Las lecturas de Elena Martín Vivaldi.
CON el sugestivo título de Las lecturas de Elena Martín Vivaldi ha logrado Cristina Peregrín Pardo, sobrina de don Emilio Orozco, confeccionar el Catálogo de su biblioteca particular en un logrado alarde de profesionalidad como bibliotecaria de la Facultad de Letras, a la que había donado su biblioteca la autora de Escalera de luna. Emilio de Santiago escribe, con su prosa inimitable, el prólogo del volumen y hace la presentación del libro el rector David Aguilar, desde su doble sensibilidad de médico y hombre tan metido en las Humanidades como el padre de Elena y dos de sus hermanos. La edición es un alarde de Editorial de la Universidad de Granada, que dirige el profesor Rafael Peinado, y del que no tenía noticia hasta que lo vi, días pasados en la Librería Universitaria, otro gran acierto de la Universidad.
Al margen del auge de la investigación del positivismo en la crítica literaria y en la historia de la literatura que anteponía, ante todo, la investigación biográfica y documental sobre el autor, investigación postergada en la segunda mitad del siglo pasado, hoy resurge de nuevo como indican el renacer por el interés de las biografías y de las bibliotecas de los autores de don Juan Manuel, de Lope, de Galdós, de Juan Ramón Jiménez Esto explica el interés por haber realizado este libro, como algo esencial en el año de su centenario.
Y efectivamente de su biblioteca pueden sacarse muchas conclusiones para abordar, con éxito, la exposición y crítica de su obra. Como era de esperar, en ella están todas las ediciones de obras de Juan Ramón, en cuya línea poética es lo más acertado situar la obra poética de Elena Martín Vivaldi. Yo esperaba encontrar entre sus libros la edición de Platero y yo para niños que se publicó al principio de la República, con tapa cartoné de cuadros rojos y blancos como entonces eran usuales los manteles en todos los restaurantes, pero no estaba, y sigo sin encontrarlo pese a la búsqueda, desde hace años, que he realizado en librerías anticuarios, entre ellas la existente en Madrid de libros infantiles cerca de la plaza de Oriente En ese libro aprendí yo en el bachillerato la sintaxis y la puntuación de la lengua. Es decir, con ese libro aprendí a escribir. De ahí mi interés por recuperarlo.
Tras Juan Ramón, del catálogo de su biblioteca sacamos los dos autores que lo siguen: Salinas y Bécquer, y en este orden. Antes de Jorge Guillén de su amistad malagueña y de su retrato poético: Elena, Grecia. Martín, España y Vivaldi, Italia. ¿Qué maravilla!.
El diseño de la portada del libro de José Mario Medina Alvear es un gran acierto como el que los libros de la poeta estén en la biblioteca de Letras, cerca de otra biblioteca en la que están los de Luis Rosales. Cuando se habla de Granada como ciudad cultural no se resalta que sus museos y sus teatros, o cines, no están a la altura en la que ya sí están sus bibliotecas.
Son muchas las digresiones a las que se presta la obra que comentamos, lo cual resalta la curiosidad que su consulta provoca. Un detalle interesante -destaca Cristina Peregrín en su introducción al volumen- que merece la pena señalar y que demuestra el interés de Elena por sus lecturas literarias, es que en un importante número de libros aparecen cuidadosamente guardados artículos de crítica literaria referentes al autor o a la obra en cuestión. Así hacía también Gerardo Diego -tan admirado por Elena- como puede comprobarse en su biblioteca donada a Santander. En una y en otro es prueba de su entrega al cien por cien a la poesía.
La poeta nadaba entre sus libros y esto lo hacía lo mismo en su casa de la calle de Canales o, al final de su vida cuando vivía en la calle Martínez Campos; aquí yo la acechaba desde el balcón de enfrente, en la casa de mi hija, pero aquí ellas -Elena y Asunción- no se asomaban nunca a la terraza pese a que las dos habían vivido más en el jardín de su casa que en las habitaciones en las que sus hermanos necesitaban las pizarras para sus estudios de Ciencias y Medicina.
En fin: 370 títulos nos indican la valoración en la que se tenía a la Vivaldi, teniendo en cuenta que ella nunca escribió una sola reseña bibliográfica.
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