El Gobierno de Patxi López abre la vía de la legalización del cannabis

La presión para revisar las políticas sobre drogas empiezan a dar frutos: Euskadi tendrá el próximo año un proyecto de ley de adicciones que recogerá una regulación del «cultivo, la venta y el consumo» de cannabis. El anuncio que hizo ayer el viceconsejero de Sanidad, Jesús María Fernández, en la presentación del sexto plan de adicciones, no equivale exactamente a una legalización de esta droga. Pero es un primer paso para llenar el vacío legal en el que se mueven los consumidores. Y, en la práctica, sería el primer territorio que regula en qué circunstancias es legal producir, distribuir y consumir los derivados del cannabis.

 

Hacia una mayor tolerancia

Patxi López
A FONDO
Nacimiento: 04-10-1959
Lugar: Portugalete
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Las asociaciones ganaron sentencias pero no se libran de la policía

La Audiencia obligó en 2007 a devolver un cultivo de hierba de 17 kilos

El anteproyecto de ley que se está elaborando ahora, y que se espera que llegue a la Cámara vasca en los primeros meses de 2012, es el primero que anuncia una comunidad autónoma, que preside Patxi López, en torno al cannabis. No es extraño que sea el País Vasco la comunidad pionera, puesto que fue allí donde comenzaron las asociaciones de consumidores de productos extraídos de la planta: clubes privados que gestionan plantaciones colectivas de cannabis para producir la marihuana y el hachís que consumirán sus socios, que son quienes sufragan las plantaciones a través de las cuotas.

«Es mejor ordenar que prohibir», apuntó Fernández, viceconsejero de Sanidad vasco, que apuesta por regularizar prácticas «ya consolidadas». «Ya existe un marco normativo», abundó el consejero, Rafael Bengoa, que abogó por un consumo de cannabis de forma responsable y autorregulada, con toda la información sobre las consecuencias, tras insistir: «No queremos ser prohibicionistas». Aunque no se ha decidido aún el detalle de esta nueva regulación, ya se están realizando estudios «técnicos y jurídicos» para sacar adelante el texto.

Un paso al frente que «debe tomarse con tibieza», declaró Iker del Val, vicepresidente de la Federación que agrupa a 40 de estas asociaciones, la FAC. Del Val explicó que probablemente la iniciativa anunciada por el Gobierno vasco exija una modificación del Código Penal y la Ley de Seguridad Ciudadana, que recogen la normativa de consumo y la tenencia de cannabis. Portavoces oficiales del Departamento vasco de Sanidad matizaron que la nueva regulación pretende abrir un debate con las asociaciones a favor de este consumo y «plasmar sus derechos».

«Es importante porque, por primera vez, las instituciones reconocen a los usuarios», señaló Del Val. El anuncio del anteproyecto de ley pilló por sorpresa a la federación de asociaciones de consumidores, pese a que hace dos años que promovieron la creación de una comisión técnica que estudiara posibles marcos de regulación para un consumo regulado. «Nosotros no defendemos una legalización a lo loco, sino un control. Control, más educación y menos prohibicionismo», sostuvo Del Val.

Los números muestran una realidad social que es difícil ignorar: en la actualidad hay entre 100 y 120 asociaciones procanábicas, indican fuentes de la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), 40 de ellas federadas. Una cifra que, según la tesis doctoral Movimiento cannábico en España: un nuevo tipo de movimiento social, de Isidro Marín Gutiérrez en la Universidad de Granada, supera a la de Holanda, donde el consumo de esta planta es legal.

Pese a todo, no hay un plan de actuación de las instituciones frente a estos clubes, que han tenido que marcar su camino a golpe de sentencia. Han salido reforzadas después de ganar al menos siete juicios por las plantaciones decomisadas, la causa más sonada a la afectó a la asociación bilbaína Pannagh: en 2007, la Audiencia Provincial de Vizcaya determinó que el cultivo colectivo que les fue incautado en 2005 era legal y obligó a la policía a devolver los 17 kilos que quedaban de la marihuana.

Un triunfo que no dura para siempre, a falta de un marco legal, las asociaciones no tienen a quién recurrir ante los robos de la mercancía y sufren decomisos por parte de la policía. En noviembre, Martin Barriuso, presidente de la FAC, y otros dos socios de Pannagh fueron detenidos por tráfico de drogas cuando organizaban la marihuana recolectada en las plantaciones de colectivas. Tras tres días en el calabozo, salieron en libertad bajo fianza, 15.000 euros en el caso de Barriuso. «Lo más probable es que acabe archivado, como ocurrió con la causa de 2005, pero hasta entonces el daño ya está hecho», afirmó en conversación telefónica.

«Esto no habría ocurrido si tuviéramos un marco regulador, que es nuestra filosofía desde hace más de 15 años», se lamentó el presidente de la FAC. «Ahora los socios terapéuticos están en la calle, nuestros trabajadores en el paro y los socios lúdicos tienen que abastecerse en el mercado negro», añadió.

El propio viceconsejero vasco valoró el nuevo proyecto de regulación anunciado porque permitiría evitar consumos que «inducen a la clandestinidad, la delincuencia y al mercado negro». «Una persona con dos plantas tiene una condena y otra, con cien, le absuelven y hasta le devuelven las plantas», denunció del Val, en referencia a los diferentes criterios empleados por los jueces.


Universitarios con nomofobia

El 8% de los estudiantes universitarios españoles sufre nomofobia, un miedo irracional a no llevar el teléfono móvil encima derivado de un uso patológico de la telefonía móvil, según un estudio de la Universidad de Granada.

Además, los jóvenes adictos a los teléfonos móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, aunquepresentan una autoestima más baja que éstos.

Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada, Francisca López Torrecillas, quien destaca que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.

Según ha informado hoy la Universidad de Granada, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono en el envío y recepción de email, SMS, y MMS (además de otros programas como Whatsapp), la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.

Según la investigadora, los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos.

Síntomas de la dependencia

La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.

En la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos».

Los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres.

También son muchos los adolescentes, sobre todos los más jóvenes, que usan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.

Un «cordón umbilical»

Según López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».

La profesora explica que los jóvenes que sufren nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin él».

Si lo pierden o se les rompe, se sienten «frustrados, enojados y aislados».

La investigadora dice que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia.


El rector inaugura las IV Jornadas de Acogida para el profesorado de Nueva Incorporación

El Secretariado de Formación y Apoyo a la Calidad, del Vicerrectorado para la Garantía de la Calidad, ha organizado la cuarta edición de las “Jornadas de Acogida para el Profesorado Universitario de Nueva Incorporación”, dirigidas a profesorado novel de la Universidad de Granada (hasta 5 años de experiencia docente) y becarios de investigación, que se celebran los días 14 y 15 de diciembre. 

El rector presidirá el acto de inauguración, que se celebrará mañana, miércoles, 14 de diciembre, a las 9.30 horas, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología.

Intervienen:

– Francisco González Lodeiro. Rector de la Universidad de Granada.

– Mª José León Guerrero. Vicerrectora para la Garantía de la Calidad.

– Susana Corzo Fernández. Decana de la Facultad de Ciencias de la Políticas y Sociología.

La participación en las mismas es gratuita. El programa de las jornadas está disponible en la web del Vicerrectorado para la Garantía de la Calidad (Secretariado de Formación y Apoyo a la Calidad), en el enlace:

http://calidad.ugr.es/pages/secretariados/form_apoyo_calidad/programa_iniciacion_docencia/acogida11/index


El 8% de universitarios españoles sufre miedo irracional a no llevar el móvil

El 8 % de los estudiantes universitarios españoles sufre nomofobia, un miedo irracional a no llevar el teléfono móvil encima derivado de un uso patológico de la telefonía móvil, según un estudio de la Universidad de Granada.
Además, los jóvenes adictos a los teléfonos móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, aunque presentan una autoestima más baja que éstos.
Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada, Francisca López Torrecillas, quien destaca que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.
Según ha informado hoy la Universidad de Granada, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono en el envío y recepción de email, SMS, y MMS (además de otros programas como WhatsApp), la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.
Según la investigadora, los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos.
La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.
En la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos».
Los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres.
También son muchos los adolescentes, sobre todos los más jóvenes, que usan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.
Según López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».
La profesora explica que los jóvenes que sufren nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin él».
Si lo pierden o se les rompe, se sienten «frustrados, enojados y aislados».
La investigadora dice que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. EFE


No sin mi móvil

l 8% de los estudiantes universitarios españoles sufre nomofobia (abreviatura de la expresión inglesa «no-mobile-phone phobia»), un miedo irracional a no llevar el teléfono móvil encima, derivado de un uso patológico de la telefonía móvil. A esto se añade que los jóvenes adictos a los teléfonos móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos.

 

Ahora bien, no todo son parabienes, estos jóvenes adictos al movil  presentan una autoestima más baja que los que pueden vivir dejando el aparatito en su casa. Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada, Francisca López Torrecillas.López Torrecillas destaca que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.

 

La adicción al móvil se traduce, explica López Torrecillas,  en una mayor frecuencia en el uso del teléfono móvil en el envío y recepción de e-mail, SMS, y MMS (además de otros programas como Whatsapp); la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.

 

La investigadora destaca que los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos. La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.

 

Los universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos». Los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres. También son muchos los adolescentes (frecuentemente, los más jóvenes) que utilizan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.

 

De este modo, señala Francisca López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».

 

La profesora de la UGR destaca que los jóvenes que presentan nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin el teléfono móvil y que, si lo pierden o se les rompe, se sienten frustrados, enojados y aislados».

 

La investigadora destaca que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. Así pues, «es necesario centrar los esfuerzos en este colectivo, puesto que estos adolescentes y jóvenes contemporáneos son las primeras generaciones nacidas entre estas herramientas», apostilla.


Universitarios con miedo irracional a no llevar el móvil

Un 8% de los estudiantes españoles sufre nomofobia, una patología derivada del uso de los teléfonos móviles

El 8 % de los estudiantes universitarios españoles sufre nomofobia, un miedo irracional a no llevar el teléfono móvil encima derivado de un uso patológico de la telefonía móvil, según un estudio de la Universidad de Granada.

Además, los jóvenes adictos a los teléfonos móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, aunque presentan una autoestima más baja que éstos.

Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada, Francisca López Torrecillas, quien destaca que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.

Según ha informado hoy la Universidad de Granada, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono en el envío y recepción de email, SMS, y MMS (además de otros programas como WhatsApp), la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.

Según la investigadora, los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos.

La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.

En la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos».

Los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres.

También son muchos los adolescentes, sobre todos los más jóvenes, que usan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.

Según López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».

La profesora explica que los jóvenes que sufren nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin él».

Si lo pierden o se les rompe, se sienten «frustrados, enojados y aislados».

La investigadora dice que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia.


El Campus acoge las jornadas ‘Vidas en la Frontera’ hasta el sábado

El seminario muestra los resultados de un proyecto con los internos del CETI

El Campus de Melilla acoge hasta el próximo sábado las jornadas ‘Vidas en la Frontera:acción social en la frontera sur’ en las que se mostrará el trabajo realizado con los internos del CETI de Melilla desde el pasado verano.
Francesco Bondnini, coordinador del proyecto de trabajo con los inmigrantes, explicó que se trata de una iniciativa que surge de la cooperación entre Universidad de Granada y la ONG Melilla Acoge. Así, el coordinador señala que a través de los talleres realizados con las personas acogidas en el CETI intentaban mejorar la vida de los internos. 
En este sentido Bondnini apuntó que con este proyecto de acción trataron de realizar las actividades en el espacio público para que los inmigrantes tengan más visibilidad y que hubiera más implicación de la ciudadanía. Ahora con la exposición pretenden llevar a cabo una tarea de sensibilización para que otras personas puedan continuar con la labor que ellos comenzaron.
En total, más de 150 personas participaron en el proyecto durante estos meses, realizando talleres de teatro, pintura o medios de comunicación.
Los impulsores del proyecto de acción social impartirán el miércoles una conferencia en la que explicarán a los asistentes en qué ha consistido este programa. Además tienen previsto otro encuentro el jueves en que los asistentes participarán en un taller con Estibaliz González, que se encargó del curso de teatro dentro del programa con inmigrantes del CETI y que explicará cómo se puede utilizar el teatro en la acción social.
Una semana de actividad social con la que se pretende dar una llamada de atención sobre cómo es la vida en el CETI y cómo toda la sociedad puede contribuir a que el día a día de estas personas sea mejor.
Además de las conferencias todos los que lo deseen podrán visitar la exposición que permanecerá en la primera planta del aulario del Campus hasta el próximo sábado, y en la que a través de paneles y fotografías se puede descubrir en que han consistido todas las actividades de este proyecto de integración.


Cerca del 8 % de los universitarios españoles sufre ‘nomofobia’, miedo irracional a no llevar el móvil

El ocho por ciento de los estudiantes universitarios españoles sufre ‘nomofobia’ (abreviatura de la expresión inglesa ‘no-mobile-phone phobia’), un miedo irracional a no llevar el móvil encima, derivado de un uso patológico de la telefonía móvil.

Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada (UGR), Francisca López Torrecillas, quien destaca a su vez que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil. 

Además, indica que los jóvenes adictos a los móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, si bien presentan una autoestima más baja que éstos. 

Como explica López Torrecillas, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono móvil en el envío y recepción de e-mail, SMS, y MMS (además de otros programas como Whatsapp); la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir. 

La investigadora destaca que los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos.

La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima. 

La experta afirma que, en la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos». 

En este sentido puntualiza que los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres. También son muchos los adolescentes (frecuentemente, los más jóvenes) que utilizan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres. 

De este modo, según señala Francisca López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres». 

FRUSTRACION Y ENOJO

La profesora de la UGR destaca que los jóvenes que presentan nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin el teléfono móvil y que, si lo pierden o se les rompe, se sienten frustrados, enojados 
y aislados». 

La investigadora señala además que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. Así pues, «es necesario centrar los esfuerzos en este colectivo, puesto que estos adolescentes y jóvenes contemporáneos son las primeras generaciones nacidas entre estas herramientas», apostilla.


Cerca del 8 % de los universitarios españoles sufre ‘nomofobia’, miedo irracional a no llevar encima el teléfono móvil

El ocho por ciento de los estudiantes universitarios españoles sufre ‘nomofobia’ (abreviatura de la expresión inglesa ‘no-mobile-phone phobia’), un miedo irracional a no llevar el móvil encima, derivado de un uso patológico de la telefonía móvil.

Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada (UGR), Francisca López Torrecillas, quien destaca a su vez que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.

Además, indica que los jóvenes adictos a los móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, si bien presentan una autoestima más baja que éstos.

Como explica López Torrecillas, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono móvil en el envío y recepción de e-mail, SMS, y MMS (además de otros programas como Whatsapp); la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.

La investigadora destaca que los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos. La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.

La experta afirma que, en la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos».

En este sentido puntualiza que los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres. También son muchos los adolescentes (frecuentemente, los más jóvenes) que utilizan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.

De este modo, según señala Francisca López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».

FRUSTRACIÓN Y ENOJO

La profesora de la UGR destaca que los jóvenes que presentan nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin el teléfono móvil y que, si lo pierden o se les rompe, se sienten frustrados, enojados y aislados».

La investigadora señala además que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. Así pues, «es necesario centrar los esfuerzos en este colectivo, puesto que estos adolescentes y jóvenes contemporáneos son las primeras generaciones nacidas entre estas herramientas», apostilla.


El 8% tiene miedo irracional a no llevar el teléfono móvil

El ocho por ciento de los estudiantes universitarios españoles sufre ‘nomofobia’ (abreviatura de la expresión inglesa ‘no-mobile-phone phobia’), un miedo irracional a no llevar el móvil encima, derivado de un uso patológico de la telefonía móvil.

Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada (UGR), Francisca López Torrecillas, quien destaca a su vez que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.

Además, indica que los jóvenes adictos a los móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, si bien presentan una autoestima más baja que éstos.

Como explica López Torrecillas, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono móvil en el envío y recepción de e-mail, SMS, y MMS (además de otros programas como Whatsapp); la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.

La investigadora destaca que los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos. La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.

La experta afirma que, en la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos».

En este sentido puntualiza que los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres. También son muchos los adolescentes (frecuentemente, los más jóvenes) que utilizan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.

De este modo, según señala Francisca López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».

FRUSTRACIÓN Y ENOJO

La profesora de la UGR destaca que los jóvenes que presentan nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin el teléfono móvil y que, si lo pierden o se les rompe, se sienten frustrados, enojados y aislados».

La investigadora señala además que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. Así pues, «es necesario centrar los esfuerzos en este colectivo, puesto que estos adolescentes y jóvenes contemporáneos son las primeras generaciones nacidas entre estas herramientas», apostilla.


El 8% de universitarios españoles sufre miedo irracional a no llevar el móvil

El 8 % de los estudiantes universitarios españoles sufre nomofobia, un miedo irracional a no llevar el teléfono móvil encima derivado de un uso patológico de la telefonía móvil, según un estudio de la Universidad de Granada.
Además, los jóvenes adictos a los teléfonos móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, aunque presentan una autoestima más baja que éstos.
Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada, Francisca López Torrecillas, quien destaca que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.
Según ha informado hoy la Universidad de Granada, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono en el envío y recepción de email, SMS, y MMS (además de otros programas como WhatsApp), la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.
Según la investigadora, los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos.
La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.
En la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos».
Los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres.
También son muchos los adolescentes, sobre todos los más jóvenes, que usan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.
Según López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».
La profesora explica que los jóvenes que sufren nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin él».
Si lo pierden o se les rompe, se sienten «frustrados, enojados y aislados».
La investigadora dice que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. EFE


Cerca del 8 % de los universitarios españoles sufre ‘nomofobia’, miedo irracional a no llevar encima el teléfono móvil

El ocho por ciento de los estudiantes universitarios españoles sufre ‘nomofobia’ (abreviatura de la expresión inglesa ‘no-mobile-phone phobia’), un miedo irracional a no llevar el móvil encima, derivado de un uso patológico de la telefonía móvil.

Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada (UGR), Francisca López Torrecillas, quien destaca a su vez que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil.

Además, indica que los jóvenes adictos a los móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, si bien presentan una autoestima más baja que éstos.

Como explica López Torrecillas, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono móvil en el envío y recepción de e-mail, SMS, y MMS (además de otros programas como Whatsapp); la consulta permanente de noticias y el «mantenimiento» o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.

La investigadora destaca que los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos. La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.

La experta afirma que, en la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles «para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos».

En este sentido puntualiza que los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres. También son muchos los adolescentes (frecuentemente, los más jóvenes) que utilizan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.

De este modo, según señala Francisca López Torrecillas, «el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres».

FRUSTRACIÓN Y ENOJO

La profesora de la UGR destaca que los jóvenes que presentan nomofobia «necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin el teléfono móvil y que, si lo pierden o se les rompe, se sienten frustrados, enojados y aislados».

La investigadora señala además que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. Así pues, «es necesario centrar los esfuerzos en este colectivo, puesto que estos adolescentes y jóvenes contemporáneos son las primeras generaciones nacidas entre estas herramientas», apostilla.

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