SER NIÑO MALTRATADO AUMENTA LA DEPRESIÓN EN ADULTOS CON DISPOSICIÓN GENÉTICA

75503 Un estudio internacional liderado por científicos de la Universidad de Granada ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.Según ha informado hoy la Universidad de Granada, los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria pertenecientes a 41 centros de salud de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años.A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.Los resultados demostraron que quienes tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo y en la transmisión de la serotonina son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.Según Blanca Gutiérrez, profesora del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada y coordinadora del estudio, se trata de un «importante hallazgo» de una triple interacción gen-ambiente.Su trascendencia, dice, es mayor si se tiene en cuenta que la respuesta a los antidepresivos «parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes estudiados».Los resultados obtenidos representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a la respuesta terapéutica, según la investigadora.En el trabajo han participado también investigadores del Centro de Investigación Biomédica y del departamento de Bioestadística de la Universidad de Granada, las universidades de Málaga, Sevilla, Zaragoza y la Loyola de Andalucía, los servicios de salud riojano y canario y el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.
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Una predisposición genética aumenta el riesgo de tener depresión tras sufrir abusos en la infancia

75503 Un estudio internacional liderado por científicos de la Universidad de Granada ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.

 

Según ha informado hoy la Universidad de Granada, los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria pertenecientes a 41 centros de salud de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años.

A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.

Los resultados demostraron que quienes tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo y en la transmisión de la serotonina son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.

Según Blanca Gutiérrez, profesora del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada y coordinadora del estudio, se trata de un «importante hallazgo» de una triple interacción gen-ambiente.

Su trascendencia, dice, es mayor si se tiene en cuenta que la respuesta a los antidepresivos «parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes estudiados».

Los resultados obtenidos representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a la respuesta terapéutica, según la investigadora.

En el trabajo han participado también investigadores del Centro de Investigación Biomédica y del departamento de Bioestadística de la Universidad de Granada, las universidades de Málaga, Sevilla, Zaragoza y la Loyola de Andalucía, los servicios de salud riojano y canario y el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada

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Sufrir abusos durante la infancia aumenta las posibilidades de depresión sobre todo en adultos genéticamente predispuestos

75503 Un estudio internacional liderado por científicos de la Universidad de Granada ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.

 

Este trabajo, publicado en la prestigiosa revista Journal of Psychiatry and Neuroscience, ha sido coordinado por la profesora Blanca Gutiérrez, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada, y en él participan investigadores del grupo CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica de la UGR), el departamento de Bioestadística de la UGR, King´s College of London, Universidad de Málaga, RedIAPP, University College London, Universidad Loyola Andalucía, Universidad de Sevilla, Universidad de Zaragoza, Servicio Riojano de la Salud, Servicio Canario de Salud y Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.

Los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria, pertenecientes a 41 centros de salud distintos de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años. A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.

Los resultados demostraron que aquellos individuos que tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo (BDNF) y en la transmisión de la serotonina (SERT) son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.

Como explica la profesora Gutiérrez, «se trata de un importante hallazgo de una triple interacción gen-ambiente, cuya trascendencia es aún mayor si tenemos en cuenta que la respuesta a los antidepresivos parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes que hemos estudiado».

«Nuestros resultados representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a dicha respuesta terapéutica», concluye la investigadora de la Universidad de Granada.

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Ser niño maltratado aumenta la depresión en adultos con disposición genética

75503 Un estudio internacional en el que ha participado el Servicio Canario de la Salud ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.

 

Según ha informado hoy la Universidad de Granada, que ha liderado el trabajo, los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria pertenecientes a 41 centros de salud de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años.

A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.

Los resultados demostraron que quienes tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo y en la transmisión de la serotonina son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.

Según Blanca Gutiérrez, profesora del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada y coordinadora del estudio, se trata de un «importante hallazgo» de una triple interacción gen-ambiente.

Su trascendencia, dice, es mayor si se tiene en cuenta que la respuesta a los antidepresivos «parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes estudiados».

Los resultados obtenidos representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a la respuesta terapéutica, según la investigadora.

En el trabajo han participado también investigadores del Centro de Investigación Biomédica y del departamento de Bioestadística de la Universidad de Granada, las universidades de Málaga, Sevilla, Zaragoza y la Loyola de Andalucía, los servicios de salud riojano y canario y el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.

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Ser niño maltratado aumenta la depresión en adultos con disposición genética

75503 Un estudio internacional en el que ha participado el Servicio Canario de la Salud ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.

 

Según ha informado hoy la Universidad de Granada, que ha liderado el trabajo, los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria pertenecientes a 41 centros de salud de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años.

A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.

Los resultados demostraron que quienes tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo y en la transmisión de la serotonina son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.

Según Blanca Gutiérrez, profesora del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada y coordinadora del estudio, se trata de un «importante hallazgo» de una triple interacción gen-ambiente.

Su trascendencia, dice, es mayor si se tiene en cuenta que la respuesta a los antidepresivos «parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes estudiados».

Los resultados obtenidos representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a la respuesta terapéutica, según la investigadora.

En el trabajo han participado también investigadores del Centro de Investigación Biomédica y del departamento de Bioestadística de la Universidad de Granada, las universidades de Málaga, Sevilla, Zaragoza y la Loyola de Andalucía, los servicios de salud riojano y canario y el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.

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El fondo del océano guarda un material fluorescente que tarda 400 años en degradarse

75463 Un grupo de científicos nacionales e internacionales, liderados por la Universidad de Granada, han descubierto que el océano profundo, donde la luz solar no penetra, alberga materia orgánica fluorescente que resiste a la degradación entre 400 y 600 años, y que supone un almacenamiento de carbono orgánico reducido.

 

Este trabajo aporta nuevos datos sobre la materia orgánica del océano profundo, por debajo de los 200 metros de profundidad, y esclarece un enigma para muchos investigadores por su elevada complejidad química, formada por miles de sustancias que persisten durante cientos o miles de años.

Las investigadoras de la Universidad de Granada Teresa Catalá e Isabel Reche, autoras principales del estudio, junto a sus colegas de la expedición Malaspina 2010, han avanzado en el conocimiento de esta materia orgánica gracias a su caracterización «espectrofluorimétrica».

Los resultados profundizan en el conocimiento de la denominada «bomba microbiana de carbono», un proceso que consiste en que los microorganismos del océano profundo, durante la mineralización de la materia orgánica, generan compuestos reducidos que son persistentes y pueden ser almacenados en profundidad.

Este almacenamiento evita que sean devueltos a la atmósfera en forma de CO2 y así mitigar su incremento en la atmósfera, ha detallado hoy la institución académica.

Los científicos se han centrado en las moléculas orgánicas que tienen la particularidad de absorber luz y de reemitirla en forma de fluorescencia y que representan los compuestos persistentes.

Han descubierto que estas moléculas persisten entre 400 y 600 años en el océano profundo, por debajo de los 200 metros de profundidad, donde la luz solar no penetra.

Un tiempo de vida que es superior al tiempo que tarda en renovarse el océano profundo, cuantificado en unos 350 años.

«Esto significa que las moléculas orgánicas fluorescentes, que representan entre el 1 % y el 15 % de la materia orgánica disuelta, tienen el potencial de secuestrar carbono en las profundidades del océano y, con ello, contribuir a reducir el efecto invernadero», ha explica Reche.

La navegación del buque Hespérides en 2010 y 2011, en el marco de la expedición Malaspina 2010, supuso «una oportunidad única» para obtener muestras de los tres grandes océanos, el Atlántico, el Índico y el Pacífico y de profundidades que alcanzaron los 4000 metros.

«Hemos realizado un censo de las moléculas orgánicas fluorescentes en 800 muestras presentes en 24 masas de agua diferentes recogidas en todos los océanos», ha explicado Catalá, primera firmante de la investigación.

Las 800 muestras recogidas fueron analizadas a bordo, inmediatamente después de ser tomadas, para que sus propiedades no se alterasen.

Para ello, los científicos emplearon un espectrofluorímetro, con el que registraron la emisión de fluorescencia de cada muestra de agua en respuesta a una luz de distintas longitudes de onda (colores).

«Este instrumento estuvo trabajando unas 270 horas y nos proporcionó 2,5 millones de datos. Nunca hasta la fecha se había hecho un esfuerzo similar, ni se habían recopilado tantos datos para conocer la fluorescencia del océano profundo», ha destacado Catalá.

Los científicos esperan con su trabajo contribuir a seguir avanzando en el conocimiento de la «bomba microbiana de carbono», un mecanismo que podría llegar a emplearse en un futuro para producir mayor cantidad de materia orgánica disuelta persistente y así a contrarrestar en parte los efectos del incremento de CO2 en la atmósfera.

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Sufrir abusos durante la infancia aumenta las posibilidades de depresión sobre todo en adultos genéticamente predispuestos

75503 Un estudio internacional liderado por científicos de la Universidad de Granada ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.

 

Este trabajo, publicado en la prestigiosa revista Journal of Psychiatry and Neuroscience, ha sido coordinado por la profesora Blanca Gutiérrez, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada, y en él participan investigadores del grupo CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica de la UGR), el departamento de Bioestadística de la UGR, King´s College of London, Universidad de Málaga, RedIAPP, University College London, Universidad Loyola Andalucía, Universidad de Sevilla, Universidad de Zaragoza, Servicio Riojano de la Salud, Servicio Canario de Salud y Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.

Los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria, pertenecientes a 41 centros de salud distintos de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años. A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.

Los resultados demostraron que aquellos individuos que tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo (BDNF) y en la transmisión de la serotonina (SERT) son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.

Como explica la profesora Gutiérrez, «se trata de un importante hallazgo de una triple interacción gen-ambiente, cuya trascendencia es aún mayor si tenemos en cuenta que la respuesta a los antidepresivos parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes que hemos estudiado».

«Nuestros resultados representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a dicha respuesta terapéutica», concluye la investigadora de la Universidad de Granada.

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Ser un niño maltratado aumenta la depresión en adultos con disposición genética

75503 Un estudio internacional en el que ha participado el Servicio Canario de la Salud ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.

 

Según ha informado este lunes la Universidad de Granada, que ha liderado el trabajo, los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria pertenecientes a 41 centros de salud de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años.

A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.

Los resultados demostraron que quienes tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo y en la transmisión de la serotonina son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.

Según Blanca Gutiérrez, profesora del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada y coordinadora del estudio, se trata de un «importante hallazgo» de una triple interacción gen-ambiente.

Su trascendencia, dice, es mayor si se tiene en cuenta que la respuesta a los antidepresivos «parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes estudiados».

Los resultados obtenidos representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a la respuesta terapéutica, según la investigadora.

En el trabajo han participado también investigadores del Centro de Investigación Biomédica y del departamento de Bioestadística de la Universidad de Granada, las universidades de Málaga, Sevilla, Zaragoza y la Loyola de Andalucía, los servicios de salud riojano y canario y el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.

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Una predisposición genética aumenta el riesgo de tener depresión tras sufrir abusos en la infancia

75503 Un estudio internacional liderado por científicos de la Universidad de Granada ha demostrado que el riesgo de padecer una depresión por haber sufrido maltrato durante la infancia es significativamente mayor en aquellos pacientes que tienen una predisposición genética.

 

Este trabajo, publicado en la prestigiosa revista Journal of Psychiatry and Neuroscience, ha sido coordinado por la profesora Blanca Gutiérrez, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Granada, y en él participan investigadores del grupo CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica de la UGR), el departamento de Bioestadística de la UGR, King´s College of London, Universidad de Málaga, RedIAPP, University College London, Universidad Loyola Andalucía, Universidad de Sevilla, Universidad de Zaragoza, Servicio Riojano de la Salud, Servicio Canario de Salud y Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada.

Los científicos analizaron una muestra formada por 2.679 pacientes de Atención Primaria, pertenecientes a 41 centros de salud distintos de siete provincias españolas, de entre 18 y 75 años. A todos ellos se les realizó un seguimiento durante un período de tres años, que incluyó una serie de pruebas genéticas.

Los resultados demostraron que aquellos individuos que tienen formas poco funcionales de genes implicados en el neurotrofismo (BDNF) y en la transmisión de la serotonina (SERT) son particularmente vulnerables al efecto nocivo que el maltrato infantil (psicológico, físico o sexual) tiene sobre el estado de ánimo y como factor de riesgo de depresión clínica.

Como explica la profesora Gutiérrez, «se trata de un importante hallazgo de una triple interacción gen-ambiente, cuya trascendencia es aún mayor si tenemos en cuenta que la respuesta a los antidepresivos parece estar mediada fundamentalmente a través de proteínas codificadas por los dos genes que hemos estudiado».

«Nuestros resultados representan un modelo explicativo genético-ambiental de fundamento a dicha respuesta terapéutica», concluye la investigadora de la Universidad de Granada.

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La expedición Malaspina avanza en el conocimiento de la materia orgánica disuelta en el océano profundo

75463 Investigadores de la expedición Malaspina han dado un paso adelante en el conocimiento de la materia orgánica disuelta en el océano profundo, una enorme «caja negra» formada por gran cantidad de sustancias que persisten de cientos a miles de años. Los resultados, basados en 800 muestras de todos los océanos recogidas durante la circunnavegación del buque Hespérides entre 2011 y 2012, profundizan en el conocimiento de la «bomba microbiana de carbono», un mecanismo con el que el océano almacena carbono procedente de la actividad humana.
El océano contiene una enorme cantidad de carbono en forma de materia orgánica disuelta. El volumen, unos 700 billones de kilogramos, es comparable a todo el dióxido de carbono acumulado en la atmósfera. Casi toda la materia orgánica disuelta es producida por los microorganismos unicelulares que habitan los océanos y, mayoritariamente, persiste en el agua sin alterarse entre décadas y miles de años. La generación de estas sustancias se conoce como «bomba microbiana de carbono».
AB2378Los científicos, que publican sus conclusiones en el último número de la revista Nature Communications, se han centrado en aquellas moléculas orgánicas que tienen la particularidad de absorber luz y reemitir una parte en forma de fluorescencia. Han descubierto que persisten entre 400 y 600 años en el océano profundo, por debajo de los 200 metros de profundidad, donde no penetra la luz solar.
«Este tiempo de vida es superior al tiempo que tarda en renovarse el océano profundo, unos 350 años, lo que significa que las moléculas fluorescentes, que representan entre el 1% y el 15% de la materia orgánica, tienen potencial para secuestrar carbono antropogénico en las profundidades y, por tanto, contribuir a mitigar el efecto invernadero debido a la quema de combustible fósiles», explica Xosé Antón Álvarez Salgado, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
800 muestras y 2,5 millones de datos
La circunnavegación realizada por el buque Hespérides en el marco de la expedición Malaspina supuso una oportunidad única para obtener muestras de los tres grandes océanos, el Atlántico, el Índico y el Pacífico.
«Hemos realizado un censo de las moléculas fluorescentes presentes en las masas de agua principales de todos los océanos, incluidos las polares Aunque la expedición no navegó por mares polares, las corrientes oceánicas llevan cientos de años transportando aguas polares hacia las latitudes templadas, tropicales y ecuatoriales que cruzó la expedición», explica la primera autora del trabajo, Teresa S. Catalá, de la Universidad de Granada.
Las 800 muestras recogidas fueron analizadas a bordo poco después de ser tomadas para que sus propiedades no se alterasen. Para ello, los investigadores emplearon un espectrofluorímetro, con el que registraron la emisión de fluorescencia de cada muestra de agua en respuesta a una luz con distintas longitudes de onda. Este instrumento estuvo trabajando unas 270 horas y proporcionó 2,5 millones de datos. «Nunca hasta la fecha se había hecho un esfuerzo tal ni se habían recopilado tantos datos para conocer la fluorescencia del océano profundo», destaca Catalá.
Los científicos esperan con su trabajo seguir avanzando en el conocimiento de la «bomba microbiana de carbono», un mecanismo que podría llegar a emplearse en un futuro para producir mayor cantidad de materia orgánica disuelta persistente y contribuir así a mitigar los efectos del calentamiento global.
«Se trata de una iniciativa controvertida, tanto en lo que respecta a la forma de implementarla a escala global como a su eficacia y posibles efectos secundarios. En este contexto, nuestro trabajo contribuye a aportar un poco de luz científica a la controversia. Queda aún un largo camino por recorrer para conocer la composición y tiempo de vida del resto de esta materia orgánica tan persistente», agrega Álvarez Salgado.
La expedición Malaspina es un proyecto Consolider-Ingenio 2010 gestionado por el CSIC y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Malaspina comprende cerca de 50 grupos de investigación, incluyendo 27 grupos de investigación españoles, del CSIC, el Instituto Español de Oceanografía, 16 universidades españolas, un museo, la fundación de investigación AZTI-Tecnalia, la Armada Española, y varias universidades españolas. La financiación total, en la que también han colaborado el CSIC, el IEO, la Fundación BBVA, AZTI-Tecnalia, varias universidades españolas y organismos públicos de investigación, ronda los 6 millones de euros.
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EL OCÉANO PROFUNDO ALBERGA SUSTANCIAS FLUORESCENTES QUE ALMACENAN CARBONO DE ORIGEN HUMANO

75463 El océano contiene una enorme cantidad de carbono en forma de materia orgánica disuelta comparable a todo el CO2 acumulado en la atmósfera. Casi toda esa materia orgánica disuelta es producida por los microorganismos unicelulares que habitan los océanos y, mayoritariamente, persiste en el agua sin alterarse entre décadas y miles de años.

 

Sustancias fluorescentes del océano profundo pueden almacenar carbono antropogénico
Toma de muestras durante la expedición Malaspina: Foto: CSIC
Investigadores de la expedición Malaspina han dado un paso adelante en el conocimiento de la materia orgánica disuelta en el océano profundo, una enorme «caja negra» formada por gran cantidad de sustancias que persisten de cientos a miles de años.

Los resultados, basados en 800 muestras de todos los océanos recogidas durante la circunnavegación del buque Hespérides entre 2011 y 2012, profundizan en el conocimiento de la «bomba microbiana de carbono», un mecanismo con el que el océano almacena carbono procedente de la actividad humana.

El océano contiene una enorme cantidad de carbono en forma de materia orgánica disuelta. El volumen, unos 700 billones de kilogramos, es comparable a todo el dióxido de carbono acumulado en la atmósfera. Casi toda la materia orgánica disuelta es producida por los microorganismos unicelulares que habitan los océanos y, mayoritariamente, persiste en el agua sin alterarse entre décadas y miles de años. La generación de estas sustancias se conoce como «bomba microbiana de carbono».

Los científicos, que publican sus conclusiones en el último número de la revista Nature Communications, se han centrado en aquellas moléculas orgánicas que tienen la particularidad de absorber luz y reemitir una parte en forma de fluorescencia. Han descubierto que persisten entre 400 y 600 años en el océano profundo, por debajo de los 200 metros de profundidad, donde no penetra la luz solar.

Las moléculas fluorescentes tienen potencial para secuestrar carbono antropogénico en las profundidades y, por tanto, ayudar a reducir el efecto invernadero derivado de la quema de combustible fósiles

«Este tiempo de vida es superior al tiempo que tarda en renovarse el océano profundo, unos 350 años, lo que significa que las moléculas fluorescentes, que representan entre el 1% y el 15% de la materia orgánica, tienen potencial para secuestrar carbono antropogénico en las profundidades y, por tanto, contribuir a mitigar el efecto invernadero debido a la quema de combustible fósiles», explica Xosé Antón Álvarez Salgado, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

800 MUESTRAS Y 2,5 MILLONES DE DATOS

La circunnavegación realizada por el buque Hespérides en el marco de la expedición Malaspina supuso una oportunidad única para obtener muestras de los tres grandes océanos: el Atlántico, el Índico y el Pacífico.

«Hemos realizado un censo de las moléculas fluorescentes presentes en las masas de agua principales de todos los océanos, incluidos las polares Aunque la expedición no navegó por mares polares, las corrientes oceánicas llevan cientos de años transportando aguas polares hacia las latitudes templadas, tropicales y ecuatoriales que cruzó la expedición», explica la primera autora del trabajo, Teresa S. Catalá, de la Universidad de Granada.

Las 800 muestras recogidas fueron analizadas a bordo poco después de ser tomadas para que sus propiedades no se alterasen. Para ello, los investigadores emplearon un espectrofluorímetro, con el que registraron la emisión de fluorescencia de cada muestra de agua en respuesta a una luz con distintas longitudes de onda. Este instrumento estuvo trabajando unas 270 horas y proporcionó 2,5 millones de datos. «Nunca hasta la fecha se había hecho un esfuerzo tal ni se habían recopilado tantos datos para conocer la fluorescencia del océano profundo», destaca Catalá.

La «bomba microbiana de carbono» es un mecanismo que podría llegar a emplearse en un futuro para producir mayor cantidad de materia orgánica disuelta persistente y contribuir a mitigar los efectos del calentamiento global

Los científicos esperan con su trabajo seguir avanzando en el conocimiento de la «bomba microbiana de carbono», un mecanismo que podría llegar a emplearse en un futuro para producir mayor cantidad de materia orgánica disuelta persistente y contribuir así a mitigar los efectos del calentamiento global.

«Se trata de una iniciativa controvertida, tanto en lo que respecta a la forma de implementarla a escala global como a su eficacia y posibles efectos secundarios. En este contexto, nuestro trabajo contribuye a aportar un poco de luz científica a la controversia. Queda aún un largo camino por recorrer para conocer la composición y tiempo de vida del resto de esta materia orgánica tan persistente», agrega Álvarez Salgado.

La expedición Malaspina es un proyecto Consolider-Ingenio 2010 gestionado por el CSIC y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Malaspina comprende cerca de 50 grupos de investigación –27 de ellos españoles– del CSIC, el Instituto Español de Oceanografía, 16 universidades españolas, un museo, la fundación de investigación AZTI-Tecnalia, la Armada Española, y varias universidades españolas. La financiación tota ronda los seis millones de euros.

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Un contaminante de alimentos grasos aumenta el riesgo de padecer cáncer en varones

75426 Un estudio demuestra que la exposición a un contaminante químico denominado PCB-153 se asocia positivamente con el riesgo de padecer cáncer
Un estudio internacional, en el que participa la Universidad de Granada, ha demostrado que la exposición a un contaminante químico denominado PCB-153 se asocia positivamente con el riesgo de padecer cáncer de los varones. Este compuesto, prohibido en España desde los años 80, está presente aún en muchos alimentos ricos en grasas, como los pescados grasos de gran tamaño (atún, salmón y pez espada, entre otros), debido a su elevada resistencia a la degradación.

En este trabajo, publicado en la revista Science of the Total Environment, participan diversas instituciones todas ellas incluidas en el Instituto de Investigación Biosanitaria (IBS) de Granada: la Universidad de Granada, el Complejo Hospitalario Universitario de Granada, la Escuela Andaluza de Salud Pública, CIBER en Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), y el Registro de Cáncer de Granada. Además, en este trabajo ha participado un investigador perteneciente al Bispebjerg University Hospital (Dinamarca).

Como explica el autor principal de esta investigación, Juan Pedro Arrebola, del Instituto de Investigación Biosanitaria (IBS), «en la actualidad existe una tendencia creciente en la incidencia de diversos tipos de cáncer, en parte atribuida a la influencia de diversos factores medioambientales, como la exposición a ciertos contaminantes químicos».

Una muestra de 368 hombres y mujeres

El objetivo de este estudio fue analizar si la exposición a ciertos contaminantes químicos, acumulada a lo largo del tiempo, podría estar relacionada con el riesgo de padecer cáncer. Para ello, los científicos analizaron los niveles acumulados de un grupo de contaminantes en la grasa de 368 hombres y mujeres adultos, residentes en la provincia de Granada, y recogieron la incidencia de cáncer a lo largo de los nueve años posteriores al reclutamiento.

«Al cabo de este tiempo, encontramos que, entre los hombres, la exposición acumulada a un contaminante llamado PCB-153 se asoció positivamente con el riesgo de padecer cáncer. El PCB-153 pertenece a un grupo de compuestos químicos llamados Bifenilos Policlorados (PCBs), que fueron ampliamente utilizados en diversas aplicaciones industriales, incluyendo en transformadores eléctricos, condensadores industriales, sistemas hidráulicos, selladores de construcciones, plaguicidas, e incluso como componentes de material plástico», señala Arrebola.

PCBs en el medio ambiente y en las personas

A pesar de que el uso de los PCBs fue prohibido en España durante los años 80, estos compuestos siguen presentes tanto en el medioambiente como en la mayoría de las personas, gracias a su elevada resistencia a la degradación, así como en equipos obsoletos.

«Se estima que los alimentos grasos son la principal vía de exposición a PCBs en la población general, por lo que niveles elevados de PCBs podrían ser, en parte, indicadores de una alimentación rica en grasas», destaca el investigador. Por otro lado, se sospecha que los PCBs podrían provocar cáncer a través de diversos mecanismos, que incluyen su interacción con receptores hormonales de estrógenos y andrógenos, la producción de radicales libres, o con el ADN.

«Como el cáncer tiene un largo periodo de latencia, nuestro grupo de investigación continúa siguiendo a este grupo de personas para comprobar si estos resultados preliminares se mantienen tras un tiempo de seguimiento mayor», concluye el investigador de la UGR.

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