Un trabajo de maravilla
Restauradores, jardineros, limpiadores… 500 empleados hacen posible que la Alhambra sea el conjunto monumental más visitado de España; en 2007 encara el reto de convertirse en Maravilla del Mundo
ÁNGELES PEÑALVER //FOTOS: RAMÓN L. PÉREZ / GRANADA
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LA Alhambra es el único monumento español que ha emprendido la carrera para convertirse en una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo. Detrás de esta esperanzante realidad, camuflados entre las fuentes, los jardines y los palacios se encuentran 500 trabajadores (unos 302 en plantilla y 200 de las empresas concesionarias) que hacen posible que el palacio nazarí más bonito del mundo haya despedido 2006 con más de dos millones de visitantes, y aún siga manteniendo un aspecto inmejorable para sus 800 años de edad.
La Alhambra requiere que estén pendiente de ella 24 horas al día y 363 días al año. Es un ente muy vivo, que sólo duerme los días de Navidad y Año Nuevo. Sus cuidadores se turnan y se esfuerzan, pero les merece la pena… ya que en una oficina como esta te puede suceder algo fascinante. Por ejemplo, que una noche, por cuestiones de trabajo te debas quedar varias horas a solas en el mágico Patio de los Arrayanes, con su calmo estanque rodeado de inscripciones que loan a Dios y al emir. Eso le ocurrió hace poco a Francisco Lamolda, el arquitecto conservador del recinto nazarí, que aún saborea la mística sensación.
Lamolda sólo lleva tres meses en su puesto, casi nada comparado con los 33 años como empleado de Francisco Martín Madrid, oficial de primera de Información, que presume en su currículum de haber acompañado a Antonio Gala, a Felipe González y a José María Aznar en sus visitas guiadas. Aunque también ha acompañado hasta la puerta a personas anónimas que dormían en los bosques de la Alhambra… de todo requiere este palacio.
Desde que cumplió 18 años, Francisco ha fichado día tras día. «Es como una cosa mía, estas paredes han visto crecer a mi familia», apostilla este enamorado del Generalife, que comenzó en los años 70 en un monumento donde la gente comía y fumaba dentro de los lugares hoy protegidos. Afortunadamente, eso es historia.
ANTONIA
Responsable de limpieza
«Te acostumbras a fregar el Patio de los Leones»
Si Antonia Martínez, tras 17 años como limpiadora, se encuentra una mancha más rara de lo habitual ni se le ocurre echarle lejía o empezar a frotar como una loca. Inmediatamente llama al jefe de restauración para que analice el sucio elemento. Luego, debaten cómo se hace desaparecer la mácula. Son los gajes de un oficio que consiste en mantener en perfecto estado mármoles y maderas con siglos de historia. Como ella, el primoroso cuidado es la máxima de las 18 personas que desde las siete de la mañana a las tres de la tarde mantienen el lustre de los palacios, la biblioteca, las torres y demás sitios cerrados del recinto nazarí. Todos los días se da «un repaso general». Barrer los suelos de barro con serrín mojado y los mármoles con agua pura -a secas, sin más productos- son órdenes que se cumplen a raja tabla. «Limpiar la Alhambra es distinto, yo venía de un sanatorio. Al final te acostumbras a fregar tranquilamente el Patio de los Leones… Me gusta que venga mucha gente, cuando no hay bullicio la veo muy triste», concluye esta trabajadora a la que tienen frita unos animalejos. «Al principio me atemorizaban los murciélagos, ya les he perdido el miedo. Es que hay muchos en las escaleras de caracol del Carlos V, en la Torre de los Picos… Hay tantos».
RAFAEL DE LA CRUZ
Jefe de jardines y bosques
«Mi relación con este sitio es sentimental»
Unas 124 hectáreas de huertas, bosques y jardines, a veces con aspecto deliberadamente silvestre, desfilan por los ojos del visitante. Estos vergeles esconden una cabeza pensante, la de Rafael de la Cruz, y unas 140 manos ejecutantes que cultivan con primor estos históricos terrenos que en ocasiones son de difícil acceso.
Hablar del interés paisajístico de la Alhambra es una obviedad, las sombras de sus árboles y los nenúfares de sus estanques han dado rienda suelta a narraciones y amoríos de todo tipo. Tras cuatro años como jefe de jardines, Rafael de la Cruz, que llevaba a sus espaldas 15 años de oficio en zonas forestales, reconoce que en este conjunto arquitectónico se estudia todo «metro a metro». «Afinamos mucho y nos documentamos extremadamente para dar cualquier paso», asevera este granadino que define como «sentimental y emocional» la relación con su lugar de trabajo, un enclave que ha transitado desde que era un niño. «Apasiona ver el amor que mucha gente le profesa, es algo que nos contamina y contagia a los que trabajamos aquí».
RAMÓN RUBIO
Director de Restauración de Yeserías y Alicatados
«La Sala de las Camas es mi niño»
Ramón Rubio tiene «un niño», la Sala de las Camas de los baños de Comares. Una pieza de más de 1.500 elementos, «arrancados, numerados, desalados y vueltos a montar». «En muy pocos sitios se han efectuado restauraciones de esta envergadura. Yo la dirigí, y cuando veo a mi niño allí, todos los días bien puesto, es una gran satisfacción», explica este hombre, artífice también de la restauración del jarrón de las Gacelas, una pieza ornamental única del siglo XIV, con reflejos metálicos y decoración azul, blanca y dorada.
Él entró de empleado a la Alhambra en 1990, y en los últimos siete años se ha encargado del mantenimiento y restauración de yeserías y alicatados. Es fácil oírle alabar la gran calidad de los materiales primigenios de esta construcción y quejarse de que actualmente no hay artesanos tan buenos como antaño. Sea como sea, su oficio consiste en que, tras cada «lifting», los elementos nazaríes vayan quedando casi como nuevos. «Cada vez siento más ansias y ganas de mejorar este enclave. Alguien me dijo una vez que quien se porta bien con la Alhambra, la Alhambra se porta bien con él, como si fuera un ente vivo. En mí se cumple de momento. No me veo en otro sitio, cada vez estoy más atado aquí», sentencia.
MAR VILLAFRANCA
Directora del Patronato
«Una microciudad en la que suceden muchas cosas»
A la jefa suprema de la Alhambra la encontramos por la mañana, revisando unas instalaciones que serán inauguradas al día siguiente. Esta historiadora del Arte es la responsable desde hace dos años y medio de que los acuerdos que se toman en el Pleno del Patronato de la Alhambra -donde están representados entre otros el Ayuntamiento de Granada, la Junta de Andalucía y el Ministerio de Cultura- se cumplan. La información sobre el monumento, la ampliación de los itinerarios de visitas y el crecimiento de las actividades son algunos de los objetivos que se marca Mar Villafranca a medio plazo. «Muchas responsabilidades y satisfacciones», resume esta mujer que siente «el compromiso» de los empleados, aunque «existen disidentes como en todas partes».
«Esto es un microcosmos, un lugar que hay que entenderlo desde su interior. Es una realidad muy exclusiva generada a lo largo del tiempo, en proceso de transformación y cambio, pero con una esencia que es fuerte. Esto es una microciudad en la que suceden muchas cosas, y donde se abren y se cierran puertas todos los días», describe esta doctora en Historia del Arte por la Universidad de Granada.
JORGE CALANCHA
Responsable de Mantenimiento Arquitectónico
«Me preguntaron por los jardines del Generalísimo»
El aparejador Jorge Calancha mantiene en perfecto estado de conservación las cubiertas de la Alhambra. A su cuidado tiene un equipo de albañilería integrado por 15 personas, otro de carpintería formado por cuatro profesiones y un tercero compuesto por tres canteros. Lleva más de 20 años ocupándose de estos edificios, mirando minuciosamente por dónde empiezan a deteriorarse e intentando frenar esos procesos de envejecimiento. «Para mí la Alhambra es un sitio mágico donde cuesta apreciar de entrada los pequeños detalles arquitectónicos, como las celosías, los canecillos, los voladizos», describe.
Tras dos décadas, recuerda con una gran sonrisa algunas anécdotas, como aquel día en que una apurada profesora de EGB le preguntó por los Jardines del Generalísimo (en lugar del Generalife). En otras ocasiones, en las mismas puertas del Palacio de Carlos V, por ejemplo, hay visitantes que inquieren inquietos, «¿y la Alhambra, dónde está?». «Ya sabemos que se refieren al Patio de los Leones, y allí los mandamos», narra jocoso este trabajador, orgulloso de la intervención que realizó en el Baluarte de los Siete Suelos.
FRANCISCO BONACHERA Y BÁRBARA JIMÉNEZ
Responsables del servicio de Biblioteca y Documentación, respectivamente
«Los libros de firmas son fascinantes»
Bárbara Jiménez ya lleva casi dos años merodeando entre el kilómetro y medio lineal de documentación del archivo de la Alhambra. Es su encargada. Ella conoce la tramoya documental de ciudades como Úbeda, Córdoba y Málaga, sin embargo, cuando le ofrecieron trabajar en este conjunto arquitectónico sintió que tenía «todo un reto por delante».
«Los papeles que manejamos abarcan desde los Reyes Católicos a la actualidad. Esto es muy difícil de encontrar en otros archivos. Aquí tenemos textos históricos, pero también administrativos, por eso cuando se proyecta una intervención en el Generalife o en cualquier otro sitio primero se realiza una ingente labor documental. Hay grandes colecciones de planos, fotografías, dibujos… Es apasionante», resume esta trabajadora, orgullosa de tener todo el material digitalizado y poder atender peticiones desde cualquier punto del globo.
Tras un largo periplo por distintos archivos andaluces, Francisco Bonachera aterrizó en la Alhambra hace sólo un año. Se encarga de coordinar el servicio de Biblioteca, que nutre tanto al personal del Patronato como a investigadores externos. Para él, es un «reto» desarrollar su tarea diaria «en uno de los monumentos más importantes del mundo».
Aunque sabe que el Vitruvio es uno de los tesoros encuadernados de la colección, Francisco siente fascinación por un libro de Laborde, un viajero francés del siglo XIX que hizo una «maravillosa crónica de su estancia en Granada» y que, además, está ilustrado con unos «grabados impresionantes». Tanto Bárbara como Francisco alucinan con los libros de firmas de este palacio, donde reyes, príncipes, escritores y artistas de todas las épocas estamparon su rúbrica.
MANOLO ÁLVAREZ Y AMALIA CONTRERAS
Responsable y empleada de Seguridad, respectivamente
«Los guiris preguntan cosas muy raras»
Unos 50 empleados de Prosegur vigilan la Alhambra. Manolo Álvarez es el responsable de coordinar esta «tarea dura, ya que se realiza en el exterior» con las inclemencias propias del clima granadino, frío intenso ahora en invierno y 40 grados en verano. Este hombre de aspecto robusto y voz dulcísima aclara que las incidencias en el monumento son muy escasas en los últimos años. Él puede comparar, ya que lleva medio siglo trabajando en este privilegiado enclave visitado por unas 8.000 personas al día. Algunas de ellas algo despistadas, por cierto, ya que Manolo recuerda haber sacado a algunos de una confusión tras aclararles que ni la Mezquita ni la Giralda estaban dentro de la Alhambra.
Amalia Contreras es la serena del recinto nazarí, y tiene en su poder la inmensa llave que abre el Palacio de Carlos V y otra pieza maestra que permite la entrada al resto de torres y estancias de los palacios. «Esto me encanta», señala esta mujer que cuando pensó en dedicarse a la seguridad privada ni imaginó que iba a terminar entornando las puertas de un lugar tan exótico. Tras cuatro años de oficio ya está acostumbrada a la calma matutina, a las preguntas estrafalarias de «los guiris» y al peso de su llavero.