Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, por lo que se está incorporando al bagaje cotidiano de la interacción entre los grupos de iguales, según un estudio efectuado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre once y dieciséis años.

Además, este comportamiento goza de «cierta aprobación social» y los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima.

El estudio, hecho sobre una muestra de más de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), ha revelado que para describir a los participantes en el maltrato aparecen los estereotipos sociales, por lo que se caracteriza a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad.

Por su parte, el agresor se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

Las chicas condenan los abusos de una forma más crítica y reaccionan ante ellos con emociones desagradables, mientras que los chicos resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral de la víctima, al afirmar que «debería sentirse culpable y avergonzada».

La percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan a medida que los adolescentes crecen, lo que se debe a una mayor interiorización de las normas sociales por parte de los niños, según el estudio.

Además, la mayoría de los adolescentes creen que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar es algo que ocurre desde siempre y que va a continuar, por lo que presentan una visión «negativa, pesimista y de resignación».
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Los escolares ven «natural» el acoso

Los escolares ven «natural» el acoso

El acoso escolar es un fenómeno con cierto arraigo entre los estudiantes, que se muestran «resignados y pesimistas» ante este fenómeno, lo que deja pocas puertas abiertas para combatirlo. Así se desprende de un estudio realizado por la Universidad de Granada entre más de 1.200 adolescentes en el que se destaca que la víctima suele ser vista como una persona «socialmente incompetente», frente al estereotipo de «valiente y extrovertido» del agresor. Según la profesora responsable del informe, María Jesús Caurcel, la mayoría de los alumnos cree que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar «es algo que ocurre desde siempre y que además va a continuar».

«El acoso o bullying se está incorporando cada vez más al bagaje cotidiano, se considera como algo natural y goza de cierta aprobación social», explica Caurcel, quien subraya que los estudiantes «apoyan el comportamiento de los agresores, y dejan aislada y desprotegida a la víctima».
En este sentido, el elemento más preocupante es que un elevado número de los más de 1.200 alumnos encuestados presentan «una visión negativa, pesimista y de resignación» ante esta lacra social, por lo que la responsable del informe alerta de las dificultades de los pedagogos para intervenir ante esta situación y ponerle freno. Por ello, la experta advierte de que es necesario «demostrar a los chavales que este tipo de actos no tienen que continuar para siempre, y que se puede hacer algo para terminar con ellos», especialmente a través de programas educativos más completos.
Según los datos aportados por los alumnos de entre 11 y 16 años, éstos recurren a estereotipos sociales para describir a los protagonistas del maltrato. Así, representan a la víctima como una persona «pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales desagradables de ansiedad, depresión e inseguridad».
Por el contrario, el agresor es visto como «una persona fuerte, valiente, extrovertida que experimenta estados emocionales agradables», una especie de «victimizador feliz» en palabras de Caurcel, al que sus actos «le dan poder y confianza en sí mismo y refuerzan su estatus en el grupo», aunque inhiben otras motivaciones sociales para terminar con los abusos.
Los investigadores han constatado que en los centros escolares estudiados existen comportamientos de victimización con una tasa de incidencia de 7,3% de víctimas, mientras que el 8,5% son agresores y 84,1% de niños se limitan a ser espectadores.
Diferente percepción
El informe pone de manifiesto que existen diferentes percepciones del fenómeno según el sexo y la edad de los alumnos. Así, las chicas condenan los abusos «de una forma más crítica», reaccionan ante ellos con emociones desagradables. Apoyan a la víctima, ya que la describen con cualidades positivas y «reconocen su sufrimiento». Mientras, los chavales resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral del acosado, del que llegan a decir que «debería sentirse culpable y avergonzado».
Respecto a la edad, el informe constata que a medida que crecen «se acentúa la idea de vulnerabilidad de las víctimas y se intensifica el rechazo contra los agresores», algo que los investigadores achacan a una «mayor interiorización» de las normas sociales por parte de los niños.
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Los adolescentes creen que el maltrato escolar ocurre desde siempre

Los adolescentes creen que el maltrato escolar ocurre desde siempre

La mayoría de los adolescentes cree que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar «es algo que ocurre desde siempre y que además va a continuar», y presenta «una visión negativa, pesimista y de resignación» ante esta lacra social, lo que dificulta la intervención y deja pocas esperanzas para su erradicación, según un estudio realizado en el departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Granada.

Este trabajo, cuyo objetivo era conocer la representación que los adolescentes hacen acerca del maltrato entre iguales o bullying, se basa en una encuesta a una muestra de 1.237 niños de entre 11 y 16 años. Así, los investigadores constatan que, en los centros estudiados, existen comportamientos de victimización con una tasa de incidencia del 7,3% de víctimas, 8,5% de agresores y 84,1% de niños que intervienen como espectadores. El estudio advierte, además, de que es necesario demostrar a los chavales que estos actos «no tienen que continuar para siempre, y que se puede hacer algo para terminar con ellos».

Para la autora de la investigación, María Jesús Caurcel, el maltrato se incorpora «cada vez más» al bagaje cotidiano de la interacción entre grupos de iguales, y se considera «como algo natural, que goza de cierta aprobación social». «Los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, y dejan aislada y desprotegida a la víctima», alerta.

El cuestionario reveló que los participantes se sirven de estereotipos sociales, caracterizando a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales desagradables de ansiedad, depresión e inseguridad. Sin embargo, identifican al agresor como alguien fuerte, valiente, extrovertido y que experimenta estados emocionales agradables, que le dan poder.
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Diseñan dispositivos para proteger los edificios frente a los terremotos

Diseñan dispositivos para proteger los edificios frente a los terremotos

Mejorar la construcción de los edificios para minimizar los efectos de los seísmos. Ese es el objetivo que desde hace tiempo se han marcado los Investigadores del Departamento de Estructuras e Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Granada (UGR), que acaban de desarrollar el diseño de disipadores de energía, es decir, dispositivos que actúan como los fusibles de una instalación eléctrica durante un terremoto, haciendo que las estructuras de los edificios soporten mejor el movimiento.

En una nota, Andalucía Innova indicó que los expertos de la UGR proponen tecnologías de «bajo coste, fáciles de instalar y con sistemas para evaluar su vida útil». Esta tecnología de disipación pasiva de energía reduce la vulnerabilidad sísmica en estructuras proyectadas con normas sísmicas antiguas, según explicó. Además, en el caso de construcciones de nueva planta, mejora y aumenta los niveles de comportamiento para que, en caso de seísmo, concentren el daño en el disipador y protejan de esta forma al resto de la edificación.
El uso de disipadores de energía está muy extendido en Japón, Estados Unidos y algunos países europeos, «pero no ocurre lo mismo en España». La novedad de los dispositivos que están desarrollando en la Universidad de Granada radica en mejoras como su bajo coste, su facilidad de instalación y la posibilidad de predecir cuándo van a romperse, es decir, su capacidad límite.
La investigación se completa con una línea de actuación centrada en marketing industrial orientada a facilitar la implementación del nuevo producto en el mercado. Según el director del proyecto, Amadeo Benavent, se pretende «plantear un modelo mediante encuestas a profesionales como ingenieros y arquitectos, con el objetivo de crear una tecnología con sello andaluz para exportar al ámbito nacional y extranjero».
Simulación de seísmos
La metodología para desarrollar los nuevos disipadores tiene una parte experimental y otra numérica o de análisis. La primera incluye ensayos dinámicos en la nueva mesa sísmica instalada a finales de 2008 en el Laboratorio de Estructuras de la Universidad de Granada.
Este sistema, único en Andalucía y segundo en España por su tamaño (3×3 metros) y prestaciones, permite simular terremotos reales sobre modelos a escala de edificios y evaluar la eficacia de los disipadores.
Dentro del apartado numérico se incluye el tratamiento avanzado de señales y simulaciones numéricas con un nuevo modelo de daño ideado por los mismos investigadores en trabajos anteriores. Con él se pretende predecir la resistencia sísmica de las construcciones, es decir, qué cantidad de energía son capaces de absorber los edificios sin derrumbarse.
Esta iniciativa constituye un Proyecto de Excelencia de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa que ha recibido una financiación de 569.668 euros.
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INVESTIGADORES DE LA UGR DISEÑAN DISPOSITIVOS PARA PROTEGER LOS EDIFICIOS FRENTE A LOS TERREMOTOS

INVESTIGADORES DE LA UGR DISEÑAN DISPOSITIVOS PARA PROTEGER LOS EDIFICIOS FRENTE A LOS TERREMOTOS

Investigadores del Departamento de Estructuras e Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Granada trabajan en el diseño de disipadores de energía, es decir, dispositivos que actúan como los fusibles de una instalación eléctrica durante un terremoto, haciendo que las estructuras de los edificios soporten mejor el movimiento.

Los expertos de la UGR proponen tecnologías de bajo coste, fáciles de instalar y con sistemas para evaluar su vida útil. Se trata de un Proyecto de Excelencia de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa dirigido por el profesor Amadeo Benavent que ha recibido una financiación de 569.668 euros.

Esta tecnología de disipación pasiva de energía reduce la vulnerabilidad sísmica en estructuras proyectadas con normas sísmicas antiguas. En el caso de construcciones de nueva planta, mejora y aumenta los niveles de comportamiento para que, en caso de sismo, concentren el daño en el disipador y protejan de esta forma al resto de la edificación.

El uso de disipadores de energía está muy extendido en Japón, Estados Unidos y algunos países europeos, pero no ocurre lo mismo en España. La novedad de los dispositivos que están desarrollando en la Universidad de Granada radica en mejoras como su bajo coste, su facilidad de instalación y la posibilidad de predecir cuándo van a romperse, es decir, su capacidad límite.

Hasta ahora, estos disipadores dañados tras el seísmo se sustituyen por otros nuevos ante la imposibilidad de saber si podrían seguir funcionando. Los investigadores proponen dispositivos que permitan diagnosticar el daño que han sufrido y decidir si es necesario o no sustituirlos tras el terremoto. Además, el proyecto pretende avanzar en técnicas no destructivas para evaluar el daño en pórticos de hormigón armado, donde se pretenden instalar los disipadores.

La investigación se completa con una línea de actuación centrada en marketing industrial orientada a facilitar la implementación del nuevo producto en el mercado. Según explica el investigador responsable, Amadeo Benavent, pretenden «plantear un modelo mediante encuestas a profesionales como ingenieros y arquitectos, con el objetivo de crear una tecnología con sello andaluz para exportar al ámbito nacional y extranjero».

Simular un terremoto en el laboratorio

La metodología para desarrollar los nuevos disipadores tiene una parte experimental y otra numérica o de análisis. La primera incluye ensayos dinámicos en la nueva mesa sísmica instalada a finales de 2008 en el Laboratorio de Estructuras de la Universidad de Granada. Este sistema, único en Andalucía y segundo en España por su tamaño (3×3 metros) y prestaciones, permite simular terremotos reales sobre modelos a escala de edificios y evaluar la eficacia de los disipadores.

Dentro del apartado numérico se incluye el tratamiento avanzado de señales y simulaciones numéricas con un nuevo modelo de daño ideado por los mismos investigadores en trabajos anteriores. Con él se pretende predecir la resistencia sísmica de las construcciones, es decir, qué cantidad de energía son capaces de absorber los edificios sin derrumbarse.
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Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Según el análisis realizado por la Universidad de Granada, los escolares apoyan el comportamiento de los agresores y dejan aisladas a las víctimas. El rechazo a este tipo de comportamientos aumenta con la edad.
Según un estudio realizado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre 11 y 16 años, los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural y este comportamiento goza de «cierta aprobación social».

Los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima. El análisis también deja patente que las chicas condenan los abusos de forma más crítica que los chicos.

El estudio se ha realizado sobre una muestra de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), revelando una serie de estereotipos: la víctima suele ser una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad. El agresor, en cambio, se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

A medida que los adolescentes crecen y maduran, la percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan, dado que interiorizan en mayor medida las normas sociales.
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Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, por lo que se está incorporando al bagaje cotidiano de la interacción entre los grupos de iguales, según un estudio efectuado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre once y dieciséis años.

Además, este comportamiento goza de «cierta aprobación social» y los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima.

El estudio, hecho sobre una muestra de más de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), ha revelado que para describir a los participantes en el maltrato aparecen los estereotipos sociales, por lo que se caracteriza a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad.

Por su parte, el agresor se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

Las chicas condenan los abusos de una forma más crítica y reaccionan ante ellos con emociones desagradables, mientras que los chicos resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral de la víctima, al afirmar que «debería sentirse culpable y avergonzada».

La percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan a medida que los adolescentes crecen, lo que se debe a una mayor interiorización de las normas sociales por parte de los niños, según el estudio.

Además, la mayoría de los adolescentes creen que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar es algo que ocurre desde siempre y que va a continuar, por lo que presentan una visión «negativa, pesimista y de resignación».
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Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, por lo que se está incorporando al bagaje cotidiano de la interacción entre los grupos de iguales, según un estudio efectuado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre once y dieciséis años.

Además, este comportamiento goza de «cierta aprobación social» y los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima.

El estudio, hecho sobre una muestra de más de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), ha revelado que para describir a los participantes en el maltrato aparecen los estereotipos sociales, por lo que se caracteriza a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad.

Por su parte, el agresor se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

Las chicas condenan los abusos de una forma más crítica y reaccionan ante ellos con emociones desagradables, mientras que los chicos resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral de la víctima, al afirmar que «debería sentirse culpable y avergonzada».

La percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan a medida que los adolescentes crecen, lo que se debe a una mayor interiorización de las normas sociales por parte de los niños, según el estudio.

Además, la mayoría de los adolescentes creen que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar es algo que ocurre desde siempre y que va a continuar, por lo que presentan una visión «negativa, pesimista y de resignación».
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Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, por lo que se está incorporando al bagaje cotidiano de la interacción entre los grupos de iguales, según un estudio efectuado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre once y dieciséis años.

Además, este comportamiento goza de «cierta aprobación social» y los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima.

El estudio, hecho sobre una muestra de más de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), ha revelado que para describir a los participantes en el maltrato aparecen los estereotipos sociales, por lo que se caracteriza a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad.

Por su parte, el agresor se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

Las chicas condenan los abusos de una forma más crítica y reaccionan ante ellos con emociones desagradables, mientras que los chicos resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral de la víctima, al afirmar que «debería sentirse culpable y avergonzada».

La percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan a medida que los adolescentes crecen, lo que se debe a una mayor interiorización de las normas sociales por parte de los niños, según el estudio.

Además, la mayoría de los adolescentes creen que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar es algo que ocurre desde siempre y que va a continuar, por lo que presentan una visión «negativa, pesimista y de resignación».
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Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural

Los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, por lo que se está incorporando al bagaje cotidiano de la interacción entre los grupos de iguales, según un estudio efectuado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre once y dieciséis años.

Además, este comportamiento goza de «cierta aprobación social» y los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima.

El estudio, hecho sobre una muestra de más de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), ha revelado que para describir a los participantes en el maltrato aparecen los estereotipos sociales, por lo que se caracteriza a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad.

Por su parte, el agresor se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

Las chicas condenan los abusos de una forma más crítica y reaccionan ante ellos con emociones desagradables, mientras que los chicos resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral de la víctima, al afirmar que «debería sentirse culpable y avergonzada».

La percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan a medida que los adolescentes crecen, lo que se debe a una mayor interiorización de las normas sociales por parte de los niños, según el estudio.

Además, la mayoría de los adolescentes creen que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar es algo que ocurre desde siempre y que va a continuar, por lo que presentan una visión «negativa, pesimista y de resignación».
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Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural, según un estudio

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural, según un estudio

Los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, por lo que se está incorporando al bagaje cotidiano de la interacción entre los grupos de iguales, según un estudio efectuado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre once y dieciséis años.

Además, este comportamiento goza de «cierta aprobación social» y los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima.

El estudio, hecho sobre una muestra de más de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), ha revelado que para describir a los participantes en el maltrato aparecen los estereotipos sociales, por lo que se caracteriza a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad.

Por su parte, el agresor se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

Las chicas condenan los abusos de una forma más crítica y reaccionan ante ellos con emociones desagradables, mientras que los chicos resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral de la víctima, al afirmar que «debería sentirse culpable y avergonzada».

La percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan a medida que los adolescentes crecen, lo que se debe a una mayor interiorización de las normas sociales por parte de los niños, según el estudio.

Además, la mayoría de los adolescentes creen que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar es algo que ocurre desde siempre y que va a continuar, por lo que presentan una visión «negativa, pesimista y de resignación».
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Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural, según un estudio

Los adolescentes ven el maltrato escolar como algo natural, según un estudio

Los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, por lo que se está incorporando al bagaje cotidiano de la interacción entre los grupos de iguales, según un estudio efectuado por la Universidad de Granada (UGR) sobre jóvenes de entre once y dieciséis años.

Además, este comportamiento goza de «cierta aprobación social» y los escolares apoyan el comportamiento de los agresores, mientras que dejan aislada y desprotegida a la víctima.

El estudio, hecho sobre una muestra de más de 1.200 niños de Granada y Braga (Portugal), ha revelado que para describir a los participantes en el maltrato aparecen los estereotipos sociales, por lo que se caracteriza a la víctima como una persona pasiva, socialmente incompetente y que experimenta estados emocionales de ansiedad, depresión e inseguridad.

Por su parte, el agresor se ve como una persona fuerte, valiente y extrovertida, que experimenta estados emocionales agradables que le dan poder y confianza en sí mismo.

Las chicas condenan los abusos de una forma más crítica y reaccionan ante ellos con emociones desagradables, mientras que los chicos resaltan la vulnerabilidad y responsabilidad moral de la víctima, al afirmar que «debería sentirse culpable y avergonzada».

La percepción de la vulnerabilidad de las víctimas y el aumento del rechazo hacia los agresores se acentúan a medida que los adolescentes crecen, lo que se debe a una mayor interiorización de las normas sociales por parte de los niños, según el estudio.

Además, la mayoría de los adolescentes creen que el maltrato entre iguales en el ámbito escolar es algo que ocurre desde siempre y que va a continuar, por lo que presentan una visión «negativa, pesimista y de resignación».
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