La poesía de Rilke en España, un viaje tardío

Los vasos comunicantes de la literatura nunca dejan de funcionar, aunque encuentren, en ocasiones, extraños silencios. Conocemos los temas universales que nutren a los creadores de medio mundo, casi en cualquier periodo histórico: la muerte, el amor, el hombre en su existencia y en su trascendencia, las múltiples posibilidades del mero vivir como una fuente que nunca se seca, que fluye sin fin y sin descanso… En esta generalidad, apresurada si se quiere, destacan las diferencias, la capacidad de los autores para enfrentarse de manera original y casi única a los pilares que sustentan su creación. Rilke fue uno de esos elegidos, un poeta total empeñado en la pura trascendencia y permanencia de su poesía, en esa casi inacabable formulación de preguntas que no encuentran respuestas más allá de la creación literaria como camino de conocimiento.

Los vastos meandros que, gracias a él, fueron naciendo desde el gran río de los temas universales tardaron mucho en llegar a España, un silencio de decenas de años que cuando al fin se rompió (en los años 40 del pasado siglo, fundamentalmente) provocó una música a la que muy pocos pudieron resistirse. Si España influyó en Rilke decisivamente durante sus viajes, Rilke influyó en España (en su poesía, quiere decirse) de manera clara, sobre todo en los poetas de la llamada Generación del 36 (Luis Rosales, Leopoldo Panero, José María Valverde, Dionisio Ridruejo y tantos otros) recluidos en el intimismo impuesto por el franquismo y casi abocados a lo que uno de los exponentes de aquel grupo, Luis Felipe Vicanco, llamó el «realismo intimista trascendente», que tanto casa con los versos rilkeanos.

La extrañeza de la tardanza de la ‘llegada’ de la poesía de Rilke a España, que había publicado sus obras principales entre 1900 y 1923, debe resolverse atendiendo a la total falta de buenas traducciones de su poesía, que no llegarían (las traducciones buenas, se entiende, porque malas las hubo antes, pero conviene no tenerlas en cuenta) hasta los años 40, sobre todo con la traducción de Francisco Ayala en 1941 en Buenos Aires (en la mítica editorial Losada) de Los cuadernos de Malte Laurdis Brigge. Con todo, es muy probable que los poetas españoles de la época se hubieran sumergido ya en los versos del praguense por medio de las traducciones francesas que ya circulaban en la Península a finales de los años 30.

Dibujo de Rafael Alberti.
Fue en la revista Escorial, sobre la que se articuló la Generación del 36, donde en 1944 aparecieron por primera vez vertidos al español gran parte de las producciones de un poemario fundamental para aquel grupo, ‘El libro de horas’, el volumen que más influyó en aquellos poetas y que fue traducido al castellano precisamente por uno de ellos, Vivanco. Este libro fue «el Evangelio del intimismo poético» de aquel grupo, en opinión del investigador de la Universidad de Granada Federico Bermúdez-Cañete, quien más ampliamente ha estudiado la influencia de la poesía de Rilke en los creadores de aquella generación inmersa en el franquismo victorioso.

Y ello a pesar de su religiosidad heterodoxa, de su trascendencia al margen del cristianismo, de su oscuridad en torno a las grandes ciudades. «Rilke canta a un Dios estético que equivale a la capacidad inventora y creadora del poeta, a su endiosiamiento. En vez de someterse a Dios, Rilke cree que Dios necesita de los poetas para ser expresado», explica Bermúdez-Cañete. Rilke inicia uno de los poemas de El Libro de horas con esta pregunta fundamental: «¿Qué será de ti, Dios, cuando yo muera?», para acabarlo con esta otra: «¿Qué harás, Dios? Temo por ti». El libro se cierra con un poema dedicado a las grandes ciudades como enemigas del hombre: «Pues, Señor, las grandes ciudades están / perdidas y liquidadas; / la más grande es huida ante las llamas, / y no hay consuelo para consolarlas, / y su breve tiempo se escurre. / Allí viven humanos, mala y penosamente, / en alcobas profundas, temerosas de gesto, / temblando como un rebaño de corderos lechales; / afuera, tu tierra vela y respira, / pero ellos son y ya no lo saben».

Compárese el famoso poema de Dámaso Alonso escrito en esos mismos años que se inicia «Madrid es una ciudad con más de un millón de cadáveres» y se entenderá que los vasos comunicantes entre Rilke y la poesía española comenzaron a fluir espoleados por el intimismo, el pesimismo y la necesidad de trascendencia, y que alcanzaría también a otros poetas de la generación anterior a las del 36, la del 27, que seguían escribiendo y produciendo en el interior o en el exilio, tal que Cernuda o Alberti.

Como explica Noemí Montetes Mairal en su estudio, ‘Rilke en Rosales: una influencia esencial entre 1940 y 1951’, en el que se analiza el decisivo peso que tuvieron los versos rilkeanos en la poesía del poeta granadino de la Generación del 36, también en Escorial se tradujeron, en 1944, las Cartas a un joven poeta, dos años antes de que llegara la traducción acaso más importante: la realizada por Gonzalo Torrente Ballester en 1946 de los tres Réquiems y de Las elegías de Duino, donde se expone más claramente la metafísica de la poesía rilkeana.

El poeta y editor Carlos Barral, catalizador de tantas cosas en la poesía española, lo corrobora: «El mito [de Rilke] comenzó a crecer a fines de los cuarenta y cuajó a partir de la traducción firmada por Torrente Ballester. Luego el rilkismo se extendió como una epidemia, prendió en casi todo el mundo como fiebre literaria, el poeta era citado por todos, saqueado por muchos».

La epidemia de que la habla Barral ya había cuajado antes en los poetas españoles de la Generación del 36, como queda dicho. Luis Rosales fue uno de los que más atrapados por la propuesta rilkeana quedaron durante toda su vida. Y uno de los que mejor entendieron al genio praguense. Dice el granadino: «Rilke no sabe lo que pueda ser el hombre y por ello ha de inquirirlo penosamente…el problema del hombre como ser singular, del hombre según su esencia universal. Alrededor de este problema gira toda la poesía de Rilke».

Antes de la ‘llegada’ de Rilke a España, nuestro país tenía a sus propios ‘Rilkes’ en dos de los máximos exponentes de la poesía en castellano: Juan Ramón Jiménez y su panteísimo, y Antonio Machado con la ética y la estética como caras de una misma moneda. Luis Rosales cree que «el cambio de dirección de la poesía que propone Rilke, que la lleva desde el cambio de lo estético al de lo ético, fue realizado entre nosotros por Antonio Machado, por los mismos años en que Rilke la realizara más allá de nuestra frontera». Los vasos comunicantes de los temas literarios nunca dejaron de funcionar, aunque sufran extraños silencios.

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La poesía de Rilke en España, un viaje tardío

Los vasos comunicantes de la literatura nunca dejan de funcionar, aunque encuentren, en ocasiones, extraños silencios. Conocemos los temas universales que nutren a los creadores de medio mundo, casi en cualquier periodo histórico: la muerte, el amor, el hombre en su existencia y en su trascendencia, las múltiples posibilidades del mero vivir como una fuente que nunca se seca, que fluye sin fin y sin descanso… En esta generalidad, apresurada si se quiere, destacan las diferencias, la capacidad de los autores para enfrentarse de manera original y casi única a los pilares que sustentan su creación. Rilke fue uno de esos elegidos, un poeta total empeñado en la pura trascendencia y permanencia de su poesía, en esa casi inacabable formulación de preguntas que no encuentran respuestas más allá de la creación literaria como camino de conocimiento.

Los vastos meandros que, gracias a él, fueron naciendo desde el gran río de los temas universales tardaron mucho en llegar a España, un silencio de decenas de años que cuando al fin se rompió (en los años 40 del pasado siglo, fundamentalmente) provocó una música a la que muy pocos pudieron resistirse. Si España influyó en Rilke decisivamente durante sus viajes, Rilke influyó en España (en su poesía, quiere decirse) de manera clara, sobre todo en los poetas de la llamada Generación del 36 (Luis Rosales, Leopoldo Panero, José María Valverde, Dionisio Ridruejo y tantos otros) recluidos en el intimismo impuesto por el franquismo y casi abocados a lo que uno de los exponentes de aquel grupo, Luis Felipe Vicanco, llamó el «realismo intimista trascendente», que tanto casa con los versos rilkeanos.

La extrañeza de la tardanza de la ‘llegada’ de la poesía de Rilke a España, que había publicado sus obras principales entre 1900 y 1923, debe resolverse atendiendo a la total falta de buenas traducciones de su poesía, que no llegarían (las traducciones buenas, se entiende, porque malas las hubo antes, pero conviene no tenerlas en cuenta) hasta los años 40, sobre todo con la traducción de Francisco Ayala en 1941 en Buenos Aires (en la mítica editorial Losada) de Los cuadernos de Malte Laurdis Brigge. Con todo, es muy probable que los poetas españoles de la época se hubieran sumergido ya en los versos del praguense por medio de las traducciones francesas que ya circulaban en la Península a finales de los años 30.

Dibujo de Rafael Alberti.
Fue en la revista Escorial, sobre la que se articuló la Generación del 36, donde en 1944 aparecieron por primera vez vertidos al español gran parte de las producciones de un poemario fundamental para aquel grupo, ‘El libro de horas’, el volumen que más influyó en aquellos poetas y que fue traducido al castellano precisamente por uno de ellos, Vivanco. Este libro fue «el Evangelio del intimismo poético» de aquel grupo, en opinión del investigador de la Universidad de Granada Federico Bermúdez-Cañete, quien más ampliamente ha estudiado la influencia de la poesía de Rilke en los creadores de aquella generación inmersa en el franquismo victorioso.

Y ello a pesar de su religiosidad heterodoxa, de su trascendencia al margen del cristianismo, de su oscuridad en torno a las grandes ciudades. «Rilke canta a un Dios estético que equivale a la capacidad inventora y creadora del poeta, a su endiosiamiento. En vez de someterse a Dios, Rilke cree que Dios necesita de los poetas para ser expresado», explica Bermúdez-Cañete. Rilke inicia uno de los poemas de El Libro de horas con esta pregunta fundamental: «¿Qué será de ti, Dios, cuando yo muera?», para acabarlo con esta otra: «¿Qué harás, Dios? Temo por ti». El libro se cierra con un poema dedicado a las grandes ciudades como enemigas del hombre: «Pues, Señor, las grandes ciudades están / perdidas y liquidadas; / la más grande es huida ante las llamas, / y no hay consuelo para consolarlas, / y su breve tiempo se escurre. / Allí viven humanos, mala y penosamente, / en alcobas profundas, temerosas de gesto, / temblando como un rebaño de corderos lechales; / afuera, tu tierra vela y respira, / pero ellos son y ya no lo saben».

Compárese el famoso poema de Dámaso Alonso escrito en esos mismos años que se inicia «Madrid es una ciudad con más de un millón de cadáveres» y se entenderá que los vasos comunicantes entre Rilke y la poesía española comenzaron a fluir espoleados por el intimismo, el pesimismo y la necesidad de trascendencia, y que alcanzaría también a otros poetas de la generación anterior a las del 36, la del 27, que seguían escribiendo y produciendo en el interior o en el exilio, tal que Cernuda o Alberti.

Como explica Noemí Montetes Mairal en su estudio, ‘Rilke en Rosales: una influencia esencial entre 1940 y 1951’, en el que se analiza el decisivo peso que tuvieron los versos rilkeanos en la poesía del poeta granadino de la Generación del 36, también en Escorial se tradujeron, en 1944, las Cartas a un joven poeta, dos años antes de que llegara la traducción acaso más importante: la realizada por Gonzalo Torrente Ballester en 1946 de los tres Réquiems y de Las elegías de Duino, donde se expone más claramente la metafísica de la poesía rilkeana.

El poeta y editor Carlos Barral, catalizador de tantas cosas en la poesía española, lo corrobora: «El mito [de Rilke] comenzó a crecer a fines de los cuarenta y cuajó a partir de la traducción firmada por Torrente Ballester. Luego el rilkismo se extendió como una epidemia, prendió en casi todo el mundo como fiebre literaria, el poeta era citado por todos, saqueado por muchos».

La epidemia de que la habla Barral ya había cuajado antes en los poetas españoles de la Generación del 36, como queda dicho. Luis Rosales fue uno de los que más atrapados por la propuesta rilkeana quedaron durante toda su vida. Y uno de los que mejor entendieron al genio praguense. Dice el granadino: «Rilke no sabe lo que pueda ser el hombre y por ello ha de inquirirlo penosamente…el problema del hombre como ser singular, del hombre según su esencia universal. Alrededor de este problema gira toda la poesía de Rilke».

Antes de la ‘llegada’ de Rilke a España, nuestro país tenía a sus propios ‘Rilkes’ en dos de los máximos exponentes de la poesía en castellano: Juan Ramón Jiménez y su panteísimo, y Antonio Machado con la ética y la estética como caras de una misma moneda. Luis Rosales cree que «el cambio de dirección de la poesía que propone Rilke, que la lleva desde el cambio de lo estético al de lo ético, fue realizado entre nosotros por Antonio Machado, por los mismos años en que Rilke la realizara más allá de nuestra frontera». Los vasos comunicantes de los temas literarios nunca dejaron de funcionar, aunque sufran extraños silencios.

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El Ayuntamiento de Almería se opone al proyecto de Minas de Alquifeo

El Ayuntamiento de Almería (PP) ha manifestado hoy que va a oponerse «frontalmente» al proyecto de la sociedad alemana Minas de Alquife Holding para exportar el mineral que extraiga de las canteras de Granada a través del puerto de Almería.
En rueda de prensa, el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Almería, Pablo Venzal (PP) ha afirmado que esta iniciativa «va contra el medio ambiente y la calidad de vida de los almerienses».
Venzal ha indicado que, según la documentación entregada a la Junta de Andalucía por la compañía, está previsto un tráfico diario de veinte trenes de 340 metros de largo, diez para cada sentido, con capacidad para transportar hasta 12.000 toneladas de hierro.
El concejal ha dicho que la presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería (APA), Trinidad Cabeo, con la que ha mantenido un encuentro esta mañana, ha mostrado su entendimiento a la postura defendida por el Ayuntamiento, esto es, un tratamiento singular alejado del centro de la ciudad.
«Almería no forma parte de la zona subdesarrollada de África», ha dicho Venzal, quien ha instado a los colectivos ecologistas y a los partidos de izquierda de la provincia a presentar alegaciones al proyecto ante la Delegación Territorial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.
De llevarse a cabo, la reapertura de las minas precisará de una inversión de doscientos millones de euros, para comenzar la construcción de la mina en 2014, con el objetivo de que a mediados de 2015 o principios de 2016 se pueda iniciar la explotación, con 350 empleos directos y 1.400 indirectos.
Para la viabilidad del proyecto es «fundamental» la existencia del ferrocarril en el antiguo complejo, que lo conecta con la estación de Almería a falta de unos 300 metros para alcanzar el puerto de esta ciudad.
Según un estudio de la Universidad de Granada, la inversión consolidada en los primeros años del proyecto, así como la actividad ordinaria generarán un «fuerte impacto» en la producción y en el empleo de Andalucía, ya que la comunidad cuenta con la capacidad suficiente para surtir a la mina de los bienes y servicios.
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El Ayuntamiento de Almería se opone al proyecto de Minas de Alquifeo

El Ayuntamiento de Almería (PP) ha manifestado hoy que va a oponerse «frontalmente» al proyecto de la sociedad alemana Minas de Alquife Holding para exportar el mineral que extraiga de las canteras de Granada a través del puerto de Almería.
En rueda de prensa, el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Almería, Pablo Venzal (PP) ha afirmado que esta iniciativa «va contra el medio ambiente y la calidad de vida de los almerienses».
Venzal ha indicado que, según la documentación entregada a la Junta de Andalucía por la compañía, está previsto un tráfico diario de veinte trenes de 340 metros de largo, diez para cada sentido, con capacidad para transportar hasta 12.000 toneladas de hierro.
El concejal ha dicho que la presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería (APA), Trinidad Cabeo, con la que ha mantenido un encuentro esta mañana, ha mostrado su entendimiento a la postura defendida por el Ayuntamiento, esto es, un tratamiento singular alejado del centro de la ciudad.
«Almería no forma parte de la zona subdesarrollada de África», ha dicho Venzal, quien ha instado a los colectivos ecologistas y a los partidos de izquierda de la provincia a presentar alegaciones al proyecto ante la Delegación Territorial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.
De llevarse a cabo, la reapertura de las minas precisará de una inversión de doscientos millones de euros, para comenzar la construcción de la mina en 2014, con el objetivo de que a mediados de 2015 o principios de 2016 se pueda iniciar la explotación, con 350 empleos directos y 1.400 indirectos.
Para la viabilidad del proyecto es «fundamental» la existencia del ferrocarril en el antiguo complejo, que lo conecta con la estación de Almería a falta de unos 300 metros para alcanzar el puerto de esta ciudad.
Según un estudio de la Universidad de Granada, la inversión consolidada en los primeros años del proyecto, así como la actividad ordinaria generarán un «fuerte impacto» en la producción y en el empleo de Andalucía, ya que la comunidad cuenta con la capacidad suficiente para surtir a la mina de los bienes y servicios.
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El Ayuntamiento de Almería se opone al proyecto de Minas de Alquife

El Ayuntamiento de Almería (PP) ha manifestado hoy que va a oponerse «frontalmente» al proyecto de la sociedad alemana Minas de Alquife Holding para exportar el mineral que extraiga de las canteras de Granada a través del puerto de Almería.

En rueda de prensa, el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Almería, Pablo Venzal (PP) ha afirmado que esta iniciativa «va contra el medio ambiente y la calidad de vida de los almerienses».

Venzal ha indicado que, según la documentación entregada a la Junta de Andalucía por la compañía, está previsto un tráfico diario de veinte trenes de 340 metros de largo, diez para cada sentido, con capacidad para transportar hasta 12.000 toneladas de hierro.

El concejal ha dicho que la presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería (APA), Trinidad Cabeo, con la que ha mantenido un encuentro esta mañana, ha mostrado su entendimiento a la postura defendida por el Ayuntamiento, esto es, un tratamiento singular alejado del centro de la ciudad.

«Almería no forma parte de la zona subdesarrollada de África», ha dicho Venzal, quien ha instado a los colectivos ecologistas y a los partidos de izquierda de la provincia a presentar alegaciones al proyecto ante la Delegación Territorial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.

De llevarse a cabo, la reapertura de las minas precisará de una inversión de doscientos millones de euros, para comenzar la construcción de la mina en 2014, con el objetivo de que a mediados de 2015 o principios de 2016 se pueda iniciar la explotación, con 350 empleos directos y 1.400 indirectos.

Para la viabilidad del proyecto es «fundamental» la existencia del ferrocarril en el antiguo complejo, que lo conecta con la estación de Almería a falta de unos 300 metros para alcanzar el puerto de esta ciudad.

Según un estudio de la Universidad de Granada, la inversión consolidada en los primeros años del proyecto, así como la actividad ordinaria generarán un «fuerte impacto» en la producción y en el empleo de Andalucía, ya que la comunidad cuenta con la capacidad suficiente para surtir a la mina de los bienes y servicios.

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El Ayuntamiento de Almería (PP) ha manifestado hoy que va a oponerse «frontalmente» al proyecto de la sociedad alemana Minas de Alquife Holding para exportar el mineral que extraiga de las canteras de Granada a través del puerto de Almería.

En rueda de prensa, el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Almería, Pablo Venzal (PP) ha afirmado que esta iniciativa «va contra el medio ambiente y la calidad de vida de los almerienses».

Venzal ha indicado que, según la documentación entregada a la Junta de Andalucía por la compañía, está previsto un tráfico diario de veinte trenes de 340 metros de largo, diez para cada sentido, con capacidad para transportar hasta 12.000 toneladas de hierro.

El concejal ha dicho que la presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería (APA), Trinidad Cabeo, con la que ha mantenido un encuentro esta mañana, ha mostrado su entendimiento a la postura defendida por el Ayuntamiento, esto es, un tratamiento singular alejado del centro de la ciudad.

«Almería no forma parte de la zona subdesarrollada de África», ha dicho Venzal, quien ha instado a los colectivos ecologistas y a los partidos de izquierda de la provincia a presentar alegaciones al proyecto ante la Delegación Territorial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.

De llevarse a cabo, la reapertura de las minas precisará de una inversión de doscientos millones de euros, para comenzar la construcción de la mina en 2014, con el objetivo de que a mediados de 2015 o principios de 2016 se pueda iniciar la explotación, con 350 empleos directos y 1.400 indirectos.

Para la viabilidad del proyecto es «fundamental» la existencia del ferrocarril en el antiguo complejo, que lo conecta con la estación de Almería a falta de unos 300 metros para alcanzar el puerto de esta ciudad.

Según un estudio de la Universidad de Granada, la inversión consolidada en los primeros años del proyecto, así como la actividad ordinaria generarán un «fuerte impacto» en la producción y en el empleo de Andalucía, ya que la comunidad cuenta con la capacidad suficiente para surtir a la mina de los bienes y servicios.

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El Ayuntamiento de Almería se opone al proyecto de Minas de Alquife

El Ayuntamiento de Almería (PP) ha manifestado hoy que va a oponerse «frontalmente» al proyecto de la sociedad alemana Minas de Alquife Holding para exportar el mineral que extraiga de las canteras de Granada a través del puerto de Almería.

En rueda de prensa, el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Almería, Pablo Venzal (PP) ha afirmado que esta iniciativa «va contra el medio ambiente y la calidad de vida de los almerienses».

Venzal ha indicado que, según la documentación entregada a la Junta de Andalucía por la compañía, está previsto un tráfico diario de veinte trenes de 340 metros de largo, diez para cada sentido, con capacidad para transportar hasta 12.000 toneladas de hierro.

El concejal ha dicho que la presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería (APA), Trinidad Cabeo, con la que ha mantenido un encuentro esta mañana, ha mostrado su entendimiento a la postura defendida por el Ayuntamiento, esto es, un tratamiento singular alejado del centro de la ciudad.

«Almería no forma parte de la zona subdesarrollada de África», ha dicho Venzal, quien ha instado a los colectivos ecologistas y a los partidos de izquierda de la provincia a presentar alegaciones al proyecto ante la Delegación Territorial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.

De llevarse a cabo, la reapertura de las minas precisará de una inversión de doscientos millones de euros, para comenzar la construcción de la mina en 2014, con el objetivo de que a mediados de 2015 o principios de 2016 se pueda iniciar la explotación, con 350 empleos directos y 1.400 indirectos.

Para la viabilidad del proyecto es «fundamental» la existencia del ferrocarril en el antiguo complejo, que lo conecta con la estación de Almería a falta de unos 300 metros para alcanzar el puerto de esta ciudad.

Según un estudio de la Universidad de Granada, la inversión consolidada en los primeros años del proyecto, así como la actividad ordinaria generarán un «fuerte impacto» en la producción y en el empleo de Andalucía, ya que la comunidad cuenta con la capacidad suficiente para surtir a la mina de los bienes y servicios.

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La belleza de una acusada puede influir injustamente en la percepción de su culpabilidad

Una investigación de la Universidad de Granada, basada en encuestas a la policía, indica que en delitos de violencia de género en los que la mujer mata a su maltratador, si la acusada se presenta como atractiva se le atribuye mayor responsabilidad en el crimen.

Desde la psicología social se ha observado que en diferentes ámbitos, como el laboral, académico e incluso en el judicial, el atractivo físico de una persona influye en cómo es percibida por los demás. De alguna manera se produce una asociación mental de que ‘lo bello es bueno’. Sin embargo, en cuestiones de violencia de género los resultados son diferentes.

«Uno de las conclusiones más interesantes de la investigación fue que, al presentar como atractiva a la acusada de matar a su maltratador, los participantes le atribuyeron mayor responsabilidad en los hechos y, al contrario, si se la definía como ‘no atractiva’, este índice disminuyó», declaran a SINC Antonio Herrera, Inmaculada Valor-Segura y Francisca Expósito, autores del estudio que publica la revista The European Journal of Psychology Applied to Legal Context.

Para realizar el estudio, se redactaron dos tipos de historias ‘ficticias’ sobre un proceso judicial en el que la protagonista era una mujer acusada de matar a su marido y que había declarado en su defensa haber sufrido una larga historia de maltrato y que, por tanto, cuando lo mató actuó en defensa propia. En una de las historias la descripción de la mujer encajaba con el estereotipo de maltratada y en la otra no.

«De esta manera, teníamos a la mitad de los policías que leían un relato en el que la acusada era una mujer joven, maltrecha, deteriorada físicamente y de aspecto frágil, con hijos y económicamente dependiente de su pareja. Y la otra mitad leyó la historia de una mujer sin hijos, asesora financiera, casada durante 10 años y que durante el proceso judicial se presenta bien vestida, decidida y calmada en su interacción con el juez y los abogados», explican los autores.

Los investigadores pidieron a los participantes que adoptaran el papel de jurado y que contestaran a una serie de preguntas relacionadas con la credibilidad, responsabilidad y control de la situación que les había generado la mujer que se describía. También le preguntaron sobre su ideología sexista.

El prototipo de mujer maltratada

Los autores señalan que una de las variables que ha ejercido mayor efecto en la valoración de la criminalidad es si la mujer encaja o no con el estereotipo de mujer maltratada, lo que se denomina prototipicidad.

«Los resultados mostraron que cuando se presentaba a los participantes a una mujer maltratada no prototípica, es decir, que no encaja con la idea que la sociedad tiene de este tipo de mujeres, se le atribuía un mayor control de la situación, lo cual, en términos legales, se puede traducir en una mayor culpabilidad», aseguran.

La otra variable que relacionaron con la valoración que el ‘jurado’ hacía del caso es el sexismo de los participantes. En este sentido, los que tenían mayores puntuaciones en sexismo hostil –denominado también sexismo tradicional o machismo– eran los que mayor control de la situación otorgaban a la acusada.

«Este trabajo, pese a las posibles limitaciones que pueda presentar, nos pone en alerta sobre la necesidad de aumentar la formación en cuestiones de género para todos los agentes jurídicos y de seguridad. Su trabajo es fundamental en el proceso y pueden estar condicionados por variables ajenas, como el atractivo físico o la creencias estereotípicas sobre la violencia de género», concluyen los autores.

La muestra empleada en la encuesta fueron 169 policías pertenecientes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. La mayoría eran varones –153 hombres y 16 mujeres– procedentes de diversas ciudades españolas.

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La belleza de una acusada puede influir injustamente en la percepción de su culpabilidad

Una investigación de la Universidad de Granada, basada en encuestas a la policía, indica que en delitos de violencia de género en los que la mujer mata a su maltratador, si la acusada se presenta como atractiva se le atribuye mayor responsabilidad en el crimen.

Desde la psicología social se ha observado que en diferentes ámbitos, como el laboral, académico e incluso en el judicial, el atractivo físico de una persona influye en cómo es percibida por los demás. De alguna manera se produce una asociación mental de que ‘lo bello es bueno’. Sin embargo, en cuestiones de violencia de género los resultados son diferentes.

«Uno de las conclusiones más interesantes de la investigación fue que, al presentar como atractiva a la acusada de matar a su maltratador, los participantes le atribuyeron mayor responsabilidad en los hechos y, al contrario, si se la definía como ‘no atractiva’, este índice disminuyó», declaran a SINC Antonio Herrera, Inmaculada Valor-Segura y Francisca Expósito, autores del estudio que publica la revista The European Journal of Psychology Applied to Legal Context.

Para realizar el estudio, se redactaron dos tipos de historias ‘ficticias’ sobre un proceso judicial en el que la protagonista era una mujer acusada de matar a su marido y que había declarado en su defensa haber sufrido una larga historia de maltrato y que, por tanto, cuando lo mató actuó en defensa propia. En una de las historias la descripción de la mujer encajaba con el estereotipo de maltratada y en la otra no.

«De esta manera, teníamos a la mitad de los policías que leían un relato en el que la acusada era una mujer joven, maltrecha, deteriorada físicamente y de aspecto frágil, con hijos y económicamente dependiente de su pareja. Y la otra mitad leyó la historia de una mujer sin hijos, asesora financiera, casada durante 10 años y que durante el proceso judicial se presenta bien vestida, decidida y calmada en su interacción con el juez y los abogados», explican los autores.

Los investigadores pidieron a los participantes que adoptaran el papel de jurado y que contestaran a una serie de preguntas relacionadas con la credibilidad, responsabilidad y control de la situación que les había generado la mujer que se describía. También le preguntaron sobre su ideología sexista.

El prototipo de mujer maltratada

Los autores señalan que una de las variables que ha ejercido mayor efecto en la valoración de la criminalidad es si la mujer encaja o no con el estereotipo de mujer maltratada, lo que se denomina prototipicidad.

«Los resultados mostraron que cuando se presentaba a los participantes a una mujer maltratada no prototípica, es decir, que no encaja con la idea que la sociedad tiene de este tipo de mujeres, se le atribuía un mayor control de la situación, lo cual, en términos legales, se puede traducir en una mayor culpabilidad», aseguran.

La otra variable que relacionaron con la valoración que el ‘jurado’ hacía del caso es el sexismo de los participantes. En este sentido, los que tenían mayores puntuaciones en sexismo hostil –denominado también sexismo tradicional o machismo– eran los que mayor control de la situación otorgaban a la acusada.

«Este trabajo, pese a las posibles limitaciones que pueda presentar, nos pone en alerta sobre la necesidad de aumentar la formación en cuestiones de género para todos los agentes jurídicos y de seguridad. Su trabajo es fundamental en el proceso y pueden estar condicionados por variables ajenas, como el atractivo físico o la creencias estereotípicas sobre la violencia de género», concluyen los autores.

La muestra empleada en la encuesta fueron 169 policías pertenecientes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. La mayoría eran varones –153 hombres y 16 mujeres– procedentes de diversas ciudades españolas.

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La belleza de una acusada puede influir injustamente en la percepción de su culpabilidad

Una investigación de la Universidad de Granada, basada en encuestas a la policía, indica que en delitos de violencia de género en los que la mujer mata a su maltratador, si la acusada se presenta como atractiva se le atribuye mayor responsabilidad en el crimen.

Desde la psicología social se ha observado que en diferentes ámbitos, como el laboral, académico e incluso en el judicial, el atractivo físico de una persona influye en cómo es percibida por los demás. De alguna manera se produce una asociación mental de que ‘lo bello es bueno’. Sin embargo, en cuestiones de violencia de género los resultados son diferentes.

«Uno de las conclusiones más interesantes de la investigación fue que, al presentar como atractiva a la acusada de matar a su maltratador, los participantes le atribuyeron mayor responsabilidad en los hechos y, al contrario, si se la definía como ‘no atractiva’, este índice disminuyó», declaran a SINC Antonio Herrera, Inmaculada Valor-Segura y Francisca Expósito, autores del estudio que publica la revista The European Journal of Psychology Applied to Legal Context.

Para realizar el estudio, se redactaron dos tipos de historias ‘ficticias’ sobre un proceso judicial en el que la protagonista era una mujer acusada de matar a su marido y que había declarado en su defensa haber sufrido una larga historia de maltrato y que, por tanto, cuando lo mató actuó en defensa propia. En una de las historias la descripción de la mujer encajaba con el estereotipo de maltratada y en la otra no.

«De esta manera, teníamos a la mitad de los policías que leían un relato en el que la acusada era una mujer joven, maltrecha, deteriorada físicamente y de aspecto frágil, con hijos y económicamente dependiente de su pareja. Y la otra mitad leyó la historia de una mujer sin hijos, asesora financiera, casada durante 10 años y que durante el proceso judicial se presenta bien vestida, decidida y calmada en su interacción con el juez y los abogados», explican los autores.

Los investigadores pidieron a los participantes que adoptaran el papel de jurado y que contestaran a una serie de preguntas relacionadas con la credibilidad, responsabilidad y control de la situación que les había generado la mujer que se describía. También le preguntaron sobre su ideología sexista.

El prototipo de mujer maltratada

Los autores señalan que una de las variables que ha ejercido mayor efecto en la valoración de la criminalidad es si la mujer encaja o no con el estereotipo de mujer maltratada, lo que se denomina prototipicidad.

«Los resultados mostraron que cuando se presentaba a los participantes a una mujer maltratada no prototípica, es decir, que no encaja con la idea que la sociedad tiene de este tipo de mujeres, se le atribuía un mayor control de la situación, lo cual, en términos legales, se puede traducir en una mayor culpabilidad», aseguran.

La otra variable que relacionaron con la valoración que el ‘jurado’ hacía del caso es el sexismo de los participantes. En este sentido, los que tenían mayores puntuaciones en sexismo hostil –denominado también sexismo tradicional o machismo– eran los que mayor control de la situación otorgaban a la acusada.

«Este trabajo, pese a las posibles limitaciones que pueda presentar, nos pone en alerta sobre la necesidad de aumentar la formación en cuestiones de género para todos los agentes jurídicos y de seguridad. Su trabajo es fundamental en el proceso y pueden estar condicionados por variables ajenas, como el atractivo físico o la creencias estereotípicas sobre la violencia de género», concluyen los autores.

La muestra empleada en la encuesta fueron 169 policías pertenecientes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. La mayoría eran varones –153 hombres y 16 mujeres– procedentes de diversas ciudades españolas.

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Las maltratadas que son guapas son menos creíbles

Dos mujeres son acusadas del asesinato de sus parejas, sendos maltratadores que las sometían a continuos sufrimientos. La primera era frágil, de aspecto deteriorado, madre de varios hijos y dependiente económicamente de su marido, mientras la segunda era una profesional sin hijos, guapa y bien vestida; 169 policías analizaron los casos como si fuesen jurados y consideraron inocente a la primera y culpable (o al menos más responsable) a la segunda.
Este ha sido el estudio realizado por Antonio Herrera, Inmaculada Valor-Segura y Francisca Expósito, investigadores de la Universidad de Granada, que acaba de publicar la revista The European Journal of Psychology Applied to Legal Context. Los policías -hombres en un 90 %- se dividieron en dos grupos -cada colectivo analizó un solo caso- y los psicólogos les pidieron que pensasen que eran los jurados y contestasen a una serie de preguntas.
Del trabajo, dicen los psicólogos, se deducen varias cosas. La primera, y más importante, es que la sociedad (incluso las fuerzas de seguridad del Estado, que se supone tienen experiencia en este terreno) tiene una imagen de cómo ha de ser una mujer maltratada, a pesar de que no hay un perfil único para estas víctimas. «Los resultados -dicen los investigadores- mostraron que cuando se presentaba a los participantes a una mujer maltratada no prototípica, es decir, que no encaja con la idea que la sociedad tiene de este tipo de mujeres, se le atribuía un mayor control de la situación, lo cual, en términos legales, se puede traducir en una mayor culpabilidad».
La segunda deducción es sobre el sexismo de los jurados. En este sentido, los que tenían mayores puntuaciones en sexismo hostil -machismo tradicional- eran los que mayor control de la situación otorgaban a la acusada. Y esto resulta muy interesante para los investigadores: «Nos pone en alerta sobre la necesidad de aumentar la formación en cuestiones de género para todos los agentes jurídicos y de seguridad. Su trabajo es fundamental en el proceso y pueden estar condicionados por variables ajenas, como el atractivo físico o la creencias estereotípicas sobre la violencia de género».
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Las maltratadas que son guapas son menos creíbles

Dos mujeres son acusadas del asesinato de sus parejas, sendos maltratadores que las sometían a continuos sufrimientos. La primera era frágil, de aspecto deteriorado, madre de varios hijos y dependiente económicamente de su marido, mientras la segunda era una profesional sin hijos, guapa y bien vestida; 169 policías analizaron los casos como si fuesen jurados y consideraron inocente a la primera y culpable (o al menos más responsable) a la segunda.
Este ha sido el estudio realizado por Antonio Herrera, Inmaculada Valor-Segura y Francisca Expósito, investigadores de la Universidad de Granada, que acaba de publicar la revista The European Journal of Psychology Applied to Legal Context. Los policías -hombres en un 90 %- se dividieron en dos grupos -cada colectivo analizó un solo caso- y los psicólogos les pidieron que pensasen que eran los jurados y contestasen a una serie de preguntas.
Del trabajo, dicen los psicólogos, se deducen varias cosas. La primera, y más importante, es que la sociedad (incluso las fuerzas de seguridad del Estado, que se supone tienen experiencia en este terreno) tiene una imagen de cómo ha de ser una mujer maltratada, a pesar de que no hay un perfil único para estas víctimas. «Los resultados -dicen los investigadores- mostraron que cuando se presentaba a los participantes a una mujer maltratada no prototípica, es decir, que no encaja con la idea que la sociedad tiene de este tipo de mujeres, se le atribuía un mayor control de la situación, lo cual, en términos legales, se puede traducir en una mayor culpabilidad».
La segunda deducción es sobre el sexismo de los jurados. En este sentido, los que tenían mayores puntuaciones en sexismo hostil -machismo tradicional- eran los que mayor control de la situación otorgaban a la acusada. Y esto resulta muy interesante para los investigadores: «Nos pone en alerta sobre la necesidad de aumentar la formación en cuestiones de género para todos los agentes jurídicos y de seguridad. Su trabajo es fundamental en el proceso y pueden estar condicionados por variables ajenas, como el atractivo físico o la creencias estereotípicas sobre la violencia de género».
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