juan lópez martos. ex director general del agua
He sufrido el síndrome de E.T., quería venirme a mi casa
El veterano político granadino ha vuelto, a sus 66 años, a su plaza de funcionario en la Confederación Hidrográfica después de una fugaz participación en el Ministerio de Medio Ambiente, con el que ahora colaborará desde Granada
junto al agua. Juan López Martos, fiel al agua.
Un ingeniero de Motril que ha trabajado casi gratis en política
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A uno le nacen donde las circunstancias mandan. Como yo nací en la guerra, y mi padre estaba movilizado, vine al mundo en Adra. Pero no menosprecio al pueblo de Adra ni mucho menos. Yo empecé a trabajar allí. Pero uno se siente del sitio donde ha vivido su niñez y primera juventud, y yo soy motrileño hasta la cepa, aunque el habla esté refinada. Siento el cariño de los motrileños. En 1977, en el mitin de la Alcoholera, hubo más gente que con Santiago Carrillo. Yo estudié Caminos, trabajé en Almería, y luego en Granada, en el Guadalfeo. Veinte años trabajé como ingeniero y luego como dirigente de puestos del agua: fui delegado del Gobierno en la Confederación del Sur y del Guadalquivir. Después salté a la consejería y entre medias fui senado. Como no nos pagaban seguí trabajando de ingeniero. En 2001 la Junta me llamó para el Instituto del Agua de Andalucía, y en 2004, por mi actividad en el partido a nivel federal, me llamó Cristina Narbona para Medio Ambiente, hasta que me puse malo y he vuelto a trabajar de funcionario. Lo que sí digo es que he tenido el sino de estrenar muchos cargos, casi todos sin remuneración, porque para trabajar gratis me las pinto solo. Fui senador, diputado del primer Parlamento andaluz, el primer presidente del Consejo Social de la Universidad de Granada, el primer director del Instituto del Agua y el primero del Agua del Ministerio de Medio Ambiente. En todos he puesto lo que he podido. granada. Durante unos meses fue nuestro hombre en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en concreto en la dirección general del Agua del Ministerio de Medio Ambiente de Cristina Narbona, pero en septiembre pasado, contra todo pronóstico, se retiró. Sigue siendo, sin embargo, una especie de humanista del agua. Por primera vez desde su dimisión Juan López Martos accede a hablar.
–¿Es usted ya un jubilado de la política?
–Un ciudadano no se despide nunca de la política; se puede retirar de los cargos públicos. Esta es mi tercera retirada y por edad no es probable que vuelva. También se hace política con el comportamiento, sobre todo cuando tienes una tarea, como es mi caso, en la función pública. Atender a la gente, que sienta que va a su casa, a exigir un derecho a su servidor… Creo que nuestra administración debía de haber cambiado en 1982 dos cosas: una, que haya dos clases de servidores públicos, funcionarios y laborales; y otra, que dejemos de llamarnos funcionarios, que es una denominación con connotaciones peyorativas. Envidio la denominación anglosajona, servidor público.
–Detesta el tópico de la oficina siniestra.
–No ha sido ese mi comportamiento. Cuando di el paso inesperado de saltar a la vida pública el que alguien pensara en mí vino derivado de mi comportamiento profesional, porque yo sólo era un entusiasta de la democracia y un fiel socio del Club Larra.
–¿Se han cumplido las expectativas de entonces?
–Sí, porque yo no pretendía una carrera personal. De hecho me he retirado tres veces. En la medida de mis fuerzas he puesto un grano de arena para que este país sea democrático y para que esta región, una comunidad respetada. Me siento satisfecho de la sociedad en que vivo, que me ha tratado bien, porque me ha permitido vivir honestamente con mi familia y colaborar en una tarea como la de traer la democracia con todas las imperfecciones que se quieran. Poder contar a tus nietos que yo fui de los que dieron un paso al frente es una satisfacción.
–Su última retirada, como director general del Agua, pocos meses después del nombramiento ¿ha sido por motivos distintos?
–La primera fue voluntaria. Un dirigente local me ofreció afiliarme al PSOE, y contesté que había sido elegido senador como independiente y que hasta que no acabara la legislatura no tomaría ninguna decisión. Pero no paró ahí la cosa porque en 1979 el PSOE, el PCE y hasta Alianza Popular me ofrecieron encabezar listas municipales. El que tenía más opción era el PSOE pero no se entendió mi posición y no hubo posibilidad. No pretendía que en mi currículo figurara haber sido alcalde, sino pertenecer a un equipo que hiciera cosas por la ciudad.
–¿Y la segunda?
–No fue voluntaria, porque no se me renovó el mandato como consejero de Obras Públicas. Y la tercera ha sido por razones de salud. Me encontraba mal, muy mal, y en septiembre pedí a la ministra de Medio Ambiente que me liberara. Era un momento duro, porque cambiar la política de aguas es difícil, y encima con el hito de parar el trasvase del Ebro. Y a mí me cogió en mal momento. También creo que la estructura del Ministerio hay que cambiarla porque, al margen de mis problemas personales, hay que pensar que en cuatro años del PP y uno del PSOE el actual director general de esta materia es el séptimo. Algo pasa ahí.
–Muchos directores generales.
–La media no llega al año. Y entre siete al menos habrá habido dos competentes. Quizá la organización haya que repensarse.
–Se especuló con su desacuerdo con las alternativas al trasvase del Ebro.
–No, en absoluto. Lógicamente un cese tan repentino se presta a especulaciones pero me vine por razones de salud y la ministra lo entendió. Hace diez días me pidió que desde Granada me encargue de coordinar la acción exterior en materia de aguas del Ministerio. Como digo en broma he sufrido el síndrome de E. T., yo quería venirme a mi casa. Madrid es una ciudad durísima. Como consejero pasé muchos años fuera de casa.
–Su trabajo en política no ha sido un camino de rosas.
–No, no…
–Como consejero de Obras Públicas vivió momento difíciles.
–El famoso affaire Ollero fue tremendo. Cuando venía a esta cita contigo lo he pensado. Y es lamentable que 14 años después el tema siga sub iudice. Afortunadamente yo estoy fuera, sólo como testigo, pero es lamentable tanto tiempo. Aquello fue una cacería política. Un alto dirigente de IU me dijo que yo ya tenía derecho a que se me librara de aquello, porque era inocente, pero IU mantuvo la acusación hasta que la retiró el fiscal…
–Tuvo que demostrar hora a hora su inocencia.
–Fue muy duro pero tuve la suerte de que la ciudadanía confiaba en mí. Tengo miles, miles de firmas en mi poder de desconocidos que me enviaban cartas. Eso me mantenía con fuerzas, aunque también había momentos en que pensaba si viviendo como vivía había llegado hasta allí, ¿qué me podía pasar? Porque la justicia es ciega, a veces demasiado.
–Y pese a todo valió la pena.
–Hombre, yo te puedo decir lo que El Cordobés: Más cornás da el hambre. Pues eso, más cornás daba la dictadura.
–Pero la democracia da las suyas.
–En todos los órdenes de la vida vivir de acuerdo con unos principios éticos es muy duro, pero cuando se hace por convicción se lleva bien. Yo además tenía entonces un acicate. Pensaba: A mí esta gente no me puede derrotar, si soy inocente. Y pude aguantar.
–¿Siempre sintió el respaldo del PSOE?
–No quiero ofender a nadie, y menos al PSOE, del que soy un militante disciplinado que no participa en luchas orgánicas, pero yo creo que a mí me salvaron mis amigos. Unos militantes, como Juan Santaella, y otros no, pero sobre todo amigos… Pero el tema ha pasado y siempre he contado con el apoyo del presidente, y cuando pienso que debo decirle algo se lo digo, y unas veces me hace caso y otras no.
–Usted es un socialista crítico.
–No se puede ser de otra manera si eres socialista. El socialista conformista no es socialista.
–¿Falta ética?
–Sí, falta ética en la sociedad actual y también en la vida política. Estoy leyendo un libro que me gustaría que leyeran los militantes socialistas, la biografía de Besteiro que Andrés Saborit escribió en 1961. Ahí también hay episodios de lucha por el poder pero sobre todo resplandece la idea de un socialista fiel a las ideas que defiende. A lo mejor soy un bicho raro.
–¿Se siente desplazado?
–No, no me quejo de la vida que llevo pero pienso que hay muchas cosas que hacer para que la sociedad fuera más justa.
–¿Se puede hacer socialismo con el agua?
–Uy, muchísimo porque es un recurso fundamental para la vida, la economía y el medio natural.
–El plan hidrológico del PSOE ¿difiere mucho del anterior del Partido Popular?
–Sí, lo que pasa es que los medios de comunicación han destacado lo de la paralización del trasvase del Ebro, pero lo más importante que nosotros queremos aplicar es una política en que el agua no es un bien comercial sino un patrimonio que hay que conservar y proteger.
–El trasvase fue un golpe de efecto.
–El trasvase se puede comparar con la traída de las tropas de Iraq. Si me las voy a traer las traigo ya. Pues si el trasvase del Ebro creemos que no debe hacerse pues se dice ya. La propia gente que podía sentirse perjudicada comienza ahora a entenderlo. El trasvase era una obra irrealizable. En Europa estaba paralizada. Es de locos plantear una obra por un billón de pesetas sin identificar a los usuarios ni decirle cuánto iban a pagar por el agua. Fue una operación pensada para dividir al PSOE y en buena parte lo consiguieron. Hemos tenido que restañar muchas heridas en Valencia, Murcia y Aragón.
–Las predicciones a partir del protocolo de Kioto son apocalípticas.
–Yo ahí tengo una cierta diferencia con mi ministra. El cambio climático es un fenómeno que hay que seguir de cerca, porque la capacidad de transformación que tiene el hombre es la mayor de la historia de la humanidad. Pero de ahí, por modelos informáticos, a precisar tanto como se hace hay un abismo. El ciudadano tiene bastantes problemas como para asustarlo con cosas que no se conocen con precisión. No se puede ver la vida por la pantalla de un ordenador. Pongo un ejemplo, la A-92 por El Molinillo, trazado del que yo no era partidario pero no pude frenar porque yo entonces estaba en la Confederación, aunque traté de convencer a Montaner. ¿Qué pasó? Se proyectó desde un despacho, con fotos, en ordenadores, en época de sequía, y no vieron un manantial que estaba seco. Si vas al campo te enteras. Hablas con un pastor o con un vecino. Entonces vienen las lluvias de 1995 y se llevan el terraplén de la autovía.
–En Granada hay proyectados numerosos campos de golf.
–Yo difiero con los ecologistas. Un campo de gol, pero de golf-golf, es un recurso recreativo del agua más provechoso que otros. Lo que pasa es que hemos inventado el golf-sala. Por cada metro de pradera hay tres o cuatro de techos anejos y eso es especulación pura y dura. Y como me creo que el que especula quita a la sociedad algo que no le corresponde pues hay que perseguirla.
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