El cambio climático convierte los últimos cinco años en los más calurosos en un siglo

El cambio climático convierte los últimos cinco años en los más calurosos en un siglo
Un estudio de la Universidad de Granada concluye que 1998 y 2005 han sido los más cálidos de ese periodo, en el que los registros han subido 0,65 grados Aparecen más sucesos extremos de lluvias intensas que irán en aumento
R. I./ALMERÍA

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Un estudio de la Universidad de Granada (UGR) ratifica lo que verano a verano sufren los almerienses: que cada año hace más calor. Además, le han puesto una cifra a esta sensación que tienen los ciudadanos. En el último siglo, las temperaturas han subido ostensiblemente los registros del mercurio, como han señalado las profesoras Yolanda Castro y María Jesús Esteban, del departamento de Física Aplicada. En la investigación que han llevado a cabo se concluye que el aumento medio de la temperatura en el globo terrestre durante el siglo XX fue de 0,6 ºC, una cifra que se eleva a 0,65 ºC si analizamos el período comprendido entre 1901 y 2005.

Ambas investigadoras han desarrollado diversos proyectos de investigación relacionados con el estudio de la variabilidad y el cambio climático financiados por el Ministerio de Educación y Ciencia

Calentamiento global

Lejos de suponer un hecho aislado, las altas temperaturas que en los últimos días ha vivido nuestro país, y de las que Almería no se ha escapado al llegar a registrar la noche del viernes la temperatura mínima más elevada en España con 26 grados, responden sin lugar a dudas al creciente calentamiento del globo terráqueo, del que el hombre es directamente responsable debido a las elevadas emisiones de dióxido de carbono.

Según datos de distintas organizaciones internacionales facilitados y analizados por las profesoras Yolanda Castro Díez y María Jesús Esteban Parra, del departamento de Física Aplicada de la Universidad de Granada, el aumento medio de la temperatura en el globo terrestre durante el siglo XX fue de 0,6 ºC, una cifra que se eleva a 0,65 ºC si analizamos el período comprendido entre 1901 y 2005.

Cinco centésimas en cinco años, que podrían parecer insignificantes pero cuyo valor podremos entender si la comparamos con este otro dato: en el paso de una época glacial a una interglacial (período que podría alcanzar los 10.000 años), el aumento de temperaturas es del orden de 0.1 ºC por cada siglo.

Según las expertas en estudios de variabilidad climática de la UGR, los años de mayor calentamiento del globo terráqueo se dieron entre 1910 y 1945 (a razón de 0,14 ºC por década) y entre 1979 y 2005 (0,17 ºC por cada década). Además, los años más cálidos de los que se tienen constancia fueron 2005 y 1998, y entre 2001 y 2005 el planeta vivió cinco de los seis años con las temperaturas más altas de los últimos cien años.

Los datos facilitados por las expertas de la UGR revelan aspectos interesantes, como que desde 1979 la temperatura sobre la Tierra ha aumentado aproximadamente el doble que en los océanos: 0,25 ºC por década frente a 0,13.

Nivel medio del mar

Además, el nivel medio del mar creció casi 2 milímetros por año en los últimos 40 años, cantidad que supera los 3 milímetros por año si analizamos la última década.

«Asimismo, los datos apuntan a la aparición de un mayor número de sucesos extremos de lluvias intensas, que posiblemente se acusarán aún más durante los próximos años debido al calentamiento global», apuntan sin ningún género de dudas las investigadoras. En lo que se refiere a la extensión del hielo en el Ártico, los datos obtenidos a través del satélite desde 1978 apuntan que ésta ha diminuido un 2,7% como media anual, y a una velocidad de un 7,4% por década durante los meses de verano.

Las profesoras Castro y Esteban han desarrollado, además de éste estudio, diversos proyectos de investigación relacionados con el estudio de la variabilidad y el cambio climático que han sido financiados por el Ministerio de Educación y Ciencia. El cambio climático, un proceso complejo y difícil de interpretar para los expertos, es una de las prioridades de científicos.
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Controlan la sudoración de las manos

Controlan la sudoración de las manos

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Un grupo de investigadores de la Universidad de Granada ha conseguido controlar la hiperhidrosis palmar -exceso de sudoración en las manos- mediante la electroterapia, consistente en sumergir las manos en bandejas con agua por las que se deja pasar una corriente eléctrica. Los investigadores, pertenecientes al departamento de Fisioterapia y dirigidos por Carmen Moreno, han diseñado diferentes protocolos de aplicación de la técnica y los han ensayado en 60 pacientes.
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La Junta aprueba el banco de cordón umbilical, que espera la ley para abrir

La Junta aprueba el banco de cordón umbilical, que espera la ley para abrir

La empresa Secuvita, que instalará en Granada el banco privado de material biomédico, quiere que la futura norma sea restrictiva para dar más calidad

victoriano moreno
sangre. En la actualidad el único banco de cordón que funciona en Andalucía es el público de Málaga.

Los hospitales ya pueden extraer células

S. VALLEJO
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granada. La empresa Secuvita, autorizada por la Junta de Andalucía para abrir en Granada el primer banco privado de cordón umbilical, está a la espera de que el Gobierno apruebe la Ley de Investigación Biomédica –que controlará el funcionamiento de estos centros de crioconservación además de marcar las pautas en el manejo del material biomédico–, para continuar con las negociaciones que permitan la definitiva implantación de este banco en la ciudad, concretamente en el Parque Tecnológico de Ciencias de la Salud.
Fuentes de la empresa confirmaron a este periódico que ahora el proyecto está parado ya que se está retrasando la aprobación de la normativa, que marcará las pautas sobre protocolos de apertura de los bancos de material biológico y de la que ya se ha presentado el anteproyecto de ley.

No obstante, el proyecto de viabilidad de este biobanco privado ya ha sido aprobado por la Junta de Andalucía hace casi dos meses.

Pero, a la espera de la aprobación definitiva de la ley, la empresa ha manifestado sus preferencias de regulación para garantizar el mejor funcionamiento del banco, que será el primero de España en abrir con el amparo legal.

Queremos que la ley sea lo más restrictiva posible para garantizar al máximo la calidad de esas células procedentes del cordón umbilical a los padres, dijeron desde Secuvita. Así, bajo el objetivo de la calidad, esperan que se fijen bien las características para la admisión de ese material biomédico para que no se frivolice sobre el tema y se regule la apertura de nuevos bancos.

No obstante, la inclusión de límites en el uso de estos bancos privados es un aspecto que desde el Ministerio de Sanidad tienen claro, ya que se adaptará la directiva europea sobre estos centros, que permite su existencia aunque con condiciones muy estrictas como ofrecer una información veraz a los padres que opten por esta opción de las posibilidades reales de esas células madre congeladas.

Todo, porque aunque se autoricen estos centros privados, la apuesta de Salud es por los bancos públicos (existen seis en España, uno de ellos en Málaga) dado su carácter solidario y altruista frente al personal de los bancos privados; los primeros conservan las células para que puedan ser usadas por cualquier ciudadano en caso de necesidad médica y en los segundos se congelan para uso exclusivo del donante. Así, una de las propuestas podría ser que estos bancos fueran mixtos para que los públicos tuvieran cierta participación en ellos.

Una vez aprobada la ley, que incluirá un Registro Nacional de Biobancos, Secuvita comenzará otra ronda de contactos con la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía y los responsables del Parque Tecnológico de la Salud de Granada para fijar definitivamente las características del proyecto y su implantación contando con las necesidades de la empresa para abrir el banco de cordón umbilical.

No obstante, entre las demandas que la empresa ya ha hecho públicas para su instalación está la de disponer de un edificio propio con un espacio de entre 1.500 y 2.000 metros cuadrados, sin condiciones especiales de seguridad y con un tanque de unos seis metros de altura para proceder a la crioconservación.

Además, Secuvita ya ha manifestado al PTS su intención de convertirse en un banco de referencia nacional.

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La Universidad de Granada presenta su Plan Estratégico

El Salón Rojo del Hospital Real, sede del Rectorado de la Universidad de Granada, acoge mañana martes 18 de julio, a las 10 horas, el acto de presentación a los medios de comunicación del documento final del Plan Estratégico de la institución académica, elaborado a lo largo de los dos últimos años.
El acto, presidido por el rector de la UGR, David Aguilar Peña, contará con la participación del vicerrector de Relaciones con la Empresa y Plan Estratégico, Teodoro Luque Martínez, y del director del Secretariado del Plan Estratégico, Salvador del Barrio García.
El Plan Estratégico de la Universidad de Granada es el documento en el que se fijan los objetivos específicos sociales, académicos e investigadores de la institución académica para los próximos años, así como la planificación económica y académica de su actividad, y los programas destinados a lograr dichos objetivos.
El documento, editado en soporte impreso y CD-ROM, recoge en un primer bloque de más de 300 páginas, información y elementos para el diagnóstico del papel de la institución académica en sus entornos local, regional, nacional e internacional, económico, demográfico y tecnológico.
El segundo bloque del documento se compone de 24 fichas en las que se presentan propuestas concretas para la mejora de la UGR a partir de cinco ejes estratégicos: «Una Universidad que innova y progresa en los procesos básicos», «Una Universidad comprometida socialmente, emprendedora, solidaria y respetuosa con el medio ambiente», «Una Universidad abierta y conectada con su entorno que consolida su proyección internacional», «Una Universidad sostenible que se anticipa al futuro», y «Una Universidad participativa, con corresponsabilidad en las decisiones y capacidad de adaptación».

Convocatoria

PRESENTACIÓN DEL PLAN ESTRATÉGICO DE LA UGR
Fecha: Martes, 18 de julio
Hora: 10 h.
Lugar: Salón de Rectores. Hospital Real


PLAZAS DE PROFESORADO CONTRATADO

Se comunica a los posibles interesados que, de acuerdo con la legislación vigente, la Universidad de Granada convoca concurso público para la adjudicación de contratos de Ayudante, Profesor Ayudante Doctor, Profesor Asociado y Profesor Colaborador.

Las bases de la convocatoria y los anexos de plazas que se publicarán de forma inminente en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, se encuentran expuestos en la página web de la Universidad de Granada ( www.ugr.es/local/vic_oape ) y en el tablón de anuncios del Servicio de Personal Docente e Investigador.

Los interesados habrán de presentar en el Registro General de la Universidad de Granada solicitud normalizada a partir del modelo que se encuentra en la citada página web y en el Servicio de Personal Docente e Investigador de la Universidad de Granada,
C/ Santa Lucía, 2.
Teléfonos: 958 243 035, 958 244 346 y 958 244 328.
El plazo de presentación de solicitudes será de 20 días naturales a partir del día siguiente al de la publicación de la convocatoria en el B.O.J.A.


Farmacia entrega los premios de su Primer Concurso Bianual de Fotografía

Farmacia entrega los premios de su Primer Concurso Bianual de Fotografía
Universidad de Granada

Setenta concursantes han presentado más de 130 obras a esta primera edición del certamen.

La Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada y el Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada harán entrega hoy, día 14 de julio, a las 13 de horas, de los premios y menciones de participación del I Concurso Bianual de Fotografía dirigido al personal de la Facultad de Farmacia y a los miembros del colectivo del Colegio.

El acto se celebrará en el Salón de Actos del Colegio Farmacéutico (c/ San Jerónimo, 16), y contará con al presencia del decano de la Facultad de Farmacia, prof. Luis Recalde Manrique, y del presidente del Colegio de Farmacéuticos, Manuel Fuentes, entre otras autoridades.

En su primera edición, este certamen ha tenido una favorable acogida, con la participación de más de setenta concursantes y un total de obras que supera las ciento treinta.

Tras el acto de entrega, la Sala de Exposiciones del Colegio acogerá la inauguración de la exposición ‘Contemplando la vida’, con los trabajos fotográficos presentados al mencionado concurso. La muestra permanecerá abierta hasta el próximo 31 de julio.

Premiados en el I Concurso Bianual de Fotografía
– Primer premio: Fermín Sánchez de Medina López-Huertas. Definitivamente puede ser 2

– Segundo premio “Contemplando la vida”: Mª José Faus Dáder. Rosa rosa

– Premio Asociación Granadina de Estudiantes de Farmacia (AGEF). Indalecio Gijón Benítez. Contemplando la vida

Accésits (por orden alfabético):
Fermín Capitán Cañadas – Privilegio o maldición

Ingrid Ferrer López – En un lugar del desierto

Ángel Luis Garófano Plazas – Ventana al mar

Marina Martínez Cayuela – Villarobres, un pueblecito turolense

Irene Molinos Lara – La luz de una ciudad

Ángel Oliveras López – Luz sólida

Ángel Oliveras López – Sombras de El Hospital Real

Ángeles Ortega de la Torre – Agua-Viva

Mar Velarde Rodríguez – Desde el cielo de la Alhambra

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El papel de la Vega de Granada en el Imperio Romano

El papel de la Vega de Granada en el Imperio Romano
Universidad de Granada

La situación estratégica de la Vega granadina y la fertilidad de sus tierras convirtieron la provincia de Granada en un lugar clave dentro de la Bética romana.

Desde los siglos III a.C hasta el siglo V, la Bética fue una de los territorios anexionados al Imperio Romano. Bajo su dominio, este espacio geográfico fue reconocido por su producción minera, oleícola, cerealística y por el elevado nivel de romanización de sus habitantes, algo que no evitó, sin embargo, que éstos se mantuvieran fieles a sus tradiciones. Muestra del grado de romanización alcanzado por esta provincia es la subida al poder imperial a fines del siglo I y durante el II de dos emperadores béticos: Trajano y Adriano, ambos nacidos en Itálica.

Dentro de este territorio, la Vega de Granada ocupaba una situación estratégica (dado su carácter fronterizo entre la Andalucía oriental (Bastetania) y la Occidental (Turdetania), que sumada a la fertilidad de sus tierras convertía a nuestra provincia en un lugar clave dentro de la Bética romana. Julio Miguel Román Punzón, investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, ha estudiado por primera vez el papel de la Vega en la Época Clásica.

Arqueología en el Cerro de La Mora
Su trabajo ha sido realizado íntegramente en el yacimiento del Cerro de La Mora, en el término municipal de Moraleda de Zafayona, uno de los más importantes y representativos de la Vega de Granada. Mediante un escrupuloso análisis, ha conseguido determinar que dicho yacimiento era una aglomeración rural (un ‘vicus’), ubicada junto a la vía de comunicación más importante que los romanos construyeron en nuestra provincia: la que unía Iliberris (Granada) con Anticaria (Antequera), que permitía conectar, por un lado, con las factorías fenicias ubicadas en la costa malagueña, y por otro, con el Valle del Guadalquivir.

Los restos arqueológicos del Cerro de la Mora examinados por Julio Miguel Román, demuestran que los habitantes de este enclave mantuvieron unas intensas relaciones comerciales y culturales con la Andalucía occidental (Turdetania), en mayor grado que con la oriental (Bastetania), probablemente como reflejo de su propia identidad cultural, más turdetana que bastetana. Su trabajo –que ha permitido estudiar importantes producciones cerámicas- ha evidenciado, además, que los habitantes del Cerro de la Mora se mostraron reticentes a las costumbres que llegaban desde Roma, manteniéndose fieles a sus propias tradiciones y modelos de vida.

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Represión, miedo y silencio: la Desmemoria Histórica

Represión, miedo y silencio: la Desmemoria Histórica

Enrique González Duro
Rebelión
Conferencia pronunciada en el marco de las “Jornadas de Memoria Histórica y Reconstrucción de la Paz”, organizadas por el Instituto de la Paz y los Conflictos (Universidad de Granada), el Foro por la Memoria de Granada y Acción Alternativa, los días 28 y 29 de junio de 2006.

La represión franquista durante la guerra civil y la posguerra española fue mucho mayor de lo que los militares rebeldes podrían “justificar” en tanto que necesaria para la consecución de la victoria. Así, en las provincias en las que el Movimiento triunfó desde el primer momento y sin apenas resistencia (Burgos, Valladolid, Navarra, La Coruña, Pontevedra, Cádiz, Huelva, Sevilla, etc.,), la violencia que se ejerció sobre las autoridades republicanas, sobre los militantes de izquierdas, sindicalistas, masones, simpatizantes del Frente Popular o sospechosos de serlo, fue implacablemente sistematizada: detenciones masivas, torturas, vejaciones, trabajo forzoso, encarcelamientos en campos de concentración o en las numerosas cárceles habilitadas, “paseos“, sacas, ejecuciones por condena de los consejos de guerra sumarísimos por delitos de rebelión (“el derecho al revés”), depuraciones profesionales, incautaciones de bienes, etc. Era lo que figuraba en las instrucciones reservadas del General Mola, organizador de la conspiración para el golpe de estado: “La acción ha de ser en extremo violenta […] Hay que extender el terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos a todo el que no piense como nosotros”. Ese plan de exterminio se fue aplicando durante la guerra en todas las zonas que iban siendo “liberadas” por las tropas “nacionales”, y luego en la posguerra.
Cuando a finales de julio de 1.936 Franco, al mando del Ejército del Norte de África, esperaba pasar el Estrecho de Gibraltar, un periodista norteamericano le preguntó cuánto duraría la matanza, ahora que el golpe militar había fracasado. Franco le respondió: “No puede haber acuerdo ni tregua. Seguiré preparando mi avance sobre Madrid. Tomaré la capital. Salvaré a España del marxismo a cualquier precio”. Cuando el periodista le replicó: “¿Significa eso que tendrá que matar a media España?”; un Franco sonriente le respondió: “Le repito, a cualquier precio”. En Sevilla se instaló el feroz Queipo de Llano: los cadáveres se amontonaban, las cárceles estaban atiborradas y patrullas de caballistas realizaban frecuentes “razzias”, en las poblaciones cercanas, al tiempo que él aterrorizaba a toda Andalucía con sus siniestras charlas radiofónicas. Gran parte de la población estaba realmente aterrorizada y pretendía vanamente no enterarse de lo que estaba pasando. Una mujer de Sevilla, por ejemplo, recuerda los días que siguieron a la ocupación del barrio obrero en que vivía: “Pasamos cinco días sin salir de casa para nada […]. Había fusilamientos en el paredón, justo delante de donde vivíamos. Pero yo no los veía. Algunos se despertaban por la mañana para ver a quién habían matado. Los dejaban allí dos o tres horas para que la gente los pudiera ver […]. Los camiones cargados de gente en dirección al cementerio también bajaban por mi calle […]. Pero tampoco queríamos verlos. Cuando sonaban los disparos por la noche nos tapábamos los oídos”. Nadie preguntaba nada porque eso podía implicarle. Era el miedo en estado puro…

Desde Sevilla las columnas africana enviadas por Franco avanzaban rápidamente por Extremadura, llenando de sangre los pueblos que iban tomando y enterrando los cadáveres en fosas comunes cercanas a la carretera. La intimidación y el uso del terror, denominados eufemísticamente “castigo“, estaba especificada en las órdenes que llevaban. La mayor carnicería tuvo lugar el 14 de agosto de 1.936 en Badajoz, donde más de dos mil prisioneros fueron masacrados en la plaza de toros. Tres días antes Franco había enviado una misiva a Mola en la que revelaba su voluntad de purgar de enemigos todo el territorio ocupado, lo que le parecía más importante que una victoria rápida. No tenía ninguna prisa en tomar Madrid, lo que probablemente supondría el fin de la guerra, y prefería una guerra larga, largamente exterminadora de todo adversario posible. A primeros de Septiembre cayó Talavera de la Reina, con la consiguiente masacre. El 21 del mismo mes Yagüe tomó Maqueda, y Franco tomó una decisión aparentemente desconcertante: desvió sus tropas de la ruta hacia Madrid, que comenzaba a fortificarse, y las dirigió hacia Toledo para liberar el Alcázar, asediados por las milicias republicanas. El 27 de septiembre liberó el Alcázar, con el consiguiente efecto propagandístico ante la opinión pública mundial, “chocada” por la pasada matanza de Badajoz. Un día después el alto mando nacionalista confirmó a Franco como Generalísimo de los Ejércitos Nacionales y le confirió el cargo de Jefe de Estado. Inmediatamente, asumió la dirección de la guerra de exterminio tal como él deseaba y comenzó la construcción de un Nuevo Estado en Burgos, haciendo cierta la predicción de historiador republicano José Castillejo: “La guerra, el pánico, la miseria y la memoria de los crímenes horribles van a impedir la libertad durante mucho tiempo”.

Al comenzar la guerra, los sublevados eran incapaces de ponerse de acuerdo sobre la forma constitucional que hubiesen podido poner a la República, pero compartían algunas ideas reaccionarias. Se unificaron en la idea de la vuelta a una España idealizada, a la fuente de la patria y a la hispanidad. Entonces su justificación se hizo primeramente en base a negarle a los adversarios la calidad de españoles. Si se consideraban caducadas las instituciones republicanas, era “porque favorecían el desorden y la revolución”, algo contrario a lo español. Para los militares España era una, eterna y bien ordenada, tierra de tradiciones, religión y orden, una nación organizada y no política. Por consiguiente, cuando el desorden se convirtió en revolución y la sublevación en guerra, se hizo indispensable insistir en la expulsión del adversario fuera de lo español. Siendo la revolución extraña al alma del país, los revolucionarios eran extranjeros. Fueron designados “los rojos”, siendo los comunistas privilegiados después por la propaganda: además de ser enemigos de los valores españoles, aparecían más claramente como “agente del extranjero” e intoxicadores de las incultas clases populares.

La inversión también se situaba en el terreno religioso: el enemigo era impío, quemaba iglesias, quería destruir la esencia de la España tradicional y representaba la Anti-España. Con el apoyo de la jerarquía católica se desarrolló el tema de la cruzada, que ayudó a fijar una nueva ideología con los elementos comunes a todos los sublevados: la patria y la religión. Múltiples propagandistas difundieron esta ideología, en el centro de la cual se situaba el Caudillo, enviado por Dios para salvar España y a la civilización cristiana. De la misma manera que, antes del 18 de julio, se atribuía la responsabilidad del desorden público a los sindicatos y a los partidos de izquierda, fue fácil ver la guerra como una agresión comunista. La deslegitimación del campo heterogéneo del adversario residía en la proyección de una imagen tópica construida alrededor de la noción de “rojo“. La categoría abarcadora de “rojos” se podía declinar en “rojo-separatista” o “rojo-masón”, o bien “republicano”, compañero de viaje. Los rojos no eran el movimiento obrero ni la pequeña burguesía ilustrada, sino esas “hordas salvajes” marxistizadas por agentes del comunismo internacional. No había que tener piedad con ellos… Franco vendía la imagen de baluarte frente a la “barbarie roja”, aunque la denuncia republicana del fuerte apoyo que recibía de las potencias del Eje le obligó a situar el enfrentamiento en el terreno de la defensa patriótica y de la religión católica, esencia de la españolidad: aquello no era una guerra civil, ni mucho menos una guerra de clases. Apenas era una guerra, sino una cruzada contra el comunismo, o en todo caso “una guerra de liberación nacional” contra la invasión extranjera y la “lepra roja”. Así se fijaba la frontera indestructible entre “nosotros” (los buenos) y “ellos” (los malos), sin paliativos y sin posibilidad de mediación alguna. Ni los obispos la querían.

El primero de abril de 1.939, con el ejército rojo preso o exiliado, Franco obtuvo una resonante victoria, que suponía la rendición incondicional y la sumisión completa del enemigo. No pocos republicanos, combatientes o no, se alegraron un tanto ingenuamente porque supusieron que eso significaba el fin de la cruenta violencia y de tantas privaciones, y porque creyeron lo que la propaganda franquista había difundido por doquier: no habría represalia para los que tuvieran las manos “limpias de sangre”. Incluso muchos de los que se habían exiliado volvieron al cabo de poco tiempo, porque no habían tenido buena acogida en el extranjero, porque el quedarse fuera implicaba un delito cuyas consecuencias pagarían con creces sus propios familiares o porque literalmente fueron puestos en la frontera por el gobierno colaboracionista francés: no sabían que les esperaba la ejecución, la cárcel o, cuando menos, la libertad vigilada por la policía. Muchos republicanos volvieron a sus casas, a sus pueblos de origen, donde serían rechazados como apestados, vejados, detenidos, torturados y encarcelados, otros optaron por echarse al monte, o convertirse en “topos” -también los había en la antigua zona nacional-, ocultados durante años y años en increíbles escondrijos: cuando al fin pudieron salir, algunos habían enloquecido. Todo había sido una vil engañifa propagandística…

Al final de la guerra, todos los combatientes republicanos y muchos significados políticos fueron llamados o buscados e internados en los numerosos campos de concentración distribuidos a lo largo y a lo ancho de todo el país, en pésimas condiciones de habitabilidad e higiene (sin apenas comida, a veces sin agua, sin techo para cobijarse, vejados por los guardianes y por las frecuentes visitas de falangistas y familiares de víctimas nacionales para identificarlos y “sacarlos”, en atroz hacinamiento, con sarna y expuesto a toda clase de enfermedades). Se trataba de clasificarlos, con una lentitud agobiante, en cuatro categorías, una de las cuales era la de Adictos al Movimiento: para demostrarlo tenían que haber sido combatientes no voluntarios y presentar los correspondientes “avales “de “personas de orden”, o del jefe de Falange, el Comandante de puesto de la Guardia Civil y el cura; y aún así tenían que incorporarse a filas para hacer el servicio militar. Muchos más fueron encarcelados, previo paso por la comisaría de policía o el cuartelillo de los falangistas -donde fueron ferozmente torturados durante semanas o meses-, para ser procesados por los juzgados militares y condenados a muerte o a largos años de prisión. Se cebaron especialmente con los militares republicanos: creyeron que sus antiguos compañeros de armas iban a ser benévolos con ellos, teniendo en cuenta además que en su mayoría eran católicos fervientes. Se equivocaron del todo: considerados traidores, fueron de los primeros procesados, juzgados en consejos de guerra sumarísimos, condenados a muerte y ejecutados con la mayor brevedad posible. No se libraron de la purga ni siquiera algunos militares que habían combatido en el bando franquista, siendo cuando menos expulsados del ejército por sus antecedentes masones.

En realidad, la desaparición no significaba el final de la guerra: de hecho el estado de guerra se mantuvo hasta el año 1.948. Había habido una guerra civil, y la naturaleza del conflicto había residido sobre todo en la definición de la forma de sociedad, de la forma misma de la ciudadanía, de la ideología. Porque lo que estaba en juego era sobre todo una cuestión social, los vencedores debieron seguir batallando. Los soldados no tenían más territorio que ocupar, pero el General que los mandaba y sus aliados (falangistas, carlistas, monárquicos, eclesiásticos, conservadores tradicionalistas y gente que había hecho un “pacto de sangre” -¿sangre de quién?- con Franco no habían terminado con el adversario). Por eso dijo Franco que “la paz no existe, la paz es la constante preparación para la guerra“. Y por eso todas las noches el “parte” de Radio Nacional, que los españoles debían oír en posición de firmes y con el brazo en alto, repetía la misma cantinela: “¡Españoles, alerta! España sigue en guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perfectamente fiel a sus caídos”. No se habla de paz, ni mucho menos de reconciliación, sino de victoria, una victoria que jactanciosamente exhiben los vencedores uniformados: falangistas de camisa azul, carlistas de boina roja, guardias civiles, curas, monjas, las muchachas del Auxilio Social o de la Sección Femenina y muchos que lucen emblemas del nuevo régimen tal vez para no resultar sospechosos. Una nueva palabra identificaba al enemigo, una palabra que podía resultar peligrosa para quienes se les atribuyera: “desafecto”. Los desafectos no salían a la calle o de su barrio, a no ser en busca de comida, porque iban muy mal vestidos y podían ser identificados. En la Gran Vía de Madrid estaba prohibido circular sin chaqueta ni corbata. Los periódicos, absolutamente controlados por el nuevo régimen, atizaban el fuego, repetían machaconamente los tremebundos estragos que los republicanos habían cometido en la guerra y por los que debían pagar, alentando a la delación. La victoria era casi la única fuente de legitimación del franquismo. Por eso era continuamente referida y celebrada.

Pero el discurso de la victoria constantemente renovado, cultivaba la retórica de la nostalgia como medio de remoralización y reconstrucción nacional, de recuperación o vuelta a un pasado mítico (El Cid, Los Reyes Católicos, Felipe II, etc.); una retórica de la obediencia como fundamento de la vida política. La historiografía franquista se planteaba junto a la glorificación de Franco, una identificación infantil y narcisista con el pasado perdido, que chocaba con un hipotético duelo que significaba el reconocimiento implícito de su radical alteridad, de su singularidad, de su anacronismo. Y aunque Franco mantuvo en pie de guerra un ejército de un millón de hombres, con vistas a una posible alianza con Hitler como medio de recuperar parte del viejo imperio español, el discurso fascistoide e imperial resultaba cada vez más incongruente con la creciente penuria económica del país, el hambre de la mayor parte de la población, la cartilla del racionamiento, la falta de abastecimientos, el “estraperlo”, el enriquecimiento súbito de muchos jerarcas del régimen, la ruptura de la familia, la prostitución, la orfandad de tantos niños, la apabullante mendicidad, la corrupción generalizada a todos los niveles.

Así la reconstrucción nacional del Orden Nuevo era prácticamente imposible, por lo que pretendió fundamentarse en la exaltación de lo espiritual, de lo religioso y de lo milagrero; en la moralización de las costumbres y en el exterminio y el silencio de los desafectos. Mientras se concedía a los vencedores vivos o muertos, derechos exclusivos sobre los sentimientos patrióticos, la autojustificación, la sensación de comunidad y sentido del sacrificio, amén del reconocimiento público, de la preferencia en el empleo, de la pensión como caballeros mutilados o ex-cautivos, la lápida de los “caídos” en las iglesias, etc., el “luto republicano” tenía que ser reducido al ámbito de lo muy privado, porque expresarlo públicamente era considerado como un crimen que sólo podía ser redimido por la aceptación del pecado y del castigo. Los republicanos que no estaban en el exilio, en la cárcel o en una fosa común, tenían que “olvidar” su pasado inmediato, aislarse, renunciar a todo sentimiento de pertenencia social y callar siempre. Callar incluso dentro de su propio hogar, porque los hijos iban al colegio o al Auxilio Social y podían contarlo todo. En familia no se podía hablar de la guerra civil. Los que no estaban casados debían hacerlo, bautizar a los hijos, verles cantar el “Cara al Sol” y hasta vestirse de falangistas. Iban incluso a misa y asistían a celebraciones religiosas y patrióticas para no despertar la sospecha de la muchedumbre de delatores, estimulados por el propio régimen, con el que querían congraciarse. No se podían fiar de nadie, pues hasta en los bares y cafés había infiltrados de la policía, que podían denunciarlos incluso por no colaborar en las numerosas cuestaciones que se hacían, o por no saber disimular su alegría por las victorias de los aliados. Cualquiera podía ser detenido por la vía gubernativa y pasarse meses en la cárcel sin cargo alguno. Había que tener mucho cuidado con lo que se hablaba, con lo que se escribía en las cartas familiares, con lo que se decía por teléfono, porque todo estaba absolutamente controlado. De modo que lo mejor era quedarse en casa, trabajar si era posible y no hablar con nadie. El “luto” reducido a lo estrictamente privado era lo menos doloroso para los que habían sido republicanos, o era una simple cuestión de supervivencia, pero a la larga podía aumentar el daño psicológico, la duda, la culpa, o el arrepentimiento. Ellos mismos podían ser los culpables de lo que les había pasado. Está psiquiátricamente comprobado que el acosado que no señala, nombra o denuncia a su agresor, interioriza el conflicto, pierde autoestima e identidad. Imposible hacerlo en aquellos tiempos en que la guerra se prolongaba a través de la guerra simbólica. Los pocos que resistían trataban de reorganizarse, corrían gravísimos peligros, pero ganaban dignidad.

El silencio también se lo auto-impusieron muchas familias conservadoras y de derechas. Todas tenían algún pariente que había “desaparecido”, que había sido ejecutado, que estaba en la cárcel o en el exilio. No era conveniente hablar de ello, podía fracturar la armonía familiar y no era acorde con los nuevos tiempos. Tampoco nadie se sentía obligado a comprender a los “equivocados”, porque un manto de pudor, de pensamiento ortodoxo, de temor de Dios y de rancia religiosidad encubría todo. Y, sin embargo, la guerra civil permaneció durante muchísimo tiempo en el imaginario colectivo de la gente, como una oscura nebulosa nada fácil de descifrar. Naturalmente, a ello contribuía decisivamente la estricta censura, que no toleraba la menor disidencia de la verdad oficial. Juan Benet, en su novela Volverás a Región, iniciada a comienzos de los años 50 y no publicada hasta 1.967, se refería a la gente de un remoto país -¿España?- que había “optado por olvidar su propia historia: muy pocos deben conservar una idea veraz de sus padres, de sus primeros pasos, de una edad dorada y adolescente que terminó de súbito en un momento de estragos y abandono”. Como en la novela, los niños que crecieron en la dura posguerra, especialmente los de familias republicanas, no se sometían a la estrategia del olvido de los adultos que combatieron en la guerra, porque en su memoria reciente quedaron grabadas experiencias que, por su aparente y desagradable absurdidad, no podían ni querían olvidar. Y el rememorar es parte de la supervivencia psicológica, y es bueno para la introspección y la comprensión de la realidad. “Mi madre nos decía: no digáis nunca que han matado a tu padre. Pasaron años y nadie iba a nuestra casa porque estábamos fichados […]. Mi hermanito de tres años no podía salir a la calle porque los niños le decían: te vamos a matar como a tu padre”.

¿Cómo se puede olvidar eso? Era el comienzo de una ruptura generacional en una familia ya fracturada: los niños querían saber, pero nadie satisfacía su curiosidad, porque de la guerra no se podía hablar y la verdad oficial no convencía a casi nadie.

En la posguerra el tiempo parecía detenido, estancado. Aunque las cárceles se fueron vaciando por sucesivos indultos, los excarcelados seguían controlados por las comisiones sobre la libertad condicional e incluso podían ser deportados. La dura represión continuaba especialmente contra los comunistas, que no cesaban de tratar de organizar la resistencia pese a sus frecuentes caídas, y contra los guerrilleros que fueron masacrados casi en público, juntamente con sus familiares y enlaces. El gobierno se empeñó en acabar con ellos a toda costa y como fuese, lo que no logró hasta pasado el año 1.950. Luego, la posición de Franco se fue consolidando cada vez más, hasta convertirse en una figura clave en la defensa de Occidente. En 1.959 se cambió la política económica y se inició el desarrollo, en buena parte financiado por las divisas que aportaban los turistas y las que enviaban los millones de españoles que trabajaban en el extranjero. Pronto el mito del “milagro económico” desplazaría el mito de la cruzada. En 1.964 se hizo un enorme esfuerzo propagandístico para celebrar, no ya la victoria, sino los “veinticinco años de paz”. La paz significaba en ese año el orden: el control social siguió siendo más importante que la representación, aunque el control a través de la familia, la escuela y el sindicato vertical resultaba cada vez más difícil, cuando no inoperante. La paz debían seguir manteniéndola las fuerzas de seguridad. Pero, a pesar del inmovilismo del régimen, la sociedad española había ido evolucionando una ruptura, no sólo de la memoria, sino también en la narrativa de la identidad personal y colectiva. Ese cambio se debió a los efectos sociales desestabilizadores del “estraperlo” de los años 40 y a los efectos psicológicos de la emigración forzada por el hambre de los años 50 y continuada en los 60. A fines de la década de 1.950, miles de jornaleros sin tierra, arrendatarios y pequeños propietarios habían emigrado del campo a las grandes ciudades industrializadas, donde los “desafectos” podían pasar desapercibidos si no se dedicaban a otra cosa que a trabajar. Los recuerdos de la represión estaban aún muy vivos en los años 60, pero su valor político fue reorientado por la magnitud de un cambio que abría el futuro para los hijos. Para que los hijos progresasen, la generación anterior hubo de sacrificarse.

La resignación se mezclaba con una ligera crítica social compartida con muchos otros trabajadores, reforzando la disociación con el pasado y con la cultura del “pueblo”: “Desde luego, aquí estamos llenos de miseria, pero nada se puede comparar con lo que hemos pasado en el pueblo, enfermedades, hambre, frío y cada año un hijo”. Por lo menos, ahora los inmigrantes podían trabajar, aunque con salarios bajos y viviendo en chabolas, y los hijos tenían mejor porvenir. Durante los años 50 y 60, los inmigrantes rurales se vieron obligados a adoptar una nueva forma de vivir y otras maneras de relacionarse con los demás, saliendo del aislamiento coactivo que habían soportado. Dejaban atrás el pasado y miraban hacia el futuro. Pero la memoria se fue perdiendo casi del todo, aunque persistiesen los malos recuerdos. Lentamente, se fue generalizando un estilo de vida asociado a una incipiente sociedad de consumo y a una cultura de masas: crecía la apatía política y la tendencia a la evasión (el football, el cine, la canción folklórica, etc.). Aumentaba la amnesia colectiva con respecto a lo pasado, y se fue asumiendo el acuerdo tácito de que la guerra civil había sido una trágica locura, de la que todos los españoles habían sido culpables, porque los españoles eran casi congénitamente ingobernables, demasiado apasionados y poco preparados para la democracia. Pero seguía siendo difícil olvidar que el régimen político, tal como seguía funcionando, había nacido con los “castigos” de la guerra y de la posguerra y a costa de las libertades públicas. Una cierta sensación de pecado original, de frustración y de culpa persistió de algún modo mientras se mantuvo el poder franquista. Pero la aceptación de una corresponsabilidad abstracta de todos por lo que había sucedido, suponía justificar la “purificación” y la “purga” efectuada por la dictadura. Esta justificación quedó anticuada en el discurso oficial del régimen, y al cabo de tanto tiempo coincide con la posición actual de los grupos más conservadores, tan neofranquistas en muchos aspectos.

Ciertamente, las generaciones más jóvenes no sabían lo que había pasado en este país, no sólo porque los vencedores lo habían oscurecido y tergiversado, sino también porque los que tanto habían sufrido se guardaron la verdad para sí mismos y no quisieron o no pudieron transmitirla a sus descendientes. Era como si la evocación de los recuerdos trajera consigo los horrores de la guerra y que se repetiría afectando a los mismos de antes. Tras la victoria franquista prosiguió la política de exterminio, represión, depuración y “regeneración” de las víctimas, avalada por la chusca teoría de los fervorosos psiquiatras que abogaban por la higienización de la verdadera raza hispánica, bendecida por la iglesia. Era imposible que las propias víctimas fueran corresponsables de aquello, y sus descendientes biológicos o ideológicos no podían ser cómplices de la conspiración del silencio, ni del miedo impuesto por el régimen a través de una represión que nunca cesó. En todo caso, los españoles fueron prudentes, debiendo aprender que era mejor permanecer callados o desinteresados por las cuestiones políticas. El legado de la guerra y el duro disciplinamiento condujeron a una cierta forma de autocensura que aún, después de tanto tiempo, dura. Hasta finales de los años 80 no pudo iniciarse el movimiento, hoy imparable, de la recuperación de la memoria, en contra de la prolongada inercia y de la desmemoria histórica. Es vergonzoso que aún existan más de treinta mil desaparecidos de la guerra civil, y es sumamente penoso que a los jóvenes actuales se les trate de impedir el conocer un pasado que les fue amputado. El dolor persiste, aunque sea negado por los descendientes biológicos o ideológicos de los vencedores en aras de una reconciliación que nunca se ha efectuado. No se puede confundir la reconciliación con el revanchismo. Aquí y desde hace setenta años los revanchistas siempre han sido los mismos: “ellos”.

Enrique González Duro (La Guardia, Jaén, 1939), profesor universitario y psiquiatra. Con más de treinta años de labor profesional a sus espaldas, ha sido uno de los grandes renovadores de la psiquiatría en España. Colaborador habitual en diversos medios de comunicación es autor de numerosas obras. Actualmente trabaja en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. Es autor entre otros títulos de Psiquiatría y Sociedad Autoritaria, Consumo de Drogas en España, Distancia a la locura, Treinta años de psiquiatría en España. Memoria de un manicomio, La paranoia. Franco una biografía psicológica, Historia de la locura en España, Biografía interior de Juan Ramón Jiménez, El miedo en la posguerra y La sombra del General.

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La ópera de Manuel García ‘El califa de Bagdad’ abrirá el festival de 2007

La ópera de Manuel García El califa de Bagdad abrirá el festival de 2007
Casi 56.000 espectadores acudieron a los 127 actos del programa oficial y el FEX.Gámez afirma que el certamen deja este año en Granada 2,5 millones de euros
INÉS GALLASTEGUI/GRANADA

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El festival de 2007 se abrirá con la ópera El califa de Bagdad, del cantante y compositor sevillano Manuel García (1775-1832), poco conocido aunque en vida fuera «el Plácido Domingo del siglo XIX» y cosechara grandes éxitos en Europa y América. Así lo anunció ayer el director del Festival Internacional de Música y Danza, Enrique Gámez, tras realizar un balance muy positivo de la edición que acaba de clausurarse. Casi 56.000 espectadores acudieron a los 127 conciertos y espectáculos programados, tanto gratuitos como de pago, que lograron una ocupación media del 98,7%. Según el director, el evento cultural más importante del año dejó en la ciudad 2,5 millones de euros, entre los gastos realizados por los espectadores de fuera de la ciudad (un 22% del total) y los implicados en la propia organización.

Respecto al avance de la programación para 2007, Gámez advirtió que se trata sólo de previsiones. Aparte de la recuperación de El califa de Bagdad, a cargo de Les Talents Liriques de Christophe Rousset, adelantó que habrá tres conciertos de la Orquesta de París, dos de ellos dirigidos por su titular, Christophe Eschenbach, y un tercero a cargo de Josep Pons. Y como en las últimas ediciones cerrará Daniel Barenboim y su Staatskapelle de Berlín. Se estrenará una producción encargada por el propio festival, pero su director no quiso revelar quién es el compositor.

Enrique Gámez insistió en que su intención no es aumentar el número de actividades, sino su calidad. En cuanto a nuevos escenarios, confió en agregar la Iglesia de San Juan de los Reyes -«una impresionante sala de conciertos en el Albaicín», siempre que la curia permita que en ella se interprete música no religiosa- y la qubba del Cuarto Real de Santo Domingo. También se podrían excluir recintos que «no han dado todas las facilidades» para la celebración de los conciertos.

Balance

El responsable del festival compareció ayer en rueda de prensa armado de decenas de cifras para avalar su satisfacción por la marcha del festival que se desarrolló del 23 de junio al 9 de julio. Los espectadores del programa oficial (31.647) superaron en número a los del FEX (24.150) en esta 55ª edición. Aumentó el número de espectáculos: fueron 127, de ellos 49 oficiales y 78 fextivaleros. La recaudación en taquilla -641.400 euros, frente a 482.000 en 2005- representa un 16% del presupuesto global, que fue de 3.870.000 euros.

La ocupación de los recintos de pago, con una media del 98,7%, fue similar. No obstante, Gámez matizó que estas cifras varían año a año en función del programa: el aforo del teatro del Generalife, que acoge la danza, es superior al del Palacio de Carlos V, donde se realizan los conciertos sinfónicos.

Enrique Gámez subrayó la importancia del festival, no sólo como evento cultural, sino también como acontecimiento que genera riqueza en la ciudad. Según el «estudio sociológico» que cada año realiza un grupo de investigación de la Universidad de Granada mediante entrevistas a los espectadores del festival, el 22% de los espectadores procede de fuera de la provincia y, de ellos, el 80% viene a Granada expresamente para asistir a los conciertos. La estancia suele oscilar entre dos y cuatro días y el gasto medio ronda los 223 euros diarios.

Gámez resaltó que si al gasto de los espectadores se suma el que realiza el propio festival -que invierte en imprentas y floristerías, azafatas y mensajeros, entre otros muchos sectores de la ciudad- la cantidad resultante alcanza los 2,5 millones de euros.

El director del festival agradeció el trabajo de su equipo y el apoyo de las instituciones, los patrocinadores y los medios de comunicación. En cuanto al público, aseguró que todos los artistas habían comentado su «calidad, atención, puntualidad, silencio y participación». «Granada es una ciudad culta, abierta y respetuosa con todas las manifestaciones artísticas», concluyó.
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José Tito Rojo: «El ‘carmen blanco’ es un ejemplo de jardín de las vanguardias»

José Tito Rojo: «El carmen blanco es un ejemplo de jardín de las vanguardias»
Un curso de la UGR y la Fundación Rodríguez-Acosta analiza el fenómeno.«Granada es un lugar fundamental en la historia de la jardinería»
BRÍGIDA GALLEGO-COÍN/GRANADA

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En las primeras décadas del siglo XX se construyen en España, y especialmente en Granada, numerosos jardines la mayoría de ellos fieles a la estética regionalista. Es el momento en que Europa recupera los estilos jardineros nacionales y, paralelamente, se plantea la posibilidad de construir jardines modernos emparentados con los movimientos estéticos de las vanguardias.

El curso Jardines en el tiempo de las vanguardias, que comenzó ayer en nuestra ciudad, trata de analizar este fenómeno «que tiene en Granada pocos ejemplos, pero de vital importancia para la estética del paisaje de la ciudad, como el carmen blanco del pintor José María Rodríguez Acosta o los jardines que Torres Balbás hace en la Alhambra y el Generalife», explica José Tito Rojo, conservador del jardín Botánico de la Universidad de Granada y director del curso. «Son jardines -añade- que dialogan con el cubismo, el surrealismo, el art decó».

El carmen de la Fundación Rodríguez-Acosta es un ejemplo de jardín de las vanguardias. «Se trata de la obra singular de un artista que aporta su visión personal de la tradición jardinera granadina, y la mezcla con lo que a él le gusta de los jardines que ha visto en Europa. El resultado es un jardín moderno con raíces granadinas», explica Tito Rojo.

El carmen del pintor Rodríguez Acosta marcó todo un hito en su tiempo como jardín moderno español. «A los amantes del jardín los dejó alucinados. Antes de que estuviera concluido ya aparece como ejemplo de jardín moderno español en cinco libros extranjeros, algo que no se ha dado nunca en la historia de la jardinería. Generó una enorme expectación».

Adelantados a su tiempo

Respecto a la impresión que los jardines del carmen blanco causaron en Granada, José Tito asegura que gustaron «porque eran unos jardines bellísimos, aunque algunos granadinos que reivindicaban el jardín costumbrista lo miraban con recelo, porque no les parecía granadino».

Sin embargo, estos jardines están hoy de plena actualidad «porque estuvieron adelantados a su tiempo, son una fabulosa mezcla de tradición y modernidad. Tenemos en Granada el eslabón perdido de la jardinería española».

En opinión de Tito Rojo, se trata de «un jardín muy pensado que establece un diálogo entre lo femenino y lo masculino. Hay un jardín de Venus y un jardín de Apolo enfrentados y unidos por un eje. Es un jardín que dice cosas».

El curso, organizado por la Universidad de Granada y la Fundación Rodríguez-Acosta cuenta con ponentes españoles y extranjeros de primera categoría.

Entre ellos, Monique Mosser, profesora de la Escuela de Arquitectura de Versalles y la gran historiadora del jardín del siglo XX; Luigi Zangheri, autor del libro El jardín islámico y director del Comité Internacional de Jardines Históricos, o Jacques Repiquet y Cecile Briolle, restauradores de uno de los jardines cubistas europeos más importantes, la Villa Noailles.

Mesa redonda

Una mesa redonda para discutir cómo hacer hoy jardines será el colofón de este curso, una extensión del Master de Paisajismo de la Universidad de Granada -pionero en Andalucía- que en septiembre comenzará su quinta edición.

Según Tito Rojo, hoy en día «el mundo del jardín está en constante ebullición, buscando caminos, la gente se pregunta qué hacer y yo creo que es bueno hacer, precisamente, lo que hizo Rodríguez Acosta».

Granada es un excelente lugar para este tipo de iniciativas. «Ocupa un lugar fundamental en la historia de la jardinería ya que cuenta con buenos ejemplos de todo tipo de jardines», comenta Tito Rojo.
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El signo de los cuatro

PUERTA REAL
El signo de los cuatro
JOSÉ VICENTE PASCUAL/

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CREO que no conozco a Manuel Valle. Puede que alguna vez hallamos coincidido, pero de momento no ubico. Intuyo que es un investigador vinculado a la universidad de Granada, y sé de muy buena tinta, la misma tinta que empapa de excitante aroma a las obras recién sacadas de imprenta, que es autor de un ensayo enciclopédico sobre novela policial, lectura que me tiene encandilado desde hace semanas y que consta de cuatro enjundiosos volúmenes: La ciencia como ficción sentimental (Conan Doyle); Historias sin historia de la naturaleza humana (Ágatha Christie); El tewd y la seda (Dashiell Hammet); y Alma, corazón y vida (Raymond Chandler). La editorial La Vela y el animoso y sin duda incombustible José Antonio García Sánchez, Murciano para los amigos y enemigos, son responsables de la empresa, este singular y aventurado hallazgo.

Que un ensayista procedente del mundo académico emplee la ingente, colosal cantidad de tiempo, documentación, esfuerzo, erudición, análisis y amena exposición sobre tema tan popular, ya merece de por sí la atención de los lectores. El género, desde la pupl fiction americana al costumbrismo anglosajón que se expresa elocuente en novelas-enigma, siempre se ha considerado como menudencia literaria, en todo caso punto y aparte entre obras serias que aportaría entretenimiento y evasión al lector culto. Sin embargo, ningún escritor de nuestra época ha eludido la seducción de la novela policial como expresión rotunda de que la literatura o es conocimiento y emoción o no es nada. Consciente y ambicioso, como debe ser, en torno a este fenómeno de masas que subyuga a los autores más exquisitos, Manuel Valle traza un campo de acción vastísimo y prometedor, un minucioso recorrido por los cuatro autores (y sus respectivos personajes), que sin duda pueden considerarse señeros en esta especialidad de la novela contemporánea. Ese es otro de los grandes aciertos, o por decirlo mejor, contundentes méritos de la magna obra; y lo de magna es literal, hablamos de unas 1500 páginas de itinerario por la apasionante geografía de la literatura criminal. Por último, es obligatorio admitir el gozoso estupor ante el hecho de que una obra de este calado y entidad, con visos de definitiva y de sentar magisterio sobre el tema para futuras generaciones, haya sido concebida, escrita y publicada en nuestra ciudad. Lo que me lleva de inmediato a una urgente reflexión. No es cierto que la publicación de libros, en Granada, se encuentre anquilosada, menguada por la escasa potencia de nuestra industria editorial, apocada ante el vigor apabullante de las grandes corporaciones del gremio. Autores, en todos los ámbitos, léase poesía, narrativa, ensayo… los hay como en todas partes, de mérito innegable. Y editores, cuando media la voluntad de hacer las cosas bien y con real vocación de poner en las librerías títulos valiosos, se encuentran. No es que abunden, precisamente, pero haylos.

Como escritor vinculado a esta ciudad desde hace cuarenta y muchos años, de vez en cuando me siento orgulloso de algunos libros aparecidos en nuestro entorno inmediato. Fue el caso de El segundo hijo del mercader de sedas, de Felipe Romero; del Paseo naif por las iglesias de Granada, redactado por Felipe sobre maravillosos cuadros de la no menos maravillosa Maripi; de África en el corazón, de Manolo Villar Raso… y no sigo porque me entran tentaciones de hablar de la parte que me toca, sobre todo si recuerdo al negro esclavo del duque de Sessa que entre Murciano, el profesor García Marín y, humildemente, un servidor, sacamos del olvido, creo que para siempre. El signo de los cuatro es la última alegría, gozada sin paliativos, que colma mis horas nocturnas de lector insomne. Es verano, son las cuatro y veinte de la mañana y leo sobre Conan Doyle investigado desde Granada. ¿Se puede querer más? Seamos razonables: más, no se puede pedir. Ni en Granada ni en ningún otro sitio.
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La terapia celular se aplicará a pacientes que hayan sufrido un infarto en cinco años

La terapia celular se aplicará a pacientes que hayan sufrido un infarto en cinco años
Una nueva vía de estudio con células madre de adulto se abre en el Clínico Enfermos de diabetes o de parkinson se beneficiarán de las investigaciones
ISABEL MURIEL/MÁLAGA

PRUEBA. Los especialistas confían en las investigaciones. / J. F. EFE

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TRES FRENTES ABIERTOS

TRES FRENTES ABIERTOS
Células de adulto: Se extraerán en el Hospital Clínico Universitario. Este nuevo proyecto supone una inversión de 250.000 euros, financiados por la Consejería de Salud y la de Innovación.

Células embrionarias: Suministradas por el Instituto Karolinska de Estocolmo.

Células de cordón umbilical: El material biológico se conserva en el Centro Regional de Transfusión Sanguínea de Málaga.

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A las personas que han sufrido un infarto se les abre un nuevo horizonte de la mano de las últimas investigaciones con células madre. Tanto es así, que el coordinador de la unidad de investigación de Medicina Regenerativa del Hospital Clínico Universitario de Málaga, Jesús González, calculó ayer que en cinco años se podrá aplicar la terapia celular a este tipo de pacientes. Esta línea de investigación es novedosa en todo el mundo, ya que en otros países como Estados Unidos se desarrollan medidas similares, pero dirigidas a los pacientes con lesiones agudas.

Los investigadores trabajan en tres frentes: células de adulto extraídas en el Hospital Clínico, células embrionarias suministradas por el Instituto Karolinska de Estocolmo y células de cordón umbilical que se conservan en el Centro Regional de Transfusión Sanguínea de Málaga.

En principio los estudios están encauzados sólo a conocer y no a tratar. El director general de Calidad, Investigación y Gestión del Conocimiento de la Consejería de Salud de la Junta, Antonio Torres, explicó ayer el procedimiento en las futuras investigaciones: «El fin de estos estudios es aumentar y mejorar el número de EPC o células precursoras endoteliales. Lo que pretendemos es comprobar cómo reacciona el cuerpo del paciente; por tanto, en esta primera fase no existe manipulación celular.», sostuvo. Desde comienzos de mes se extraen muestras de células a unos 20 pacientes infartados. para realizar estas pruebas.

Éxito precedente

De cualquier modo, las esperanzas son consistentes, ya que la aplicación de la técnica de regeneración celular en ratones ha sido un éxito. En este sentido, la catedrática de Anatomía Humana de la Facultad de Medicina en la Universidad de Granada, Antonia Aránega, añadió que a medio o largo plazo la regeneración miocárdica en personas puede ser una realidad. «La aplicación podrá realizarse a pacientes con infartos pero también podrán utilizarse para personas que sufren parkinson, diabetes o calvicie», sostuvo.

Las investigaciones están financiadas por la Consejería de Salud y la de Innovación, Ciencia y Empresa y cuentan con un presupuesto de 250.000 euros. A este respecto el jefe del servicio de Cardiología del Hospital Clínico, Eduardo de Teresa, lamentó la falta de apoyo de las entidades privadas en estos trabajos.
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