La identificación por el ADN ayuda a localizar a una niña en Tailandia

El programa de identificación genética DNA-Prokids, impulsado por la Universidad de Granada (UGR), ha colaborado con la Policía Real de Tailandia en la localización de una niña que fue abandonada con pocos días en un hospital de Bangkok y que, tras vivir durante un año en un orfanato, ha podido volver con sus padres.

La niña fue abandonada en el citado hospital, supuestamente por una amiga de la madre, el pasado 28 de abril. Tras ser examinada fue trasladada, a instancias de las autoridades, al centro infantil llamado Pakkred Babies Home, en el que se cuida a niños desde su nacimiento hasta los cinco años.

No obstante, los padres de la pequeña fueron a buscarla el 8 de febrero de este año a este centro, donde acreditaron su parentesco y fueron remitidos al Instituto de Medicina Forense de la Policía Real de Tailandia, que participa en el programa DNA-Prokids.

La Policía Real de Tailandia hizo uso del protocolo de análisis de ADN creado por este programa de identificación genética para determinar el parentesco. Los resultados fueron positivos, por lo que la familia se ha reunificado a finales de febrero, con todas las garantías legales de protección para la niña.

De este modo, DNA-Prokids obtiene su primer resultado positivo en Tailandia tras su reciente implantación en el país. Este caso viene a unirse a los más de 230 ya resueltos en Guatemala, México, Honduras, Filipinas o Sri Lanka, entre otros. Sólo las garantías de los análisis genéticos han permitido que los jueces y fuerzas de seguridad solventaran estos casos en beneficio de los derechos y la seguridad de los menores.

DNA-Prokids es un programa humanitario internacional de lucha contra el tráfico de menores mediante la identificación genética de niños en situación de indefensión y de familiares que hayan denunciado una desaparición.

El programa nació en 2004 en el Departamento de Medicina Legal de la Universidad de Granada, a la que se unió en 2009 el Health Sciences Center de la University of North Texas.

Actualmente su existencia es posible gracias al apoyo de gobiernos nacionales de los países que han suscrito convenios, la colaboración del Gobierno de España y de la Junta de Andalucía y a las aportaciones de Life Technologies Foundation, BBVA, Fundación Botín/Banco Santander y CajaGranada.
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Cien médicos en las II Jornadas de Actualización de Pediatría

Más de 100 pediatras y estudiantes de Medicina de Andalucía Oriental participarán hoy y mañana en las II Jornadas de Actualización de Pediatría organizadas por la Unidad de Pediatría de la Clínica Inmaculada, en colaboración con la Facultad de Medicina y el Departamento de Pediatría de la Universidad de Granada.

Estas jornadas nacieron el año pasado, entre otros motivos, como consecuencia de la colaboración existente entre la Facultad de Medicina y la Clínica Inmaculada, con la que la UGR mantiene una serie de acuerdos en el ámbito de la docencia y de la investigación. Dentro del área de la Pediatría, además, estas jornadas tienen el objetivo de ofertar desde la actividad sanitaria privada una acción formativa docente a todos los pediatras de Granada, en colaboración con la Universidad a través de la Facultad de Medicina y con la empresa privada.

Este año, se ha doblado el número de pediatras asistentes, pasando de los 40 inscritos en la primera edición a los 106 de esta segunda edición.

El acto de inauguración contará con la presencia del decano de la Facultad de Medicina, Indalecio Sánchez-Montesinos García; el presidente del Colegio Oficial de Médicos de Granada, Javier de Teresa Galván; el presidente de la Sociedad de Pediatría de Andalucía Oriental, Antonio Muñoz Hoyos; el director médico de la Clínica La Inmaculada, Francisco Martí Jiménez, y el coordinador de las Jornadas, el profesor de la UGR Carlos Ruiz Cosano.
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Jornadas multidisciplinar sobre actuación en catástrofes

A partir de hoy viernes 5 de marzo queda abierto el plazo de inscripción para participar en las Jornadas Multidisciplinares sobre Actuación en Catástrofes que se desarrollará del 7 al 10 de abril el Colegio Oficial de Psicólogos de Melilla junto al Colegio de Médicos de Melilla.

Colaboran en la organización de estas jornadas de interés: la Consejería de Bienestar Social y Sanidad, la Consejería de Seguridad Ciudadana, la Delegación del Gobierno, el INGESA, la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad de Granada, la Escuela de Enfermería de la Universidad de Granada, la Comandancia Militar de Melilla y el BBVA.

Los organizadores apuntan que para matricularse, los interesados deben acudir al Colegio de Médicos o bien llamar al teléfono 952695865. Son plazas limitadas.
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Otro sismo ocurre al sur de Taiwán

Los devastadores terremotos que han sacudido a la Tierra en los últimos meses, como el de Haití y Chile; y ayer en Taiwán y Colombia reflejan un incremento en la actividad sísmica del planeta.

Según el Servicio de Inspección Geológica de Estados Unidos (USGS), estos terremotos forman parte de un patrón constante que se ha visto desde 1900, cuando comenzaron los registros geológicos.

El informe de la USGS señala que los registros muestran que desde 1900 ha habido cada año en el mundo unos 18 terremotos «importantes» (con una magnitud de entre 7,0 y 7,9) y un «gran» terremoto (de magnitud 8,0 o mayor).

«No ha habido más terremotos en el mundo» dijo a BBC Ciencia el profesor Francisco Vidal Sánchez, sismólogo investigador del Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada.

«Los terremotos son procesos condicionados en el tiempo en cada zona y si vemos la distribución a escala global podríamos considerarlos como un proceso aleatorio», dijo. Lo que sí es un hecho, afirman los expertos, es que estos fenómenos son cada vez más devastadores. Pero no porque la Tierra se sacuda más, sino por el incremento en la densidad de población que vive en las zonas de riesgo.

Es decir, la percepción de que estos fenómenos están en aumento y que cada vez son más destructores se debe a que el público sólo se entera de los terremotos que devastan a zonas pobladas, como en el caso de Haití, Chile y Taiwán.

Y sin embargo el Centro Nacional de Información de Terremotos del USGS actualmente detecta entre 12 mil y 14 mil sismos cada año —unos 50 por día— y muchos de estos de grandes magnitudes.

Otro estudio señala que los efectos geológicos sobre la Tierra que dejó el terremoto de Chile se extendieron a la actividad volcánica.

De acuerdo con la edición en línea del diario ABC, el vulcanólogo David Pyle de la Universidad de Oxford aseguró que se espera un aumento en la actividad volcánica en los próximos 12 meses.

En el artículo publicado en Earth and Planetary Science Letters Pyle y su equipo descubrieron que tras los terremotos en Chile de 1906 y 1960 (con magnitudes de 8,3 y 9,5 respectivamente) la frecuencia de erupciones volcánicas de esos años se multiplicó por cuatro en un área de 500 kilómetros alrededor de los epicentros.

Algo que, según el científico, tiene muchas probabilidades de volver a ocurrir ahora.

Chile posee 123 volcanes activos, 60 de ellos con explosiones, incluidas dos de las más violentas en el continente, las de Villarrica y Llaima.

El diario recuerda que Charles Darwin fue uno de los primeros científicos que se atrevió a sugerir esa clase de relación entre ambos fenómenos.

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UN ESTUDIO DEL CENTRO DE ESTUDIOS ANDALUCES PRESENTA UN RETRATO SOCIOLÓGICO DE LA POBLACIÓN MARROQUÍ RESIDENTE EN ANDALUCÍA

La investigación Inmigrantes marroquíes instalados en Andalucía. Una investigación colectiva 2007-2010 ofrece un riguroso análisis del fenómeno migratorio marroquí en Andalucía describiendo su evolución, distribución geográfica, zonas de origen, redes sociales y condiciones laborales. Un acercamiento necesario para conocer en profundidad al segundo colectivo más numeroso asentado en Andalucía tras los ciudadanos británicos.

Centro de Estudios Andaluces

El Centro de Estudios Andaluces ha presentado los resultados de una investigación destinada a analizar en profundidad el perfil sociodemográfico de la población marroquí asentada en Andalucía, en el marco del Seminario Relaciones Marruecos-Andalucía. Escenario presente y posibilidades de futuro, organizado conjuntamente con la Fundación Euroárabe con motivo de la I Cumbre de la Unión Europea con Marruecos que se celebra los días 7 y 8 en Granada.

Marroquíes en Andalucía es un programa de investigación desarrollado entre 2007 y 2010, bajo la dirección científica del doctor en Antropología Social, Mokhtar Mohatar Marzok, y coordinado y financiado por el Centro de Estudios Andaluces. Se trata de un macro proyecto de carácter internacional en el que han colaborado un total de 32 investigadores, procedentes de Marruecos, Francia y Andalucía, además de otras instituciones como la Fundación Tres Culturas, la Dirección General de Políticas Migratorias de la Consejería de Gobernación, la Consejería de Educación y la Universidad de Granada.

La metodología de investigación desarrollada para recopilar la información es pionera en Andalucía y resulta de especial interés ante la carencia de trabajos relacionados con esta temática. Los resultados se presentan a partir de la explotación de tres sub-proyectos autónomos entre sí, denominados: Cartografía de origen e itinerarios de movilidad; Relatos de vida y horizontes biográficos; y Etnocontabilidad: Una familia andaluza.

Cartografía de origen e itinerarios de movilidad

Para esta primera fase de la investigación, cuyos resultados fueron avanzados en el número 40 de la Colección Actualidad del Centro de Estudios Andaluces, se realizaron un total de 1.514 cuestionarios, redactados en dariya (árabe dialectal marroquí), en un total de 42 municipios andaluces y realizados por un grupo de 18 marroquíes, reclutados en los propios municipios objeto de estudio.

De sus resultados se desprende que en los últimos 10 años se ha observado un continuo crecimiento de la población inmigrante marroquí en Andalucía, con un total de 92.712 personas censadas en enero de 2008, representando uno de los colectivos más importantes asentados en Andalucía (el segundo en número tras los ciudadanos británicos).

El perfil de los inmigrantes marroquíes que eligen Andalucía como destino es el de una población eminentemente masculina, de entre 30 y 50 años, que procede principalmente del norte de Marruecos, de la parte que correspondería al antiguo Protectorado Español (1912-1956). La zona norte de Marruecos con provincias como Tánger, Tetuán y Nador, se presenta en la actualidad como el principal punto de origen de la inmigración marroquí asentada en Andalucía, seguida de los núcleos urbanos auspiciados por el dinamismo de la ciudad de Casablanca y, en tercer lugar, por la zona central de Marruecos que se extiende por las provincias de Khouribga y Beni Mellal.

Esta primera parte del estudio arroja asimismo importantes conclusiones relacionadas con las condiciones laborales de la población marroquí y sus redes sociales. En primer lugar, habría que destacar, según los responsables del estudio, la concentración en torno al trabajo no cualificado (68% de los encuestados), siendo los sectores de la agricultura (34,6%) y la construcción (22,4%) los más comunes, seguidos por la hostelería (13,5%), el servicio doméstico (9,8%) y como empleados de algún establecimiento con propietario marroquí (8,8%). Respecto a la situación jurídica de los marroquíes en Andalucía, un porcentaje cercano al 80% afirma disponer de permiso de trabajo, el 12% se encontraría en situación no legalizada mientras que el 8% serían estudiantes.

Según el tipo de vinculación que mantienen, se trata de un colectivo que conserva importantes rasgos de cohesión, manteniendo fuertes lazos con su ciudad de origen y familia. Desde la partida, la mayor parte de la población estudiada contó con ayuda en el momento de decidir e iniciar el proceso de emigración. Una vez en España, se mantiene ese compromiso informando a sus compatriotas a lo largo de su periodo de estancia en nuestro país (64%) o acogiendo a alguno de ellos a lo largo del último año (30%). Respecto al contacto con su país, el 97% de la muestra mantiene contacto con Marruecos y el 82% envía dinero en algún momento para hacer frente a una necesidad. Las edades intermedias y relativamente más asentadas – de 30 a 49 años – son las que asiduamente envían dinero frente a los más jóvenes, que se encuentran sujetos a un proceso de inserción más reciente.

Relatos de vida y horizontes biográficos

El perfil de los sujetos obtenido del análisis de las encuestas previas abarcó un abanico amplio de “situaciones sociológicas posibles: solteros, prometidos, casados, divorciados, viudos, jóvenes, adultos, retirados, profesionales liberales, comerciantes, precarios, desvinculados de sus lugares de origen, implicados activamente en sus pueblos o barrios de procedencia, instalados definitivamente, o bien de paso, aquellos que vinieron buscando libertad, un salario regular, un amor o simplemente una aventura…”.

De ahí la necesidad de poner en marcha a un segundo equipo de investigadores concentrado en las experiencias derivadas del proceso migratorio de los sujetos, más allá de las restricciones propias de una metodología como la del cuestionario cerrado. En esta segunda fase de la investigación, basada en una técnica cualitativa desarrollada paralelamente al trabajo cuantitativo, se reconstruyen diferentes relatos de vida con la pretensión de cartografiar “aquellas propiedades sociológicas y experiencias más sobresalientes de un proyecto migratorio” y abrir nuevas perspectivas de un mismo fenómeno.

Así, entre algunas de las historias de vidas trazadas cabe destacar, entre otras, la de Hassan, campesino, originario de una provincia del sur de Marruecos e instalado en el litoral granadino como jornalero, una historia representativa de la emigración laboral. Si bien en un primer momento nos encontramos ante un proyecto clásico, con el paso de los años se verá sometido a nuevos retos, como un matrimonio con una mujer europea que le obliga a replantearse su proyecto migratorio y su estancia en España. La historia de Yamila, proveniente de una familia de artesanos de Marrakech, permite, por otra parte, explorar otros aspectos ligados a la emigración femenina. Una boda concertada por intermediación de su familia y el proyecto de reagrupar a su nuevo marido, constituye un fundamento para abordar aquellos procesos donde las relaciones de género se exponen, en relación a la sociedad de origen, a cambios importantes. O bien el relato de Ahmed, un menor no acompañado, introduce un fenómeno de reciente consolidación en España y que ha supuesto – en el marco de la protección a la infancia – el desarrollo de dispositivos institucionales específicamente destinados a la tutela de estos menores. Los recursos y competencias con los que estos menores hacen frente a su instalación son el hilo conductor de esta historia.

Etnocontabilidad. Una familia andaluza

Esta tercera fase, desarrollada por un grupo de investigadores de la Escuela de Altos Estudios de Paris, tiene como objetivo realizar un estudio tipo de la economía doméstica de una familia de inmigrantes, empleando para ello una metodología que permite analizar los diferentes aspectos materiales y simbólicos que integran la gestión cotidiana de un presupuesto familiar.

Como ejemplo, se ofrece el caso de una familia de inmigrantes marroquíes asentada en la Costa del Sol, y con la que los investigadores convivieron varios meses con el fin de llevar a cabo lo que denominan “contabilidad doméstica en su contexto”. La investigación se desarrolló en tres fases. Una primera fase, de observación intensiva y continuada en el seno familiar, que duró aproximadamente un mes; una segunda fase, de una semana, en la que los investigadores sometieron a juicio de la familia diferentes aspectos de la contabilidad y sus respectivas evaluaciones; y una última fase, en la que los investigadores realizaron un trabajo de campo en la sociedad de origen de la familia, en este caso, en una pequeña aldea en el norte de Marruecos, con la intención de comparar sus procesos de gestión.

Bajo este contexto, y contrariamente a lo formulado por los trabajadores sociales del municipio donde se desarrolló la investigación, los investigadores concluyen que el rol que juegan las mujeres en la gestión y producción del equilibrio presupuestario es fundamental. La mujer, en contra de las interpretaciones generalizadas (falta de formación, bajo dominio del castellano…) demuestra sobre la práctica la capacidad de innovación y adaptación para gestionar presupuestos en contextos diferentes a los que estaba acostumbrada.

A partir de los resultados de esta fase del estudio, los investigadores proponen un manual de antropología económica, en el que se desarrollan diferentes aspectos metodológicos de la investigación, que son susceptibles de ser aplicados a otros estudios sobre familias de toda condición nacional o social.

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Sanitarios opinan que actualmente ‘no existen criterios válidos para diagnosticar una enfermedad mental’, según estudio

Los profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal admiten que, en la actualidad, «no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico de este tipo de enfermedades», según se desprende de un trabajo «pionero» elaborado en la Universidad de Granada (UGR) y publicado recientemente en la revista ‘International Journal of Clinical and Health Phychology’.

En concreto, esta investigación revela como principal conclusión que las emociones en el juicio clínico de estos profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad terminal tienen bastante peso.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores realizaron entrevistas en profundidad a una muestra formada por 42 profesionales de la salud, –21 médicos y 21 enfermeros–, que ejercen su actividad profesional en centros sanitarios de Granada y provincia y que trabajan con enfermos terminales y/o con enfermedad avanzada.

De los 42 participantes, 17 trabajaban en centros de salud públicos; 18 en hospitales públicos, cuatro en unidades mixtas y tres en centros privados. De ello, 22 eran mujeres y 20 hombres, con edades comprendidas entre los 23 y los 53 años.

Entre otras conclusiones que se extraen de dicho trabajo, destaca el hecho de que las respuestas de los profesionales entrevistados sobre la utilización del diagnóstico de enfermedad terminal (ET) en su trabajo cotidiano muestran diversidad de situaciones, relacionadas con el tipo de establecimiento en el que trabajan (atención primaria y atención especializada) y con el tipo de profesional del que se trate (médicos y enfermeros).

EMPLEO DE EUFEMISMOS

En concreto, los profesionales que trabajan en centros de salud públicos, tanto enfermeros como médicos, utilizan y tienen recogido el diagnóstico de enfermedad terminal para determinar la situación clínica de sus pacientes.

Sin embargo, cuando se trata de los profesionales que trabajan en hospitales públicos, las respuestas obtenidas por los autores difieren notablemente, según esta investigación de la UGR. Así, los enfermeros no incorporan este diagnóstico y prefieren usar algún eufemismo o sinónimo, mientras que los profesionales médicos lo utilizan con frecuencia internamente, reconocen y determinan esta situación del enfermo, aunque la omiten o la disfrazan en sus informes.

El trabajo revela, igualmente, que los profesionales perciben dificultades en diferentes aspectos del diagnóstico, lo que plantea la pregunta de si estas problemas pueden estar afectando a que en un importante número de pacientes no se inicien medidas paliativas y, por tanto, se esté perdiendo un tiempo valioso en estos enfermos, sin asistencia y sin medidas específicas para abordar el sufrimiento y la calidad de vida del periodo final de la misma.

Además, los autores del trabajo reconocen que el sentido y la función de los cuidados paliativos se distorsiona, como consecuencia de que los profesionales se sienten afectados por el peso emocional de un diagnóstico, «que en el imaginario social equivale a una condena».

PACIENTES CON CÁNCER

Para profundizar en las dificultades que plantea el uso del diagnóstico de enfermedad terminal y sus consecuencias, los científicos preguntaron a los profesionales sanitarios tanto el tipo de enfermedades en las que se aplica este diagnóstico como el momento en que se produce.

Para la mayoría de profesionales, la enfermedad terminal siempre se refiere a los pacientes con cáncer, aunque un importante número que trabaja en centros de salud públicos también la asocian a la situación de deterioro avanzado de pacientes con enfermedades crónicas y/o degenerativas no cancerosas.

En cuanto al momento de hablar de ‘enfermedad terminal’, se identifica mayoritariamente a un paciente como terminal cuando la situación es preagónica o claramente agónica, siendo ésta una opinión común para la mayoría de profesionales que trabajan tanto en hospitales como en atención primaria.

En este sentido, el trabajo llama la atención sobre el hecho de que contando desde hace una veintena de años con referencias y criterios para delimitar la enfermedad terminal, al menos en lo que a la enfermedad oncológica se refiere, se utilice de manera tan restrictiva un diagnóstico cuya razón de ser es ubicar el momento en el que la situación del enfermo requiere un cambio en la orientación terapéutica y el inicio de medidas especiales de atención y asistencia al enfermo y familia.

Del mismo modo, el estudio pone en el acento en lo llamativo de la «falta de referencias existentes en la bibliografía» relativas al peso emocional que soportan los profesionales ante este diagnóstico, apareciendo en este estudio como un factor clave para explicar por qué es problemático el uso de este diagnóstico, especialmente en el ámbito hospitalario.

Los autores de este trabajo son María Paz García, Francisco Cruz, Jacqueline Schmidt, Antonio Muñoz Vinuesa, Rafael Montoya, Diego Prados y Miguel Botella López, todo ellos de la UGR, además de Atthanasios Pappous, de la Universidad de Kent, en el Reino Unido.

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Sanitarios opinan que actualmente no existen criterios válidos para diagnosticar una enfermedad mental

Los profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal admiten que, en la actualidad, «no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico de este tipo de enfermedades», según se desprende de un trabajo «pionero» elaborado en la Universidad de Granada (UGR) y publicado recientemente en la revista ‘International Journal of Clinical and Health Phychology’.

En concreto, esta investigación revela como principal conclusión que las emociones en el juicio clínico de estos profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad terminal tienen bastante peso.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores realizaron entrevistas en profundidad a una muestra formada por 42 profesionales de la salud, -21 médicos y 21 enfermeros-, que ejercen su actividad profesional en centros sanitarios de Granada y provincia y que trabajan con enfermos terminales y/o con enfermedad avanzada.

De los 42 participantes, 17 trabajaban en centros de salud públicos; 18 en hospitales públicos, cuatro en unidades mixtas y tres en centros privados. De ello, 22 eran mujeres y 20 hombres, con edades comprendidas entre los 23 y los 53 años.

Entre otras conclusiones que se extraen de dicho trabajo, destaca el hecho de que las respuestas de los profesionales entrevistados sobre la utilización del diagnóstico de enfermedad terminal (ET) en su trabajo cotidiano muestran diversidad de situaciones, relacionadas con el tipo de establecimiento en el que trabajan (atención primaria y atención especializada) y con el tipo de profesional del que se trate (médicos y enfermeros).

EMPLEO DE EUFEMISMOS

En concreto, los profesionales que trabajan en centros de salud públicos, tanto enfermeros como médicos, utilizan y tienen recogido el diagnóstico de enfermedad terminal para determinar la situación clínica de sus pacientes.

Sin embargo, cuando se trata de los profesionales que trabajan en hospitales públicos, las respuestas obtenidas por los autores difieren notablemente, según esta investigación de la UGR. Así, los enfermeros no incorporan este diagnóstico y prefieren usar algún eufemismo o sinónimo, mientras que los profesionales médicos lo utilizan con frecuencia internamente, reconocen y determinan esta situación del enfermo, aunque la omiten o la disfrazan en sus informes.

El trabajo revela, igualmente, que los profesionales perciben dificultades en diferentes aspectos del diagnóstico, lo que plantea la pregunta de si estas problemas pueden estar afectando a que en un importante número de pacientes no se inicien medidas paliativas y, por tanto, se esté perdiendo un tiempo valioso en estos enfermos, sin asistencia y sin medidas específicas para abordar el sufrimiento y la calidad de vida del periodo final de la misma.

Además, los autores del trabajo reconocen que el sentido y la función de los cuidados paliativos se distorsiona, como consecuencia de que los profesionales se sienten afectados por el peso emocional de un diagnóstico, «que en el imaginario social equivale a una condena».

PACIENTES CON CÁNCER

Para profundizar en las dificultades que plantea el uso del diagnóstico de enfermedad terminal y sus consecuencias, los científicos preguntaron a los profesionales sanitarios tanto el tipo de enfermedades en las que se aplica este diagnóstico como el momento en que se produce.

Para la mayoría de profesionales, la enfermedad terminal siempre se refiere a los pacientes con cáncer, aunque un importante número que trabaja en centros de salud públicos también la asocian a la situación de deterioro avanzado de pacientes con enfermedades crónicas y/o degenerativas no cancerosas.

En cuanto al momento de hablar de ‘enfermedad terminal’, se identifica mayoritariamente a un paciente como terminal cuando la situación es preagónica o claramente agónica, siendo ésta una opinión común para la mayoría de profesionales que trabajan tanto en hospitales como en atención primaria.

En este sentido, el trabajo llama la atención sobre el hecho de que contando desde hace una veintena de años con referencias y criterios para delimitar la enfermedad terminal, al menos en lo que a la enfermedad oncológica se refiere, se utilice de manera tan restrictiva un diagnóstico cuya razón de ser es ubicar el momento en el que la situación del enfermo requiere un cambio en la orientación terapéutica y el inicio de medidas especiales de atención y asistencia al enfermo y familia.

Del mismo modo, el estudio pone en el acento en lo llamativo de la «falta de referencias existentes en la bibliografía» relativas al peso emocional que soportan los profesionales ante este diagnóstico, apareciendo en este estudio como un factor clave para explicar por qué es problemático el uso de este diagnóstico, especialmente en el ámbito hospitalario.

Los autores de este trabajo son María Paz García, Francisco Cruz, Jacqueline Schmidt, Antonio Muñoz Vinuesa, Rafael Montoya, Diego Prados y Miguel Botella López, todo ellos de la UGR, además de Atthanasios Pappous, de la Universidad de Kent, en el Reino Unido.
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Los profesionales sanitarios creen que no hay criterios válidos para diagnosticar una enfermedad terminal

Una investigación realizada en la Universidad de Granada revela el peso que tienen las emociones en el juicio clí­nico de los profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad Terminal. Para llevar a cabo este trabajo, plantearon un estudio cualitativo sobre una muestra de 42 entrevistas en profundidad para conocer la perspectiva y el discurso de los profesionales implicados en la atención a las personas con enfermedades terminales.

Los propios profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal perciben que en la actualidad, «no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico» de este tipo de enfermedades. Así­ se desprende de un trabajo pionero elaborado en la Universidad de Granada y publicado recientemente en la revista International Journal of Clinical and Health Phychology (IJCHP).

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores realizaron 42 entrevistas en profundidad a una muestra formada por 42 profesionales de la salud, 21 médicos y 21 enfermeros, que ejercen su actividad profesional en establecimientos sanitarios de Granada y provincia, y que trabajan con enfermos terminales y/o con enfermedad avanzada. De los 42 participantes, 22 eran mujeres y 20 eran hombres, con edades comprendidas entre los 23 y los 53 años; 17 trabajaban en centros de salud públicos; 18 en hospitales públicos, 4 en unidades mixtas y 3 en centros privados.

De su trabajo se obtienen muchas conclusiones interesantes. Las respuestas de los profesionales entrevistados sobre la utilización del diagnóstico de enfermedad terminal (ET) en su trabajo cotidiano muestran diversidad de situaciones, relacionadas con el tipo de establecimiento en el que trabajan (atención primaria y atención especializada) y con el tipo de profesional del que se trate (médicos y enfermeros).

Empleo de eufemismos

En concreto, los profesionales que trabajan en centros de salud públicos (tanto enfermeros como médicos) utilizan y tienen recogido el diagnóstico de enfermedad terminal para determinar la situación clí­nica de sus pacientes.

Sin embargo, cuando se trata de los profesionales que trabajan en hospitales públicos, las respuestas obtenidas por los autores difieren notablemente: los profesionales enfermeros no incorporan este diagnóstico y prefieren usar algún eufemismo o sinónimo mientras que los profesionales médicos lo utilizan con frecuencia internamente, reconocen y determinan esta situación del enfermo, pero la omiten o la disfrazan en sus informes.

El trabajo realizado en la UGR revela que los profesionales perciben dificultades en diferentes aspectos del diagnóstico, lo que plantea la pregunta de si éstas pueden estar afectando a que en un importante número de pacientes no se inicien medidas paliativas y, por tanto, se esté perdiendo un tiempo valioso, para quienes ya no lo tienen, sin asistencia y sin medidas especí­ficas para abordar el sufrimiento y la calidad de vida del periodo final de la misma. Además, apuntan los autores del trabajo, se distorsiona el sentido y la función de los cuidados paliativos, ya que los profesionales se sienten afectados por el peso emocional de un diagnóstico que en el imaginario social equivale a una «condena».

Los autores de este trabajo son Marí­a Paz Garcí­a Caro, Francisco Cruz Quintana, Jacqueline Schmidt Rí­o Valle, Antonio Muñoz Vinuesa, Rafael Montoya Juárez, Diego Prados Peña y Miguel C. Botella López (Universidad de Granada, España) y Atthanasios Pappous (Universidad de Kent, Reino Unido).

Pacientes con cáncer

Para profundizar en las dificultades que plantea el uso del diagnóstico de enfermedad terminal y sus consecuencias, los cientí­ficos preguntaron a los profesionales sanitarios tanto el tipo de enfermedades en las que se aplica este diagnóstico como el momento en que se produce. Para la mayorí­a de profesionales enfermeros y médicos, la enfermedad terminal siempre se refiere a los pacientes con cáncer, aunque un importante número que trabaja en centros de salud públicos también la asocian a la situación de deterioro avanzado de pacientes con enfermedades crónicas y/o degenerativas no cancerosas.

En cuanto al momento de hablar de «enfermedad terminal», se identifica mayoritariamente a un paciente como terminal cuando la situación es preagónica o claramente agónica. Siendo esta una opinión común para la mayorí­a de profesionales que trabajan tanto en hospitales como en atención primaria.

En este sentido, el trabajo llama la atención sobre el hecho de que contando desde hace una veintena de años con referencias y criterios para delimitar la enfermedad terminal al menos en lo que a la enfermedad oncológica se refiere, se utilice de manera tan restrictiva un diagnóstico cuya razón de ser es ubicar el momento en el que la situación del enfermo requiere un cambio en la orientación terapéutica y el inicio de medidas especiales de atención y asistencia al enfermo y familia.

Del mismo modo, llama la atención sobre la falta de referencias existentes en la bibliografí­a al peso emocional que soportan los profesionales ante este diagnóstico, apareciendo en este estudio como un factor clave para explicar por qué es problemático el uso de este diagnóstico, especialmente en el ámbito hospitalario.

El trabajo pone de relieve la necesidad de mejorar la formación de los profesionales en cuanto a la delimitación del diagnóstico de enfermedad terminal, especialmente en enfermedades crónicas y degenerativas avanzadas, y de investigar para mejorar la evidencia cientí­fica de este procedimiento.

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Sanitarios opinan que actualmente ‘no existen criterios válidos para diagnosticar una enfermedad terminal’, según estudio

Los profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal admiten que, en la actualidad, «no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico de este tipo de enfermedades», según se desprende de un trabajo «pionero» elaborado en la Universidad de Granada (UGR) y publicado recientemente en la revista ‘International Journal of Clinical and Health Phychology’.

En concreto, esta investigación revela como principal conclusión que las emociones en el juicio clínico de estos profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad terminal tienen bastante peso.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores realizaron entrevistas en profundidad a una muestra formada por 42 profesionales de la salud, –21 médicos y 21 enfermeros–, que ejercen su actividad profesional en centros sanitarios de Granada y provincia y que trabajan con enfermos terminales y/o con enfermedad avanzada.

De los 42 participantes, 17 trabajaban en centros de salud públicos; 18 en hospitales públicos, cuatro en unidades mixtas y tres en centros privados. De ello, 22 eran mujeres y 20 hombres, con edades comprendidas entre los 23 y los 53 años.

Entre otras conclusiones que se extraen de dicho trabajo, destaca el hecho de que las respuestas de los profesionales entrevistados sobre la utilización del diagnóstico de enfermedad terminal (ET) en su trabajo cotidiano muestran diversidad de situaciones, relacionadas con el tipo de establecimiento en el que trabajan (atención primaria y atención especializada) y con el tipo de profesional del que se trate (médicos y enfermeros).

EMPLEO DE EUFEMISMOS

En concreto, los profesionales que trabajan en centros de salud públicos, tanto enfermeros como médicos, utilizan y tienen recogido el diagnóstico de enfermedad terminal para determinar la situación clínica de sus pacientes.

Sin embargo, cuando se trata de los profesionales que trabajan en hospitales públicos, las respuestas obtenidas por los autores difieren notablemente, según esta investigación de la UGR. Así, los enfermeros no incorporan este diagnóstico y prefieren usar algún eufemismo o sinónimo, mientras que los profesionales médicos lo utilizan con frecuencia internamente, reconocen y determinan esta situación del enfermo, aunque la omiten o la disfrazan en sus informes.

El trabajo revela, igualmente, que los profesionales perciben dificultades en diferentes aspectos del diagnóstico, lo que plantea la pregunta de si estas problemas pueden estar afectando a que en un importante número de pacientes no se inicien medidas paliativas y, por tanto, se esté perdiendo un tiempo valioso en estos enfermos, sin asistencia y sin medidas específicas para abordar el sufrimiento y la calidad de vida del periodo final de la misma.

Además, los autores del trabajo reconocen que el sentido y la función de los cuidados paliativos se distorsiona, como consecuencia de que los profesionales se sienten afectados por el peso emocional de un diagnóstico, «que en el imaginario social equivale a una condena».

PACIENTES CON CÁNCER

Para profundizar en las dificultades que plantea el uso del diagnóstico de enfermedad terminal y sus consecuencias, los científicos preguntaron a los profesionales sanitarios tanto el tipo de enfermedades en las que se aplica este diagnóstico como el momento en que se produce.

Para la mayoría de profesionales, la enfermedad terminal siempre se refiere a los pacientes con cáncer, aunque un importante número que trabaja en centros de salud públicos también la asocian a la situación de deterioro avanzado de pacientes con enfermedades crónicas y/o degenerativas no cancerosas.

En cuanto al momento de hablar de ‘enfermedad terminal’, se identifica mayoritariamente a un paciente como terminal cuando la situación es preagónica o claramente agónica, siendo ésta una opinión común para la mayoría de profesionales que trabajan tanto en hospitales como en atención primaria.

En este sentido, el trabajo llama la atención sobre el hecho de que contando desde hace una veintena de años con referencias y criterios para delimitar la enfermedad terminal, al menos en lo que a la enfermedad oncológica se refiere, se utilice de manera tan restrictiva un diagnóstico cuya razón de ser es ubicar el momento en el que la situación del enfermo requiere un cambio en la orientación terapéutica y el inicio de medidas especiales de atención y asistencia al enfermo y familia.

Del mismo modo, el estudio pone en el acento en lo llamativo de la «falta de referencias existentes en la bibliografía» relativas al peso emocional que soportan los profesionales ante este diagnóstico, apareciendo en este estudio como un factor clave para explicar por qué es problemático el uso de este diagnóstico, especialmente en el ámbito hospitalario.

Los autores de este trabajo son María Paz García, Francisco Cruz, Jacqueline Schmidt, Antonio Muñoz Vinuesa, Rafael Montoya, Diego Prados y Miguel Botella López, todo ellos de la UGR, además de Atthanasios Pappous, de la Universidad de Kent, en el Reino Unido.
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La Comisión de Defensa del Senado vista hoy Granada para conocer la colaboración entre la UGR y el Madoc

Representantes de la Comisión de Defensa del Senado visitarán hoy Granada para conocer de primera mano el funcionamiento de la Comisión Mixta formada por la Universidad de Granada (UGR) y el Mando de Adiestramiento y Doctrina (Madoc) con el objetivo de recabar información sobre este «modélico ejemplo de colaboración» entre ambas instituciones.

La delegación al completo asistirá también a la entrega de los Premios del Consejo Social de la Universidad de Granada, que este año reconocerán la labor del Madoc en un acto que tendrá lugar en el Salón Rojo del Hospital Real.

Previamente a esta entrega de premios, a las 12,30 horas, los senadores se reunirán con el rector de la Universidad de Granada, Francisco González Lodeiro, y el teniente general Francisco Puentes Zamora, quienes serán los encargados de explicarles todas las actividades que, de forma conjunta, vienen realizando ambas instituciones desde que suscribieron un convenio de colaboración en el año 1994.

Entre los miembros de la Comisión de Defensa del Senado que visitarán Granada estarán su presidente, Jaime Blanco, junto a Hilario Caballero, Ramón Aleu i Jornet, Iñaki Anasagasti, Rosa Orozco y los senadores granadinos Sebastián Pérez y María Escudero.

La cooperación entre la Universidad de Granada (UGR) y el Madoc tiene su origen en un convenio de colaboración suscrito entre el Ministerio de Defensa y la institución académica en el año 1994. Al amparo de ese convenio, se constituyó la Comisión Mixta tras la creación del Madoc.

Los 16 años de cooperación entre ambas instituciones han permitido desarrollar a lo largo del tiempo numerosas iniciativas conjuntas con resultados muy positivos en áreas como la formación, la investigación, o los servicios.

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La Comisión de Defensa del Senado vista hoy Granada para conocer la colaboración entre la UGR y el Madoc

Representantes de la Comisión de Defensa del Senado visitarán hoy Granada para conocer de primera mano el funcionamiento de la Comisión Mixta formada por la Universidad de Granada (UGR) y el Mando de Adiestramiento y Doctrina (Madoc) con el objetivo de recabar información sobre este «modélico ejemplo de colaboración» entre ambas instituciones.

La delegación al completo asistirá también a la entrega de los Premios del Consejo Social de la Universidad de Granada, que este año reconocerán la labor del Madoc en un acto que tendrá lugar en el Salón Rojo del Hospital Real.

Previamente a esta entrega de premios, a las 12,30 horas, los senadores se reunirán con el rector de la Universidad de Granada, Francisco González Lodeiro, y el teniente general Francisco Puentes Zamora, quienes serán los encargados de explicarles todas las actividades que, de forma conjunta, vienen realizando ambas instituciones desde que suscribieron un convenio de colaboración en el año 1994.

Entre los miembros de la Comisión de Defensa del Senado que visitarán Granada estarán su presidente, Jaime Blanco, junto a Hilario Caballero, Ramón Aleu i Jornet, Iñaki Anasagasti, Rosa Orozco y los senadores granadinos Sebastián Pérez y María Escudero.

La cooperación entre la Universidad de Granada (UGR) y el Madoc tiene su origen en un convenio de colaboración suscrito entre el Ministerio de Defensa y la institución académica en el año 1994. Al amparo de ese convenio, se constituyó la Comisión Mixta tras la creación del Madoc.

Los 16 años de cooperación entre ambas instituciones han permitido desarrollar a lo largo del tiempo numerosas iniciativas conjuntas con resultados muy positivos en áreas como la formación, la investigación, o los servicios.
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Visita de la Comisión de Defensa del Senado a Granada

El objetivo es conocer el funcionamiento «modélico de colaboración» de la Comisión Mixta formada por la UGR y el Madoc

Representantes de la Comisión de Defensa del Senado visitan este jueves Granada para conocer de primera mano el funcionamiento de la Comisión Mixta formada por la Universidad de Granada y el Mando de Adiestramiento y Doctrina (Madoc) con el objetivo de recabar información sobre este «modélico ejemplo de colaboración» entre ambas instituciones.

La delegación al completo asistirá también a la entrega de los Premios del Consejo Social de la Universidad de Granada, que este año reconocerán la labor del Madoc en un acto que tendrá lugar en el Salón Rojo del Hospital Real.

Previamente a esta entrega de premios, a las 12:30 horas está previsto que los senadores se reúnan con el rector de la Universidad de Granada, Francisco González Lodeiro, y el teniente general Francisco Puentes Zamora, quienes serán los encargados de explicarles todas las actividades que, de forma conjunta, vienen realizando ambas instituciones desde que suscribieron un convenio de colaboración en el año 1994.

Entre los miembros de la Comisión de Defensa del Senado que visitan Granada estarán su presidente, Jaime Blanco, junto a Hilario Caballero, Ramón Aleu i Jornet, Iñaki Anasagasti, Rosa Orozco y los senadores granadinos Sebastián Pérez y María Escudero.

La cooperación entre la Universidad de Granada y el Madoc tiene su origen en un convenio de colaboración suscrito entre el Ministerio de Defensa y la institución académica en el año 1994. Al amparo de ese convenio, se constituyó la Comisión Mixta tras la creación del Madoc.

Los 16 años de cooperación entre ambas instituciones han permitido desarrollar a lo largo del tiempo numerosas iniciativas conjuntas con resultados muy positivos en áreas como la formación, la investigación, o los servicios.

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