– Los asentamientos de rumanos crecen en tiempo récord y ya acogen a unos 200
La Chana, Ogíjares y los terrenos del PTS agrupan en edificios vacíos y sin condiciones básicas de habitabilidad a unos 15 clanes.
No son nuevos, pero cada vez son más. Las familias de rumanos gitanos incrementaron su presencia en Granada, al igual que en otras provincias españolas, a partir de 2002. La libertad que desde aquel año tenían para circular con libertad en el Espacio Schengen impulsó una fuerte emigración de los clanes romaníes. Ahora, el anuncio de Italia de expulsar a los rumanos por motivos de seguridad ha provocado lo que puede denominarse efecto Prodi. O sea, un seísmo en las raíces del nomadismo de estas familias que experimenta ahora un resurgir. Granada, en la actualidad, refleja las consecuencias de este fenómeno, que afecta a toda España. Esto es: el aumento de los asentamientos marginales en muy poco tiempo.
Al margen de las familias rumanas que ya llevan años integradas en barrios marginales de la periferia de la capital, como Almanjáyar, los asentamientos de rumanos en edificios abandonados ubicados en el extrarradio se ha convertido en una alternativa más, que crece cada día mucho y rápido. Hace cuatro años, las autoridades municipales conocían un asentamiento de este tipo, ocupado de forma permanente por unas 14 personas, aunque en periodos cortos de tiempo llegaban a sumar más de 30 por la visita de parientes. Hoy el alojamiento improvisado en fábricas, cortijos y casas abandonadas y en ruina en los alrededores de Granada se ha convertido en el hogar de unos 200 gitanos rumanos. La Policía Local de Granada conoce tres de ellos en la actualidad. Los grupos asentados en el cortijo abandonado del PTS, otro clan instalado en una casa en ruinas de la carretera de Ogíjares y todos los que se han sumado a la familia de rumanos que vive hace cuatro años en una casa ubicada en La Chana, junto a las vías del tren. En los tres casos, a los que se suman ocupaciones menores en casas abandonadas y dispersas, viven sin luz ni agua corriente y en condiciones de higiene ínfimas.
Su arraigada cultura, que los define por su forma peculiar de entender el trabajo, su sentido extenso de la familia y hasta la forma de vestir -toda una seña de identidad-, no pasa desapercibida. En algunos autóctonos crean un rechazo directo. A otros, la mayoría, no les incomoda su presencia mientras no molesten. Pero más allá de esto, este incremento notable de núcleos marcados por la marginalidad plantea un reto para las administraciones. La ocupación de inmuebles que tarde o temprano son reclamados por sus legítimos propietarios pone de manifiesto las dificultades para el realojo. ¿Viviendas sociales de bajo alquiler para realojar a todos? ¿Expulsión y desalojo para que se busquen nueva ubicación? ¿Alojamientos provisionales en campamentos? Las administraciones granadinas aún no han encontrado la respuesta. Y tampoco se ha abordado el asunto de forma global.
Voces y soluciones
José Chamizo, Defensor del Pueblo andaluz ha advertido que en este caso hay «malentendidos sobre competencias» entre Junta y Ayuntamiento. El Defensor del Ciudadano de Granada, Melchor Sáiz-Pardo apuntó en la misma dirección al decir que «sin compromiso de las tres administraciones» no habrá solución a este problema que ahora crece.
Se ha visto en los últimos días con el caso de las seis familias (cada una cuenta entre 5 y 10 miembros) que habitan el cortijo Nuevo o de Las Angustias, junto al Parque Tecnológico de la Salud (PTS). Ahora están de actualidad debido al inminente desalojo del que van a ser objeto. Lo promovió el Ayuntamiento: cedió el suelo al PTS y éste reclama ahora los terrenos para su ampliación. Y las soluciones están aún por llegar.
En Cortijo Nuevo, según relató a IDEAL uno de los inquilinos erigido como portavoz del grupo, vivía una familia, la más antigua, hacía años. Ahora, el número de personas que pernoctan en este lugar supera en ocasiones las 40. Seis familias, como mínimo. Hace unos meses, se alojó a dos grupos en dos viviendas sociales en las que el alquiler a pagar no alcanza los 40 euros. Pero no fue suficiente. Porque pasan los días y el número de grupos crece, como el rabo de lagartija que vuelve a crecer aunque sea cortado. ¿Por qué se trata de cifras tan fluctuantes?
Familia extensible
Algunos vienen de paso, como apunta el citado portavoz. «Si van de viaje y pasan por aquí necesitan un techo y nos lo piden, tenemos que dejar que estén aquí», apunta. Pero lo cierto es que la familia crece y muchos se quedan.
La razón del crecimiento de los asentamientos se debe a la tradición y la forma de entender la vida de los gitanos rumanos. Juan F. Gamella, profesor de la Universidad de Granada, ha elaborado a raíz uno de los pocos estudios sobre la inmigración de estos peculiares grupos que existen en España. En él explica que «el núcleo central de convivencia suele ser un hogar conyugal centrado en torno a una pareja, a menudo extendido o con capacidad de extenderse y acoger a parientes descolgados o típicamente a un hijo casado e incluso a paisanos o vecinos o amigos que provienen directamente de Rumanía o de otros de los otros muchos enclaves donde se haya extendido la red familiar», explica. Y añade: «Hay familias pioneras que se instalaron en Granada en 1999. Ellas fueron ayudando a otras familias que fueron llegando después».
Es lo que sucede en el Cortijo Nuevo o de Las Angustias. Y en el resto de asentamientos Una situación que se mantiene controlada pero que no encuentra solución en cuanto se produce un choque entre su modo de vida y el del resto de la sociedad.
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