¿Por qué tantos terremotos?

Podría parecer que los devastadores terremotos que han sacudido a la Tierra en los últimos meses, como el de Haití y Chile, reflejan un incremento en la actividad sísmica del planeta, pero no es así.

En realidad, estos terremotos forman parte de un patrón constante que se ha visto desde los 1900, cuando comenzaron los registros geológicos.

Según el Servicio de Inspección Geológica de Estados Unidos (USGS) los registros muestran que desde 1900 ha habido cada año en el mundo unos 18 terremotos «importantes» (con una magnitud de entre 7,0 y 7,9) y un «gran» terremoto (de magnitud 8,0 o mayor).

«No ha habido más terremotos en el mundo» dijo a BBC Ciencia el profesor Francisco Vidal Sánchez, sismólogo investigador del Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada.

«Los terremotos son procesos condicionados en el tiempo en cada zona y si vemos la distribución a escala global podríamos considerarlos como un proceso aleatorio».

Lo que sí es un hecho, afirman los expertos, es que estos fenómenos son cada vez más devastadores. Pero no porque la Tierra se sacuda más, sino por el incremento en la densidad de población que vive en las zonas de riesgo.

Es decir, la percepción de que estos fenómenos están en aumento y que cada vez son más destructores se debe a que el público sólo se entera de los terremotos que devastan a zonas pobladas, como en el caso de Haití y Chile.

Y sin embargo el Centro Nacional de Información de Terremotos del USGS actualmente detecta entre 12.000 y 14.000 sismos cada año -unos 50 por día- y muchos de estos de grandes magnitudes.

Los que «hacen» noticia

«A escala global , los terremotos destructores -que son los que hacen «noticia»- a veces parecen agruparse en el tiempo porque ocurren en zonas pobladas» explica Francisco Vidal.

«Pero hay ocasiones en las que ocurren más terremotos y no necesariamente son tan destructores porque no tienen un efecto en las personas».

No ha habido más terremotos en el mundo. Los terremotos son procesos condicionados en el tiempo en cada zona y si vemos la distribución a escala global podríamos considerarlos como un proceso aleatorio.

Hace sólo unas décadas el mundo no se enteraba de un gran terremoto en China o Indonesia, por ejemplo, sino hasta unos días o semanas después de que había ocurrido. Y para entonces la noticia quedaba relegada a las páginas interiores de los diarios, si acaso se informaba de ella.

Hoy en día, gracias a internet, las redes sociales y los noticieros de 24 horas, la información puede llegar a todo el mundo de forma casi inmediata.

Otra explicación por la que parecería que los terremotos están en aumento es porque en los últimos 20 años se han logrado detectar más estos fenómenos debido al incremento en el número de estaciones de sismógrafos en el mundo y la mejora en la comunicación global.

Según el USGS, en 1931 operaban en el mundo 350 estaciones. Hoy en día, hay más de 4.000 sismógrafos y los datos que recogen pueden viajar rápidamente a través del planeta vía satélite, computadoras e internet.

«Las estadísticas geológicas nos dicen que los grandes terremotos, como este de Chile o el de Sumatra de 2004, son fenómenos que ocurren con una frecuencia de uno cada año», explica el profesor Vidal.

«Pero también pueden pasar cinco años sin ningún terremoto fuerte y después ocurran cuatro o cinco seguidos en diferentes partes del mundo».

Menos no es más

Según el experto, otra creencia común -y errada- sobre los terremotos es que si en una zona de riesgo no han ocurrido movimientos de la tierra durante mucho tiempo, pronto ocurrirá un sacudimiento de gran magnitud.

La quiesencia -o falta de actividad sísmica- no necesariamente significa que tiene que ocurrir un gran terremoto. Porque un incremento o disminución en la actividad sísmica a menudo forma parte de la variación natural en la sismicidad de la zona.

«Se ha visto en una irregularidad en diferentes lugares del mundo», dice Francisco Vidal.

«En unos sitios se «relaja» energía antes de que se acumule toda la energía posible, en otros sitios se libera de una sola vez , es decir, es distinto de un sitio a otro».

Por ahora, los científicos no tienen forma de saber si un aumento o disminución en la actividad sísmica de una zona conducirá a un gran terremoto o a un sismo de menor magnitud.

Tal como expresa el sismólogo Francisco Vidal, lo único cierto hoy en día es que un terremoto será más devastador entre más poblada sea la zona afectada.

«Por eso se han establecido movimientos a nivel internacional para prevenir desastres naturales y fundamentalmente terremotos».

«Y esa prevención está orientada a reducir la vulnerabilidad de un país disminuyendo la densidad de la población expuesta al riesgo e incrementando las medidas preventivas de sismoresistencia y de atención después del desastre».

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El Centro de Estudios Andaluces presenta hoy en Granada un estudio ‘pionero’ la inmigración marroquí en Andalucía

El Centro de Estudios Andaluces presenta hoy, a las 12,00 horas, en el marco del Seminario ‘Andalucía-Marruecos. Escenario presente y posibilidades de futuro’, los «principales» resultados del proyecto de investigación ‘Inmigrantes marroquíes instalados en Andalucía. Una investigación colectiva 2007-2010’.

Dirigido por el doctor en Antropología Social e investigador de la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, Mokhtar Mohatar Marzok, el proyecto arroja principalmente datos relacionados con el origen, los lugares de destino y las condiciones sociolaborales de la población marroquí asentada en Andalucía, así como los perfiles sociológicos de los individuos y de las familias, se indicó en nota de prensa.

Esta investigación, «pionera» en Andalucía y de «especial» interés ante la carencia de estudios relacionados con esta temática, constituye una herramienta de utilidad para la administración pública y para la comunidad científica interesada en el estudio de la inmigración marroquí.

Coordinado y financiado por el Centro de Estudios Andaluces, se trata de un macro proyecto de carácter internacional en el que han colaborado un total de 32 investigadores, procedentes de Marruecos, Francia y Andalucía, además de otras instituciones como la Fundación Tres Culturas, la Dirección General de Políticas Migratorias de la Consejería de Gobernación, la Consejería de Educación, la Universidad de Granada y la Fundación Euroárabe.
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Las emociones condicionan el diagnóstico de los enfermos terminales

Un estudio pionero de la UGR analiza los criterios para el diagnóstico de estas patologías

Los profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal admiten que, en la actualidad, «no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico de este tipo de enfermedades», según se desprende de un trabajo «pionero» elaborado en la Universidad de Granada y publicado recientemente en la revista International Journal of Clinical and Health Phychology.

Esta investigación revela como principal conclusión que las emociones en el juicio clínico de estos profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad terminal tienen bastante peso. Los investigadores han entrevistado a 42 profesionales (21 médicos y 21 enfermeros).

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Sanitarios opinan que actualmente ‘no existen criterios válidos para diagnosticar una enfermedad terminal’

Los profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal admiten que, en la actualidad, «no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico de este tipo de enfermedades», según se desprende de un trabajo «pionero» elaborado en la Universidad de Granada (UGR) y publicado recientemente en la revista ‘International Journal of Clinical and Health Phychology’.

En concreto, esta investigación revela como principal conclusión que las emociones en el juicio clínico de estos profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad terminal tienen bastante peso.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores realizaron entrevistas en profundidad a una muestra formada por 42 profesionales de la salud, –21 médicos y 21 enfermeros–, que ejercen su actividad profesional en centros sanitarios de Granada y provincia y que trabajan con enfermos terminales y/o con enfermedad avanzada.

De los 42 participantes, 17 trabajaban en centros de salud públicos; 18 en hospitales públicos, cuatro en unidades mixtas y tres en centros privados. De ello, 22 eran mujeres y 20 hombres, con edades comprendidas entre los 23 y los 53 años.

Entre otras conclusiones que se extraen de dicho trabajo, destaca el hecho de que las respuestas de los profesionales entrevistados sobre la utilización del diagnóstico de enfermedad terminal (ET) en su trabajo cotidiano muestran diversidad de situaciones, relacionadas con el tipo de establecimiento en el que trabajan (atención primaria y atención especializada) y con el tipo de profesional del que se trate (médicos y enfermeros).

Empleo de eufemismos

En concreto, los profesionales que trabajan en centros de salud públicos, tanto enfermeros como médicos, utilizan y tienen recogido el diagnóstico de enfermedad terminal para determinar la situación clínica de sus pacientes.

Sin embargo, cuando se trata de los profesionales que trabajan en hospitales públicos, las respuestas obtenidas por los autores difieren notablemente, según esta investigación de la UGR. Así, los enfermeros no incorporan este diagnóstico y prefieren usar algún eufemismo o sinónimo, mientras que los profesionales médicos lo utilizan con frecuencia internamente, reconocen y determinan esta situación del enfermo, aunque la omiten o la disfrazan en sus informes.

El trabajo revela, igualmente, que los profesionales perciben dificultades en diferentes aspectos del diagnóstico, lo que plantea la pregunta de si estas problemas pueden estar afectando a que en un importante número de pacientes no se inicien medidas paliativas y, por tanto, se esté perdiendo un tiempo valioso en estos enfermos, sin asistencia y sin medidas específicas para abordar el sufrimiento y la calidad de vida del periodo final de la misma.

Además, los autores del trabajo reconocen que el sentido y la función de los cuidados paliativos se distorsiona, como consecuencia de que los profesionales se sienten afectados por el peso emocional de un diagnóstico, «que en el imaginario social equivale a una condena».

Pacientes con cáncer

Para profundizar en las dificultades que plantea el uso del diagnóstico de enfermedad terminal y sus consecuencias, los científicos preguntaron a los profesionales sanitarios tanto el tipo de enfermedades en las que se aplica este diagnóstico como el momento en que se produce.

Para la mayoría de profesionales, la enfermedad terminal siempre se refiere a los pacientes con cáncer, aunque un importante número que trabaja en centros de salud públicos también la asocian a la situación de deterioro avanzado de pacientes con enfermedades crónicas y/o degenerativas no cancerosas.

En cuanto al momento de hablar de ‘enfermedad terminal’, se identifica mayoritariamente a un paciente como terminal cuando la situación es preagónica o claramente agónica, siendo ésta una opinión común para la mayoría de profesionales que trabajan tanto en hospitales como en atención primaria.

En este sentido, el trabajo llama la atención sobre el hecho de que contando desde hace una veintena de años con referencias y criterios para delimitar la enfermedad terminal, al menos en lo que a la enfermedad oncológica se refiere, se utilice de manera tan restrictiva un diagnóstico cuya razón de ser es ubicar el momento en el que la situación del enfermo requiere un cambio en la orientación terapéutica y el inicio de medidas especiales de atención y asistencia al enfermo y familia.

Del mismo modo, el estudio pone en el acento en lo llamativo de la «falta de referencias existentes en la bibliografía» relativas al peso emocional que soportan los profesionales ante este diagnóstico, apareciendo en este estudio como un factor clave para explicar por qué es problemático el uso de este diagnóstico, especialmente en el ámbito hospitalario. Los autores de este trabajo son María Paz García, Francisco Cruz, Jacqueline Schmidt, Antonio Muñoz Vinuesa, Rafael Montoya, Diego Prados y Miguel Botella López, todo ellos de la UGR, además de Atthanasios Pappous, de la Universidad de Kent, en el Reino Unido.

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El Claustro de la UGR aprueba una reforma parcial de los Estatutos

La segunda votación de la reforma parcial de los Estatutos de la Universidad de Granada (UGR) dio por fin el visto bueno a un proyecto en el que lleva trabajando parte de la comunidad universitaria desde hace más de un año. Con 206 votos a favor, 4 abstenciones y 3 votos en contra se aprobó la nueva normativa que regirá la vida diaria de los universitarios a partir de hoy mismo.

El texto, que volvió a ser defendido por el decano de Derecho, Juan López Martínez, máximo responsable de la Comisión de reforma, está compuesto por 237 artículos, seis disposiciones generales, nueve transitorias, una disposición derogatoria y una final, se adapta por fin a las nuevas referencias normativas y al espíritu de las reformas universitarias en las que se ha involucrado esta institución. Tras una primera votación celebrada en el mes de diciembre y que se tuvo que anular por falta de claustrales, la reforma de los estatutos ha sido aprobada finalmente por una mayoría de los mismos.

Por otra parte, el Defensor Universitario de la Universidad de Granada, Enrique Hita, presentó ayer el informe anual de la gestión que ha llevado a cabo en 2009 la oficina que él mismo dirige y que fue refrendado por mayoría absoluta por los claustrales en la cita de ayer. Tras realizar una defensa de la convivencia en la Universidad, Hita recordó a los allí presentes la labor para la que fue elegido y lanzó una quincena de sugerencias encaminadas a mejorar la convivencia en el seno de la institución.

En primer lugar, Hita destaca «la falta de asistencia de los claustrales» a las convocatorias del órgano que representan (la mayoría de las veces no llegan a la mitad).

Además, sugirió «la urgente sustitución del artículo 18 de la Normativa de Planificación Docente y Organización de Exámenes de la Universidad de Granada», que provoca tantas reclamaciones en la oficina del Defensor Universitario. Al mismo tiempo, denunció los problemas de accesibilidad telefónica que se perpetúan en algunos centros y propuso que cada profesor firme en cada clase para evitar las ausencias denunciadas por el inspector jefe de servicios, así como la UGR consiga «mediar en los seis o siete conflictos que arrastran varios compañeros desde hace años».
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UN ESTUDIO ASEGURA QUE ‘NO EXISTEN’ CRITERIOS VÁLIDOS PARA DIAGNOSTICAR ENFERMEDADES TERMINALES

Un estudio realizado por la Universidad de Granada (UGR) asegura que «no existen» criterios válidos para diagnosticar enfermedades terminales, además de revelar el «gran peso» que tienen las emociones de los médicos y enfermeros en el diagnóstico de este tipo de dolencias.

Estas conclusiones se extrajeron de las 42 encuestas realizadas por la Universidad de Granada a médicos y enfermeros que trabajan «directamente» con enfermos terminales.

El estudio, que fue publicado recientemente en la revista International «Journal of Clinical and Health Phychology», desveló que los profesionales entrevistados «perciben dificultades» en diferentes aspectos del diagnóstico, por lo que «habría que preguntarse», según el informe, si estas dificultades perjudican a los pacientes a la hora de iniciar las medidas paliativas adecuadas.

La investigación de la UGR añadió que los médicos y enfermeros «se sienten afectados» por el peso emocional de diagnosticar una enfermedad terminal porque estas dolencias «equivalen a una condena» para el enfermo que lo padece.

Asimismo, el estudio concluye en la «necesidad de mejorar la formación de los profesionales» en cuanto a la delimitación del diagnóstico de enfermedad terminal.

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Ideal

Pág. 9 – Publicidad: El teatro español en el nuevo milenio |Crisis en la Historia de España
Pág. 13: La UGR aprueba reformar sus Estatutos en el segundo intento y entre críticas |El Defensor Universitario pide el gabinete de mediación
VIVIR – Pág. 2, 3 y 4: ¿Están trabajando?
Pág. 41: Al colegio, pasando por la Antártida
Pág. 42: Trece cortos de cineastas noveles, en el Alhambra
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Un estudio asegura que ‘no existen’ criterios válidos para diagnosticar enfermedades terminales

Un estudio realizado por la Universidad de Granada (UGR) asegura que «no existen» criterios válidos para diagnosticar enfermedades terminales, además de revelar el «gran peso» que tienen las emociones de los médicos y enfermeros en el diagnóstico de este tipo de dolencias.

Estas conclusiones se extrajeron de las 42 encuestas realizadas por la Universidad de Granada a médicos y enfermeros que trabajan «directamente» con enfermos terminales.

El estudio, que fue publicado recientemente en la revista International «Journal of Clinical and Health Phychology», desveló que los profesionales entrevistados «perciben dificultades» en diferentes aspectos del diagnóstico, por lo que «habría que preguntarse», según el informe, si estas dificultades perjudican a los pacientes a la hora de iniciar las medidas paliativas adecuadas.

La investigación de la UGR añadió que los médicos y enfermeros «se sienten afectados» por el peso emocional de diagnosticar una enfermedad terminal porque estas dolencias «equivalen a una condena» para el enfermo que lo padece.

Asimismo, el estudio concluye en la «necesidad de mejorar la formación de los profesionales» en cuanto a la delimitación del diagnóstico de enfermedad terminal.

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La Comisión de Defensa del Senado vista hoy Granada para conocer la colaboración entre la UGR y el Madoc

Representantes de la Comisión de Defensa del Senado visitarán hoy Granada para conocer de primera mano el funcionamiento de la Comisión Mixta formada por la Universidad de Granada (UGR) y el Mando de Adiestramiento y Doctrina (Madoc) con el objetivo de recabar información sobre este «modélico ejemplo de colaboración» entre ambas instituciones.

La delegación al completo asistirá también a la entrega de los Premios del Consejo Social de la Universidad de Granada, que este año reconocerán la labor del Madoc en un acto que tendrá lugar en el Salón Rojo del Hospital Real.

Previamente a esta entrega de premios, a las 12,30 horas, los senadores se reunirán con el rector de la Universidad de Granada, Francisco González Lodeiro, y el teniente general Francisco Puentes Zamora, quienes serán los encargados de explicarles todas las actividades que, de forma conjunta, vienen realizando ambas instituciones desde que suscribieron un convenio de colaboración en el año 1994.

Entre los miembros de la Comisión de Defensa del Senado que visitarán Granada estarán su presidente, Jaime Blanco, junto a Hilario Caballero, Ramón Aleu i Jornet, Iñaki Anasagasti, Rosa Orozco y los senadores granadinos Sebastián Pérez y María Escudero.

La cooperación entre la Universidad de Granada (UGR) y el Madoc tiene su origen en un convenio de colaboración suscrito entre el Ministerio de Defensa y la institución académica en el año 1994. Al amparo de ese convenio, se constituyó la Comisión Mixta tras la creación del Madoc.

Los 16 años de cooperación entre ambas instituciones han permitido desarrollar a lo largo del tiempo numerosas iniciativas conjuntas con resultados muy positivos en áreas como la formación, la investigación, o los servicios.


Sanitarios opinan que actualmente ‘no existen criterios válidos para diagnosticar una enfermedad mental’, según estudio

Los profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal admiten que, en la actualidad, «no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico de este tipo de enfermedades», según se desprende de un trabajo «pionero» elaborado en la Universidad de Granada (UGR) y publicado recientemente en la revista ‘International Journal of Clinical and Health Phychology’.

En concreto, esta investigación revela como principal conclusión que las emociones en el juicio clínico de estos profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad terminal tienen bastante peso.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores realizaron entrevistas en profundidad a una muestra formada por 42 profesionales de la salud, –21 médicos y 21 enfermeros–, que ejercen su actividad profesional en centros sanitarios de Granada y provincia y que trabajan con enfermos terminales y/o con enfermedad avanzada.

De los 42 participantes, 17 trabajaban en centros de salud públicos; 18 en hospitales públicos, cuatro en unidades mixtas y tres en centros privados. De ello, 22 eran mujeres y 20 hombres, con edades comprendidas entre los 23 y los 53 años.

Entre otras conclusiones que se extraen de dicho trabajo, destaca el hecho de que las respuestas de los profesionales entrevistados sobre la utilización del diagnóstico de enfermedad terminal (ET) en su trabajo cotidiano muestran diversidad de situaciones, relacionadas con el tipo de establecimiento en el que trabajan (atención primaria y atención especializada) y con el tipo de profesional del que se trate (médicos y enfermeros).

EMPLEO DE EUFEMISMOS

En concreto, los profesionales que trabajan en centros de salud públicos, tanto enfermeros como médicos, utilizan y tienen recogido el diagnóstico de enfermedad terminal para determinar la situación clínica de sus pacientes.

Sin embargo, cuando se trata de los profesionales que trabajan en hospitales públicos, las respuestas obtenidas por los autores difieren notablemente, según esta investigación de la UGR. Así, los enfermeros no incorporan este diagnóstico y prefieren usar algún eufemismo o sinónimo, mientras que los profesionales médicos lo utilizan con frecuencia internamente, reconocen y determinan esta situación del enfermo, aunque la omiten o la disfrazan en sus informes.

El trabajo revela, igualmente, que los profesionales perciben dificultades en diferentes aspectos del diagnóstico, lo que plantea la pregunta de si estas problemas pueden estar afectando a que en un importante número de pacientes no se inicien medidas paliativas y, por tanto, se esté perdiendo un tiempo valioso en estos enfermos, sin asistencia y sin medidas específicas para abordar el sufrimiento y la calidad de vida del periodo final de la misma.

Además, los autores del trabajo reconocen que el sentido y la función de los cuidados paliativos se distorsiona, como consecuencia de que los profesionales se sienten afectados por el peso emocional de un diagnóstico, «que en el imaginario social equivale a una condena».

PACIENTES CON CÁNCER

Para profundizar en las dificultades que plantea el uso del diagnóstico de enfermedad terminal y sus consecuencias, los científicos preguntaron a los profesionales sanitarios tanto el tipo de enfermedades en las que se aplica este diagnóstico como el momento en que se produce.

Para la mayoría de profesionales, la enfermedad terminal siempre se refiere a los pacientes con cáncer, aunque un importante número que trabaja en centros de salud públicos también la asocian a la situación de deterioro avanzado de pacientes con enfermedades crónicas y/o degenerativas no cancerosas.

En cuanto al momento de hablar de ‘enfermedad terminal’, se identifica mayoritariamente a un paciente como terminal cuando la situación es preagónica o claramente agónica, siendo ésta una opinión común para la mayoría de profesionales que trabajan tanto en hospitales como en atención primaria.

En este sentido, el trabajo llama la atención sobre el hecho de que contando desde hace una veintena de años con referencias y criterios para delimitar la enfermedad terminal, al menos en lo que a la enfermedad oncológica se refiere, se utilice de manera tan restrictiva un diagnóstico cuya razón de ser es ubicar el momento en el que la situación del enfermo requiere un cambio en la orientación terapéutica y el inicio de medidas especiales de atención y asistencia al enfermo y familia.

Del mismo modo, el estudio pone en el acento en lo llamativo de la «falta de referencias existentes en la bibliografía» relativas al peso emocional que soportan los profesionales ante este diagnóstico, apareciendo en este estudio como un factor clave para explicar por qué es problemático el uso de este diagnóstico, especialmente en el ámbito hospitalario.

Los autores de este trabajo son María Paz García, Francisco Cruz, Jacqueline Schmidt, Antonio Muñoz Vinuesa, Rafael Montoya, Diego Prados y Miguel Botella López, todo ellos de la UGR, además de Atthanasios Pappous, de la Universidad de Kent, en el Reino Unido.

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La Comisión de Defensa del Senado vista hoy Granada para conocer la colaboración entre la UGR y el Madoc

Representantes de la Comisión de Defensa del Senado visitarán hoy Granada para conocer de primera mano el funcionamiento de la Comisión Mixta formada por la Universidad de Granada (UGR) y el Mando de Adiestramiento y Doctrina (Madoc) con el objetivo de recabar información sobre este «modélico ejemplo de colaboración» entre ambas instituciones.

La delegación al completo asistirá también a la entrega de los Premios del Consejo Social de la Universidad de Granada, que este año reconocerán la labor del Madoc en un acto que tendrá lugar en el Salón Rojo del Hospital Real.

Previamente a esta entrega de premios, a las 12,30 horas, los senadores se reunirán con el rector de la Universidad de Granada, Francisco González Lodeiro, y el teniente general Francisco Puentes Zamora, quienes serán los encargados de explicarles todas las actividades que, de forma conjunta, vienen realizando ambas instituciones desde que suscribieron un convenio de colaboración en el año 1994.

Entre los miembros de la Comisión de Defensa del Senado que visitarán Granada estarán su presidente, Jaime Blanco, junto a Hilario Caballero, Ramón Aleu i Jornet, Iñaki Anasagasti, Rosa Orozco y los senadores granadinos Sebastián Pérez y María Escudero.

La cooperación entre la Universidad de Granada (UGR) y el Madoc tiene su origen en un convenio de colaboración suscrito entre el Ministerio de Defensa y la institución académica en el año 1994. Al amparo de ese convenio, se constituyó la Comisión Mixta tras la creación del Madoc.

Los 16 años de cooperación entre ambas instituciones han permitido desarrollar a lo largo del tiempo numerosas iniciativas conjuntas con resultados muy positivos en áreas como la formación, la investigación, o los servicios.
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Sanitarios opinan que actualmente ‘no existen criterios válidos para diagnosticar una enfermedad mental’, según estudio

Los profesionales sanitarios que se encargan de diagnosticar cuándo una enfermedad es terminal admiten que, en la actualidad, ‘no existen criterios válidos y aceptables para el uso del diagnóstico de este tipo de enfermedades’, según se desprende de un trabajo ‘pionero’ elaborado en la Universidad de Granada (UGR) y publicado recientemente en la revista ‘International Journal of Clinical and Health Phychology’.

En concreto, esta investigación revela como principal conclusión que las emociones en el juicio clínico de estos profesionales a la hora de dar un diagnóstico de enfermedad terminal tienen bastante peso.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores realizaron entrevistas en profundidad a una muestra formada por 42 profesionales de la salud, –21 médicos y 21 enfermeros–, que ejercen su actividad profesional en centros sanitarios de Granada y provincia y que trabajan con enfermos terminales y/o con enfermedad avanzada.

De los 42 participantes, 17 trabajaban en centros de salud públicos; 18 en hospitales públicos, cuatro en unidades mixtas y tres en centros privados. De ello, 22 eran mujeres y 20 hombres, con edades comprendidas entre los 23 y los 53 años.

Entre otras conclusiones que se extraen de dicho trabajo, destaca el hecho de que las respuestas de los profesionales entrevistados sobre la utilización del diagnóstico de enfermedad terminal (ET) en su trabajo cotidiano muestran diversidad de situaciones, relacionadas con el tipo de establecimiento en el que trabajan (atención primaria y atención especializada) y con el tipo de profesional del que se trate (médicos y enfermeros).

EMPLEO DE EUFEMISMOS

En concreto, los profesionales que trabajan en centros de salud públicos, tanto enfermeros como médicos, utilizan y tienen recogido el diagnóstico de enfermedad terminal para determinar la situación clínica de sus pacientes.

Sin embargo, cuando se trata de los profesionales que trabajan en hospitales públicos, las respuestas obtenidas por los autores difieren notablemente, según esta investigación de la UGR. Así, los enfermeros no incorporan este diagnóstico y prefieren usar algún eufemismo o sinónimo, mientras que los profesionales médicos lo utilizan con frecuencia internamente, reconocen y determinan esta situación del enfermo, aunque la omiten o la disfrazan en sus informes.

El trabajo revela, igualmente, que los profesionales perciben dificultades en diferentes aspectos del diagnóstico, lo que plantea la pregunta de si estas problemas pueden estar afectando a que en un importante número de pacientes no se inicien medidas paliativas y, por tanto, se esté perdiendo un tiempo valioso en estos enfermos, sin asistencia y sin medidas específicas para abordar el sufrimiento y la calidad de vida del periodo final de la misma.

Además, los autores del trabajo reconocen que el sentido y la función de los cuidados paliativos se distorsiona, como consecuencia de que los profesionales se sienten afectados por el peso emocional de un diagnóstico, ‘que en el imaginario social equivale a una condena’.

PACIENTES CON CÁNCER

Para profundizar en las dificultades que plantea el uso del diagnóstico de enfermedad terminal y sus consecuencias, los científicos preguntaron a los profesionales sanitarios tanto el tipo de enfermedades en las que se aplica este diagnóstico como el momento en que se produce.

Para la mayoría de profesionales, la enfermedad terminal siempre se refiere a los pacientes con cáncer, aunque un importante número que trabaja en centros de salud públicos también la asocian a la situación de deterioro avanzado de pacientes con enfermedades crónicas y/o degenerativas no cancerosas.

En cuanto al momento de hablar de ‘enfermedad terminal’, se identifica mayoritariamente a un paciente como terminal cuando la situación es preagónica o claramente agónica, siendo ésta una opinión común para la mayoría de profesionales que trabajan tanto en hospitales como en atención primaria.

En este sentido, el trabajo llama la atención sobre el hecho de que contando desde hace una veintena de años con referencias y criterios para delimitar la enfermedad terminal, al menos en lo que a la enfermedad oncológica se refiere, se utilice de manera tan restrictiva un diagnóstico cuya razón de ser es ubicar el momento en el que la situación del enfermo requiere un cambio en la orientación terapéutica y el inicio de medidas especiales de atención y asistencia al enfermo y familia.

Del mismo modo, el estudio pone en el acento en lo llamativo de la ‘falta de referencias existentes en la bibliografía’ relativas al peso emocional que soportan los profesionales ante este diagnóstico, apareciendo en este estudio como un factor clave para explicar por qué es problemático el uso de este diagnóstico, especialmente en el ámbito hospitalario.

Los autores de este trabajo son María Paz García, Francisco Cruz, Jacqueline Schmidt, Antonio Muñoz Vinuesa, Rafael Montoya, Diego Prados y Miguel Botella López, todo ellos de la UGR, además de Atthanasios Pappous, de la Universidad de Kent, en el Reino Unido.

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