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Los contratos laborales aún no cubren a todos los doctorandos

– Los contratos laborales aún no cubren a todos los doctorandos.

Muchos becarios no cotizan ni tienen derecho a paro pese al estatuto del 2006.La financiación de proyectos se utiliza en la práctica para hacer tesis doctorales.

Unos 300.000 nuevos investigadores en el 2010. Cuando la Unión Europea se planteó este objetivo para no perder la carrera de la competitividad –la llamada Estrategia de Lisboa del 2000–, recomendó a los estados miembros que se dignificara la carrera investigadora desde su inicio. España ha hecho oídos sordos. Los estatutos del becario promovidos por los gobiernos del PP y el PSOE no han impedido que universidades y fundaciones convoquen becas predoctorales que no llegan a 1.000 euros mensuales ni a un año de duración, no cotizan a la Seguridad Social ni tienen derecho a paro.

Hasta hace unos meses, Ana López era doctoranda en Bellas Artes de la Universidad de Granada, donde estudiaba los manuscritos de Al Andalus, juntando becas y contratos de seis meses cada uno. Me pagaban una beca de 900 euros al mes que tenía que renovar cada seis meses. Tras la tercera renovación, me quedé cuatro meses sin beca y finalmente me contrataron: las tasas las sacaron del sueldo y pasé a cobrar 700 euros. Ahora está contratada por la Biblioteca Nacional de París.

Una becaria doctoranda en Biología que prefiere permanecer en el anonimato se pregunta: ¿Qué sería de mí si tuviera un accidente con productos peligrosos o si me quedara embarazada? ¿Cómo pagaré el piso tras defender la tesis?.

INVESTIGAR ES TRABAJAR Los jóvenes investigadores participan en el 90% de las publicaciones científicas españolas, según Elena Piñero, presidenta de una asociación de doctorandos. Sin embargo, un artículo publicado en la revista Nature en octubre subrayaba que raramente España proporciona fondos suficientes a sus doctorandos.

´Investigar es trabajar´, dijo José Luis Rodríguez Zapatero en la última campaña electoral. Sin embargo, el Estatuto del Personal Investigador en Formación (EPIF), aprobado por su Gobierno en el 2006, fue una decepción, explica Marc Heymann, doctorando en Criptografía. Según el EPIF, solo los dos últimos años de doctorado tienen que estar cubiertos por contrato e incluso esta obligación se puede obviar. Se siguen convocando becas que no prevén el paso al contrato. Entre las más recientes, las de Caja Madrid, de las fundaciones Empresa-Universidad de Navarra, Campollano y Parque Científico de Albacete, del CSIC Bancaja y de las Cortes Generales.

Pero la situación más anómala es la de las becas a cargo de proyecto. Universidades e investigadores convocan becas para doctorados, obviando el EPIF con la excusa de que sirven para proyectos puntuales, explica Piñero. En muchísimos grupos hay investigadores en esta situación. Josep Benito, doctorando a cargo un proyecto que estudia los efectos ecológicos de la contaminación del embalse de Flix (Tarragona), agrega: Aunque solo estuviéramos desarrollando un proyecto, ¿no sería un trabajo digno de contrato ?

EMPLEADOS BARATOS Los investigadores son pesimistas respecto del futuro. Los becarios son trabajadores baratos especialmente atractivos por las empresas privadas que participan en la investigación, comenta Laia Ribas, doctora en Biología que investiga un virus que extermina las ranas. La convergencia europea, con la aparición del máster entre la licenciatura y el doctorado, difuminará más el inicio de la investigación profesional, agrega Piñero. David González, doctorando en Química, resume: La investigación no progresa fichando a científicos estrella, sino invirtiendo en jóvenes capaces de generar ideas.

Y es que los problemas también se presentan cuando terminan el periodo de doctorando, ya que a pesar de tener el título muchos no encuentran trabajo, como señala Laia Bosch, bioquímica: No es nada fácil que alguien te contrate después. Por eso algunos optan por seguir becado, pero en otro país, aunque tampoco es sencillo. El estado te da una beca para irte al extranjero, pero se desentiende de ti, se queja la bióloga Anna Rossell.
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