Hablar con Jorge Barroso, presidente de la Asociación Onubense de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Aonujer) es adentrarse en una fuente inagotable de conocimiento y de experiencia pura y dura de la cara mala del juego, porque este onubense de 65 años, que fue Guardia Civil y hoy está jubilado, y que trabaja incansablemente desde 1991 contra la ludopatía, siempre te enseña algo. Y mucho hemos ampliado nuestro campo de conocimiento en el desayuno mantenido con él en una agradable mesa de El Ambigú, en la Gran Vía. Un conocimiento, que ahora compartimos.

Las cifras y la crisis
Aonujer acoge ahora mismo en su sede de la Avenida de Cristóbal Colón a un total 231 personas que están en terapia y tratamiento por diversas patologías relacionadas con el Juego. Bingo, tragaperras, loterías y cupones, las más conocidas y tradicionales, pero también, juegos online, póker en Internet o compras compulsivas, por no hablar del uso compulsivo del móvil y otras nuevas tecnologías. Porque el número de personas que busca ayuda, según Barroso, no deja de crecer, »todos los días, y como ésta es una enfermedad invisible, hasta que la persona no toca fondo, pues el familiar no se da cuenta». Empieza a faltar el dinero y los que te rodean «siempre lo achacan a la droga, mujeres, no sé cuanto, pero nunca al juego». La Asociación cuenta en la actualidad con 22 voluntarios, personas rehabilitadas que se han puesto al servicio de los que empiezan terapia. Cuentan con un contrato de voluntario para que tengan sus seguros.

Pero, ¿es cierto que en tiempos de crisis la gente busca más el juego como tabla de salvación? Lo cierto es, según Barroso, que al ser ya tan continuada, ahora la gente no está ni jugando; «la gente no juega, hemos tenido un tiempo que la gente jugaba más pero, como van quedándose si paro sin dinero, se juega menos». Aún así, pone sobre la mesa los números del Ministerio de Interior, que dan que pensar: En 2010 los españoles se han gastado más de 30.000 millones de euros, («para darle de comer a África entera). Ahora bien, supone un descenso de 2,7%. Cada andaluz, según la misma fuente, se gasta una media de más de 900 euros al año, así que si en Huelva hay 450.000 habitantes… ni hay más que multiplicar.

Pero, lo más preocupante son siempre las personas: según un estudio de la Universidad de Granada sobre el comportamiento conductual, el 6,2 por ciento de la población en Huelva está afectada por la ludopatía, lo que suma más de 20.000 personas y «el que está cogido esta cogido». Hasta el punto, que más de uno, pasa de las mentiras y los engaños, a delinquir para seguir perdiendo.

Los dramas personales
Desgraciadamente, no faltan casos llamativos, ni historias espeluznantes. Barroso cuenta que el caso más joven que han tenido es el de un niño de 14 años enganchado a las tragaperras. Entraba sin que hubiera conciencia ninguna ni freno por parte de quien lo dejaba jugar; al final, robaba el dinero a sus padres y sus abuelos. Tan joven, que hubo que tratarlo individualmente con la psicóloga, porque en los grupos de terapia hubiera aprendido cosas que hubieran empeorado su caso.

Un campo importante es el que traen las Nuevas Tecnologías. dos ejemplos: de un lado, las apuestas online («que se anuncian impunemente en las camisetas de los equipos de fútbol, que sin embargo, fuera de España, se las tienen que quitar porque está prohibido»), y el póker en Internet. Campos con señuelos que te invitan a apostar con una bolsa que te pone la página web, y que está perjudicando a los jóvenes, que cuando se gastan esa cantidad, tiran de las tarjetas de créditos de familiares, que no se enteran hasta que no les llega la sorpresa enforma de débito por parte del banco. Así, Barroso pone de ejemplo en Huelva los dos casos que han tratado últimamente, uno tan dramático, que el joven, desapareció de la terapia con la consiguiente recaída, durante cuatro días, en los que ni se sabe lo que dilapidó.

También va de jóvenes la cosa en el caso de los móviles, antesala de la ludopatía: la base es la misma, se pierde el control de la voluntad (no en balde la ludopatía está reconocida como enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud, junto a la piromanía y la cleptomanía, y por el Instituto Norteamericano de Psiquiatría): hemos tenido una chica que tenía los dedos deformados de poner mensajes, llegó a gastar hasta 500 euros de en la factura de un mes, manejaba hasta cinco teléfonos y dormía con ellos.

Y una última adicción como ejemplo: las compras compulsivas: en la actualidad tratan cuatro casos, el de dos chicos de 18 y 23 años y el de dos mujeres «de las que sus familiares no han querido saber nada, y prácticamente las han dejado abandonadas aquí».

Terapia y recaídas
Estamos en un momento en que la gente suele acabar la terapia, abandona menos que antes, pero Barroso advierte que «las recaídas son de aquellas personas que abandonan su tratamiento y cuando llevan ocho o diez meses sin jugar cogen y dicen <<bueno, pues esto yo ya lo puedo controlar, de aquí en adelante voy a llevar las pautas yo mismo y me voy>> y luego vienen peor de lo que vinieron la primera vez». Barroso se pone de ejemplo para describir gráficamente qué supone ser ludópata en rehabilitación: »Yo a día de hoy, con 21 años que llevo sin jugar, si volviera a tocar alguna actividad volvería a febrero del año 91, que fue cuando acudí por primera vez a una asociación».

Con todo, está claro que querer es lo primero, indudablemente, porque si la persona «va allí resignada, al final se marcha y ni se ha rehabilitado ni nada». Por cierto, pese a que se suele querer el anonimato, es aconsejable contarlo a cuánta más gente mejor, para que entre todos te ayuden. Y desde luego, notar el apoyo de las familias (que debe no creerse nada porque la mentira es la especialidad del ludópata), y de los grupos de autoayuda, que tan importante son las sesiones para el que se quiere rehabilitar, como para el que ya lo está y actúa como voluntario. Porque la terapia supone que el afectado no pueda llevar dinero encima, que si sale, el dinero justo para lo que vaya a adquirir y que siempre, venga con una factura. Así de dura es la realidad del jugador en rehabilitación, por eso, siempre es mejor pensárselo antes de comenzar a jugar.

Lo primero es quitar el complejo de culpa
Barroso destaca que lo primero que se hace cuando alguien que ha perdido la voluntad y no puede dejar de jugar pide ayuda en la asociación, es quitarle la culpa, ese «creerse que es el yo único culpable, que soy un vicioso y un degenerado que he arruinado mi casa». Porque en realidad,d e sun enfermo mental. Con apoyo y compartiendo se sale. Así lo llevan haciendo desde 1991 desde Aonujer. Como también llevan acabo charlas informativas dentro de su programa de sensibilización (con apoyo de la Obra Social de Cajasol), por toda la provincia. La autoayuda también les hace compartir experiencias en los congresos regionales. para el próximo, en diciembre en Granada, ya andan recabando apoyos para poder fletar un autobús, acudir y compartir experiencia. Buscar financiación, es tarea dura, porque el ludópata está arruinado y sólo se le piden unos 10 simbólicos euros al mes.

Temas para el debate
El tratamiento en los medios: Barroso y Aonujer saben tener como aliados a la prensa, sabedores del importante papel que en un asunto de tanto interés y tanto calado social como es la adicción al juego, realizan los medios, ahora bien, deja claro Barroso también que no se prestan al testimonio lacrimógeno ni deja que se haga periodismo amarillo con los afectados.

Charlas para niños: «Hemos tenido que dejar de contar nuestra experiencia en los colegios, porque muchos niños decían que si se enganchaban iban a salir del juego como nosotros y después ser voluntarios para ayudar a otros ludópatas, algo que no se le ocurren al que asó la manteca» Pero para los niños, ya se sabe, todo es un juego.

La colaboración institucional: Aonujer destaca el convenio que tienen firmado con la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social que aporta 28.000 euros al año, del mismo modo, el acuerdo firmado con el Ayuntamiento, que, según destaca Barroso «pese a la situación en que está nos aportan cuando pueden». Y que no falte.

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