Pág. 10: Un programa contra el tráfico de niños evita más de 250 adopciones ilegales
Pág. 48: ‘Realidad’, más que una revista en el exilio
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El artista, músico y primer ‘cyborg’ del mundo Neil Harbisson, el único hombre con un ‘eyeborg’ o tercer ojo cibernético reconocido oficialmente por un gobierno, ofrecerá la conferencia ‘Sonocromatismo y Ciborgismo’ el próximo lunes, 25 de febrero, en la Universidad de Granada, en la que supone su única intervención en España dentro de su última gira mundial de conferencias. Harbisson es el presidente de la Fundación Cyborg, una organización internacional que defiende que los seres humanos deben dejar de usar la tecnología como una herramienta e implantarse estos dispositivos electrónicos en el cuerpo para convertirse en ‘cyborgs’, y así poder extender o modificar sus sentidos y percepciones, informa la UGR en una nota. Neil Harbisson nació con acromatopsia, un extraño problema visual que le obliga a observar el mundo en blanco y negro, y a los 20 años decidió implantarse en la cabeza un ‘eyeborg’ u ojo electrónico, que traduce los colores a sonidos para que el artista los pueda comprender. Estas notas musicales son retransmitidas al cerebro a través del cráneo, de manera que Neil tiene la capacidad de escuchar los colores. Al principio, Harbisson no sabía interpretar la realidad coloreada del mundo que el dispositivo le enviaba en forma de sonidos. Pero, con el tiempo, ha aprendido a percibirla y ahora sabe (o mejor dicho, escucha) que, por ejemplo, una berenjena parece negra, pero en realidad, en sus propias palabras, «suena a violeta muy oscuro, a un «re» sostenido tirando a «mi». Y es que el artista es capaz de percibir hasta 360 colores distintos, y cada uno de ellos le suena de forma diferente. En el año 2004, el gobierno británico prohibió a Harbisson renovar su pasaporte porque, según las normas vigentes, no se permite aparecer en la fotografía de este documento con aparatos electrónicos en la cabeza. Harbisson alegó que, tras su operación, se había convertido en un ‘cyborg’, y que su ‘eyeborg’ u ojo electrónico debía ser considerado como parte de su cuerpo y de su imagen. Finalmente, la justicia británica le dio la razón, convirtiéndose así en el primer ‘cyborg’ reconocido oficialmente por un Gobierno. El caso de Neil Harbisson ha sido estudiado en profundidad por expertos en sinestesia de todo el mundo. Se trata de un fenómeno cognitivo que consiste en «mezclar» los cinco sentidos, y que permite a las personas ver los sonidos, escuchar los colores (como le ocurre a Harbisson) o percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto.
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El artista, músico y primer ‘cyborg’ del mundo Neil Harbisson, el único hombre con un ‘eyeborg’ o tercer ojo cibernético reconocido oficialmente por un gobierno, ofrecerá la conferencia ‘Sonocromatismo y Ciborgismo’ el próximo lunes, 25 de febrero, en la Universidad de Granada, en la que supone su única intervención en España dentro de su última gira mundial de conferencias. Harbisson es el presidente de la Fundación Cyborg, una organización internacional que defiende que los seres humanos deben dejar de usar la tecnología como una herramienta e implantarse estos dispositivos electrónicos en el cuerpo para convertirse en ‘cyborgs’, y así poder extender o modificar sus sentidos y percepciones, informa la UGR en una nota. Neil Harbisson nació con acromatopsia, un extraño problema visual que le obliga a observar el mundo en blanco y negro, y a los 20 años decidió implantarse en la cabeza un ‘eyeborg’ u ojo electrónico, que traduce los colores a sonidos para que el artista los pueda comprender. Estas notas musicales son retransmitidas al cerebro a través del cráneo, de manera que Neil tiene la capacidad de escuchar los colores. Al principio, Harbisson no sabía interpretar la realidad coloreada del mundo que el dispositivo le enviaba en forma de sonidos. Pero, con el tiempo, ha aprendido a percibirla y ahora sabe (o mejor dicho, escucha) que, por ejemplo, una berenjena parece negra, pero en realidad, en sus propias palabras, «suena a violeta muy oscuro, a un «re» sostenido tirando a «mi». Y es que el artista es capaz de percibir hasta 360 colores distintos, y cada uno de ellos le suena de forma diferente. En el año 2004, el gobierno británico prohibió a Harbisson renovar su pasaporte porque, según las normas vigentes, no se permite aparecer en la fotografía de este documento con aparatos electrónicos en la cabeza. Harbisson alegó que, tras su operación, se había convertido en un ‘cyborg’, y que su ‘eyeborg’ u ojo electrónico debía ser considerado como parte de su cuerpo y de su imagen. Finalmente, la justicia británica le dio la razón, convirtiéndose así en el primer ‘cyborg’ reconocido oficialmente por un Gobierno. El caso de Neil Harbisson ha sido estudiado en profundidad por expertos en sinestesia de todo el mundo. Se trata de un fenómeno cognitivo que consiste en «mezclar» los cinco sentidos, y que permite a las personas ver los sonidos, escuchar los colores (como le ocurre a Harbisson) o percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto.
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La revista «Realidad», fundada en 1947 por el escritor Francisco Ayala, fue una de las mejores publicaciones del exilio republicano, pero no quedó «atrapada entre sus redes» sino que se lanzó a «pensar el mundo», en plena crisis tras la II Guerra Mundial, y a buscar una respuesta a sus problemas.
Así lo ha expresado hoy el filósofo y escritor Francisco José Martín en la segunda y última jornada del simposio internacional que ha debatido en Granada sobre la trascendencia intelectual de «Realidad», impulsada por dos españoles exiliados, Ayala y el pedagogo Lorenzo Luzuriaga, y dirigida por el filósofo argentino Francisco Romero.
Si la revista fue un verdadero «taller de ideas», el simposio también lo ha sido. Expertos españoles y argentinos han analizado diferentes aspectos de esta publicación bimestral que duró hasta 1949 y en la que colaboraron Jorge Luis Borges, Cortázar, T.S. Eliot, Sartre, Martin Heidegger, Bertrand Rusell, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas o José María Ferrater Mora, entre otros muchos.
En 1939, Francisco Ayala (Granada, 1906- Madrid, 2009) comenzó su largo exilio en Buenos Aires y desde el principio quiso incorporarse a «la nueva realidad vital y cultural que se le ofrecía». Como él mismo cuenta en «Recuerdos y olvidos», no se hacía «ilusiones ninguna acerca del futuro» y sabía que había «salido de España para muchísimo tiempo».
Rehizo su vida y en los diez años que estuvo en Argentina -como luego haría en Puerto Rico y Nueva York- desarrolló una amplia actividad intelectual, y «Realidad» fue uno de sus proyectos más importantes. Su subtítulo, «Revista de ideas», demuestra «el marcado carácter intelectual» de la misma, como puso de manifiesto hoy Francisco José Martín.
La filosofía fue uno de «los pilares» que sustentó esta revista, la cual «perseguía el esclarecimiento de la realidad contemporánea» y, aunque Ayala fue sobre todo narrador, ensayista, articulista y sociólogo, Martín reivindicó hoy la faceta de filósofo del autor de «El jardín de las delicias», porque «muchos de sus escritos deben ser inscritos dentro del desarrollo filosófico del siglo XX».
«La suya es una filosofía práctica, política, pero una filosofía política que no piensa desde principios generales y abstractos, sino desde la experiencia», señaló Martín, que colocó a Ayala en la misma línea de Norberto Bobbio.
«Realidad» tuvo un carácter «marcadamente ensayístico y crítico» y no se publicaban textos de creación o ficción puros, pero la argentina Laura Scarano, catedrática de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Nacional de Mar del Plata, sí cree que hubo lugar para la poesía en sus páginas y centró su intervención en las «razones poéticas» de la revista.
A esa «razón poética» contribuyeron, sin duda, las colaboraciones de escritores como T.S. Eliot, Pedro Salinas, Guillermo de Torre o Juan Ramón Jiménez.
En ese «compromiso con la palabra y con la sociedad» que fue «Realidad», se consideró la poesía «como experiencia máxima de la forma, como dignificación del idioma, como política ética y estética, como desafío intelectual y compromiso con la historia», subrayó Laura Scarano en el simposio organizado por la Fundación Francisco Ayala, en colaboración con la Universidad de Granada.
Como puso de manifiesto Raquel Macciuci, catedrática también de la Universidad Nacional de La Plata, esta revista, «supo reencauzar el desaliento del exilio hacia la búsqueda de canales de diálogo con los escritores que permanecían en España y trataban de reconstruir la cultura interior a pesar del franquismo».
Macciuci se refirió también a cómo el ascenso del peronismo en la década de los cuarenta cambió por completo la vida argentina. El rechazo al partido en el poder fue «un telón de fondo» en la singladura de «Realidad», que dejó de publicarse en 1949, entre otras razones porque Ayala estaba «cansado de que el contexto político atentara contra la independencia de criterios».
Por Ana Mendoza.
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La revista «Realidad», fundada en 1947 por el escritor Francisco Ayala, fue una de las mejores publicaciones del exilio republicano, pero no quedó «atrapada entre sus redes» sino que se lanzó a «pensar el mundo», en plena crisis tras la II Guerra Mundial, y a buscar una respuesta a sus problemas.
Así lo ha expresado hoy el filósofo y escritor Francisco José Martín en la segunda y última jornada del simposio internacional que ha debatido en Granada sobre la trascendencia intelectual de «Realidad», impulsada por dos españoles exiliados, Ayala y el pedagogo Lorenzo Luzuriaga, y dirigida por el filósofo argentino Francisco Romero.
Si la revista fue un verdadero «taller de ideas», el simposio también lo ha sido. Expertos españoles y argentinos han analizado diferentes aspectos de esta publicación bimestral que duró hasta 1949 y en la que colaboraron Jorge Luis Borges, Cortázar, T.S. Eliot, Sartre, Martin Heidegger, Bertrand Rusell, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas o José María Ferrater Mora, entre otros muchos.
En 1939, Francisco Ayala (Granada, 1906- Madrid, 2009) comenzó su largo exilio en Buenos Aires y desde el principio quiso incorporarse a «la nueva realidad vital y cultural que se le ofrecía». Como él mismo cuenta en «Recuerdos y olvidos», no se hacía «ilusiones ninguna acerca del futuro» y sabía que había «salido de España para muchísimo tiempo».
Rehizo su vida y en los diez años que estuvo en Argentina -como luego haría en Puerto Rico y Nueva York- desarrolló una amplia actividad intelectual, y «Realidad» fue uno de sus proyectos más importantes. Su subtítulo, «Revista de ideas», demuestra «el marcado carácter intelectual» de la misma, como puso de manifiesto hoy Francisco José Martín.
La filosofía fue uno de «los pilares» que sustentó esta revista, la cual «perseguía el esclarecimiento de la realidad contemporánea» y, aunque Ayala fue sobre todo narrador, ensayista, articulista y sociólogo, Martín reivindicó hoy la faceta de filósofo del autor de «El jardín de las delicias», porque «muchos de sus escritos deben ser inscritos dentro del desarrollo filosófico del siglo XX».
«La suya es una filosofía práctica, política, pero una filosofía política que no piensa desde principios generales y abstractos, sino desde la experiencia», señaló Martín, que colocó a Ayala en la misma línea de Norberto Bobbio.
«Realidad» tuvo un carácter «marcadamente ensayístico y crítico» y no se publicaban textos de creación o ficción puros, pero la argentina Laura Scarano, catedrática de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Nacional de Mar del Plata, sí cree que hubo lugar para la poesía en sus páginas y centró su intervención en las «razones poéticas» de la revista.
A esa «razón poética» contribuyeron, sin duda, las colaboraciones de escritores como T.S. Eliot, Pedro Salinas, Guillermo de Torre o Juan Ramón Jiménez.
En ese «compromiso con la palabra y con la sociedad» que fue «Realidad», se consideró la poesía «como experiencia máxima de la forma, como dignificación del idioma, como política ética y estética, como desafío intelectual y compromiso con la historia», subrayó Laura Scarano en el simposio organizado por la Fundación Francisco Ayala, en colaboración con la Universidad de Granada.
Como puso de manifiesto Raquel Macciuci, catedrática también de la Universidad Nacional de La Plata, esta revista, «supo reencauzar el desaliento del exilio hacia la búsqueda de canales de diálogo con los escritores que permanecían en España y trataban de reconstruir la cultura interior a pesar del franquismo».
Macciuci se refirió también a cómo el ascenso del peronismo en la década de los cuarenta cambió por completo la vida argentina. El rechazo al partido en el poder fue «un telón de fondo» en la singladura de «Realidad», que dejó de publicarse en 1949, entre otras razones porque Ayala estaba «cansado de que el contexto político atentara contra la independencia de criterios».
Por Ana Mendoza.
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Un programa impulsado por la Universidad española de Granada para luchar contra el tráfico de seres humanos, especialmente niños, a través de la identificación genética, ha permitido casi 600 reunificaciones familiares y evitado más de 250 adopciones ilegales en una quincena de países, especialmente latinoamericanos
Así lo señaló José Antonio Lorente, director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada (sur) y promotor del proyecto DNA-Prokids, del que ya se benefician en torno a una quincena de países fundamentalmente latinoamericanos aunque también asiáticos, desde que empezó a funcionar en 2009.
Este programa surgió con el objetivo de que cada país dispusiera de su propio registro informático con datos genéticos tanto de niños sin identificar que constan como desaparecidos, como de sus familiares para poder cotejarlos.
Sus promotores siguen trabajando en extenderlo a otros países como la India, donde el tráfico de niños constituye un serio problema, el sureste asiático y, hacia la segunda parte del año, África del sur y Namibia, explicó Lorente.
La implantación del programa DNA-Prokids en Guatemala ya contribuyó a la puesta en marcha de la ley Alba Keneth, del 13 de septiembre de 2010, recuerda Lorente.
Esa ley estableció la creación en Guatemala de un sistema de alerta para que la policía y las autoridades supieran cómo actuar ante la desaparición de un menor o el hallazgo de alguno sin su familia.
Guatemala es uno de los países, junto a México, Brasil, Perú, Paraguay, El Salvador, la República Dominicana o Filipinas que ha decidido luchar contra el tráfico de seres humanos a través de este proyecto promovido por la Universidad de Granada.
Su labor consiste en asesorarlos, colaborar si es necesario en los análisis de ADN y suministrarles un equipo de identificación genética de uso universal para facilitar la comparación de las bases de datos de las que disponen unos y otros a través de un mismo protocolo.
Una vez implantado y demostrado su buen funcionamiento, el principal objetivo de los promotores pasa ahora por que los países en los que ya está en marcha avancen hacia una legislación de carácter internacional que puedan suscribir los distintos gobiernos para que la lucha contra el tráfico de niños se aborde desde una perspectiva global.
Los avances registrados desde la puesta en marcha del programa, que ha logrado cerrar casi 600 reunificaciones familiares y evitar más de 250 adopciones ilegales, hacen necesaria una coordinación que, en opinión de Lorente, debería ejercer el Gobierno español.
«Cada país tiene problemas específicos propios, pero el problema común de por qué los niños desaparecen es el mismo, y eso hay que coordinarlo», entiende Lorente, que propone para ello la creación de un centro, dependiente de la Universidad de Granada quizá, desde el que se coordine todo lo relacionado con este asunto.
Un programa impulsado por la Universidad española de Granada para luchar contra el tráfico de seres humanos, especialmente niños, a través de la identificación genética, ha permitido casi 600 reunificaciones familiares y evitado más de 250 adopciones ilegales en una quincena de países, especialmente latinoamericanos
Así lo señaló José Antonio Lorente, director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada (sur) y promotor del proyecto DNA-Prokids, del que ya se benefician en torno a una quincena de países fundamentalmente latinoamericanos aunque también asiáticos, desde que empezó a funcionar en 2009.
Este programa surgió con el objetivo de que cada país dispusiera de su propio registro informático con datos genéticos tanto de niños sin identificar que constan como desaparecidos, como de sus familiares para poder cotejarlos.
Sus promotores siguen trabajando en extenderlo a otros países como la India, donde el tráfico de niños constituye un serio problema, el sureste asiático y, hacia la segunda parte del año, África del sur y Namibia, explicó Lorente.
La implantación del programa DNA-Prokids en Guatemala ya contribuyó a la puesta en marcha de la ley Alba Keneth, del 13 de septiembre de 2010, recuerda Lorente.
Esa ley estableció la creación en Guatemala de un sistema de alerta para que la policía y las autoridades supieran cómo actuar ante la desaparición de un menor o el hallazgo de alguno sin su familia.
Guatemala es uno de los países, junto a México, Brasil, Perú, Paraguay, El Salvador, la República Dominicana o Filipinas que ha decidido luchar contra el tráfico de seres humanos a través de este proyecto promovido por la Universidad de Granada.
Su labor consiste en asesorarlos, colaborar si es necesario en los análisis de ADN y suministrarles un equipo de identificación genética de uso universal para facilitar la comparación de las bases de datos de las que disponen unos y otros a través de un mismo protocolo.
Una vez implantado y demostrado su buen funcionamiento, el principal objetivo de los promotores pasa ahora por que los países en los que ya está en marcha avancen hacia una legislación de carácter internacional que puedan suscribir los distintos gobiernos para que la lucha contra el tráfico de niños se aborde desde una perspectiva global.
Los avances registrados desde la puesta en marcha del programa, que ha logrado cerrar casi 600 reunificaciones familiares y evitar más de 250 adopciones ilegales, hacen necesaria una coordinación que, en opinión de Lorente, debería ejercer el Gobierno español.
«Cada país tiene problemas específicos propios, pero el problema común de por qué los niños desaparecen es el mismo, y eso hay que coordinarlo», entiende Lorente, que propone para ello la creación de un centro, dependiente de la Universidad de Granada quizá, desde el que se coordine todo lo relacionado con este asunto.
63089 Una nueva investigación a cargo de las universidades españolas de Granada y Jaén determinaron que los faraones egipcios no vivían con la opulencia que se pensaba y que en realidad sufrían desde malnutrición hasta enfermedades infecciosas que los condenaban a morir antes de los 30 años.
El trabajo realizado por científicos del laboratorio de antropología física de la Universidad de Granada, que dirige el profesor Miguel Botella no sólo entregó información sobre sus características físicas, sino también sobre las condiciones de vida en el Antiguo Egipto en base a las 200 momias y esqueletos que encontraron.
«Aunque el nivel cultural de la época era extraordinario, el análisis antropológico de los restos humanos revela que la población en general y también los gobernadores, la clase social más alta, vivían en condiciones de salud muy precarias, en el límite de la supervivencia», explicó el profesor Miguel Botella.
Los nuevos datos son parte de las conclusiones a las cuales llegaron los investigadores del proyecto Qubbet el-Hawa, una excavación que se realizó en la tumba número 33 de la necrópolis con el mismo nombre de la investigación, que se encuentra frente a la ciudad de Asuán, a unos mil kilómetros del Cairo.
Los antropólogos de la universidad afirman que la esperanza de vida apenas llegaba a los 30 años, «ya que sufrían muchos problemas de malnutrición y trastornos gastrointestinales agudos, debido al consumo de agua contaminada del Nilo».
Esto quedó demostrado cuando se percataron de que los huesos de los niños no presentan marcas, «Este hecho nos confirma que murieron debido a una enfermedad infecciosa aguda». Además, los investigadores han hallado en la tumba una gran cantidad de momias pertenecientes a jóvenes de entre 17 y 25 años.
Sobre la tumba número 33 se sabe que fue construida durante la XII Dinastía (1939-1760 a. C.) para albergar el cuerpo de un alto dignatario de la región de Asuán del que, por el momento, se desconoce su identidad. Luego fue reutilizada en al menos tres ocasiones por las dinastías XVIII, XXII y XXVI.
Esto transforma el yacimiento en uno de los más grandes de la necrópolis y posee una gran potencialidad arqueológica, ya que alberga al menos una cámara intacta en su interior, la cual los investigadores esperan volver a examinar cuando regresen a Egipto.
63089 Una nueva investigación a cargo de las universidades españolas de Granada y Jaén determinaron que los faraones egipcios no vivían con la opulencia que se pensaba y que en realidad sufrían desde malnutrición hasta enfermedades infecciosas que los condenaban a morir antes de los 30 años.
El trabajo realizado por científicos del laboratorio de antropología física de la Universidad de Granada, que dirige el profesor Miguel Botella no sólo entregó información sobre sus características físicas, sino también sobre las condiciones de vida en el Antiguo Egipto en base a las 200 momias y esqueletos que encontraron.
«Aunque el nivel cultural de la época era extraordinario, el análisis antropológico de los restos humanos revela que la población en general y también los gobernadores, la clase social más alta, vivían en condiciones de salud muy precarias, en el límite de la supervivencia», explicó el profesor Miguel Botella.
Los nuevos datos son parte de las conclusiones a las cuales llegaron los investigadores del proyecto Qubbet el-Hawa, una excavación que se realizó en la tumba número 33 de la necrópolis con el mismo nombre de la investigación, que se encuentra frente a la ciudad de Asuán, a unos mil kilómetros del Cairo.
Los antropólogos de la universidad afirman que la esperanza de vida apenas llegaba a los 30 años, «ya que sufrían muchos problemas de malnutrición y trastornos gastrointestinales agudos, debido al consumo de agua contaminada del Nilo».
Esto quedó demostrado cuando se percataron de que los huesos de los niños no presentan marcas, «Este hecho nos confirma que murieron debido a una enfermedad infecciosa aguda». Además, los investigadores han hallado en la tumba una gran cantidad de momias pertenecientes a jóvenes de entre 17 y 25 años.
Sobre la tumba número 33 se sabe que fue construida durante la XII Dinastía (1939-1760 a. C.) para albergar el cuerpo de un alto dignatario de la región de Asuán del que, por el momento, se desconoce su identidad. Luego fue reutilizada en al menos tres ocasiones por las dinastías XVIII, XXII y XXVI.
Esto transforma el yacimiento en uno de los más grandes de la necrópolis y posee una gran potencialidad arqueológica, ya que alberga al menos una cámara intacta en su interior, la cual los investigadores esperan volver a examinar cuando regresen a Egipto.
Pág. 10. La CECE inicia la gestión para que las empresas tengan alumnos en prácticas
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