FÉLIX DE MOYA ANEGÓN, VICERRECTOR DE NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA UGR
“LAS EMPRESAS HACEN QUE LA RELACIÓN ENTRE LA CIENCIA Y LA SOCIEDAD SEA MÁS FLUIDA”
Producir desarrollo científico no es lo mismo que producir tornillos. Al ser un bien intangible, deben establecerse indicadores que cuantifiquen esta producción. Una de las personas que más sabe sobre cómo evaluar esta singular productividad es este catedrático de Documentación. De Moya hace un recorrido por el sistema productivo andaluz: sus potenciales, sus debilidades y sus tendencias. El experto destaca la necesidad de que el sector privado se comprometa más con la investigación y que ésta salga del laboratorio para mejorar la vida del ciudadano.
¿En qué consiste el proyecto Atlas de la Ciencia que ha desarrollado su grupo de investigación?
El análisis y la evaluación de los resultados de la investigación aparece continuamente en los medios de comunicación y constituye un asunto de primer nivel en las agendas políticas. Las inversiones que se hacen en ciencia son crecientes y es preciso saber cuáles son los resultados que se obtienen de ese esfuerzo económico. De ahí, la importancia de la pertinencia. No sirve cualquier investigación, deben acometerse estudios pertinentes en términos sociales, para que esos resultados contribuyan al desarrollo socio-económico. Sobre la base de estas premisas, hemos concebido un sistema de información accesible a través de Internet que genere indicadores de resultados de ciencia relativos a las conclusiones que consiguen los científicos con su actividad. La aplicación permite a los investigadores conocer el destino de sus conclusiones y a los responsables de las políticas de ciencia avanzar en la evaluación de esos resultados.
¿Cómo se mide la productividad de los investigadores?
De forma esquemática se puede decir que un sistema científico-tecnológico tiene dos partes. Una referida a la generación de conocimiento y otra que se centra en la innovación. La segunda es la que conlleva más problemas a la hora de medir la productividad. El proyecto Atlas de la Ciencia se ha centrado en el subsistema de generación de conocimiento. Tradicionalmente, este parámetro se ha medido a través de las publicaciones científicas, que es uno de los indicadores de productividad. Lo realmente difícil de medir son las actividades de innovación porque, en sentido estricto, no se consideran investigación. Es el caso, por ejemplo, de un investigador que recoja conocimientos aportados por otros y desarrolle un producto destinado al mercado. Ese científico está innovando, pero no está haciendo investigación que se pueda traducir en publicaciones. Estas innovaciones se pueden plasmar en patentes, otro de los outputs científicos que tenemos que medir. También se deben evaluar otros parámetros como informes técnicos de las empresas o nuevos productos, aunque no surjan necesariamente del patentamiento. Finalmente, habrá que cuantificar los resultados de la investigación respecto al desarrollo socio-económico. No es conveniente perder de vista, que el objetivo final de la investigación es que mejore la vida de los ciudadanos. Los efectos sobre la sociedad suponen el concepto más difícil de medir.
¿Qué puntos fuertes tiene el sistema científico-técnico andaluz?
El principal potencial es que Andalucía ha robustecido su sistema de generación del conocimiento, especialmente en la segunda mitad de los 90 y los primeros años de este siglo. De esta forma, el flujo constante de investigación que se traslada a través de la publicaciones internacionales procedentes de los centros de investigación andaluces se ha ido incrementando por encima de la media nacional. Actualmente, Andalucía acapara el 15% de la producción científica del país. Tenemos un sistema con instituciones, sobre todo académicas, que son muy capaces de generar nuevo conocimiento. Otra de las fortalezas es que desarrollamos esta producción de forma relativamente eficiente, porque el coste es bajo.
Una de cal y otra de arena, ¿qué debilidades arrastra esa producción científica andaluza?
El sistema de generación de conocimiento está excesivamente basado en las instituciones públicas. Es necesario que crezca la participación de otro tipo de entidades como el sistema sanitario y las empresas. La segunda debilidad es estructural y afecta de manera muy especial a Andalucía. La inmensa mayoría de los recursos destinados a investigación y desarrollo proceden del sector público, porque existe una escasa aportación del sector privado. Esta situación dificulta que crezca nuestra tasa de esfuerzo. Tenemos dificultades para alcanzar el 1% del PIB de inversión en investigación. Hay comunidades que están en el 1,6%. En estas regiones no hay más esfuerzo público, pero existe una gran implicación del sector privado. Otra debilidad es la transferencia del conocimiento generado al sistema productivo. A veces, lo que se produce aquí, lo aprovecha otro porque pasa al dominio público a través de las publicaciones. Esto sirve para que otros lo patenten.
¿Qué repercusiones tiene esta escasa implicación del sector privado?
Evidentemente, que existen menos recursos para investigar. Otro efecto muy importante es que la aportación privada condiciona el tipo de investigación que se desarrolla. Estos fondos privados determinan qué se va a investigar y la pertinencia de esos estudios, porque las empresas no invierten en algo que no tenga rentabilidad. Las instituciones académicas no son siempre la mejor opción para elegir los temas de investigación. Las empresas hacen que la relación entre la ciencia y la sociedad sea mucho más fluida, porque la Universidad a veces se centra en investigaciones con poca aplicación para el ciudadano.
De Moya dirige el libro Indicadores Científicos de Andalucía
Está claro que, en eso que se ha dado en llamar la triple hélice entre las empresas, las agencias gubernamentales y las instituciones de educación superior, existen engranajes que ruedan bien. Por ejemplo, las compañías con el Gobierno, y de éste con las universidades, funcionan. La relación que no está bien resuelta es la que conecta la actividad empresarial con la educación superior. Los instrumentos de mediación, como las OTRI, juegan un papel muy importante.
¿Qué tendencias se observan en la producción científica andaluza?
Andalucía mantiene un ritmo de crecimiento superior a la media nacional. El sector que cuenta con mayor incremento es el sistema sanitario público, fundamentalmente por la incorporación progresiva de los centros sanitarios a la investigación. Por otra parte, existe una excesiva concentración de la producción en las dos grandes universidades andaluzas. Hay una gran distancia entre los resultados de investigación de las sedes universitarias de Granada y Sevilla y las del resto de Andalucía. Las nuevas universidades crecen, pero muy lentamente, y aún distan mucho de las dos tradicionales. Sería muy positivo que aumentase el número de centros de investigación con la incorporación de instituciones como hospitales o empresas. Al mismo tiempo, se está produciendo una progresiva internacionalización de los canales de comunicación de los resultados en Humanidades y Ciencias Sociales. Esto hace que las conclusiones de los estudios se sometan a la revisión de los compañeros de grupos de investigación de otros países.
¿Cuáles son las áreas de investigación y las empresas más destacadas?
Por áreas destacan la Biomédica y otras como las Matemáticas, la Ciencias de la Tierra o la Psicología. En el sector industrial, destacan las empresas vinculadas al ámbito sanitario y a la nutrición. La compañía que más resultados de investigación aporta es Puleva. Le siguen otras relacionadas con las ingenierías de las Telecomunicaciones, la Aeronáutica y los combustibles. No obstante, en el ámbito empresarial, uno de los principales retos de Andalucía es atraer a las multinacionales para que radiquen su sede aquí. Esta sería una buena fórmula para atraer una inversión privada que completara la pública.
Descargar