literatura
La belleza de los cuerpos infinitos
granada hoy
amistades. El escitor cultiva su mitomanía.
G. CAPPA
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granada. Más amante de Príapo que de Venus, Luis Antonio de Villena es mucho más que un personaje de gafas extravagantes, rubio de bote y erudición infinita. Ganó el Premio Nacional de la Crítica en 1981 –con 30 años recién cumplidos– y ha abordado la poesía y la prosa a la búsqueda de una belleza que en ciertas ocasiones resalta más rodeada de cochambre.
–Hace años estuvo usted en La Madraza hablando de sus anécdotas con Borges. No pierde ocasión de cultivar la amistad de los grandes…
–No es porque sean grandes. Precisamente Borges era un señor con el que podías hablar, aparte de que fuera ciego, con total naturalidad. No adoptaba ninguna pose. Lo que justamente he aprendido de conocer a personas famosas es que son enormemente sencillas. El caso de José Emilio Pacheco es igual, se enfadaría si le pusieran en un pedestal. Pienso que una persona que tiene grandes valores, estos se ven solos. No tienen que decir nada de si mismos. A ninguno de los grandes les he oído vanagloriarse de sí mismos o preguntar qué te ha parecido mi libro. Jamás. Lo recuerdo muy bien de Alexandre, al que podías ir siempre a ver sin necesidad ninguna de hablar de su poesía.
–¿Mitomanía?
–En contra de lo que dice el propio Pacheco de que no es necesario conocer al autor, que por otro lado es verdad y se puede gozar de la literatura sin conocer al autor, es verdad que hay veces que cuando eras muy aficionado a la literatura te apetece conocer a las personas cuya poesía te gusta. A veces te puedes llevar una decepción, pero no porque sean personas mejores o peores, sino porque no tienes química con ellos. Pacheco siempre ha tenido una gran generosidad. Una vez fui a México y le pedí que me dijera libros de jóvenes poetas mexicanos. Me llevó a una librería, me dijo los más interesantes, y me compró diez libros.
–Su último poemario, Los gatos príncipes (VII Premio Internacional de poesía Generación del 27) se abre con una cita de Celaya: La poesía es una arma cargada de futuro. ¿Contra quienes dispara usted?
–Fue un verso emblemático, que yo relaciono con la necesidad de cambiar la vida. Es una forma distinta de poesía social. Creo cada vez más en la necesidad de una pluralidad moral. Me parece absurdo que sólo exista la moral cristiana.
–Muchos lectores han descubierto su obra a través de su prosa. ¿Son más accesibles sus novelas que sus poesías?
–Bueno, quizás. Algunos de mis poemas pueden tener muchas referencias cultas, pero en otros los referentes cultos los he pensado en el sentido de que si el lector los capta pues mejor, pero si no también puede leer el poema. Es verdad que las novelas pueden ser más accesibles, pero eso no me lo propuesto yo. De alguna manera inconsciente he utilizado la narrativa para ser más llano y en la poesía he metido más carga de profundidad.
–Se lo conoce en prosa sobre todo El burdel de Lord Byron, pero tiene otras novelas menos conocidas, como Fácil, que pueden ser incluso mejores y no se conocen.
–Bueno, creo que son cosas de editoriales. El Burdel de Lord Byron ganó en ese momento un premio muy importante porque era la segunda vez que se otorgaba el Premio Azorín y la primera edición la ganó Torrente Ballester. Tenía un jurado muy llamativo con Cela y otros. Tuvo mucha repercusión, más que Fácil, que es una novela no más difícil pero que alude a un mundo nocturno y sórdido y que a lo mejor atrae a menos lectores. A mí también me parece Fácil una novela mejor que El Burdel y sin embargo esta tuvo más éxito. Pero depende de la promoción editorial. Esto no lo sabe mucha gente pero hay novelas que se venden porque te las meten por los ojos y por la boca, que tienen una promoción inmensa. Hay Premios Planeta que si salieran al mercado con la promoción normal no venderían un libro. Lleva pasando mucho tiempo.
–Si triunfara sólo quien lo merece no habría podido usted escribir su Biografía del fracaso.
–Es un ensayo literario. A mí no me gustan los ensayos académicos, que tienen su público y su medio, la Universidad. Cuando publicas un ensayo en una editorial normal, aunque tiene que haber saber, tiene que haber literatura. En Biografía del fracaso pretendía un libro de ensayo muy literario. Por eso los personajes son muy literarios, unos conocidos y otros no.
–Siempre con el nexo común de la búsqueda de la belleza…
–Eso es una constante en mi obra desde luego. El triunfo es una cosa que sólo ve el de fuera. El que lo ve desde dentro tiene siempre tiene que aspirar a más, como es lógico. Por eso es muy tonto quien piensa que ha triunfado. Yo opino que uno nunca triunfa porque nunca se puede estar a la altura de lo que se piensa. Uno pretende siempre saber más, ser más inteligente… Pero luego la vida está llena de trampas y, como decía Gil de Biedma, la vida nunca es como queremos. Como nunca es como queremos todos fracasamos. Otras veces aplicamos una mirada histórica que distorsiona. Luis Cernuda, uno de los personajes que estaba incluido en la Biografía del fracaso, hoy en día es un gran triunfador, está reconocido como uno de los grandes poetas del siglo XX y se le han reconocido todos sus méritos. Ahora, en su vida, Cernuda debió sentirse fracasado muchísimas veces porque vivió muy marginado y fueron muy poco generosos con él, también tenía un carácter un poco altivo que no le ayudó. Sólo en los dos últimos años de su vida atisbó un poquito que aparecía una luz en el horizonte porque él pasó años y años como un personaje mucho más que secundario. Es una forma de fracaso que tiene mucho de mirada histórica. Más significativo es el caso del pintor Gauguin. Fíjese lo que cuesta ahora un cuadro de Gauguin, que en su vida vendió tres cuadros. Entonces, el fracaso son dos perspectivas distintas: el fracaso forma parte de la condición humana y por otro lado, en la perspectiva diaria, hablamos de personajes como si fueran grandes triunfadores cuando en su vida se sentirían muy fracasados.
–La mayoría de estos personajes son homosexuales. ¿Sigue siendo necesario reivindicar?
–Bueno, es una cuestión que me puede interesar más por reivindicar esa historia que ha sido siempre muy castigada y muy marginada. A veces lo hago intencionadamente y otras inconscientemente porque un señor homosexual ha tenido siempre históricamente más posibilidades de ser marginado.
–La belleza personificada en el cuerpo masculino
–El tema es la belleza, no la homosexualidad, aunque el canon que de belleza que utilizo lo aplico a lo masculino. Sería ridículo decir que la poesía de Neruda trata de la heterosexualidad. La poesía de Neruda era de amor. Mis poemas hablan de la belleza y el fracaso ejemplarizados en lo masculino, pero no hablan directamente de eso.
–Ejerció usted de consejero sentimental con Fernando G. Delgado en la Cadena Ser. ¿Hacía falta dignificar este género?
–Se me ocurrió contestar en antena a las cartas que nos llegaban, pero se trataba de hacer ver que se puede hablar de los sentimientos con claridad y al mismo tiempo con elegancia y con cierta base cultural. Se trataba de que la gente se acostumbrase a oír hablar de sexo y sentimientos en ámbitos muy domésticos un domingo por la mañana.
–Mantiene usted una relación muy especial con Granada.
–Tenía unos amigos que estudiaban en la Universidad de Granada y salía visitarlos allá por el año 74. Luego hice amigos poetas de Granada, algunos de los cuales les he perdido la pista. Uno de ellos es José Gutiérrez, que era muy conocido y muy amigo mío pero que no he sabido nada de él después. Debe estar muy retirado.
–¿Sigue habiendo una doble moralidad, la de la calle y la que pretenden reflejar los medios de comunicación?
–En España hay un problema muy grande en terrenos de moral, que es el peso tremendo de un catolicismo represivo. Se ha avanzado mucho pero no se ha quitado del todo. Las represiones han sido muy feroces y nos han hecho mucho daño a todos. A mí me parece muy lamentable que mientras en Francia estén celebrando los 100 años de la separación de la Iglesia y el Estado nosotros estemos aún con ese problema. Eso se nota en la moral, todo se rige directa o indirectamente por la moral católica, y no debería ser así. Hay una moral civil que es mucho más importante y tiene más en cuenta los derechos individuales. Se tiende a considerar aquí que lo que es pecado es un delito. Claro, una cosa es el pecado y otra el delito. El intento de mezclarlos es aberrante. Si usted es creyente considerará cosas como pecado pero que no son delito en ningún sentido.
–Como autor de la primera antología en España de José Emilio Pacheco ha tenido un papel relevante en el Premio de Poesía García Lorca de este año. ¿Qué valoración hace?
–Me parece bien. Es una cosa que aún se está gestando y supongo que puede mejorar. Está muy bien que se le haya dado a Pacheco, que es un hombre talentoso y cordial. Los actos estuvieron bien, con cosas de gran brillantez, aunque faltan cosas por ajustar. Por ejemplo, los tres políticos que hablaron dijeron lo mismo. Dieron una pequeña clase de literatura y, bueno, está bien que se haga pero debería haberlo hecho uno y que los demás hubieran hecho otras cosas, no repetir lo mismo. También es importante la presencia de representantes del Estado, que fallaron entre comillas. Es importante el respaldo estatal para que se le note el carácter internacional. No hace falta que vayan los Príncipes, pero junto a las autoridades locales debe haber autoridades nacionales para que el premio esté como más subrayado.
–¿Es cada vez más difícil encontrar Pachecos en España?
–Seguro que hay muchísimos poetas porque imagínese lo que hay entre Río Grande y la Patagonia. Desconocidos sin duda, pero también poetas ya muertos. Ese es un campo inmenso. Pero allí tampoco se conoce la poesía en español, que es algo que de vez en cuando conviene repetir. Funcionan mal los libros españoles que llegan allí y viceversa. Ese es un fallo y debería haber más comunicación entre las dos orillas del Atlántico.
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