«Cualquier hombre puede ser un maltratador»
Miguel Lorente Acosta nació en Almería, en 1962. Es doctor en Medicina y Cirugía. Además, es profesor asociado de Medicina Legal de la Universidad de Granada y miembro de la Real Academia de Medicina y Cirugía de dicha ciudad. Lorente es asesor de la Organización Mundial de la Salud en el área de violencia machista y ha participado como experto en numerosas comisiones parlamentarias. Se le considera un pionero en la investigación sobre la violencia de género. Entre sus obras figuran títulos destacados como \’Mi marido me pega lo normal\’ (2001) o \’El rompecabezas. Anatomía del maltratador\’ (2004).
Pues por mi experiencia como médico forense. Tenía nociones sobre lo que se denomina \’violencia familiar\’, cuando no había una diferenciación de lo que era la violencia contra las mujeres.
Y, al empezar a trabajar como médico forense en el año 88, empecé a ver los casos de violencia de género y en aquella época la situación era terrible. Es decir, si ahora todavía cuesta trabajo que una mujer denuncie la violencia, en el año 88 era una situación terrible. Y lo que me llamó la atención es que, a diferencias de otras víctimas que sufrían otro tipo de agresiones, en lugar de mantener una actitud reivindicativa, hacían todo lo contrario.
Ellas acudían temerosas, inseguras, con muchas dudas y defendían a sus parejas asegurando que era muy buen hombre y muy buen padre «Sólo que conmigo, a veces, la toma conmigo».
De hecho, fueron muchas las mujeres que dijeron la famosa frase de «Mi marido me pega lo normal» . Y fue eso lo que a mí me produjo una pequeña agitación personal y científica, que fue lo que me llevó a investigar qué características había alrededor de estos casos.
¿Cuál sería, a su juicio, una manera de detectar un caso de violencia de género?
No hay una manifestación única. En medicina siempre se dice que no existen las enfermedades, sino los enfermos un poco para tratar de destacar que según el paciente se manifiesta de una manera diferente.
Pero, en general, son mujeres que empiezan a estar más aisladas. Hay un cambio dinámica habitual. Empiezan a ser más retraídas, a tener menos contacto con las fuentes de apoyo externo: familia, amigos y compañeros de trabajo.
Y eso es producto de la actitud que muestra el agresor, de aislar a la mujer y de responsabilizar al entorno de los problemas que ellos tienen en la pareja.
¿Existe el perfil del maltratador?
Yo siempre dicho que el maltratador tiene un perfil con tres características: hombre, varón y de sexo masculino.
Es decir, no hay perfil porque es un producto de las referencias culturales que los hombres deciden utilizar para construir un proceso de dominio, de control, de tranquilidad para ellos, puesto que imponen sus criterios sobre el recurso a la violencia.
Es algo individual. Lo que significa que cualquier hombre puede ser un maltratador si él decide seguir ese camino y esas pautas de las que hablamos.
En el año 2009, todas las comunidades autónomas contarán con pulseras electrónicas para localizar a los maltratadores. ¿Cree que servirá de algo esta medida?
Sí. Ninguna medida es la panacea para resolver el problema pero completan el resto de medidas que se tienen que poner en marcha.
Todo lo que sea un mecanismo de control del agresor cuando exista un riesgo elevado facilita el mantener un contexto de seguridad en el cual los diferentes elementos contribuyen a mantener esa protección.
Y, evidentemente, un elemento electrónico de control vía GPS genera una mayor seguridad.
Es el autor del libro \’Mi marido me pega lo normal\’. ¿Cómo fue la experiencia de tener enfrente a una mujer confesando tal atrocidad?
Me quedé desubicado al pensar cómo podían estar así las relaciones de pareja. Y cómo la sociedad puede llegar a normalizar la violencia. La sociedad puede llegar a normalizar la violencia.
Es muy importante que seamos conscientes de esa grave realidad para ponerle solución. Todo lo demás es construir un edificio sólido con pies de barro.
Y es que estamos fallando en lo básico, en el lugar en el que empezamos a socializarnos, en el lugar donde empieza a marcarse lo que es ser hombre y lo que es ser mujer. Estamos introduciendo elementos totalmente contrarios a aquellos que luego reivindicamos como valores superiores. Y ahí es donde hay que seguir trabajando para reconocer que está mal y que, por lo tanto, tenemos que modificar esas referencias.
No ha acabado el año y ya han sido asesinadas 58 mujeres. ¿Cuál sería la solución definitiva para acabar con esta lacra?
El cambio cultural. Es decir, no puede ser todavía hoy el porcentaje de población que considera que la violencia hacia la mujer es un problema sea el 2,7%.
Esto complica la solución. Porque el cambio sólo puede producirse con una transformación de la población ya que no hay ninguna medida ni ningún instrumento que pueda evitar la violencia de género.
En otras ocasiones ha reconocido ser bastante pesimista con este tema. E, incluso, ha asegurado que este momento » 30 o 40 hombres están pensando en matar a su mujer». ¿Lo sigue pensando?
Sí, conforme vamos avanzando el año el número va disminuyendo, pero tenemos que ser conscientes de esa realidad.
Ahora mismo hay hombres que están pensando seriamente en acabar con la vida de sus mujeres. Hay hombres pensando en acabar con la vida de sus mujeres.
Y lo están haciendo, simplemente, porque ellos se sienten menospreciados, cuestionados o no están dispuestos a aceptar la decisión que pueda tomar su mujer.
La violencia machista ha existido siempre. ¿Por qué se ha tomado conciencia ahora?
Porque se visualizó, porque como dices ha existido siempre pero se justificaba, se entendía como algo normal y apenas contaban con castigos.
La cuestión pasó un poco por ser conscientes de que la presencia histórica de la violencia de género ha hecho que se vaya normalizando, por lo que la manera de acabar con ella sea cuestionándola.
El caso de Ana Orantes, en el año 1997, sirvió para romper esa especie de urna que no permitía ver lo que había detrás de este problema. De repente, los medios de comunicación (porque la sociedad está siguiendo una línea progresiva) cambiaron completamente el foco y se pusieron a mirar qué estaba pasando en todos estos casos.
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