los Rosales en la que se hallaba refugiado hasta el paraje de Víznar, junto a la fuente de Aynadamar, hoy Fuente Grande, donde, en compañía de un maestro cojo, Dióscoro Galindo, y dos banderilleros de la CNT, Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas, le llegó la muerte, por lo que cuentan a la orden del mismísimo Queipo de Llano al teléfono a José Valdés Guzmán, con la expresión muy castiza de: «Dale café, mucho café».
José Sacristán acudió ayer al poema de Antonio Machado: «Se le vio, caminando entre fusiles, / por una calle larga, / salir al campo frío, / aún con estrellas de la madrugada. / Mataron a Federico / cuando la luz asomaba. / El pelotón de verdugos / no osó mirarle la cara. / Todos cerraron los ojos; / rezaron: ¡ni Dios te salva! / Muerto cayó Federico / -sangre en la frente y plomo en las entrañas- / … Que fue en Granada el crimen / sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada».
La misma Granada en donde el debate de si desenterrar o no la fosa de Lorca es un debate popular. El realizador chileno José Rovano lo ha abordado en el documental Tres pasos para el retorno. La cinta, un homenaje a estos cuatro fallecidos y al resto de los miles de represaliados republicanos que yacen en el barranco de Víznar (Granada), es una producción chileno-española que cuenta con la colaboración de la Fundación Euroárabe de Altos Estudios, la Universidad de Granada y el Patronato Federico García Lorca.
Rovano afirma: «Creo que España aún no puede arreglar su problema de reconstrucción de la memoria histórica porque aún existen muchos odios. Hasta que no se abra la fosa se va a seguir especulando con su historia». Especulación, ciertamente. Como la literaria, que condujo al novelista Fernando Marías a escribir La luz prodigiosa, luego llevada también al cine.
Y cuyo argumento -Lorca es rescatado con vida tras su fusilamiento, aunque con heridas cerebrales irreversibles y no muere, sin memoria y sin saber quién es hasta 18 años después- es sólo uno de los que volverán a inventarse si el cadáver no aparece.
Controvertida exhumación
En noviembre del año pasado, cuando la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ordenó paralizar las exhumaciones ordenadas por el juez Baltasar Garzón, todo estaba listo para actuar en el camino que une Alfacar y Víznar. El magistrado se inhibió, tras abrir poco antes una causa contra el franquismo por crímenes contra la humanidad, y remitió las posibles actuaciones a juzgados locales. La negativa de la jueza devolvió el caso a la Audiencia. Y Garzón planteó un conflicto de competencias al Tribunal Supremo para que determinara qué juzgado era el que debía autorizar la exhumación.
Las esperanzas de los familiares sufrieron un duro revés, pero la iniciativa de la Junta ha devuelto el ánimo a los descendientes de las víctimas que han venido reclamando insistentemente la exhumación. La habrá. De momento, la Junta tendrá que decidir, con la contribución de varios georradares, por dónde empieza a excavar. El espectáculo está a punto de comenzar.
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