Seminario periodistas por el Día Nacional de la Epilepsia

– Seminario periodistas por el Día Nacional de la Epilepsia.

Pfizer ha celebrado un Curso sobre Epilepsia. María Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicología Experimental y Fisiológia del Comportamiento de la Universidad de Granada; Francisca Lozano, presidenta dela Federación Española de Epilepsia; y Antonio Gil-Nagel Rein, neurólogo del Ruber Internacional; se reunieron con un grupo de periodistas para hablar del tratamiento de esta enfermedad, de los avances que se han producido en los últimos años y, sobre todo, de lo que epilepsia significa para quienes la padecen.

Vivir con epilepsia no es fácil, al menos, eso se desprende de quienes tienen que hacer y de sus familiares. María Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicología Experimental y Fisiológia del Comportamiento de la Universidad de Granada, apunta a la necesidad de equipos multidisciplinares que asistan al Paciente epiléptico y trabajen con sus familiares para conseguir un mejor ajuste de éstos a la enfermedad y prevenir la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. El diagnóstico de esta enfermedad tiene un fuerte impacto psicoemocional, especialmente en los padres cuando se les detecta a sus hijos.

María Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicología Experimental y Fisiológia del Comportamiento de la Universidad de Granada

Francisca Lozano, presidenta de la Federación Española de Epilepsia

Por eso, no sólo la medicina parece ser la solución, desdela Federación Española de la Epilepsia se está apoyando y colaborando con todas las asociaciones que hay distribuidas por toda España, apunta Francisca Lozano, presidenta dela Federación Española de Epilepsia, y así conseguir que el estigma social que hay entorno a la epilepsia desaparezca, mejorando la calidad de vida de los afectados, facilitando su acceso al mundo laboral y apoyando para que puedan ejercer sus derechos con absoluta libertad.

A pesar de que la epilepsia tiene tratamiento y se puede controlar en más del 70% de los casos, los últimos datos disponibles en España indican que el 23% de los Pacientes sufren crisis no controladas. Pero no todo es valorar el control, también hay que considerar otros aspectos que influyen en la calidad de vida: el estado de ánimo, la adaptación social y los efectos adversos de los medicamentos antiepilépticos, explica el Doctor Antonio Gil-Nagel Rein, neurólogo del Ruber Internacional.

Antonio Gil-Nagel Rein, neurólogo del Ruber Internacional

Las limitaciones de un Paciente pueden no afectar a su calidad de vida, pero algunos tienen problemas psicológicos, especialmente cuando además son portadores de determinados factores de riesgo que dependen de la propia enfermedad. En definitiva, hay que conseguir una mejora en la calidad de vida del paciente y de las personas que le rodean, concluyela Doctora Espinosa.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define esta enfermedad, que afecta en nuestro país a unas 400.000 personas y cada año se incrementa en 20.000 casos más, como la afección crónica producida por diferentes etiologías, caracterizada por la repetición de crisis debidas a una descarga excesiva de las neuronas cerebrales (crisis epiléptica) asociadas eventualmente a síntomas clínicos o paraclínicos. Por tanto, esta patología es consecuencia de la descarga excesiva de neurotrasmisores, provoca crisis inesperadas, sorpresivas, espontáneas y recidivantes.
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Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz

– Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz.

El médico forense e investigador de la Universidad de Granada Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicarí­a de una manera cientí­fica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turí­n, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un dí­a envolvió no estaba muerta.

Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugí­a y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 dí­as, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como serí­a por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí­ hay signos de vitalidad, tales como las caracterí­sticas de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí­, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.

El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discí­pulos, que pudieron interpretar que habí­a vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.

Sin ataques

Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús habí­a resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volverí­amos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.

Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones cientí­ficas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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Vírgenes

– Vírgenes
JUAN ANTONIO AGUILERA MOCHÓN/PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

¿NO es de lo más chocante que se discuta tanto acerca del celibato de los curas sin que a casi nadie se le pase por la cabeza el de las monjas? No se trata de elucubrar sobre el sexo de los ángeles, pues es evidente que las monjas sí lo tienen, pero aún hoy parece tan inexistente como el de aquellos supuestos seres celestiales. (Y cuando se descubre su sexo, demasiado a menudo es para violarlo, a veces por hombres que también han hecho juramento de castidad).

Es evidente que, en la Iglesia católica, estas mujeres consagradas a Dios están muy lejos de las prerrogativas de los hombres consagrados a Dios. A ellas apenas se las escucha más que hablando de repostería, pero de todas formas es muy improbable que ninguna reivindique, y menos públicamente, el derecho y la conveniencia del sexo. Supongo que quienes deciden meterse a monjas ya han interiorizado una educación religiosa en la que la represión del sexo es primordial especialmente para las mujeres.

Sabemos que la Iglesia considera el sexo como pecado salvo cuando se practica como medio para la procreación. Esta condena mórbida ha hecho un daño difícil de estimar, pero sin duda ha sido mayor entre las mujeres. Seguramente casi todos tenemos entre las mujeres próximas (empezando por las de la familia: madre, tías, abuelas) ejemplos de personas que han vivido una vida peor (que han pasado a peor vida, podríamos decir) por esa causa, y a menudo sin conciencia de ello. El nacional-catolicismo franquista también fue criminal por esta masacre sexual ejercida sobre la población, en especial sobre la femenina.

El principal símbolo de la represión sexual específicamente femenina lo tenemos en la Virgen, en las Vírgenes. El catecismo vigente de la Iglesia católica sigue presentándonos a la madre de Jesús como la «segunda Eva» que redimió a la mujer del comportamiento nefasto de la Eva original, la primera mujer sobre la Tierra, la desobediente con hambre de conocimiento. Y, junto a la sumisión, la característica más reseñable de esta segunda Eva, hasta el punto de darle nombre, es la virginidad: María, dócil, quedó embarazada y parió a Jesús siendo virgen, se afirma en el Catecismo. Esta visión virginal de la madre de Dios tuvo un éxito popular enorme, quizás en parte porque es un mito edificado sobre ancestrales y extendidos mitos matriarcales. Y, unido a las necesidades de diferenciación local, dio lugar a miles de advocaciones que son visiones diversas de la misma persona: la Virgen del Rocío, la de las Angustias, la de la Misericordia, etc., etc. A cual más milagrosa. A cual devoción más apasionada, más fervor popular.

Me he referido a la Virgen como un mito, lo que quizás requiera una breve explicación. Para empezar, es un mito porque datos históricos serios sobre la madre de Jesús sencillamente no existen. E, incluso para quien otorgue a los Evangelios un alto valor histórico, le será difícil sostener sobre ellos lo que dice el Catecismo vigente: «la virginidad real y perpetua» de María. En segundo lugar, parece claro que, como otros mitos cristianos, el de María se gestó sobre mitos paganos anteriores. Por otro lado, las personas con cierta cultura científica lo saben, aunque generalmente prefieran no decirlo: evidentemente, la madre de Jesús (la nueva Eva) no fue virgen. Y, no menos evidentemente, Eva no existió, es otro mito. Por fin, que se haya comprobado con rigor científico, ninguna Virgen (y ningún otro ser) ha hecho un milagro. En resumen: no sabemos nada relevante de la madre de Jesús (no podemos decir siquiera que era «buena» ni que era «mala»), pero sí sabemos que no era virgen y que no ha hecho milagros. Y que con su mito (sostenido por los rasgos positivos de un amor específicamente femenino, maternal) se ha hecho un daño formidable a millones de personas, sobre todo a las mujeres. Ha servido para violar su autonomía y su percepción de la realidad, para enemistarse con su propio e «impuro» cuerpo… para hacerlas menos felices o más desgraciadas. Me parece, en definitiva, un símbolo ominoso, que merece el rechazo de quienes anhelan la emancipación femenina, la emancipación humana. Mi alegato contra las Vírgenes no es producto de una antipatía irracional, sino fruto de una defensa apasionada de los derechos humanos: los derechos sexuales y los derechos femeninos en particular. Las mujeres educadas bajo el influjo de ese símbolo virginal suelen casarse con un vestido blanco, sin la más mínima conciencia de que eso suponga una sumisión, una humillación respecto a la pareja masculina. Por el contrario, lo hacen a menudo con una ilusión enorme, alimentada desde la infancia. Ya a las niñas se las viste de pre-novias (hasta lo cantaba Juanito Valderrama: «lo mismito que una novia») virginales en las primeras comuniones, que son un punto álgido en el adoctrinamiento infantil católico. Precisamente merece un rechazo especial la perpetuación de ese perverso mito irracional (junto a otros relacionados) quizás de la única manera posible: a través de la educación infantil. Lo que es aún más grave: de la educación infantil pública, mediante las clases de Religión.

Sin embargo, es claro que las Vírgenes gozan de gran devoción popular. Contra esto no puedo más que mostrar mi razonado desagrado: ni quiero ni puedo pedir que desaparezca. Tampoco pido que un Ayuntamiento o cualquier otra instancia pública proclame o apoye ideas, afectos y desafectos como los aquí expuestos, por muy argumentados que estén: no deben hacerlo. Como tampoco deben las administraciones y sus representantes -como tales- participar en las devociones marianas ni en otras similares. Que un Ayuntamiento participe en la coronación de una Virgen, que salga en procesiones, que una Virgen sea la patrona de una ciudad, que el Ejército rinda honores a otra, Todo esto es incompatible con un Estado aconfesional. Es decir, cada vez que se hace algo de esto (aunque la mayoría lo apoye), se está actuando contra la Constitución y se están vulnerando derechos fundamentales de los ciudadanos.

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Jesucristo no murió en la Cruz

– Jesucristo no murió en la Cruz.

El médico forense e investigador de la Universidad de Granada Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicarí­a de una manera cientí­fica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turí­n, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un dí­a envolvió no estaba muerta.

Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugí­a y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 dí­as, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como serí­a por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí­ hay signos de vitalidad, tales como las caracterí­sticas de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí­, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.

El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discí­pulos, que pudieron interpretar que habí­a vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.

Sin ataques

Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús habí­a resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volverí­amos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.

Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones cientí­ficas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz

– Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz.

El médico forense e investigador de la Universidad de Granada Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicarí­a de una manera cientí­fica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turí­n, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un dí­a envolvió no estaba muerta.

Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugí­a y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 dí­as, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como serí­a por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí­ hay signos de vitalidad, tales como las caracterí­sticas de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí­, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.

El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discí­pulos, que pudieron interpretar que habí­a vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.

Sin ataques

Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús habí­a resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volverí­amos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.

Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones cientí­ficas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz

– Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz.

El médico forense e investigador de la Universidad de Granada Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicarí­a de una manera cientí­fica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turí­n, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un dí­a envolvió no estaba muerta.

Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugí­a y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 dí­as, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como serí­a por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí­ hay signos de vitalidad, tales como las caracterí­sticas de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí­, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.

El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discí­pulos, que pudieron interpretar que habí­a vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.

Sin ataques

Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús habí­a resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volverí­amos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.

Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones cientí­ficas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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Un forense español sostiene que Jesús no murió en la cruz

– Un forense español sostiene que Jesús no murió en la cruz
Miguel Lorente concluye que sólo sufrió un coma superficial, lo que explicaría científicamente la resurrección

El médico forense español Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicaría de una manera científica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turín, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un día envolvió no estaba muerta.

Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugía y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 días, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como sería por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí hay signos de vitalidad, tales como las características de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.

El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discípulos, que pudieron interpretar que había vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.

Sin ataques

Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús había resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volveríamos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.

Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones científicas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz

– Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz.

El médico forense e investigador de la Universidad de Granada Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicarí­a de una manera cientí­fica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turí­n, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un dí­a envolvió no estaba muerta.

Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugí­a y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 dí­as, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como serí­a por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí­ hay signos de vitalidad, tales como las caracterí­sticas de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí­, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.

El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discí­pulos, que pudieron interpretar que habí­a vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.

Sin ataques

Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús habí­a resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volverí­amos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.

Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones cientí­ficas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz

– Un profesor de la Universidad de Granada sostiene que Jesucristo no murió en la Cruz.

El médico forense e investigador de la Universidad de Granada Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicarí­a de una manera cientí­fica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turí­n, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un dí­a envolvió no estaba muerta.

Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugí­a y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 dí­as, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como serí­a por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí­ hay signos de vitalidad, tales como las caracterí­sticas de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí­, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.

El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discí­pulos, que pudieron interpretar que habí­a vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.

Sin ataques

Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús habí­a resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volverí­amos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.

Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones cientí­ficas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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Un forense sostiene que Jesús no murió en la cruz sino que entre en coma

– Un forense sostiene que Jesús no murió en la cruz sino que entró en coma.

El m?dico forense espa?ol Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no muri? durante la crucifixi?n sino que simplemente cay? en un coma superficial, lo que explicar?a de una manera cient?fica lo que se tom? por su resurrecci?n. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acci?n del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la S?bana Santa de Tur?n, de la que no s?lo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un d?a envolvi? no estaba muerta.

Lorente, que trabaj? durante dos a?os en el Centro de Investigaci?n y Formaci?n Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirug?a y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jes?s la defiende y explica en el libro 42 d?as, an?lisis forense de la crucifixi?n y la resurrecci?n de Jesucristo, editado por Aguilar. Seg?n su an?lisis, en la S?bana Santa no hay signos de muerte, como ser?a por ejemplo la rigidez cadav?rica, y s? hay signos de vitalidad, tales como las caracter?sticas de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracci?n del co?gulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licu?, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.

Encontrar signos de vitalidad en la S?bana Santa le lleva a concluir que Jes?s no muri? en la cruz y que sobrevivi?, eso s?, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al G?lgota y la lanza con la que un centuri?n le atraves? el t?rax una vez crucificado. Por la posici?n de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clav? de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el t?rax, con lo que se expandi? y se evit? la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones m?s graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleci? en la cruz, sino que cay? en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.

El an?lisis de Lorente a?ade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posici?n horizontal facilit? su recuperaci?n, porque la sangre volvi? a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curaci?n tambi?n ayud? el lavado posterior del cuerpo y los efectos terap?uticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipir?ticos, entre otros.

Lorente defiende que no hay contradicci?n entre los hechos hist?ricos seg?n su tesis y la idea de la resurrecci?n defendida por el cristianismo.
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Exposción en Granada

– Exposción en Granada

La UGR rinde homenaje a Elena Martín Vivaldi con una exposición en la Biblioteca del Hospital Real.

Reflejos de un asombro, un homenaje a la poeta granadina en el centenario de su nacimiento. La exposición muestra documentos personales, fotografías, correspondencia, manuscritos, etc., así como la totalidad de su bibliografía

El próximo lunes, día 28 de mayo, a las 13 h. en la Biblioteca del Hospital Real, el profesor David Aguilar Peña, Rector de la Universidad de Granada y Presidente de la Comisión para el Centenario del nacimiento de Elena Martín Vivaldi, inaugurará la exposición Reflejos de un asombro, un homenaje a la poeta granadina cuando se cumplen cien años de su nacimiento.

La exposición
La exposición, a cuya inauguración asistirá también la Vicerrectora de Extensión Universitaria y Cooperación al Desarrollo de la UGR, la profesora María José Osorio Pérez, ha sido elaborada a partir de documentos personales, fotografías, correspondencia, manuscritos, etc. de la propia Elena.

Además, la exposición comprende la totalidad de su bibliografía, incluyendo sus libros y las antologías en las que participó, así como una selección de muchos homenajes que otros artistas le dedicaron.

Una selección de las distinciones honoríficas que le fueron concedidas en vida y dos pantallas de ordenador en las que se puede ver la imagen y escuchar la voz de Elena Martín Vivaldi recitando sus versos, completan la exposición, que permanecerá abierta, en horario de 8,30 a 20 h., hasta el próximo mes de septiembre.

Con motivo de esta exposición se ha editado un catálogo que estará disponible para el público asistente al acto de inauguración.
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«En la Sábana Santa hay indicios de vitalidad en el cuerpo de Cristo»

– En la Sábana Santa hay indicios de vitalidad en el cuerpo de Cristo

* La Sábana Santa de Turín demuestra que en el cuerpo no existía rigidez cadavérica.
* Habla de resurrección biológica.
* Para el doctor no existe contradicción entre fenómeno histórico y fe.

Miguel Lorente, médico forense y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada ha levantado una gran polémica con la publicación de su libro 42 Días. Análisis forense de la crucifixión y la resurrección, presentado el pasado viernes, en el que mantiene la tesis de que Jesúcristo no murió en la cruz sino que permaneció en un extraño coma durante tres días.

En su libro, el médico, de 44 años, asegura que al descolgarle de la cruz y tumbarle después en el suelo, el cuerpo de Jesucristo pudo tener efectos al distribuirse mejor la sangre y facilitarse los mecanismos respiratorios.
¿Se puede hacer un análisis forense 2.000 años después y sin cadáver?

Sí. No será completo porque faltan elementos, pero siguiendo la estructura del análisis forense y criminalístico podemos analizar elementos físicos de la época y verificar su autenticidad. Por ejemplo, la presencia en la Sábana Santa de restos de polen de Jerusalén de la época en que vivió Jesús.
La Sábana Santa de Turín no muestra señales, según Lorente, de rigidez cadavérica
¿Qué elementos sostienen su teoría?
En la Sábana Santa hay indicios de vitalidad en el cuerpo de Cristo. Los restos de sangre indican que existía coagulación, algo imposible en un cadáver. Asimismo, la imagen dibujada en el sudario muestra una hipertonía muscular que no se corresponde con la rigidez cadavérica. Las contracturas en diferentes partes del cuerpo pudieron deberse al shock traumático provocado por la pasión y la crucifixión.

De ahí el coma. ¿Qué pasó después?
Los restos del sudario muestran que el cuerpo fue lavado según la tradición judía, con mirra y aloe. Es probable que quienes se encargaron del cuerpo percibieran signos de vida y cuidaran de Cristo hasta que despertó. La falta de conocimientos científicos de la época hizo que se explicara el fenómeno como la resurrección al tercer día.

¿Ha derribado la ciencia un dogma de fe?
No pretendo ir en contra de la fe sino explicar una situación extraordinaria para la época. Ciencia y fe son dos planos distintos que no deben mezclarse. La ciencia no va a desbancar ninguna creencia y la fe no debe basarse en elementos materiales para demostrar sus dogmas.

No pretendo ir en contra de la fe sino explicar una situación extraordinaria para la época.
¿Le han llamado ya del Vaticano o de la Conferencia Episcopal?

De momento no porque es pronto. Posiblemente alguien verá la polémica en mi libro, aunque nunca lo he pretendido. Entiendo que tiene un titular difícil porque la materia que analiza es muy sensible. Sin embargo, es posible compatibilizar los dos planos de los que hablaba antes.

¿Es usted creyente?
Sí. Fui criado en la fe católica y aunque soy crítico con algunas cosas de la Iglesia, aún queda el sentimiento profundo; eso sí, sin la imagen de Dios como el señor de la barba blanca. Es bueno criticar lo que uno comparte.
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