Mario Vargas Llosa apela a la vuelta del elitismo cultural
El escritor sudamericano, autor de obras como ´La fiesta del chivo´ o ´La guerra del fin del mundo´, recibió ayer el doctorado honoris causa de la Universidad de Granada
El escritor peruano Mario Vargas Llosa no destaca precisamente por tener pelos en la lengua y ayer, su discurso de aceptación del grado de doctor honoris causa de la Universidad de Granada, no tuvo ningún empacho en dedicarlo a explicar su percepción sobre la cultura actual, que a su juicio, vive «un progresivo empastelamiento y confusión», ya que «nadie es culto si todos creen serlo o si el contenido de lo que llamamos cultura ha sido depravado de tal modo que todos puedan justificadamente creer que lo son».
Vargas Llosa, cuya figura fue glosada por su padrino de doctorado, el catedrático de Medicina Blas Gil Extremera, explicó que la cultura «estableció siempre unos rangos sociales entre los que la cultivaban, la enriquecían con aportes diversos, la hacían progresar y quienes se desentendían de ella, la despreciaban o ignoraban, o eran excluidas de ella por razones económicas o sociales». Así, abundó el escritor, en todas las épocas históricas, en una sociedad «había personas cultas e incultas» y esta clasificación «resultaba bastante clara para el mundo entero porque para todos regía un mismo sistema de valores, criterios culturales y maneras de pensar, juzgar y comportarse».
Para el autor de ´Lituma en los Andes´ los primeros síntomas de este proceso de «confusión», lo dieron los antropólogos «inspirados, con la mejor buena fe del mundo, en una voluntad de respeto y comprensión de las sociedades más primitivas que estudiaban». En este contexto, Vargas Llosa consideró que «establecieron que cultura era la suma de creencias, conocimientos, lenguajes, costumbres, atuendos, usos… y en resumen, todo aquello que un pueblo dice, hace, teme o adora».
Aunque no dudó de que el propósito de los antropólogos «no podía ser más generoso», señaló que «una cosa es creer que todas las culturas merecen consideración y otra muy distinta creer que todas ellas, por el mero hecho de existir, se equivalen», algo que, apuntó «es lo que asombrosamente ha llegado a ocurrir».
La «corrección política», afirmó, ha convencido a la sociedad de que «es arrogante, dogmático, colonialista y hasta racista hablar de culturas superiores e inferiores y hasta de culturas modernas y primitivas».
El autor también mencionó en su discurso a los sociólogos, que a su juicio, «han incorporado a la idea de cultura, como parte integral de ella, a la incultura, disfrazada con el nombre de cultura popular». En este sentido, para Vargas Llosa han ido desapareciendo del vocabulario los límites que separaban la cultura de la incultura, «a los seres cultos de los incultos» hasta llegar al punto de que «hoy nadie es inculto, o mejor dicho, todos somos cultos». El escritor puso como ejemplo de «esa cultura universal de la que todos somos poseedores» los artículos de «comentaristas y gacetilleros» que se pueden encontrar al abrir un periódico o una revista en los que se alude, «a la cultura de la pedofilia, la de la marihuana, la de la estética nazi, la cultura punqui y cosas por el estilo». Así, abundó el escritor, ahora «todos somos cultos de alguna manera, aunque no hayamos leído nunca un libro, ni visitado una exposición de pintura, escuchado un concierto ni aprendido algunas nociones básicas de los conocimientos humanísticos, científicos y tecnológicos del mundo en que vivimos».
«Victoria pírrica». Vargas Llosa ironizó diciendo que «queríamos acabar con las élites porque nos repugnaban moralmente por el retintín privilegiado, despectivo y discriminatorio con que su solo nombre resonaba ante nuestros ideales igualitaristas», pero, según afirmó el autor de ´Los jefes´, lo que se ha conseguido ha sido una «victoria pírrica» y un «remedio peor que la enfermedad», ya que, aseguró, ahora se vive en la «confusión de un mundo en el que paradójicamente, como ya no hay manera de saber qué cosa es cultura, todo lo es y nada ya lo es».
El recién nombrado doctor honoris causa de la Universidad de Granada argumentó que se le podría objetar, ante sus afirmaciones, que «nunca en la historia» como ahora ha habido tantos descubrimientos científicos, un porcentaje de analfabetos más bajo o tantos libros editados, argumento que trató de desmontar asegurando que «este es un asunto cuantitativo y la cultura no tiene mucho que ver con la cantidad, sólo con la cualidad». Además, para Vargas Llosa, el progreso no es obra de hombres y mujeres cultos sino de especialistas «y entre la cultura y la especialización hay tanta distancia como entre el Hombre de Cro-Magnon y los sibaritas neurasténicos de Marcel Proust».
El autor de ´La ciudad y los perros´ apostó por el retorno «a una élite» conformada «no por la razón de nacimiento ni el poder económico o político» sino por «el esfuerzo, el talento y la obra realizada» y con autoridad moral de establecer, «un orden de importancia de los valores en las artes, en las ciencias y técnicas».
Mario Vargas Llosa concluyó su discurso asegurando que aunque puede parecer pesimista, considera que la sociedad «con una irresponsabilidad tan grande» como la «irreprimible vocación por el juego y la diversión», ha hecho de la cultura «uno de esos vistosos pero frágiles castillos construidos sobre la arena que se deshacen al primer golpe de viento».
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