Los reyes flamencos de oriente
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CANTE grande o cante chico, arte gitano o arte payo, tradición o vanguardia, lo puro o lo mistificado, lo rural o lo urbano… tantos debates en el seno del flamenco no han parecido suficientes a Juan Vergillos, quien en su último libro Las rutas del flamenco, en contra de la mayor parte de las teorías, sitúa en el oriente andaluz el origen y la vanguardia de lo jondo. Además, este licenciado en Filosofía por la Universidad de Granada va más allá y considera el fandango, «despreciado casi siempre por la flamencología rampante», como piedra de toque estilístico y verdadero configurador del hecho flamenco.
En su periplo por las provincias andaluzas, sus palos, sus peñas y sus figuras, Vergillos mima la importancia de Granada, Jaén, Almería y Málaga en el panorama del arte jondo, tradicionalmente vinculado a Andalucía occidental. No obstante, el autor reconoce que la geografía flamenca «abarca los cinco continentes». Y es que este madrileño ensalza esta disciplina, que ha sido «la única manifestación artística que ha sufrido un desprecio intelectual tan acusado a lo largo de su historia».
De Jaén dice el autor del libro que posee uno de los romanceros más extensos y originales de Andalucía, pese a haber sido poco estudiado. Abunda en algunos de los palos de la provincia olivarera, como la taranta, un cante ligado a los trabajos mineros. Carmen Linares (1951) es considerada por el ensayista como la más completa de las cantaoras de la actualidad; y de su paisano Juanito Valderrama (Torredelcampo, 1919-Sevilla, 2004) destaca que es el cantaor más popular de la provincia. En el capítulo Las muchas vidas de Don Juan Valderrama alaba al intérprete de El emigrante por atrapar el alma del pueblo en una época difícil, lo que tiene «tanto valor como su enciclopedismo cantaor».
También la actividad minera, pero en Almería, dio lugar a dos estilos de cante autóctonos, los tarantos y la taranta. Pero Vergillos salta al presente para aseverar: «En esta provincia se puede rastrear el origen y la vanguardia de la guitarra flamenca de concierto».
En Julián Arcas Lacal (María, 1832-Antequera, 1882) personifica la unión de la guitarra culta y popular, convirtiéndolo en la primera guitarra flamenca de importancia de la historia. «Arregló jotas, muñeiras, boleros y muchos otros sones tradicionales; además de hacer adaptaciones de arias de ópera italiana», encontramos en las páginas de este ensayo que sitúa a Tomatito (Almería, 1958) en las antípodas del clasicismo de Arcas. El guitarrista de Camarón es definido como la «guitarra visceral, de temperamento, de hoy. Lo mejor de una generación en plena madurez».
El tocaor Niño Josele (Almería, 1974) y el constructor Antonio Torres Jurado (1817-1892) cierran el catálogo de imprescindibles de la guitarra que nacieron en el Este, donde el desierto de Tabernas.
En Granada, en los gitanos del Sacromonte, según Las rutas del flamenco, se pueden rastrear los orígenes de la comercialización del flamenco, el inicio de este arte como espectáculo profesional. Además de los géneros propios como la zambra, la granaína y los fandangos locales, en la ciudad de la Alhambra se encuentra la vanguardia del cante con Enrique y Estrella Morente y del baile con Eva Yerbabuena (Frankfurt, 1970) y Belén Maya (Nueva York, 1966). Ésta última y su padre, Mario Maya, copan varias páginas en el mundo del baile, en el que también se menciona a Manolete, Mariquilla, Rafael Amargo y Juan Andrés Maya.
La Peza
Para Vergillos, entre la bravura del fandango de la sierra y la ligereza lírica y musical de la costa nos topamos con una de las más bellas muestras fandangueras de la geografía andaluza: el fandango de La Peza. «En él reconocemos la huella de un cantaor profesional que lo arregló para la escena: la mano de África Vázquez La Peza (finales del XIX), la primera cantaora granadina de la que tenemos noticias, quien popularizó en Málaga, Cartagena, La Unión, Barcelona, Madrid y Sevilla los cantes de su pueblo».
Capítulo aparte merece Frasquito Yerbabuena (Granada, 1883-1944), un cantaor completo, un singular intérprete, que pese a su popularidad y la de su fandango no dejó testimonio sonoro alguno. «Cuenta la leyenda que incluso realizó un viaje con este propósito, grabar discos, a Barcelona, pero que una vez allí sufrió una aprensión al estudio. Es curioso cómo la salida comercial de los cantaores del oriente andaluz solía ser a Barcelona, frente al Madrid de los occidentales».
Uno de los momentos de mayor efervescencia del flamenco en Granada data de 1922, con motivo del Concurso de Cante Flamenco. Pese a su relativo fracaso, motivado por el carácter restrictivo de sus bases, este evento tuvo una gran influencia posterior. Considerado como un precedente del neoclasicismo de los años 50 y 60 del siglo XX, fue modelo, por tanto, de todos los concursos y festivales flamencos de esta época. Vergillos habla de fracaso porque Lorca y Falla no consiguieron, como pretendían, descubrir una gran figura del cante. Granada -reitera- fue siempre pionera en la rehabilitación de lo jondo y, además del primer concurso de cante de la historia, cuenta con la peña flamenca más antigua que existe: La Platería, fundada en 1949.
De la nueva hornada de cantaores dice el autor que «es acaso la más brillante de la historia del flamenco granaíno, sobre todo en el cante femenino», y enumera, entre otras, a Chonchi Heredia (1975), La Nitra (1974), que en la actualidad trabaja con Paco de Lucía, Rafaela Gómez o Gema Caballero. Marina Heredia y Estrella Morente merecen comentario aparte por su gran calidad. De la hija de Jaime el Parrón dice que posee una voz oscura, dulce, dolorida y una puesta en escena sólida.
El Murciano y Morente
El toque de familias como los Habichuela (cuya saga de tocaores se remonta al siglo XIX), los Cano o los Cortés también ocupa un capítulo dentro de la ciudad de la Alhambra, que es referenciada como la provincia andaluza más importante en lo que a constructores de guitarras se refiere.
Punto y aparte merece el tocaor El Murciano (Granada, 1795-1848), con «el que nos remontamos de nuevo al origen mítico del flamenco. Las noticias que de él tenemos, y que lo colocan como el primer solista de guitarra flamenca o preflamenca, las aporta el biógrafo del músico ruso Glinka». Mariano Vázquez dice que Glinka incorporó a su música melodías que le había escuchado tocar al Murciano.
«Acabamos este capítulo con el más importante músico y cantaor flamenco de nuestros tiempos. Ésta es una afirmación comprometida y, lógicamente, requiere el resto de espacio del que dispongo para ser justificada». Asevera Vergillos antes de emplear cuatro páginas para alabar la figura de Enrique Morente.
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