VIVIR
Sin cargas familiares
El cambio de valores y el empeño en prolongar la juventud propagan el estilo de vida dinki, parejas que aplazan la paternidad para disfrutar de su independencia
TEXTO: MARINA MARTÍNEZ / FOTO: SUR. ARCHIVO / MÁLAGA/
PREFERENCIAS. Los dinkis suelen viajar más que las familias tradicionales, con una especial predilección por los países extranjeros.
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EL DINKI
Qué significa: El término procede del inglés Double income no kids, que significa doble ingreso sin hijos.
Quiénes son: Es una nueva etapa dentro de las sociedades modernas que engloba a parejas de hecho o de derecho que viven juntas e independizadas de sus padres. Se considera un periodo de transición antes de tener un hijo y convertirse en una familia.
Cuántos son: En España hay unas 800.000 parejas dinkis. De ellas, 104.000 residen en Andalucía, según datos de Millward Brown.
Cómo se definen: El dinki se caracteriza por su marcado individualismo, dinamismo, narcisismo y hedonismo. Sus principales deseos son la estabilidad económica y la evolución profesional. Además, conceden menos importancia al concepto de familia.
Cuáles son sus hábitos: Almuerzan en restaurantes al menos tres veces por semana, utilizan a menudo Internet (también para compras), viajan un 40% más que las familias tradicionales y gastan el doble en cultura (cine, libros, música). Valoran la estética y el bienestar.
Un público joven, urbano y con poder adquisitivo ideal para la publicidad
La comodidad y la dedicación al trabajo, principales excusas
SON la alegría de la casa, pero hay quien prefiere verlos en la del vecino o el hermano. Y no sólo porque dejan temblando el bolsillo a final de mes. Tener hijos es algo más. O menos, según se mire. Todo cambia cuando llegan. Y la libertad es lo primero que se pierde. Al menos eso es lo que piensan miles de parejas en las que ambos miembros trabajan y que retrasan cada vez más la paternidad para disfrutar de su independencia. Son los dinkis (double income no kids), que ya representan el 4% de la población española. Un informe de la empresa Millward Brown así lo atestigua. El cambio de los valores sociales, la incorporación de la mujer al trabajo y el empeño en prolongar la juventud han extendido este fenómeno, que ha crecido un 75% en España en los últimos cinco años.
A los nuevos modelos familiares hay que añadir ahora, por tanto, esta etapa de transición entre el cobijo paterno y la creación de una familia propia. El momento ideal para saborear la relación. No hay que olvidar que los dinkis suelen ser personas individualistas, dinámicas, ambiciosas y hedonistas, que dan más importancia al bienestar que al concepto de familia. «La actitud ha cambiado. Formar una familia se ve ahora como algo negativo. Aunque, en el fondo, existe un trasfondo de miedo ante una responsabilidad que puede coartar esa vida en pareja», considera la psicóloga María José Zoilo.
Antes, sin embargo, esa autonomía ni se planteaba. Como recuerda Pablo Galindo, profesor de Sociología de la Universidad de Granada, los valores sociales han cambiado. «Hace unos años, el matrimonio era algo necesario para tener hijos. Hoy, la sociedad no impone obligaciones, hay alternativas novedosas. De un modelo de educación familiar basado en la autoridad y el respeto se ha pasado a otro permisivo. Los niños crecen sin saber lo que es la responsabilidad y el sacrificio; la emancipación se retrasa y el valor de la estructura familiar se debilita», opina Galindo.
No renunciar a sí mismo
Pero esto al dinki no le afecta. Su reto es vivir en pareja, crear un hogar, pero sin renunciar a sí mismo. Y si no hay nadie que le despierte por la noche con llantos o le obligue a salir antes del trabajo, mejor. Yamina Pérez, técnico de Millward Brown, lo tiene claro: «La incorporación de la mujer al mundo laboral y la importancia de la autorrealización personal han propiciado que cada vez se retrase más la llegada de los hijos».
Pero tampoco los medios de comunicación se han mantenido al margen. Los mensajes calan en la sociedad con un poder dominante. «Los medios provocan una socialización perniciosa. Hoy lo que otorga prestigio es la etiqueta de joven, la persona que no representa esta identidad se siente rechazada socialmente. De ahí que sea muy normal ver a adultos que siguen reproduciendo estilos de vida más propios de los jóvenes que los de su edad respecto a ropa, gustos y empleo del tiempo libre», advierte Galindo, para quien la consigna predominante es la búsqueda del placer inmediato.
Hacer planes a largo plazo ya no se lleva. Especialmente, porque las condiciones laborales y económicas actuales no lo permiten. Bajo esta premisa, los dinkis optan por disfrutar del presente, sin más preocupaciones. Para ellos, la estabilidad financiera y la evolución profesional están por encima de todo. Prefieren, por tanto, hacer horas extra a cambiar pañales. A nadie amarga un ascenso. Aunque tampoco un buen viaje o una sofisticada cena. El dinki es consciente de que sus caprichos se acaban desde el momento en el que ve la primera ecografía de su hijo.
Y es que donde comen dos no comen tres. Tener descendencia tiene sus gastos. Y el dinki no está dispuesto a compartirlos. Al menos, en un principio. Porque este fenómeno suele ser temporal, pero, en ocasiones, puede convertirse en un estilo de vida permanente. El riesgo están en caer en la monotonía. María José Zoilo lanza el aviso: «Hemos cambiado la cultura del esfuerzo por la cultura del ocio. La sociedad de hoy es más egoísta y ve el ahorro como algo negativo. Prefieren vivir al día. La clave está en saber organizarse y marcar los límites, porque el disfrute también puede convertirse en rutina».
Instinto maternal oculto
El dinki es firme candidato. No hay más que echar un vistazo a su agenda: reuniones de trabajo, cena con los amigos, comidas con clientes, salidas los fines de semana… Por si fuera poco, el instinto maternal parece diluirse cada vez más. Hasta tal punto que desaparece. Hoy se sabe que es más producto de la socialización que de la genética. «Cada vez se valora menos la paternidad frente a otras cuestiones, como el trabajo o el ocio», justifica el profesor Galindo. En su opinión, una de las principales causas ha sido la pérdida de terreno de la religión, que hacía pensar que lo correcto estaba en sus dictados.
Ese cambio de mentalidad y educación ha dado un giro a la sociedad. Ni bueno ni malo. Como señala Pablo Galindo, se trata simplemente de un cambio de referentes. «Antes, los hijos eran una garantía de sustento para los padres en su vejez. Ahora no se hacen planes tan a largo plazo», considera.
No importa, por tanto, estar al borde de los 40 para experimentar la paternidad. En otros tiempos, lo normal era ser madre a los 20. Hoy es habitual ver a personas en la cincuentena con hijos que aún están en el colegio. «Por una parte, es una ventaja, porque los padres son más maduros; pero también es un hándicap, porque tienen más achaques y están más cansados», observa María José Zoilo.
Ahora, los dinkis buscan una evolución en la familia, con nuevos roles más acordes con los valores y deseos actuales y donde la mujer no esté en una posición de inferioridad frente al hombre. De hecho, uno de los rasgos en común de esta nueva tribu es el reparto igualitario de las tareas del hogar. Como sostiene Yamina Pérez, los dinkis «representan la modernidad, son el motor de cambio dentro de los nuevos hogares». Y hasta entienden de otra forma el concepto de hogar. Según el estudio de Millward Brown, sus viviendas suelen ser espacios abiertos, minimalistas, con muebles funcionales y con un mayor peso del diseño.
Amigos de las novedades
Asimismo, este tipo de familias se inclinan más que otras por las novedades del mercado y lo último en tecnología. Suelen ser más proclives a adquirir DVD y a comprar por Internet. Además, invierten más en estética y ropa, y viajan un 40 por ciento más que las familias tradicionales.
La envidia para el resto de los mortales está servida. Especialmente, para muchos jóvenes que desearían emanciparse y no pueden por motivos económicos. «Los individuos sujetos a la dependencia paterna se ven presionados por la sociedad porque no están a la altura. Corren así el riesgo de sufrir más estrés y ansiedad por la sensación de fracaso y pérdida que les produce, frente a la de ganancia de los dinkis», apunta Zoilo.
Pero, ¿realmente salen ganando? Todo depende de lo que cada uno entienda por calidad de vida. Unos ven cumplidos su sueño al tener un hijo, otros no lo ven ni en sueños. Al menos, en un primer momento. Luego muchos se arrepienten. «Aunque nos empeñemos, no somos eternamente jóvenes. Por eso, mucha gente que no ha tenido hijos se decide cuando es demasiado tarde y eso puede causar frustración e incluso estados de depresión», añade la psicóloga.
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