Ayala y los prestos.
EL adjetivo presto determina, según el Diccionario de la Lengua Española, lo diligente, lo que es ligero en la ejecución de algo. Y acaso designa a quien se apresura a estar en el lugar apropiado, en el momento preciso. Justo lo contrario de lo que durante su vida hizo Francisco Ayala, a juzgar por las palabras del catedrático de Lingüística General y Teoría de la Literatura Antonio Sánchez Trigueros que fue el encargado de presentar, la semana pasada en el Palacete de Alcázar Genil, el libro El pensamiento vivo de Francisco Ayala obra del también catedrático de la misma disciplina, Antonio Chicharro.
Se refería así Sánchez Trigueros, en su intervención, al talante del escritor granadino a quien en estos meses se rinde homenaje al tiempo que se ha inaugurado la Fundación que lleva su nombre, con sede en el Palacete de Alcázar de Genil, en Granada. Según Sánchez Trigueros, Ayala nunca se preocupó por promocionar su obra, ni su carrera, ni su persona. Jamás hizo llamadas para que se le incluyera en tal o cual actividad. Nunca anheló notoriedad. Dedicó su vida a escribir y a enseñar.
Sánchez Trigueros se remontó en su alocución a 1977, año en que desde su departamento de Teoría de la Literatura de la Universidad de Granada se dieron los primeros pasos para vindicar la figura y la obra del escritor granadino que acaba de cumplir 101 años. En este trance, el catedrático hizo referencia a los cursos, congresos, líneas de investigación y otras actividades que desde este departamento se pusieron en marcha en unas fechas en que esta labor era pionera y abría las puertas de lo que ya hoy es una realidad cultural: la Fundación Ayala, y el homenaje nacional que en estos meses se tributa al escritor e intelectual granadino.
Entretanto, los prestos, como suelen, han surgido como hongos, para protagonizar, también, esta celebración, y para proclamar al viento unas bondades que otros descubrieron en sus trabajos de investigación. Pero esa es una constante entre los buscavidas de la notoriedad, no sólo en el ámbito de las letras, sino en cualesquiera de las disciplinas del saber y del imitar. Tanto es así que estos pródigos prestos terminan por acaparar, a derecha e izquierda, el centro de atención y de gestión de todo acontecimiento cultural, armados como están de la prosita ditirámbica que unos a otros se dedican, como si de intercambiar cromos se tratara.
Pero de esto no quiso hablar el profesor Sánchez Trigueros. Él fue tan elegante como lo es el caballero que cede el paso a la dama, aun a sabiendas de que la dama es boba y se oculta tras un perilustre disfraz.
La labor de Francisco Ayala como crítico: «Ayala crítico y crítico de la crítica», tal y como lo define Antonio Chicharro en un capítulo de su libro El pensamiento vivo de Francisco Ayala fue uno de los aspectos destacados por Sánchez Trigueros en la presentación de este volumen singular, pues fue éste, el de la crítica, un ámbito descubierto y ampliamente tratado en sus trabajos por el autor del libro, Antonio Chicharro, quien asegura que Ayala: «Ha intentado siempre comprender y hacer comprender el mundo que le rodea, incluido el ejemplar mundo literario y crítico literario, por supuesto, eligiendo en todo momento la forma más conveniente de hacerlo para ver logrado su claro propósito de raíz ética. Ayala, pues, se sitúa de principio frente al espectáculo del mundo e intenta explicarse y explicar lo que ve, esto es, persigue dar su razón del mundo, que no es sino variante de la orteguiana razón narrativa. Su obra toda, por tanto, es consecuencia de esta tensión intelectual que lleva a comprender y hacer comprender la realidad».
El profesor Chicharro se sirve de parte del título del trabajo de Ayala El pensamiento vivo de Saavedra Fajardo para dar nombre a su libro El pensamiento vivo de Francisco Ayala, con el que da fe de la vigencia intelectual, sociológica y literaria de la obra del autor de Muertes de perro. El libro, ilustrado expresamente en su portada con una pintura realizada por la madre de Francisco Ayala, Luz García-Duarte, con el título Nuestro jardín, es un compendio de los trabajos de investigación de Antonio Chicharro en los distintos campos ayalianos de la narrativa, la sociología y el arte, y la teoría y crítica literarias. Además, Antonio Chicharro dedica el primer capítulo de este libro al escritor y su tiempo: escritura y compromiso, las letras periodísticas, o Ayala en sus voces y en sus ecos. En palabras del profesor Chicharro, Francisco Ayala es «un visionario». Y el gran intelectual español del siglo XX. Por eso, afirma, su pensamiento «es imprescindible e insoslayable para comprender nuestro tiempo y nuestra propia realidad histórica y cultural, amén de para comprender la propia obra literaria de nuestro escritor, claro está».
En este libro, cuya presentación en el Palacete de Alcázar de Genil supone el primer acto oficial de la Fundación Francisco Ayala, se resumen parte de 20 años de trabajos de investigación del profesor Antonio Chicharro. Y en sus páginas -que se abren con la premonitoria visión un jardín íntimo en el que una mujer, autorretrato de la propia madre de Ayala, Luz García-Duarte, lee un libro sentada plácidamente- recalan el pensamiento lúcido y la escritura viva de un intelectual que aun hoy, a sus traspasado el umbral de un siglo, se muestra crítico con la sociedad que le rodea y tan visionario como lo fue en sus años de juventud.
El libro de Antonio Chicharro -Sánchez Trigueros y el propio Antonio Chicharro son acaso los más destacados especialistas de Ayala en la Universidad granadina- es una ventana abierta a la comprensión de la obra ayaliana, pero también un retrato vital del personaje a través de su interpretación de la realidad. Es, sí, lúcida, la obra del escritor centenario. Pero no es menos luminoso el libro El pensamiento vivo de Francisco Ayala, con el que el profesor baezano nos sitúa en las entrañas de ese universo visionario del sociólogo y escritor que acaba de cumplir 101 años.
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