VIVIR
Nacer por delante
En España el 25% de los nacimientos son por cesárea, indicada si el parto vaginal se estanca o supone un riesgo para la madre o el bebé
INÉS GALLASTEGUI// GRANADA
EMBARAZO. Doña Letizia, unos días antes de dar a luz a Leonor.
ImprimirEnviar
EL ORIGEN
F De cortar, no de César: Aunque se ha especulado que la cesárea debe su nombre a Julio César -que habría nacido con esa técnica-, la profesora Barranco asegura que el origen de la palabra es el verbo latino caedare, que significa cortar.
LA infanta Leonor es como una de cada cuatro niñas. Es verdad que vivirá en un palacio, tendrá cuatro o cinco niñeras y pasará su vida en los ambientes más exclusivos. No en vano está llamada a ser la heredera de la Corona española. Pero vio la luz como lo hacen más o menos el 25% de los bebés en España: por cesárea.
El real parto ha puesto en el candelero este procedimiento quirúrgico que durante siglos se practicó sólo a mujeres muertas, luego a mujeres vivas a las que la propia operación causaba la muerte y, ya con una técnica mucho más segura, cumple ahora un siglo de historia.
La cesárea consiste en realizar un corte de unos diez centímetros en la parte baja del abdomen, justo por encima del pubis, y otro en el útero. Enriqueta Barranco, ginecóloga del Hospital Universitario San Cecilio y profesora de la Universidad de Granada, explica que la técnica para extraer al bebé es similar a la de un parto vaginal. Tras abrir el útero hay que coger la cabeza del niño con una mano y empujar hacia arriba, mientras la persona que ayuda en la intervención empuja el «fondo del útero» (la parte superior). También se extrae o se deja que salga espontáneamente la placenta (igual que en el parto vaginal).
La duración de la intervención es variable; como media, ronda los 40 minutos. Por lo general, el nacimiento se produce en los primeros 6 a 8 minutos y el tiempo restante se emplea en la extracción de la placenta, el examen de los órganos genitales y la sutura del útero y de la piel del abdomen. Sin embargo, Barranco recuerda haber asistido a una operación que duró 12 horas a causa de una «grave complicación».
En la mayoría de los casos la incisión del abdomen es horizontal, pero también puede ser vertical. Sobre todo, indica la profesora, si hay urgencia por sacar al bebé, ya que el corte longitudinal quizá permite un acceso más fácil.
Indicaciones
¿Cuándo se opta por el parto abdominal en lugar de vaginal? La lista de indicaciones de la cesárea es muy larga: son motivos que no siempre conducen inexorablemente a la mesa de operaciones, pero sí aumentan las posibilidades en esa dirección.
Algunas tienen que ver con el bebé: embarazo múltiple (mellizos, trillizos…), presentación de nalgas o cruzada y anomalías como hidrocefalia o espina bífida. También se elige la cesárea cuando hay sufrimiento fetal agudo. Los síntomas suelen ser el aumento o disminución del latido del feto -lo que se detecta en la monitorización de la frecuencia cardiaca fetal, lo que vulgarmente llamamos poner las correas- y la expulsión de meconio dentro del saco amniótico, porque un episodio de «anoxia» (falta de oxígeno por mala circulación) hace que el bebé defeque en el útero.
Otras indicaciones están relacionadas con la madre: infecciones (por ejemplo, VIH o herpes genital), enfermedades cardiacas, eclampsia (hipertensión inducida por el embarazo) o cirugía uterina previa. La placenta previa -obstaculiza la salida del feto-, el desprendimiento de la placenta -se separa de la pared del útero- y el prolapso del cordón umbilical -sale a través del cuello del útero- son otros motivos que aconsejan la práctica de la cesárea.
Y algunas tienen que ver con la mamá y el bebé, como la desproporción cefalopélvica: el bebé es demasiado grande o la pelvis es demasiado estrecha (estenosis pélvica). También puede ocurrir que el parto no progrese lo suficiente porque la dilatación del útero sea muy lenta o se detenga. Éste parece que fue el caso de Doña Letizia.
Anestesia
Según la profesora de Obstetricia y Ginecología, la tendencia actual es a realizar las cesáreas bajo anestesia epidural, que tarda de 10 a 15 minutos en dormir el cuerpo desde debajo del pecho hasta los pies, porque permite a la madre asistir consciente al nacimiento.
El anestesista prefiere la anestesia general -dormir a la parturienta por completo- si la paciente está físicamente deteriorada o es urgente sacar al bebé porque hay sufrimiento fetal, entre otros motivos. La alternativa es la anestesia raquídea, cuyos efectos son similares a la epidural, pero que actúa mucho más rápido, ya que se administra en el canal raquídeo y no en el espacio peridural.
Barranco asegura que, contra lo que piensa mucha gente, los riesgos asociados a la anestesia general son similares a los de la epidural. «También da complicaciones: no es una técnica que se pueda banalizar», advierte.
La gran mayoría de las madres y de los bebés se recuperan con normalidad de la cesárea. Sin embargo, en algunas ocasiones se producen complicaciones derivadas de la propia cirugía: las más habituales son hemorragias, infecciones o lesiones en la vejiga durante la intervención.
También pueden aparecer reacciones a la anestesia. Si bien a todas las embarazadas se les realizan durante la gestación pruebas para evaluar su vulnerabilidad, éstas sólo detectan alteraciones en la coagulación de la sangre, para poner remedio si aparecen. La posibilidad de que haya que recurrir a la cirugía es también el motivo por el que las parturientas se les recomienda no comer ni beber durante el parto: con la anestesia, de producirse el vómito podría aspirarse y pasar a los pulmones, causando problemas muy graves.
La ginecóloga recuerda además que la obligatoria inmovilidad tras la intervención agrava el riesgo de embolias y trombosis, que ya es elevado de por sí durante el embarazo y en el postparto, porque la situación hormonal de la gestante aumenta la coagulación de la sangre. La mayoría de las mujeres reciben tratamiento para evitar esa eventualidad.
Por último, la cesárea entorpece la relación entre madre e hijo después del parto, especialmente si se produce con anestesia general, ya que pasan muchas horas antes de que la mujer pueda ver a su bebé. En teoría, señala la doctora Barranco, la técnica de parto no debería influir en la lactancia materna, ya que la dificultad para poner al pecho a la criatura justo después del nacimiento se puede paliar tras la recuperación postoperatoria de la madre con ayuda de otras personas.
En cuanto a los efectos estéticos, la cicatriz queda bajo la línea del biquini cuando es horizontal. Algunas mujeres hacen cicatrices queloideas, una especie de cordón fibroso bastante feo que a veces pica o molesta.
Efectos para el bebé
En cuanto al bebé, las complicaciones derivadas de la operación son muy raras. A veces sale algo aturdido por la anestesia. Si ha habido sufrimiento fetal, puede necesitar cuidados intensivos. Y si se trata de un prematuro, ha de pasar a la incubadora.
La recuperación de la cesárea suele ser algo más lenta. Como media, las mujeres permanecen ingresadas cinco días tras un parto abdominal, frente a dos cuando el parto es vaginal. Se les recomienda levantarse cuanto antes y caminar para prevenir complicaciones circulatorias, pero después de una cesárea las puérperas no están para hacer alardes gimnásticos: tienen una sonda de orina, están enganchadas a una botella de suero y la cicatriz duele bastante.
Tras el alta hospitalaria, se aconseja a la mujer guardar reposo relativo durante seis semanas, periodo en el que no debe levantar pesos ni hacer esfuerzos o ejercicios bruscos, especialmente si comprometen la zona abdominal.
Enriqueta Barranco recuerda que, aunque «siempre se ha dicho que una cesárea es raíz de otra cesárea», la tendencia actual es a permitir el inicio del parto vaginal siempre que el estado de la mujer y del bebé lo permita. Por ejemplo, si la primera cesárea se practicó porque el feto estaba de nalgas, y el segundo hijo viene normal, no hay razón para no intentarlo. En cambio, si el problema era la estrechez de la pelvis materna, la cirugía está garantizada. Dos tercios de las mujeres que intentan un parto vaginal tras una cesárea lo consiguen, si bien hay un pequeño porcentaje de riesgo de que la cicatriz del útero se reabra. Además, con un antecedente de cesárea la tendencia es a no esperar tanto para pasar al quirófano en caso de que se presente alguna complicación.
Abuso
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no superar el 10%-15% de cesáreas sobre el total de partos. De hecho, recuerda la ginecóloga, el nuestro es uno de los países «amonestados» por la OMS por superar con creces ese porcentaje. Según Barranco, en España los últimos estudios apuntan que la proporción de cesáreas ha superado el 20% que hasta ahora se manejaba como cifra oficial y ha alcanzado el 30% en la sanidad pública y hasta el 45% en la privada.
La ginecóloga recuerda que este uso «desmedido» de la cirugía no sólo tiene consecuencias clínicas, sino también económicas: el coste de la operación triplica al de un parto vaginal, debido al uso del quirófano y la prolongación de la estancia hospitalaria. La página web tuotromedico.com calcula el coste de una cesárea -en personal, uso de instalaciones y medicamentos- entre 2.000 y 4.500 euros, dependiendo de las complicaciones y la duración de la estancia.
Si el parto quirúrgico es más peligroso para la madre, ¿por qué se recurre a él cada vez más a menudo? Los motivos son diversos. Algunos apuntan a que tiene relación con la edad más avanzada a la que las mujeres tienen ahora a sus hijos, debido a que las madres añosas son más proclives a desarrollar diabetes o hipertensión gestacional. El aumento de la edad media de las embarazadas está en el origen del incremento de los partos múltiples, consecuencia de las técnicas de reproducción asistida.
Pero hay quien sugiere que la auténtica razón que mueve a ciertos médicos es su propia comodidad. Según esta teoría, algunos ginecólogos preferirían terminar los partos largos enviando a las mujeres al quirófano para concluir la jornada laboral a una hora razonable. En el caso de las clínicas privadas, la sospecha de elegir la cesárea por conveniencia alcanza también a las madres.
También hay quien culpa de esta tendencia a la llamada medicina defensiva: los médicos tratan de evitar complicaciones a toda costa por temor a las demandas judiciales y, para ello, recurren a un procedimiento de parto en el que el control lo ejercen ellos, y no el bebé.
Descargar