HA transcurrido algo más de un mes del fallecimiento de Nicolás López Calera y su lamentable perdida sigue haciéndose muy presente en quienes hemos compartido en proximidad tareas académicas y cuantas vicisitudes ofrece la vida universitaria. El haber podido compartir con él estas últimas dos décadas en el Departamento de Filosofía del Derecho -poco tiempo si se tienen en cuenta los 48 años que ha estado en activo como Catedrático-, hace que me sienta especialmente privilegiado y agradecido sólo por el hecho de poder considerarme como uno de sus discípulos. Llegan ahora a mi recuerdo -y pido disculpas por el exceso de subjetivismo, si es que tal exceso pudiera evitarse en un escenario como este- las breves palabras que me dirigió poco después de mi incorporación al Departamento. Cuando me preguntó, cogiéndome un día por sorpresa, si quería dedicarme a la Filosofía del Derecho, me dijo, al oír mi respuesta afirmativa: «Pues actúa según tu leal saber y entender». Reconozco, con agradecimiento, que este lacónico dictamen ha sido el mayor acicate de mi actividad universitaria. Puede decirse que siempre respetó las distintas iniciativas e independencia de criterio de todos, como también supo defender sus propias convicciones. Por añadir algún rasgo de su personalidad, indicaré que Nicolás se caracterizaba por su brillantez y agilidad en el debate o en la discusión. En este contexto, acudía con frecuencia a esa reserva del sentido del humor que extraía de las esencias granadinas en las que tanto profundizó. Este peculiar humor, al modo granadino, lo aderezaba, en ocasiones, con un recurso a la ironía, pero siempre bajo la cautela y control propios del hombre prudente y respetuoso.
A Nicolás le gustaba hablar sobre su tiempo y quiso tener un espacio como intelectual, sobre todo si se concibe esta expresión en el sentido más originario en que surgió, es decir, como aquel que expresa su opinión en los periódicos y en los diferentes medios de comunicación. Como es sabido, Nicolás López Calera ocupaba con frecuencia un espacio en las páginas de opinión de los periódicos granadinos, teniendo siempre la valentía de expresar y defender su perspectiva en relación con las diferentes cuestiones de que se ocupaba: nacionalismo, terrorismo, derechos humanos, política, dimensión ética del derecho y cuestiones sobre el ser granadino. Nunca renunciaba a la dimensión crítica del pensamiento y percibía su tarea como un ejercicio de responsabilidad ciudadana. Pero en el caso de Nicolás este deber, como los demás deberes académicos, eran asumidos con la naturalidad de quien identificaba siempre tales deberes con lo que deseaba y quería hacer. Por eso, solía decir que era un ser afortunado
Nicolás López Calera ha sido siempre un auténtico universitario que ha llevado su carrera profesional, tanto investigadora como docente, a la excelencia. Un trabajo constante y metódico, que incluía sesiones de mañana y tarde en su despacho del Departamento, es una de las claves de su éxito académico, como no dudaba en reconocer. En él se cumple aquel ideal que habría de acompañar a todo profesor universitario: que la docencia sea el resultado de lo previamente investigado. En su extensa producción investigadora (más de 20 libros, un centenar de artículos…), algunos de los trabajos más destacados entre 1985 y 2002 giran entorno a tres ejes principales: Filosofía jurídica, Derechos humanos y Filosofía política. Se trata de más de 25 artículos, todos ellos de plena actualidad, algunos como aportaciones a libros colectivos o de homenaje y otros publicados en prestigiosas Revistas (Claves de la Razón Práctica, Doxa, Jueces para la Democracia, Anuario de Filosofía del Derecho…). Estos trabajos de investigación han sido, en su mayor parte, recopilados en un libro, publicado por la Editorial Universidad de Granada en 2003 con el siguiente título: ¿Es posible un mundo justo? Estudios de Filosofía jurídica y política. Entre 1992 y 2007 pueden también destacarse, entre otros, varios libros sobre teoría del Estado (Yo, el Estado), el nacionalismo, los derechos colectivos y los nuevos Leviatanes de nuestro mundo globalizado, publicados respectivamente en prestigiosas editoriales, Trotta (1992), Tecnos (1995), Ariel (2000) y Marcial Pons (2007).
Es muy representativo del empuje intelectual de Nicolás el proyecto de investigación que presentó en el Departamento para su etapa como Profesor Emérito. Aquí se aprecia una vuelta a los clásicos a los que nunca dejó de cultivar, aunque siempre lo hacía para mejor enjuiciar el presente en perspectiva de futuro. Como fruto de este proyecto se encuentran sus trabajos recientes sobre el interés público (2010) y sobre el krausismo (Krause según Krause, en El Cronista del Estado Social y Democrático de Derecho, 2009). En relación con esta última temática hispana me comentó que desde el comienzo de su tarea investigadora, y con ocasión de su tesis doctoral sobre Joaquín Costa (Joaquín Costa Filósofo del Derecho, C.S.I.C., Zaragoza, 1965), tenía acumulados muchos materiales sobre el pensamiento krausista que estaba deseoso de poner al día, como así lo ha hecho en este riguroso y documentado estudio. Además, nos ha vuelto a sorprender con un nuevo libro sobre Hegel (Mensajes hegelianos. La Filosofía del Derecho de G.H. Hegel), publicado por Iustel en 2012.
El último trabajo de investigación (aunque me consta que tenía ya avanzados otros proyectos muy sugerentes), en esta misma línea de vuelta a los clásicos, ha sido sobre Guillermo de Ockham y el nacimiento del laicismo moderno. Me encontraba corrigiendo las pruebas de este artículo cuando llegó la triste noticia de su fallecimiento. Este trabajo verá la luz en el reciente y último número 46 (2012) de los Anales de la Cátedra Francisco Suárez, que deben tanto al profesor López Calera y de los que ha sido el Director hasta su jubilación. Pocas semanas antes de su ingreso en el hospital, pasó por el Departamento para devolver a su biblioteca -en la que deja una honda huella para la posteridad- los libros que había manejado para la confección de este sólido trabajo académico. Brilla en las líneas de este estudio la misma agudeza y erudición de quien se encuentra en plena madurez intelectual, la misma ilusión, el mismo impulso.
Esperábamos de Nicolás una dorada longevidad, pero también en esto nos ha sorprendido a todos.
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