Emilio Sánchez, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, ha reconocido que la reducción drástica de vínculos afectivos puede generar consecuencias emocionales negativas en los miembros de las familias migrantes, ante las circunstancias inherentes a la migración como el cambio de residencia y el distanciamiento de las relaciones afectivas. Además, el profesor ha afirmado que, a pesar de que el apego más potente es aquel relacionado con las personas, el migrante también presenta una vinculación con el lugar de origen que se traduciría en un percepción de estabilidad y seguridad.
En el marco del curso ‘Feminización de las migraciones internas e internacionales’ organizado por la Universidad Pablo de Olavide durante esta semana en su sede carmonense, Sánchez ha ofrecido la ponencia ‘El apego en familias migrantes’ en la que el profesor ha analizado el grado de éxito de las familias inmigrantes para incorporarse a la comunidad de destino, una adaptación cultural que no depende únicamente de los caracteres personales, sino también de las características de apego de la sociedad receptora.
En este sentido, el profesor ha centrado su exposición en la explicación del concepto de apego, que ha identificado como una «conducta instintiva» que se comporta a modo de «lazo emocional» entre las personas, a la par que guía el pensamiento, la conducta y el sentimiento de las mismas. Así, el sentimiento de apego condiciona el desarrollo de la personalidad humana y la propia interpretación del mundo, ha explicado el profesor, por lo que adquiere especial relevancia en el caso de la familia migrante. Además, Sánchez ha señalado que el apego se modula conforme la persona se desarrolla en el tiempo y adquiere nuevos vínculos relacionales con personas significativas.
De esta forma, el profesor ha explicado que el concepto de apego conlleva una repercusión directa sobre todos los miembros de la familia migrante, tanto los que se marchan de su país de origen como aquellos que permanecen en el mismo. Además, Sánchez ha añadido que la futura «reunificación» familiar implicaría la reestructuración de los roles familiares redistribuidos con la salida de algunos miembros, así como la debilitación de los vínculos afectivos.
Para explicar el funcionamiento de la conducta humana ante los cambios derivados de la migración y la configuración de los modelos asimilados de apego, Sánchez ha expuesto una combinación de autoestima -o actitud hacia uno mismo- y «confianza interpersonal» -es decir, actitud hacia los demás. De esta forma, el profesor ha señalado cuatro perfiles sociales con mayor o menor capacidad de adaptación en función de las circunstancias del país receptor, que ha identificado como estilos «seguro», «preocupado», «rechazador» y «temeroso-evitador».
Finalmente, Sánchez ha afirmado que la decisión de migrar viene motivada por la búsqueda de una «nueva vida» que, sin embargo, implica una reducción y variación considerables de las relaciones afectivas que el migrante mantenía en su lugar de origen; es en este nuevo contexto en el que el migrante debe aprender a distinguir los tipos de relaciones y las personas en las que podrá o no confiar. En este sentido, la «aculturación» simultánea a la que se enfrenta el migrante exige un gran esfuerzo de adaptación que genera estrés en el individuo y puede tener consecuencias en la salud mental del migrante, tales como depresión, problemas de conducta o drogodependencia.
