Hacer de tripas corazón
Investigadores de la UGR, en colaboración con científicos brasileños, emprenden un proyecto para tratar los problemas de parásitos intestinales de escolares de zonas deprimidas del estado carioca.
Beber agua limpia, comer alimentos en buen estado o tener en casa un inodoro por el que corran las heces –en el caso de que estuviera conectado a una red de saneamiento– no es una opción en lugares en los que disponer de una pastilla de jabón se convierte en todo un lujo. Cuando la principal preocupación diaria consiste, básicamente, en procurarse los medios para subsistir, es evidente que la higiene se convierte en un asunto secundario.
En este penoso panorama, helmintos y protozoos –unos bichos que crecen, viven y mueren en el intestino de determinados seres vivos–, se encuentran en el séptimo cielo. Se fortalecen con la debilidad ajena. Se hacen fuertes en los ambientes en los que la miseria que lleva a la insalubridad domina los barrios de ciudades y pueblos de países en los que la escasez de lo básico se convierte en norma. Estos indeseables inquilinos son la especialidad de la profesora de la Universidad de Granada (UGR) María José Rosales.
Esta investigadora les ha declarado la guerra en su propio terreno. Ha trabajado en Perú con un proyecto mancomunado de la Agencia Española y Andaluza de Cooperación Internacional. También bajo su dirección y con la participación de sus compañeros del área de Bioquímica y Parasitología Molecular de la facultad de Ciencias, así como con Desiré Romero, de Estadística, y un estudiante de Medicina, ha emprendido otra aventura parecida en Brasil.
De ella se beneficiarán cientos de pequeños. Del programa también forman parte varios colegas de la Universidad de Bahía. Su labor es primordial. Contará con la experta local Fátima Brazil Dos Santos, María Lourdes Pires, Renato Ferreira o Livia de Oliveira. Cuentan con la financiación del Centro de Iniciativas de Cooperación al Desarrollo (CICODE) de la Universidad durante el primer año, aunque el plan es más ambicioso y para obtener los resultados completos esperan que se pueda ampliar a los dos siguientes.
Prevención. Su idea no es sólo testar a los afectados para ver su grado de exposición a estos parásitos, así como identificar los tipos de organismos que más proliferan. Pretenden ir más allá y extender la actuación al ámbito de la prevención, una meta a la que quieren llegar, según manifiesta la propia Rosales, por el camino de la educación, del acercamiento a los padres y familias, tratando de reconducir sus conductas y formándoles en el terreno de las prácticas saludables, de la reducción de la exposición a factores de riesgo, de los beneficios de pequeñas acciones diarias como hervir el agua, lavarse las manos, cuidar el manipulado de animales, avisar a los chavales del riesgo de jugar sobre superficies insalubres, etc.
“Cuestiones que para nosotros son tan básicas, se convierten en problemas cuando, a veces, a duras penas se disponen de medios para adquirir combustibles con los que cocinar. Y no hablemos ya de conseguir agua en buen estado”, advierte esta experta de la UGR, que no oculta que, para ella, este estudio de campo supone un “enorme motivo de satisfacción”. “Cuando dedicas tanto tiempo como nosotros a la investigación básica, en proyectos que lo mismo son de gran calado, pero en los que tu labor es tan sólo una parte de la cadena, en la que los resultados se escapan de tus manos, te ilusionas ante el hecho de ver que lo que haces tiene un efecto directo en las personas de entornos como aquellos”, añade.
Centros de enseñanza. La iniciativa acaba de arrancar. Esta primera fase consiste en acotar la población de menores que se va estudiar. Buscarán la muestra en los estados de Bahía, Serrinha y Juazeiro. Los investigadores seleccionarán allí los colegios. Trabajarán con distintos tipos de clima, pues, según Rosales, es un factor determinante a la hora de analizar los parásitos que afectan a los grupos de menores, de ahí la necesidad de moverse a través de varias zonas. Una vez que tengan claro el universo poblacional, pasarán a efectuar la recogida de muestras para su posterior análisis. Analizan las heces. Es en ellas donde aparecen estos pequeños e incómodos compañeros de viaje. Una vez localizados y catalogados, tratarán de librar a los chavales de ellos.
Finalmente, se inician las tareas de formación en las llamadas escuelas saludables, la labor pedagógica con la que se cierra el círculo y con la que se busca que los más indefensos de la población, los escolares, no vuelvan a caer en los hábitos que les llevaron a adquirir estos gusanos y protozoos. María José explica que el problema al que se enfrentan es bastante grave. Lo sabe por la experiencia adquirida en Perú. Aunque desconocen lo que van a encontrar en tierras cariocas, no esconden que la situación no será muy distinta.
“Estamos hablando de situaciones que pueden degenerar en anemias, que hasta pueden condicionar el desarrollo físico y, en un extremo, intelectual de los chicos y chicas”, asegura, mientras confirma que, como en un círculo vicioso, cuanto más débil se encuentra el menor, más indefenso y expuesto se halla frente a estos parásitos”, lamenta. No oculta la experta que las situaciones de pobreza que ha observado en estos lugares son duras y, en cierta medida, imponen.
“Veías mucha basura por el suelo y te preguntabas por el motivo. Te decían que no hay contenedores porque la gente los roba con el fin de obtener dinero para comer”, señala, finalmente, Rosales, quien confía en que el proyecto sirva para mejorar la calidad de vida de unas personas que tanto lo necesitan.
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